Este artículo pertenece a la serie Comunicación y política de medios.
Catalejo, el blog de la revista Temas, inicia con esta serie, dedicada a Comunicación y política de medios, el debate sobre un conjunto de problemas referidos al modelo de prensa vigente, así como a otras cuestiones de la comunicación social en un sentido más amplio. Esta serie se focaliza en torno a un grupo de tópicos cuyo interés atañe no solo a los profesionales del gremio, sino a una agenda política planteada desde enero de 2012, y que ha sido objeto de debate público en estos últimos años. La serie se abre a los siguientes tópicos:
¿Existe un modelo de política de comunicación universalmente aceptado –o diversos modelos propios de distintas regiones o países? ¿Alguno podría resultar más apropiado, útil o viable para Cuba?
¿Cómo se podría caracterizar la esfera pública realmente existente en Cuba, en lo concerniente a acceso a información, medios de comunicación, libertad de expresión? ¿Cuáles prácticas resultan progresivas, y cuáles no? ¿Cómo se diferencia internamente el campo de los medios públicos o estatales? ¿Cómo el de los medios no estatales? ¿Cuáles son los requerimientos de un sistema de comunicación para un nuevo socialismo?
¿Hasta qué punto las regulaciones vigentes responden a las necesidades
de ese nuevo sistema de comunicación? ¿Cuáles son sus avances y deficiencias? ¿Qué beneficio y qué costos tendría posponer el tratamiento de estos problemas hasta el calendario legislativo de 2023-2028, mediante una Ley de comunicación? ¿Qué concepciones y prácticas deberían anticiparse a esa Ley, para ir transformando la cultura política de la comunicación?
La suerte de la comunicación pública en el país probablemente no figure entre las primeras opciones en la lista de prioridades y preocupaciones de los cubanos en su vida cotidiana, urgidos por temas de economía, transporte o vivienda. Sin embargo, difícilmente alguna de las urgencias que aquejan a los ciudadanos en el país, pueda resolverse sin un efectivo uso de la comunicación abierta y participativa.
El modelo de comunicación cubano debe erigirse desde la propia experiencia histórica, cultural y social de la nación, acumulada tras más de cuatro siglos de dominación española en la isla, más de medio siglo de etapa republicana y los más de sesenta años en el ejercicio de la construcción del socialismo.
Si bien es cierto que no existe un modelo de comunicación universalmente aceptado, la práctica en Cuba debe asumirse desde una vocación notable de servicio público que de espacio a las diferentes voces y sectores de la sociedad articulados desde o fuera de los escenarios institucionales de un país cuya estructura económica y tejido espiritual se transformó tras la desaparición del campo socialista.
No causalmente los primeros pasos de la carrera Comunicación Social en el país, aunque con enfoque orientado mayormente hacia el Periodismo, coinciden con el Período Especial, la apertura al turismo y la inversión extranjera así como una etapa de activa agitación y comunicación política a través de las organizaciones de masas para articular el consenso en torno a la Revolución en la década de los noventa del pasado siglo.
El gobierno cubano le ha conferido centralidad a la comunicación social a través de su método dirección colectiva, razón por la cual cada vez es más común la presencia de ministros, funcionarios y directivos en los medios de comunicación y temas como corrupción, delito y desvío de recursos encuentran mayor presencia en la prensa cubana, aunque la frecuencia de aparición y forma de abordaje de los productos comunicativos pudiera estar sujeto a discusión.
De igual modo, aunque todavía lejos de cumplir con las expectativas generadas por la ciudadanía, la estrategia para la implementación en diferentes etapas del gobierno electrónico en la isla, sin desconocer la comunicación directa con la población como la principal herramienta de dirección, busca acercar servicios a la ciudadanía a través de las plataformas digitales.
Internet
Mientras en las Esquinas Calientes del Béisbol en el Parque Central y la Plaza de Marte de Santiago de Cuba la gente sigue hablando de pelota, miles de ciudadanos comparten en las pantallas de sus teléfonos videos sobre múltiples temas, en ocasiones, no reportados por los medios de la nación; propietarios de casas de alquiler en La Habana Vieja gestionan sus negocios a través de Ia red de redes al tiempo que los funcionarios públicos abren cuentas en redes sociales con el propósito de facilitar la comunicación con los ciudadanos. Internet lo ha puesto todo patas arriba, o al derecho.
La primera conexión a Internet en el archipiélago nacional tuvo lugar en 1996, alrededor de una década después del inicio del Programa Nacional de los Joven Club de Computación y Electrónica en todo el país, impulsado por el líder histórico de la Revolución Fidel Castro Ruz. Sin embargo, la expansión masiva en áreas públicas fuera de los centros estudiantiles, investigativos y laborales no se alcanzó hasta 2015, con la aparición de los primeros parques Wifi que servirían de precedente para la puesta en práctica del servicio Nauta Hogar, con todavía baja prevalencia en los hogares cubanos, y la posterior apertura del servicio de Internet por datos desde Diciembre de 2018.
La llegada de Internet a territorio nacional ha reconfigurado el ejercicio de la comunicación en Cuba, que no se circunscribe, a diferencia de lo que pudiera pensarse, al escenario de los medios, sino que también comprende la comunicación política, la publicidad, la comunicación institucional así como las relaciones interpersonales, entre otras áreas.
Cuba ha extendido la Internet por dos causas fundamentales: el creciente reclamo de la ciudadanía para acceder a las plataformas digitales y una voluntad de gobierno por darle curso al perfectible proceso de informatización de la sociedad cubana en medio de restricciones de múltiple naturaleza, la política de bloqueo contra la isla y el contexto de actualización del modelo económico y social, con sus aciertos y desaciertos.
Actualmente más de 6 millones de usuarios acceden a la red de redes en Cuba, lo que representa más del 50 por ciento de la población. Sin embargo, resulta imprescindible un análisis más profundo que indague en los usos que se hacen de los contenidos digitales, la frecuencia con que las personas pueden conectarse así como los sectores sociales digitalmente excluidos por mediaciones económicas, tecnológicas o culturales.
El escenario de Internet en la isla también ha servido como canal para la gestión económica del sector estatal y no estatal y plataforma para el discurso publicitario; además de promover el debate entre cubanos desde diferentes lugares del mundo y ver reaparecer expresiones como la sátira política.
En este contexto, medios de comunicación con diversas líneas editoriales han emergido en los últimos años y continuarán emergiendo. En ese diverso escenario, pueden encontrarse desde publicaciones dedicadas a temas de deporte, farándula y política hasta otras centradas en el análisis o