1960: El año en que la historia voló (Versión íntegra)


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"Catalejo publica la versión íntegra del Último Jueves dedicado al año 1960. Se incluyen, además de las primeras intervenciones de los panelistas, las preguntas y comentarios de los participantes en este debate realizado a través del grupo de Whatsapp".

Panelistas:

Marta Pérez-Rolo González. Doctora en Ciencias Económicas, profesora titular del Programa FLACSO-Cuba de la Universidad de La Habana.

Julio V. Ruiz. Médico psiquiatra geriátrico, exprofesor clínico de cuatro escuelas de medicina en los Estados Unidos (University of Illinois, University of Miami, New York Medical College, State University of New York). Salió de Santa Clara hacia Estados Unidos el 23 de septiembre de 1960. Actualmente retirado.

Carlos Alzugaray. Diplomático, Educador y Ensayista cubano. Presidente de la Sección de Literatura Histórico-social de la Asociación de Escritores de la UNEAC.

Fabio Fernández Batista. Historiador y profesor universitario. Doctor en Ciencias Históricas. Miembro del Departamento de Historia de Cuba de la Universidad de La Habana. Vicepresidente primero de la Unión de Historiadores de Cuba.

Rafael Hernández. Politólogo. Director de Temas.


Rafael Hernández (moderador): Buenas tardes a todos los que están conectados con este Último Jueves a distancia. El propósito de este panel es volver sobre un momento crucial en la historia de la Revolución, cuya trascendencia dura hasta hoy, el momento en que el proceso de radicalización entró en una espiral como resultado de interacciones políticas que no estaban escritas en ningún documento, en ningún programa, del desencadenamiento de un conflicto social y político que tiene su raíz, naturalmente, en las transformaciones que la Revolución misma inicia, pero cuya velocidad y profundidad se cristalizan este año y muy probablemente pudiéramos considerarlo como el parteaguas en el proceso revolucionario. Es un momento en que el conflicto entre el Gobierno revolucionario, la clase alta cubana y el gobierno de los Estados Unidos se desencadena de manera abierta, y, al mismo tiempo, este enfrentamiento no es nada más entre determinados actores, sino que trasciende al conjunto de la sociedad. Alinearse a favor o en contra del proceso es algo que ocurre, sobre todo como resultado de esa dinámica, de un conflicto real que no estaba planeado en la forma en que ocurrió, ninguna de las organizaciones revolucionarias había previsto que podía ocurrir en un breve espacio de tiempo.

Estas son las cuestiones que quisiéramos discutir, que les hemos propuesto al panel y sobre las que hemos invitado a los participantes a hacer preguntas y comentarios. Empezaremos por recordar los acontecimientos que caracterizaron singularmente el año 1960. A propósito, hemos publicado una Cronología bastante detallada de ese año, donde resulta obvio que Cuba había entrado en una situación de guerra, de confrontación violenta, donde ni las nacionalizaciones posteriores, ni la tensión de las relaciones con los Estados Unidos, ni las diferencias ideológicas emergentes, ni siquiera la famosa cuestión del comunismo, pueden entenderse si no se hace dentro del contexto de un conflicto violento, armado.

 

Marta Pérez-Rolo González: Este año fue decisivo en la profundización y el desarrollo de la Revolución cubana, y aunque hay acontecimientos muy importantes, los tres que destacaría son: 1) En julio, el presidente de los Estados Unidos había suprimido la compra de azúcar a Cuba, y estaban en marcha las necesarias nacionalizaciones que se hicieron a lo largo del año a todos los integrantes de la alta burguesía que emigraron. Como hecho de gran trascendencia se realizó la expropiación de los latifundios de la United Fruit Co., que culminó el 8 de agosto con la nacionalización de las compañías norteamericanas en Cuba, refinerías de petróleo, centrales azucareros y las compañías de teléfonos y de electricidad, de modo que al culminar el proceso nacionalizador quedaron expropiadas todas las propiedades extranjeras en Cuba. 2) La creación de diferentes organizaciones de masas y juveniles que posibilitaron la participación efectiva del pueblo en la profundización de la Revolución, como la Asociación de Jóvenes Rebeldes –cuyo primer acto público fue el 28 de enero– y la integración definitiva del movimiento juvenil, en octubre, como Asociación de Jóvenes Rebeldes; los Comités de Defensa de la Revolución, creados el 28 de septiembre, y la Federación de Mujeres Cubanas, donde se integran todas las organizaciones femeninas el 23 de agosto. 3) La participación del Comandante en Jefe, Fidel Castro, en la XV Asamblea General de Naciones Unidas, donde impactó a la organización con su discurso contundente, retando al enemigo imperial y asombrando al mundo. En el discurso, pronunciado el 26 de septiembre, después de haber sido expulsada la delegación cubana del hotel donde se encontraba, y acogida en el hotel Theresa, del barrio de Harlem en Nueva York, diría, entre otros importantes aspectos: “A nuestro pueblo lo gobierna el pueblo”, y denunciaría las agresiones yanquis contra Cuba y otros países del mundo, como el conflicto en el Congo. A su regreso, en discurso pronunciado bajo el agua de lluvia en la terraza norte del antiguo Palacio Presidencial, sonaron petardos y Fidel proclamó la creación de los Comités de Defensa de la Revolución.

Julio V. Ruiz: Muchas gracias por permitirme participar en este panel virtual. Mi nombre completo es Julio Vernon Ruiz Estela. Nací y me crie en Santa Clara hasta mis 13 años de edad. Partí de Cuba hacia New York City (NYC) un 23 de octubre de 1960. Soy un médico psiquiatra geriátrico, ex-profesor clínico de cuatro escuelas de medicina en los Estados Unidos (University of Illinois, University of Miami, New York Medical College, State University of New York). Actualmente retirado. Mi perspectiva son los recuerdos remotos y traumáticos de un adolescente de 13 años, cuyo padre fue un político y funcionario del gobierno de Fulgencio Batista, y cuya madre era profesora de idiomas y maestra en la UCLV.

Mi memoria de 1960 más destacada fue mi partida definitiva del país (aunque se pensaba entonces que sería solo temporal, de meses). Mi padre había partido hacia NYC a finales de 1959, quedando mi madre y yo solos. El tratar de depurar a mi madre de profesora de la UCLV solo por el hecho de estar casada con mi padre y de este haberse ido del país “legalmente” y sin acusaciones o proceso legal. Mi recuerdo más vivo, aparte de los familiares, fue la explosión por sabotaje del vapor francés La Coubre en marzo del 1960. Mi tío, el hermano de mi padre, vivía a unas cuadras del lugar, en la calle Fábrica. En agosto de 1960, el gobierno revolucionario nacionalizó todas las propiedades norteamericanas en Cuba; como resultado, el gobierno de Eisenhower congeló todos los bienes cubanos, hasta llevar al rompimiento de relaciones el 3 de enero de 1961. La primera visita de Fidel a las Naciones Unidas fue algo memorable y difícil de olvidar. Los Estados Unidos cortaron la cuota azucarera. Nuestra relación comercial con la antigua Unión Soviética tomó auge. La reforma urbana tuvo lugar, siquitrillando a miles de propietarios. Mi familia fue beneficiada porque no éramos propietarios. Las refinerías norteamericanas dejaron de refinar. En Guanabacoa hubo un sabotaje a un polvorín de dinamita, difícil de olvidar. Pero quizás lo más importante es que 125 000 cubanos de origen burgués o pequeñoburgués abandonaron el país

Carlos Alzugaray: En 1960 se recrudeció el conflicto entre los Estados Unidos y la Revolución cubana. El acontecimiento clave fue la decisión de Eisenhower de cesar las negociaciones diplomáticas y darle inicio al Plan del derrocamiento del Gobierno Revolucionario, encargado fundamentalmente a la CIA, pero con la colaboración activa de todas las instituciones del Estado imperialista. La decisión se tomó por el Consejo Nacional de Seguridad en una reunión celebrada el 17 de marzo. Ese plan contemplaba acciones paramilitares, de guerra económica, de propaganda política y de aislamiento diplomático y fue desplegándose a lo largo del año, en distintas etapas.

Todo el primer trimestre se dedicó a su puesta en marcha, y se encaminó a crear y organizar una oposición política armada que asumiera el gobierno del país una vez producido el cambio de régimen. Este objetivo no pudo ser logrado. Que se trataba de una guerra a muerte lo demostró otro acontecimiento importante, el atentado contra el vapor La Coubre, el 4 de marzo.

En el segundo trimestre el plan se centró en llevar a cabo lo propuesto en el célebre Memorándum Mallory del 4 de abril: aplicar sanciones económicas que produjeran el hambre, la desesperación y el derrocamiento del gobierno. Todo el argumento de las sanciones se basó en el reconocimiento del apoyo popular al gobierno y la necesidad de socavarlo. La negativa de las compañías petroleras a refinar el petróleo soviético comprado por Cuba y la suspensión de la cuota azucarera fueron las primeras medidas en este sentido.

El tercer trimestre estuvo marcado por la estrategia de usar la OEA para aislar a Cuba diplomáticamente por medio de la Reunión de Consulta de San José, Costa Rica, del 22 al 28 de agosto. El pueblo cubano respondió con la Primera Declaración de la Habana.

Finalmente, el cuarto trimestre estuvo marcado por la aceleración del entrenamiento de mercenarios en Guatemala para la invasión de Cuba que finalmente tuvo lugar por Bahía de Cochinos, en abril de 1961. Hubo un cambio de táctica importante que valdría la pena discutir. Acompañado por eso, se dieron pasos acelerados para provocar la ruptura de relaciones diplomáticas que, al final, tuvo lugar el 3 de enero de 1961.

Un acontecimiento final que hay que destacar fue la participación, discurso y reuniones de Fidel en Nueva York con motivo del 15º período de sesiones de la Asamblea General de la ONU.

Fabio Fernández Batista: El año 1960 fue trascendental en la historia de la Revolución, pues marcó un parteaguas en diversos sentidos, sobre todo en el ámbito de la ruptura con la dinámica del capitalismo cubano, a partir de que se sientan las pautas de la transición socialista que la Revolución va a convertir en su línea ideológica fundamental. Se podrían escoger varios acontecimientos y varios momentos trascendentales del año, yo quiero centrarme en tres de ellos.

En primer lugar, habría que señalar el inicio de los nexos cubano-soviéticos, a partir de la visita de Anastas Mikoyán a Cuba, que van a moverse en el terreno de lo político, de lo económico y que, por supuesto, también tendrán un correlato ideológico importante para el resto de la historia de la Revolución.

Otro momento clave es la ola de nacionalizaciones que empieza en el verano del año 60, que expresa la convergencia entre el proyecto de socialización de los medios de producción que la Revolución trae consigo y la creciente agresividad norteamericana hacia la Isla. Hay que entender que es una dinámica que se genera en un escenario de acción y reacción, que potenció el radicalismo de la Revolución cubana.

Existe un tercer momento, que para mí es tremendo también: la Primera Declaración de La Habana. Es un documento que, claramente, expresa por donde va la Revolución, qué ha sido hasta ese instante y hacia dónde proyecta su camino como proceso que aspira a subvertir la realidad social cubana. Además, declara abiertamente su inserción en un escenario mundial mucho más amplio. La Declaración de La Habana es el preámbulo de lo que vendrá, está anunciando lo que discursivamente se hará mucho más visible en el año 61.

Sin duda alguna, creo que estos tres momentos: la visita de Mikoyán y los nexos cubano-soviéticos, la ola de nacionalizaciones que arrancan en el verano del 60 y la Primera Declaración de La Habana, son puntos esenciales de ese Año II de la Revolución que, repito, es un parteaguas tremendo dentro de la dinámica evolutiva del proyecto.

Rafael Hernández: La segunda pregunta tiene que ver con el conflicto social y político que se vivía y con la naturaleza del proceso y de los acontecimientos y por qué se pudo llegar tan rápidamente a un punto en el que la situación política ya no tenía retorno. ¿Cómo y cuándo se alcanzó este punto?

Marta Pérez-Rolo González: Considero que se sobrepasó ese punto desde principios de ese año, con los diferentes ataques criminales a nuestro país, en particular la explosión del vapor francés La Coubre, que transportaba armas desde Bélgica para el Ejército Rebelde. El comandante Fidel Castro, en el entierro de las víctimas del sabotaje, pronuncia por primera vez la consigna “Patria o muerte”. Parte relevante de este proceso irreversible fueron las nacionalizaciones de agosto y de octubre de los bancos nacionales y extranjeros, y de 105 centrales azucareros. En este año, los Estados Unidos inician las restricciones al envío a Cuba de todo tipo de mercancías.

El 2 de septiembre, el pueblo cubano reunido en Asamblea General, en la Plaza de la Revolución aprobó, junto a la imagen del apóstol José Martí, la Primera Declaración de La Habana, que fue la respuesta del gobierno y el pueblo al documento elaborado por de la 7ª Reunión de consulta de cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA), celebrada el 2 de agosto en Costa Rica. En esta Declaración se denunció públicamente la injerencia de los Estados Unidos y se proclamó el derecho de los pueblos latinoamericanos y caribeños a su liberación y autodeterminación.

Elemento clave del desencadenamiento de la lucha en el territorio y con la potencia extranjera, fue la organización de batallones de milicias, bajo la dirección del Ejército Rebelde, para erradicar las bandas contrarrevolucionarias existentes en la Sierra del Escambray auspiciadas por el gobierno de los Estados Unidos.

Es evidente que los conflictos habían llegado a un punto tal, que no era posible resolverlos por otra vía que no fuera la de la confrontación y el enfrentamiento entre Cuba y los Estados Unidos, que trataba de recuperar su dominación económica y política, y ayudar a los exiliados cubanos y a los batistianos que habían huido y que tenían significativos intereses económicos en la Isla.

Julio V. Ruiz: El punto de no retorno sucedió el 16 de abril de 1961, cuando Fidel, en un discurso en 23 y 12, proclamó el carácter socialista de la Revolución debido a los continuos sabotajes que les costaron la vida a centenares de obreros y soldados. Ya en 1960 comenzaba el descontento con ciertas medidas de la Revolución por individuos que habían pertenecido a la FEU, incluso habían estado alzados en el Escambray. El ejemplo clásico fue Porfirio ‘El Negro” Ramírez (no era negro, trigueño, y hasta pasaba a caballo con su coleta y de verde olivo, para echarle una mirada a mi prima cienfueguera que era muy bonita). Pienso que la Iglesia católica influyó grandemente sobre estos jóvenes (la mayoría de los curas en pueblos y provincias eran españoles y anticomunistas). En aquel entonces, éramos un país de seis millones, y la gente sabía quién era quién. Aparentemente, personas que pertenecían al Partido Socialista Popular comenzaron a tomar posiciones claves en el gobierno. Mi teoría es la clásica cubana de pisarles los callos de los pies, poco a poco la revolución fue devorando a aquellos que habían sido su producto pero que se convirtieron en desafectos por múltiples causas.

Carlos Alzugaray: Resulta difícil, si no imposible, precisar una fecha en que se alcanzó el punto de no retorno. Desde el punto de vista del gobierno norteamericano, que en la práctica asumió la dirección de la contrarrevolución, me parece que la decisión de ruptura y de no retorno se tomó en el verano del 1959, seis meses antes de 1960. Me baso para ello en lo dicho por Livingstone Merchant, el subsecretario político del Departamento de Estado (tercer cargo de esa institución), en una reunión del CNS el 14 de enero, preparatoria de la del 17 de marzo, en la cual afirmó que, desde junio de 1959, se “había llegado a la decisión de que no era posible lograr nuestros objetivos con Castro en el poder”, poniéndose en marcha un programa que “el Departamento de Estado había estado elaborando con la CIA”, cuyo propósito era el de “ajustar todas nuestras acciones de tal manera que se acelerara el desarrollo de una oposición en Cuba que produjera un cambio en el gobierno cubano resultante en un nuevo gobierno favorable a los intereses de los Estados Unidos”. Por otra parte, por el Informe del Inspector General de la CIA en el que se evaluó el fracaso de Playa Girón, se puede precisar que el reclutamiento y entrenamiento de cubanos que se exilaron en los Estados Unidos, para usarlos con fines sediciosos en el territorio cubano, comenzó en el verano de 1959. Toda esta actividad del gobierno norteamericano fue del conocimiento no solo del gobierno revolucionario sino de personalidades y grupos contrarrevolucionarios, quienes se sumaron a esos planes. Es importante subrayar que ni la Revolución se había desplegado totalmente, ni existían evidencias que llegaran a los órganos de inteligencia norteamericanos, un supuesto entendimiento con la URSS. Si bien es cierto que, en el propio mes de febrero de 1960, se produjo la visita a Cuba del viceprimer ministro Anastas Mikoyán y se firmó el acuerdo comercial con ese país, no lo es menos que el propio Embajador norteamericano, Philip Bonsal expresó la opinión que esa actividad era muy parecida a la que llevaban otros países latinoamericanos y que no afectaba per se los intereses estadounidenses.

Fabio Fernández Batista: El punto de no retorno que la pregunta señala se manifestó en el verano del año 60, de la mano de la agudización de las contradicciones entre Cuba y los Estados Unidos. Es un momento en el que, de forma explícita y abierta, el gobierno norteamericano –la administración de Eisenhower– decide destruir a la Revolución cubana y ahogarla por todos los medios posibles, desde la guerra económica abierta, hasta la preparación de todo un conjunto de dinámicas que se movían en el terreno de la promoción de un enfrentamiento armado. Este punto de no retorno se expresa de manera clara en esa dinámica de acción y reacción que da vida a las nacionalizaciones del verano y el otoño del año 60.

Dichas nacionalizaciones hay que entenderlas también en su vínculo con la intensidad de las luchas de clases que se estaba dando en Cuba. También es el momento donde la Revolución deja de ser una opción posible para los sectores de la burguesía cubana, sobre todo de la gran burguesía cubana, que había intentado, de alguna u otra manera en el 59, capitalizar en favor suyo la Revolución. Para la fecha, es evidente que la lógica de cambio que el proceso revolucionario trae consigo implica una ruptura con los supuestos esenciales de esa Cuba burguesa y evidentemente ello se expresa en la conflictividad que el año 60 va a poner sobre el tapete. En el 60 se genera una guerra sin cuartel, donde está claro que la Revolución es un proyecto que apuesta a subvertir la estructura del país en beneficio de los oprimidos, en beneficio de los más. Entonces, a los sectores que hasta ese momento se habían mantenido en la cúspide de la sociedad, obteniendo los beneficios de la estructura existente, no les quedaba más remedio que violentar la dinámica de cambio que se venía generando y refugiarse en una acción agresiva contra el proyecto que los estaba destruyendo.

Para mí, ahí está el punto de no retorno. Es el momento cuando las contradicciones sociales se agudizan en una dimensión tal que no es posible ya el encuentro de fórmulas de concertación y de convivencia. El Rubicón de la Revolución está en el 60, porque incluso en el año 59, se vertebraron tentativas de concertar espacios de convergencias. En el 60 eso ya no es posible.

Rafael Hernández: ¿Quiénes eran los revolucionarios? ¿Cómo se identificaban? ¿Compartían las mismas ideas? ¿En qué medida estas ideas creaban una ideología revolucionaria o cercana al socialismo? ¿Qué era para ellos el socialismo?

Marta Pérez-Rolo González: Los revolucionarios se integraron desde diferentes grupos sociales: combatientes del Ejército Rebelde, campesinos, obreros, estudiantes, intelectuales, profesionales. Se produjo una fusión entre los más pobres, los que nada tenían; los que anhelaban cambios y transformaciones sociales y políticas; los que soñaban con la justicia social; los que conocían la historia de la lucha independentista y su frustración, y sentían la necesidad de la continuidad de la lucha por la soberanía. La creación de las organizaciones de masas tuvo un papel importante en ese momento porque significó la real participación popular que nunca antes había existido.

En el primer año de la Revolución, las medidas radicales como la reforma agraria o la rebaja de los alquileres, habían comenzado a ratificar que se trataba de un proceso transformador diferente, y que las políticas sociales iban dirigidas a elevar la calidad de vida de la población. La clase burguesa percibía también que peligraban sus privilegios, la posible pérdida de sus propiedades, la mayoría adquirida mediante delitos o corrupción.

También las continuas acciones internas de sabotaje y oposición delimitaron el campo de los enemigos, identificándolos con los Estados Unidos y los gobiernos latinoamericanos dependientes de ellos, evidenciando las causas de los ataques desde la Organización de Estados Americanos.

Los revolucionarios no eran homogéneos, muchos desconocían el socialismo, y lo rechazaban como sinónimo de represión, pero tenían en común la esperanza de un cambio transformador en la sociedad; por esto, la unidad surgía progresivamente, ante las amenazas del enemigo y las acciones vandálicas internas. Se consolidaba así una fuerza, heterogénea en su formación y en su procedencia social, pero que compartía el anhelo de una sociedad más justa y soberana.

Julio V. Ruiz: La gran pregunta es ¿quiénes eran los revolucionarios? Pienso que los que subieron a la Sierra con Fidel, los del Movimiento 26 de Julio, los del Directorio Revolucionario, los del Partido Ortodoxo, de Chivás, hasta los de la Juventud Católica en un principio. Como el 85-90% de los cubanos apoyaba un cambio, resultó que el primero de enero todo el mundo decía que era un revolucionario. En mi ciudad, Santa Clara, te los encontrabas con brazaletes del 26 y hasta vestidos de verde olivo. Muchos subieron al Escambray o a la sierra al norte de Remedios, en noviembre o diciembre de 1958. En un principio, pienso que todos tenían un mismo fin, el derrocamiento de la dictadura de Batista y, por lo tanto, compartían las mismas ideas. La historia ha demostrado que existían grandes divisiones, por ejemplo, entre el 26 de Julio y el Directorio. La mayoría no creo que tuviera idea de lo que es el socialismo y mucho menos el comunismo. Aunque, en la práctica, se estaba llevando una reestructuración y cambio social radical, que no tendría regreso.

Carlos Alzugaray: En 1960, la coalición revolucionaria seguía siendo muy amplia y diversa ideológicamente. Sin embargo, creo que había coincidencia en cuatro aspiraciones nacionales frustradas: independencia nacional, gobierno limpio de corrupción, justicia social y una economía próspera basada en la utilización óptima y equitativa de los recursos naturales de la nación. Las medidas de limpieza del gobierno, la recuperación de los bienes malversados y las sanciones a los políticos corruptos y a los criminales, fueron de las primeras medidas que recabaron el apoyo popular. Posteriormente vinieron la Reforma Urbana y la Reforma Agraria. Todas datan de 1959, pero comenzaron a agudizarse las contradicciones por sus implicaciones en 1960. No se puede decir que esas medidas iniciales tuvieron un contenido socialista. Pero sí tenían un corte radical. Puede decirse que todos éramos revolucionarios salvo una exigua minoría que comenzaba a ser afectada por las medidas que se iban tomando. El criterio de medida fundamental de quién era revolucionario era si apoyaba las medidas que adoptaba el gobierno y se incorporaba a las tareas revolucionarias. El socialismo no se equiparaba al comunismo. Creo que, poco a poco, la conciencia revolucionaria fue evolucionando y radicalizándose en la medida en que se fue palpando que las clases altas y medias altas se sumaban a la contrarrevolución y, en definitiva, al imperialismo. Creo que dos factores nos radicalizaron: uno fue la defensa de la soberanía nacional, el otro fue el enorme carisma y autoridad que fueron ganando Fidel y los dirigentes de la Revolución, particularmente el Che Guevara y Camilo Cienfuegos.

Fabio Fernández Batista: El año 1960 va a implicar una redefinición de los contenidos del “ser revolucionario” en Cuba. Esa redefinición está conectada totalmente con el proceso de la radicalización que vive la Revolución durante ese lapso. Es un momento donde se empieza a destruir, de manera explícita, la estructura del capitalismo cubano y con ello se sientan las pautas para la modelación de algo nuevo, que en el contexto de la época se movía, por fuerza, en el camino de una transición de tipo socialista.

Esta radicalización y aceleración del cambio revolucionario va a descolocar a un conjunto de actores que habían podido formar parte del frente amplio que recibe y participa de la Revolución en el 59. Van quedando fuera ahora porque no son capaces de incorporarse a ese proceso de radicalización creciente. Aquí se genera una dinámica de polarización que se expresa en la aguda conflictividad del 60, un año donde la historia cubana cruje ante la fuerza de las tensiones que se estaban dirimiendo.

Ahora, ese “ser revolucionario” del 60 que implica asumir el cambio radical que de manera explícita se está verificando no trae consigo una homogeneidad del bloque de los partidarios de la Revolución. La pluralidad marca de manera absoluta ese escenario de cambio radical en pleno movimiento, donde el concepto exacto de hacia dónde vamos dentro de un camino que tiende a ser anticapitalista no está claro. Desde luego, hay varios destinos posibles en esa dinámica anticapitalista que la Revolución ha asumido y aquí empiezan a aparecer diferentes miradas respecto a qué es el socialismo. En el 60 mismo empezamos a ver los primeros signos de lo que será, en mi opinión, el gran conflicto de la Revolución cubana: la definición de qué tipo de socialismo asumirá Cuba. Aquí están perfilándose desde el principio dos líneas fundamentales: la visión que plantea un socialismo más cercano a la experiencia eurosoviética y la tendencia que apuesta por un socialismo conectado con la singularidad de la Revolución cubana. El año 60 expresa, de manera clara, esa polarización dentro del campo revolucionario.

Rafael Hernández: ¿Quiénes eran los que se oponían a la Revolución? ¿Qué ideas compartían? ¿Se identificaban con los Estados Unidos? ¿Qué significaba el anticomunismo?

Marta Pérez-Rolo González: Los opositores eran, fundamentalmente, los que habían perdido su riqueza y estaban exiliados pensando en un pronto regreso, y los que aún estaban aquí y conspiraban para derrocar al gobierno revolucionario. A este grupo fundamental se unía un sector de la población que temía al comunismo, como cierto número de campesinos, sobre todo en la Sierra del Escambray, que apoyaron a los alzados, quienes se organizaron en fuerte nexo con los Estados Unidos, que los financió y orientó su accionar. Muchos campesinos estaban confundidos y temerosos del comunismo y engañados por la propaganda enemiga.

Pero la mayoría confiaba en el líder, Fidel Castro. Es de esa época la frase popular “Si Fidel es comunista, que me pongan en la lista, que estoy de acuerdo con él”, trascendiendo con la identificación con el dirigente, el verdadero significado del proyecto revolucionario. Ese año se firma el primer convenio comercial cubano-soviético entre Anastas Mikoyán, viceprimer ministro de la URSS, y Fidel Castro, primer ministro de Cuba. Posteriormente, el 8 de mayo se restablecen relaciones diplomáticas con la URSS.

Existía una fuerte campaña anticomunista que distorsionaba intencionalmente la naturaleza del socialismo existente, y provenía del enemigo imperial, y que por múltiples vías había impactado en la población, muchos tenían un gran temor a la Unión Soviética y a la ideología que pudiera provenir de ella. También se había divulgado la imagen de los Estados Unidos como el país símbolo de la libertad y las posibilidades de desarrollo, y esto erosionaba la visibilidad de su papel en la explotación de los países subdesarrollados, y sus efectos en la soberanía.

Frente a esta manipulación mediática, tuvo un papel fundamental la utilización que hicieran Fidel y el Che de los medios masivos de comunicación de la época para explicar al pueblo la realidad de la Revolución. Es importante señalar el programa televisivo Universidad Popular, cuyo primer invitado fue Ernesto Che Guevara con el tema “La liberación económica de Cuba”.

Julio V. Ruiz: En 1960, la oposición comenzó con estudiantes del instituto y de la FEU, por burgueses o pequeñoburgueses desafectos por el carácter socialista y radical de los cambios, porque nacionalizaron o intervinieron sus negocios, porque les congelaron sus cuentas de bancos, por muy pequeña que esta fuera. No creo que hubiera una identificación con los Estados Unidos y su gobierno por parte de los desafectos, aunque los Estados Unidos apoyaron con sus servicios de inteligencia a ciertos assets activos para influenciar en el descontento, crear incertidumbre en la población, especialmente en la clase media. El cubano, por su historia y por su educación cívica en las escuelas, siempre ha sido de ideas nacionalistas, nunca proamericanas, aunque nunca le tuvimos odio al ciudadano americano entonces. La Iglesia católica contribuyó en gran medida a la discordia y a cuquear a los jóvenes, por ejemplo, los de la Juventud Católica. Quizás el hecho de que muchos curas eran de origen español y formados bajo Francisco Franco, influyó. No creo que los jóvenes, primero revolucionarios y luego contrarrevolucionarios, tuvieran una idea de lo que era el comunismo. Para mí, los comunistas eran los amigos y compañeros de mi padre en su juventud. Eran los comunistas de verdad y de siempre, Núñez Jiménez, Manuel Piñeiro, Emilio Ballagas, Gaspar Jorge García Galló, etc., muchos de ellos profesores también de mi madre, y que en momentos difíciles del 1960 nos ayudaron a mi madre y a mí.

Carlos Alzugaray: La oposición a la Revolución comenzó en las clases altas que, después de simpatizar originalmente con el proceso de transformaciones, empezaron a ver en el mismo una amenaza para sus intereses, lo cual se evidenció sobre todo con la Reforma Agraria. Por otra parte, la oposición fue creciendo entre sectores que no eran propiamente dominantes, pero que eran aliados, cercanos o subordinados a estos últimos. En ello influyeron dos factores: el miedo al comunismo y la convicción de que los Estados Unidos se oponían a la Revolución. En la Cuba anterior a 1959 había un viejo fatalismo de que sin buenas relaciones con nuestro vecino del norte ningún gobierno podría sobrevivir. Y que enemistarse con los Estados Unidos perjudicaba los intereses nacionales. También se veía como muy peligroso que Cuba tomara medidas de expropiación contra empresas norteamericanas. El temor al comunismo no era racional. En Cuba habían calado las ideas macartistas. Pero esa no era la única razón. Se conocían los enormes crímenes cometidos por Stalin y eso no le granjeaba mucha simpatía a la URSS ni al Partido Socialista Popular. También estuvieron los errores del PSP en la lucha contra Machado y al sumarse al gobierno de Batista en 1940. Esos prejuicios estuvieron presentes en muchos de los que se opusieron.

Fabio Fernández Batista: El bloque opositor que se estructura frente a la Revolución cubana en el año 1960 estuvo marcado por su heterogeneidad; una heterogeneidad que hay que conectar con el origen de los diferentes actores que convergen en el ejercicio de oposición a la Revolución. En ese bloque opositor podemos encontrar a un representante de la oligarquía; a un integrante de las clases medias profesionales; a un campesino del Escambray –que no entiende demasiado bien la Reforma Agraria y además se encuentra conectado por redes clientelares con un terrateniente que ha devenido líder de una banda de alzados– y a un antiguo combatiente que, por algún motivo, ha perdido la conexión con el proyecto político por el que incluso llegó a arriesgar su vida. Ahora bien, esa heterogeneidad se vio limitada en la práctica política concreta del 60 por un hecho fundamental: la convergencia en torno a un proyecto común que no fue otro que detener el cambio revolucionario. Aquí hay una dinámica y un objetivo que une a estas fuerzas y actores de origen diverso, elementos que le van a conferir cierta organicidad a su accionar: “podemos tener orígenes diversos, pero estamos contra la Revolución”.

En ese ejercicio de la contrarrevolución hay otras dos cuestiones que le aportan unidad al bloque opositor. Una es la subordinación a los Estados Unidos, el entendimiento de que ese país representaba un actor clave en el ejercicio del liderazgo contrarrevolucionario, la subordinación en más de un sentido al proyecto que para Cuba promovían los círculos de poder norteamericanos. El otro elemento es la convergencia en torno a una ideología anticomunista, que encuentra fuerza, por contraste, en la definición del camino anticapitalista que la Revolución cubana asume. La idea de que la Revolución avanza por una ruta socialista, que apunta en teoría al comunismo, también va a darle entidad al ideario que le dio fuerza a la acción contrarrevolucionaria.

Rafael Hernández: Nuestra última pregunta versa sobre en qué medida la velocidad y la polarización extrema que alcanzó el proceso en el transcurso de 1960 eran inevitables. Como recurso analítico que nos permita volver a pensar cuáles eran las dinámicas de aquel momento y por qué se desencadenaron, pregunto: ¿podía haber sido diferente el cambio? ¿Menos rápido y polarizado? ¿Qué alternativas podían haber ocurrido en esta historia?

Marta Pérez-Rolo González: La polarización social y política era ya un hecho en el año 60. Se habían arreciado los ataques del gobierno de los Estados Unidos, incluida la Agencia Central de Inteligencia (CIA), y era imprescindible acelerar el proceso de concientización popular en la defensa de la Revolución triunfante. El ritmo de acciones fue altamente intenso, tanto en el conflicto interno entre la burguesía alta y media y el pueblo, como en la confrontación entre la aspiración cubana a la soberanía y la imposición imperial. Solo este proceso vertiginoso podía establecer la plataforma ideológica que comenzaba a identificar a la Revolución cubana.

En la medida en que el año avanzaba, se consolidaba la participación popular y su concientización política, se perfilaba un apoyo de abrumadora mayoría al proceso revolucionario. No había tiempo que perder, ni posibilidad de posponer las políticas más radicales y audaces. Se trataba de una coyuntura crucial para lograr la permanencia; la posibilidad de victoria ante un enemigo tan poderoso exigía el compromiso consciente del pueblo. Mediante la participación popular se construía la asimilación progresiva de la identificación con el proceso que convocaba a su defensa.

No podría haber sido diferente el cambio, incluso al quitarnos la cuota azucarera, nos dejaron sin la posibilidad de indemnizar a los expropiados. El objetivo fundamental era la presencia y el accionar popular, y el pueblo era el principal ejecutor del proceso, su verdadero protagonista.

Julio V. Ruiz: Pienso que el cambio se planeó para ser como fue. No creo que fuese un planeamiento escrito y preparado de antemano, aunque Fidel en su La Historia me absolverá expresó muchos de sus pensamientos. Era una revolución que tenía que cambiar todo lo que fuera necesario ser cambiado. No sé hasta qué punto simpatizar con las ideas comunistas antes del 1 de enero de 1959, influyó en todo lo que sucedió después. Sí pienso que existía un gran sentimiento antiamericano por parte de los líderes de la Revolución. Y hoy día siguen repitiendo que, si los Estados Unidos hubieran actuado diferentemente en 1959 y 1960, el curso hubiera sido distinto. Lo dudo. Los americanos son los americanos, los conocemos, no cambian, protegen sus intereses, pero de paso violan la soberanía de otros pueblos, y no cumplen nada de lo que predican en su democracia.

Carlos Alzugaray: En mi opinión, se puede afirmar que la Revolución cubana se convirtió en un acontecimiento inevitable debido a la acumulación de frustraciones que la dictadura de Batista agudizó hasta el punto de que se llegó a una ruptura inevitable. Esas frustraciones tenían que ver con alcanzar la independencia verdadera, toda la justicia social posible, una economía próspera sin las dependencias estructurales que la habían lastrado y a un gobierno democrático y limpio, libre de la venalidad y la corrupción. Batista frustró cualquier posibilidad de reformas con el golpe del 10 de marzo y dio paso a un proceso revolucionario apoyado por numerosas fuerzas políticas y movimientos sociales. Dentro del liderazgo revolucionario hubo un debate sobre la radicalización del proceso. Un grupo apoyaba su radicalización inmediata, pues consideraba que un enfrentamiento con el imperialismo y sus aliados en Cuba era inevitable por mínimas que fueran las reformas. Otro, era partidario de ir gradualmente para evitar el conflicto con los Estados Unidos. Creo que ese camino se ensayó durante 1959, pero que en 1960 las señales fueron claras de que al gobierno de Eisenhower no le interesaba llegar a ningún acuerdo, ni siquiera sobre la base de reformas mínimas por lo que el grupo que apoyaba la radicalización pudo demostrar que tenía la razón. Por cierto, en 1961, después de Girón, en Punta del Este, en la entrevista entre el Che y Richard Goodwin se propuso un acuerdo sobre esas bases. Ya sabemos que la administración Kennedy no la aceptó en ese momento. Dos años después, visto que la Crisis de Octubre demostró cuán grave podría resultar la obsesión contra Cuba, Kennedy pareció interesado en buscar ese tipo de acuerdo, pero fue asesinado antes de que se pudiera comenzar a explorar. Resumiendo, si una revolución se hizo inevitable en Cuba en 1959, su radicalización no era ineluctable. Fue una decisión a la que llegó el liderazgo revolucionario, obligado por las circunstancias. Otro debate es si no se radicalizó demasiado, pero ese no era el debate en 1960. Ese año había que radicalizar el proceso.

Fabio Fernández Batista: El año 60 estuvo marcado por la radicalización del cambio revolucionario, la radicalización de la Revolución en un escenario de acción y reacción, donde mucho influyó la hostilidad desembozada de los Estados Unidos y la agresividad de la reacción interna. En mi criterio, si hubiera existido una política más moderada y una proyección más dialogante por parte de la oposición –incluyo a los Estados Unidos, por supuesto– respecto al liderazgo revolucionario y a algunas de las medidas que este implementaba, las tensiones hubieran sido menores y se hubiera limitado, al menos de momento, el filo subversivo que la Revolución traía consigo.

La gran pregunta es si realmente era posible esa proyección más moderada. Aquí vale recordar dos elementos fundamentales. El primero es el escenario de la Guerra Fría con toda la conflictividad que ello traía, con toda la polarización extrema propia de ese momento histórico. En segundo lugar, y sobre todo en relación con los Estados Unidos –aunque el punto anterior también los implica como es lógico–, hay que entender el desafío hegemónico que representaba la Revolución cubana para el liderazgo norteamericano a nivel continental. Los Estados Unidos no podían tolerar a Fidel Castro porque el reto que había marcado el triunfo de este era indigerible para la proyección imperialista yanqui. Resultaba muy difícil para el liderazgo norteamericano modelar un camino distinto en relación con la Revolución. Insisto en que el escenario de la Guerra Fría creaba condiciones para que las tensiones propias del conflicto generado por el cambio revolucionario que acontecía en Cuba alcanzaran una dimensión absoluta y plena.

A su vez, considero que constituye un error creer que la Revolución hubiera sido radicalmente distinta si no se hubiera generado la polarización que marcó al año 60. En mi opinión, el proyecto de subversión de la realidad social que traía la Revolución en su núcleo ideológico central, iba a encontrar niveles de cristalización; más temprano que tarde, ese proyecto de socialización de la riqueza nacional, de subversión de la dinámica del capitalismo, iba a estallar. Los signos de agotamiento del capitalismo dependiente cubano lo expresan.

Rafael Hernández: A partir de ahora, toca el turno a las preguntas y los comentarios de los participantes.

Luis Dumont Noa (Músico): Quiero preguntar, primeramente, si consideran que la Revolución cubana siempre fue planificada como que iba a seguir el camino del socialismo. Digo esto teniendo en cuenta que Fidel dijo, en varias ocasiones, incluso durante su visita a los Estados Unidos, que la Revolución no era comunista; y también recordando una anécdota que hacia Max Lesnik en la que Fidel le preguntó qué hubiera hecho él en su lugar, como dando a entender que fue el resultado de las circunstancias.

En segundo lugar, quiero saber si las expropiaciones de los negocios de los ciudadanos cubanos tuvieron lugar dentro de un marco legal que las amparara. Sé que las nacionalizaciones sí tenían un sustento legal en un artículo de la Constitución del 40, pero en este caso, no sé.

Por último, quiero preguntar sobre las irregularidades que dicen algunos miembros del exilio que hubo en el pago de las indemnizaciones por concepto de confiscación de propiedades, y de forma general se refieren a que la forma de efectuar esos pagos era injusta.

Mario Mariano: Soy investigador en Brasil y estudio el debate sobre universidad y socialismo. Me gustaría que los ponentes comentaran cómo los acontecimientos del año 1960 tuvieron consecuencias para la cuestión de la universidad en la Revolución cubana.

Hilda M. Alonso (Instituto de Historia de Cuba): Quisiera que comentaran, si es posible, cómo influyó la situación política de ese año en el campo cultural. Y también cómo incidió la acción del Ministerio de Bienes Malversados en el desarrollo del conflicto social.

Denia García Ronda (Directora Ediciones Sensemayá): Estoy de acuerdo con los panelistas en cuanto a los acontecimientos que destacan como característicos del año 60, pero creo que habría que añadir los relacionados con las políticas culturales y educativas, que también fueron decisivas en el desarrollo de la Revolución cubana. Hay que recordar, por ejemplo, la creación de la Editorial Nacional, el Teatro Nacional, la consolidación del Ballet Alicia Alonso como Ballet Nacional de Cuba, la creación del Noticiero ICAIC Latinoamericano, etc. En cuanto a lo educativo, comienza el proceso de conversión de cuarteles en escuelas, se organiza la campaña de alfabetización que se desarrollaría en 1961, en el 60 se crea el movimiento de maestros voluntarios, que tuvo su mártir en Conrado Benítez, la Universidad Popular por televisión, etc. Esos son algunos ejemplos nada más de esas políticas.

En cuanto a la velocidad del proceso, los acontecimientos de los años 59 y 60 obligaron a la urgencia de medidas radicales y el consecuente inicio de la polarización del proceso, pero creo que faltó tiempo para preparar psicológicamente e ideológicamente al pueblo para un cambio tan brusco. Por otra parte, no todos actuaron con inteligencia en el sentido de convencer a las personas de lo justo del salto al socialismo.

Quiero pedir permiso para poner un ejemplo personal. A mediados del año 60, un miembro del PSP realizó un conversatorio en la tienda Flogar, donde yo trabajaba, y dijo abruptamente: “Dicen que esta revolución es tan verde como las palmas, pero yo les aseguro que es una revolución socialista”. ¡Ahí fue Troya!; una empleada se desmayó, varias gritaron alarmadas, otras abandonaron la sala apresuradamente, aquello se convirtió en un caos. Había demasiado miedo al comunismo, aunque nadie sabía, a derechas, qué cosa era, pero la propaganda en su contra durante muchos años había creado muchos fantasmas. Solo la confianza en Fidel evitó un rechazo generalizado.

Raúl Lemourt Arceo (Coronel (r) del MININT): Creo que la Revolución pudo consolidarse gracias a la determinación y velocidad con que actuó. Considero que era imposible tratar de conciliar con los opositores y con los Estados Unidos y que, de haberlo hecho, el proceso hubiera abortado. Teníamos, y tenemos, un gigantesco enemigo a noventa millas, determinado a destruirnos por todos los medios. En los primeros meses, estuvo esperanzado de que con las figuras reaccionarias que tenían enquistadas en la dirección de la Revolución, como Roberto Agramonte, José Miró Cardona, David Salvador, podían desviar sus objetivos, pero las medidas de beneficio popular tomadas, que tuvieron como colofón la Reforma Agraria en mayo del 59, los convenció de que la única forma de abortar la revolución era por la vía violenta. En octubre del 59, ya Allan Dulles, director general de la CIA, le presentó a Eisenhower un plan de acciones encubiertas contra la Revolución, el cual desembocaba en una invasión armada como la sucedida en Playa Girón. Después, la guerra no declarada contra Cuba fue en aumento. La burguesía cubana estaba subordinada totalmente a los designios de los Estados Unidos. Su posición fue abandonar el país o dedicarse a fomentar la contrarrevolución. ¿Qué conciliación de clase era posible con ciento veinte organizaciones contrarrevolucionarias laborando en el país, dedicadas al sabotaje, atentados y toda forma de destrucción contra el proceso, con alzados en las seis provincias y acciones fuertes en Las Villas y Matanzas? La Iglesia católica, muy poderosa en Cuba en ese momento, estaba dedicada también a su labor contra la Revolución. Muchas de las organizaciones contrarrevolucionarias más poderosas –como el Directorio Revolucionario, el Movimiento de Recuperación Revolucionaria (MRR), el Movimiento Revolucionario del Pueblo (MRP), etc.–, surgieron de las agrupaciones civiles católicas. Considero que la firme e inclaudicable posición de la Revolución fue lo que permitió que se consolidara. Si algún error se cometió, creo que el más importante fue el de la segunda ofensiva revolucionaria, que nos granjeó la antipatía de miles de pequeños propietarios que no estaban, de oficio, en contra.

Luis Marcelo Yera (Economista. INIE): Se ha asumido que la Ley 980, de 13 de octubre de 1960, marca el inicio de la transición socialista en Cuba, al estatizarse la propiedad de la gran burguesía nacional. Quiere esto decir que dentro de unos días se cumplirán sesenta años de construcción socialista en nuestro país. Se conoce poco que dicha norma jurídica protegía la propiedad privada de empresas de hasta veinticinco trabajadores, cinco más que lo establecido por la nueva política económica leninista (NEP). Hoy esta franja cubriría solo la microempresa y una parte de la pequeña. Sin embargo, desde la perspectiva actual, en aquel entonces todavía existía una concepción realista acerca de cómo enfrentar la transición socialista desde el punto de vista de la propiedad, no obstante la extraordinaria actividad de las fuerzas contrarrevolucionarias externas e internas.

A su vez, debe expresarse con dolor que también se cumplen sesenta años sin que acabemos de dominar la administración de aquellas empresas que estatizamos en 1960 y las que vinieron después. Considero que el espíritu de aquel año debe fortalecer la voluntad actual para que el decisivo tejido empresarial cubano sea efectivo de una vez por todas.

Rafael Betancourt (Economista y consultor en desarrollo internacional): Respondo la última pregunta desde la experiencia de una familia que en 1959 apoyaba a los rebeldes y durante 1960 se opone a la Revolución. Las navidades del 59 fueron de las más felices de mi vida infantil, en una familia acomodada de La Habana, de cuatro hijos, padre profesional y madre ama de casa. Se vivía una euforia de alegría, optimismo y apoyo a la revolución triunfante, no solo en mi casa sino en casi toda mi familia y mis vecinos.

Yo no recuerdo como fue el proceso de desencanto de mis padres y mi familia, pero estoy seguro de que tuvo lugar rápidamente en el primer semestre de 1960. Recuerdo que, en una ocasión, Fidel salió por la televisión y yo lo celebré, igual que habíamos hecho todos durante el 59, pero esta vez mi padre me llamó la atención suavemente de que ya no era igual. “¿Entonces Fidel es malo?”, le pregunté. Y me dijo que sí. Quedé un poco confundido.

En retrospectiva, pienso que en el cambio de postura influyó mucho la Iglesia católica y sus feligreses habaneros burgueses con quienes nos asociábamos como católicos prácticos. También las escuelas católicas, sobre todo las más elitistas como el Colegio de La Salle, donde estudiábamos los varones, y donde Manuel Artime reclutó jóvenes de bachillerato para los Comandos Rurales, una versión anticomunista de las Brigadas de alfabetización organizadas por el gobierno revolucionario. Otra gran influencia seguramente fue la postura del gobierno de los Estados Unidos, seguida de cerca por la clase social y profesional a la que pertenecíamos. El antimperialismo no había hecho mella en nosotros, el anticomunismo, sí. La familia se dividió en octubre del 60. Acompañé a mi padre a Guane, Pinar del Río, donde él y mi tío banquero, mucho más conservador y proyanqui, fueron a convencer a mi otro tío, ingeniero agrónomo y fidelista, que trabajaba en el INRA, para que abandonara la Revolución y se fuera al exilio como ellos pretendían hacer. No lo lograron.

Para mí, la experiencia fue otra, profunda, de ver con mis propios ojos la miseria del campo cubano, de la que mi familia me había resguardado. Ver a niños de mi edad descalzos, con sus vientres abultados de parásitos, sus casas con pisos de tierra y sin electricidad, sin escuelas donde asistir, me causó tal impresión que nunca lo olvidé y cambió para siempre en mi conciencia el discurso de lo bien que estaba Cuba antes de que llegaran los “comunistas”.

Lo próximo que recuerdo es la salida del país de mis hermanos, en noviembre del 60, hacia los Estados Unidos, señal del rompimiento total. Fue el comienzo del exilio, cinco meses antes de que nosotros tres siguiéramos sus pasos, quince días antes de que se vencieran nuestras visas norteamericanas y una semana antes de Girón. Las navidades del 60 fueron de las más tristes de mi vida infantil.

Rafael Hernández: Muchas gracias al público que ha colocado sobre el tapete preguntas interesantísimas y muy bien enfocadas. Ahora le voy a dar la palabra a cada uno de los panelistas.

Marta Pérez-Rolo González: Me parece muy pertinente tomar este año 1960 como decisivo para la historia de la Revolución cubana, cuando se definieron posiciones importantes en nuestro país. Creo que en muchas de las opiniones del panel hemos tenido acuerdo, porque son muy parecidos los elementos a destacar, pero pienso que lo que nos han señalado los participantes en relación con el tema de la educación y de la cultura es importante profundizarlo un poco más.

1960 es un momento en que se está gestando ya lo que sería después la Campaña de alfabetización, porque incluso se crea un Consejo para organizarla en el año 61. Además, se crea una gran cantidad de aulas rurales, y llegan los primeros maestros voluntarios a la Sierra Maestra. Desde el punto de vista cultural, desde el año anterior se había fundado el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y, como decía Denia, también una serie de políticas culturales que iban encaminadas a conformar un sistema de instituciones.

Me parece muy interesante la pregunta sobre el Ministerio de Bienes Malversados. Desde febrero de 1960 se confiscan prácticamente todos los bienes de los que están en el exilio, y eso entra dentro de lo que se explicaba que no tenía elemento legal, pero hay otros que se confiscan después, a lo largo de todo el año, fíjense que incluso se puede plantear ya en una etapa temprana una cantidad bastante grande –en el rango de los millones de pesos. Eso desempeñó un papel importante, no solamente desde el punto de vista económico, sino también en el enfrentamiento con una clase que se veía completamente afectada.

Yo quisiera mencionar algo que no se ha tocado y es el papel de las organizaciones de masas. Es importante tener en cuenta que esa participación del pueblo en esos enfrentamientos se logró a partir de la creación de esas organizaciones, porque ellas permitieron, realmente, que las personas se sintieran parte de lo que ocurría, y aunque no fue igual en los años siguientes, en ese momento sí representó un elemento trascendente en todos los hechos que ocurrieron.

Julio V. Ruiz: Voy a hablar en términos generales, dado que no puedo contestar a cada uno. El año 1960 fue muy complicado, y en realidad fue un proceso progresivo. Hay que partir diciendo que la burguesía y la pequeña burguesía, a las que siempre tanto se les ha criticado, con razón o no, en realidad fueron grandes partícipes de la Revolución; o sea, ayudaron materialmente y de otras formas, incluyendo muchos de sus hijos que fueron revolucionarios y se alzaron en la Sierra. Por lo tanto, no todos eran “pecadores”, como lo ha visto la historia con el tiempo. En realidad, la juventud de los años 30, 40 y 50 –yo no soy historiador, sino científico– era antimperialista en términos generales, por lo tanto, el concepto de ser socialista o comunista –el partido comunista se llamaba Partido Socialista Popular en aquel entonces– ya existía, era parte de un proceso; por lo cual yo pienso que, al triunfar la Revolución, posiblemente algunos o muchos de ellos tenían estas ideas socialistas o comunistas. A la vez, mencionar la palabra comunista en el año 60 era como decir hereje, era parte del miedo de toda esa clase media a ese fantasma tan grande que se le atribuía al comunismo, idea impulsada indiscutiblemente por la propaganda y las políticas directas o indirectas de los Estados Unidos hacia Cuba.

Pero también –estoy hablando de Santa Clara, de donde soy– una serie de jóvenes universitarios muchos de los cuales habían pertenecido al Movimiento 26 de Julio y a la FEU, e inclusive del Instituto de Segunda Enseñanza, fueron los primeros en producir un tipo de cambio progresivo, a mediados de los años 60 por múltiples razones. Entre ellas, sobre todo, la influencia de la Iglesia católica, que trató de moldear su manera de pensar. Como mencionaba antes, muchos sacerdotes o curas eran de origen español, formados durante el régimen de Franco, por lo tanto, su pensamiento era extremadamente conservador y, desde luego, anticomunista.

Durante ese mismo año 60, la clase media fue afectada por múltiples intervenciones, la congelación de cuentas bancarias que comenzó en 1959, existía un ministerio de recuperación de bienes, que estaba en el Capitolio, etc. Yo tuve el privilegio de ir con mi madre a reclamar un dinerito que había dejado mi papá en el banco, pero que fue automáticamente intervenido en 1959; y, por cierto, la burocracia de entonces era la misma que la que existe hoy en día.

Cuando salieron las primeras revistas Bohemia después del 1 de Enero, ahí se enteró todo el mundo, con fotos y testimonios, de toda esa pobreza que existía en Cuba, de las grandes desigualdades que había, de las torturas y de todos esos horrores que se cometieron durante la dictadura de Fulgencio Batista. Esto radicalizó a muchos jóvenes de esa época, pero la influencia de los padres en los adolescentes fue mucho mayor en ese sentido. Creo que lo que más asustó fue el hecho de utilizar la cuestión esta del comunismo. La Revolución ya estaba en un proceso de radicalización, no iba a haber marcha atrás y todo continuó.

En 1960 salieron del país cerca de 125 000 cubanos, fundamentalmente de la clase media. Junto a Rafael Betancourt, tuve el privilegio de participar en el regreso a Cuba, después de dieciocho años de ausencia en mi caso, y de integrar la Brigada Antonio Maceo.

Carlos Alzugaray: Como se dieron cuenta los que me oyeron al principio, me referí fundamentalmente al diferendo Cuba-Estados Unidos, porque esa fue mi investigación para el doctorado y busqué mucha información sobre cómo se había desarrollado el conflicto en los años 59 y 60. No tengo ninguna duda de que la decisión de no negociar nada con Cuba e ir adelante con la política de cambio de régimen, la toma el presidente Eisenhower, en junio de 1959, y después se materializa en 1960. En ese período empieza a trabajar la CIA, por supuesto no lo tenía todo organizado, y vamos a ver sus acciones en el 60, más que en el 59, aunque en ese año ya la contrarrevolución local está andando, y constituye una parte importante del enfrentamiento, y la Revolución debe enfrentarse a un enemigo interno y a uno externo.

Hace poco tuve una discusión con un compañero que me decía que Fidel y Raúl lo tenían todo muy bien pensado en 1959. No es la sensación que tengo. Creo que el propio Fidel probablemente prefería una solución radical, igual que Raúl, igual que el Che. Pero Fidel dirigía una coalición, en la que podía ir a cierto ritmo, dependiendo de los apoyos. Por otra parte, me parece que era obvio que no podía haber enfrentamiento inmediato con los Estados Unidos porque no estábamos preparados para una guerra como la que después sucedió. Creo que esto fue un proceso rápido de radicalización, pero que no todo salió como se hubiera planificado. En el inicio hubo medidas que tuvieron mucho apoyo, como por ejemplo la recuperación de bienes malversados. Todavía en el 60 se estaban expropiando las propiedades de Pérez Vilaboy, un testaferro de Batista, y que hoy está reclamando, por vía de la Ley Helms-Burton, el aeropuerto de Rancho Boyeros y un montón de cosas más. Es decir, todo eso tenía sus tiempos y sus mecanismos, y había prioridades: la número uno fue la reforma agraria, y luego la de los alquileres; se enfatizó mucho en las medidas contra los criminales de guerra, pero las medidas contra los corruptos fueron muy importantes en consolidar el apoyo de sectores que, quizás, sin ser socialistas, comunistas o marxistas, estaban de acuerdo en que las cosas fueran así.

Sobre lo que dijo el compañero Lemourt, yo no creo que aquellos elementos conservadores que estaban en el gobierno estuvieron “enquistados”; realmente Fidel los invitó y formaron parte de la alianza revolucionaria en los primeros años. Por ejemplo, un hombre como Agramonte fue el que reclamó la extradición de los criminales de guerra, siendo ministro de Estado. Es decir, de alguna manera, estas personalidades apoyaron a la Revolución hasta un punto.

En cuanto a vivencias personales, en junio de 1959 me fui para Japón a vivir con mi papá que era el embajador de Cuba allá, designado por Fidel, y regreso a La Habana a fines de 1962. El país había cambiado, sin dudas. Era un país casi en el camino de un socialismo desarrollado, ideológicamente digo, aunque ya estábamos en el medio del problema del sectarismo.

Fabio Fernández Batista: Es un placer para mí estar compartiendo con ustedes en el contexto de estos paneles, siempre tan interesantes, a los que convoca la revista Temas. Creo que las intervenciones del público, sus preguntas, sus testimonios, han puesto sobre el tapete un elemento esencial, y es la complejidad del año 60 y la magnitud del cambio que se verifica. Me impactaron, sobre todo, las palabras de los profesores Rafael Betancourt y Denia García Ronda; la idea de cómo ellos, desde un testimonio personal dan cuenta de lo telúrico que fue el cambio revolucionario y cómo se manifestó en los ámbitos más íntimos de la vida. El 60 no fue simplemente un cambio de las estructuras en su sentido más macro, sino que llegó a la cotidianidad de las personas.

Estamos aquí ante un conflicto que se deriva de la radicalización del cambio revolucionario, de una revolución que acelera su proyección de cambio en un contexto donde los poderes que se le oponen conforman una alianza tremenda con el objetivo de acabar con ese proyecto que venía gestándose; y cómo, al mismo tiempo, ese cambio que se ve desafiado encuentra su principal manera de resistir en profundizar su propia proyección. Es una dinámica –ya lo decía en mis respuestas iniciales– de acción y reacción que, sin duda alguna, va a agudizar las contradicciones. Es un momento donde el capitalismo cubano, en sus disímiles manifestaciones, está muriendo, en una dinámica que lo impacta absolutamente todo.

Dos de las preguntas indagaban en torno a qué pasaba en la Universidad y en el terreno cultural. La Universidad fue un campo de batalla desde el propio año 1959, entre las fuerzas revolucionarias pero también a partir de la colisión entre el viejo y el nuevo mundo y, sobre todo, la pugna que se produce, en buena medida, entre un núcleo importante del estudiantado que se compromete con la Revolución y la presencia de otra parte del estudiantado y el profesorado que representan a los sectores que, en el 60, empiezan a perder su espacio natural de existencia ante ese proceso de radicalización.

En el ámbito cultural, hay dos elementos: por un lado, esa política cultural que la Revolución genera y que tiene un filo subversivo extraordinario y, al mismo tiempo, entender cómo actores del campo cultural, que evidentemente pertenecían a ese viejo mundo en destrucción, toman la decisión, ese año, de salir del país. Para mí es un momento de fractura en el ámbito cultural, sobre todo en su manifestación artístico-literaria, porque el conflicto está vivo y lo permea todo.

Por ahí van las claves. El 60 hay que entenderlo como un parteaguas, como un año telúrico que, definitivamente, va a romper el estado de cosas existente y es el parto, siempre doloroso, de una nueva época que, sin duda alguna, trae luz, más allá de las sombras que siempre están presentes en todo nacimiento.

Rafael Hernández: Muchísimas gracias a nuestros panelistas por haber respondido de una manera concentrada a una problemática tan complicada y tan relativamente ignorada. Nuestra historia de esos años iniciales es una historia, sobre todo, de la política y o de la sociedad. La historia social de la Revolución está por hacer, y sin ella es difícil que podamos ir más allá para entender un proceso revolucionario que conmueve, puesto que es una revolución social al conjunto del orden establecido y al de la sociedad, incluidas sus maneras de pensar y de actuar. Durante mucho tiempo hemos leído en los textos de Historia que hubo una etapa agraria antimperialista y una socialista, esto es una terminología propia de la Comintern, de la manera de razonar acerca de las revoluciones en la época en que, desde la Unión Soviética, se intentaba clasificar, periodizar, y establecer etapas. Como vemos, realmente la revolución socialista, y los pasos y las confrontaciones fundamentales, empezaron mucho antes de que Fidel hablara el 16 de abril en la despedida del duelo de los caídos y dijera: “Esta es una revolución socialista de los humildes, con los humildes y para los humildes”. Los cambios empezaron mucho antes en la cultura política de la gente.

Cuando yo le pregunto a personas del Escambray por qué hubo campesinos que colaboraron con los alzados en esa zona y me dicen que era por miedo al comunismo, yo creo que ahí estamos ante una situación que no hemos descifrado completamente y que este panel ha contribuido a esclarecer. Estos campesinos me dicen que había miedo al igualitarismo, entendido como que todo iba a ser uniforme, que iba a ser lo mismo para todo el mundo, y esto –que, por supuesto, no es la idea socialista de la igualdad, la idea de que vamos a construir un país para todos y donde todos tengan los mismos derechos, sino la idea de que el socialismo era algo que uniformizaba la vida de la gente y hacía que el que trabajara más y el que trabajara menos iban a recibir lo mismo–, hoy mismo, en el recuerdo de algunos campesinos es como un fantasma que estaba presente en las comunidades rurales del centro de Cuba; y lo menciono solo para ilustrar con un ejemplo lo que quiero decir con la necesidad de una historia social de la Revolución. En ese camino, este panel nos ha ayudado a identificar problemas, cuestiones de fondo. No todas las respuestas han sido dadas, naturalmente, porque se trata de respuestas a problemas muy complejos, pero nos han ayudado a verlos con más claridad. Muchísimas gracias a los participantes, a los panelistas, y a todos los que van a escuchar y a comentar, como esperamos, este panel.

 

 


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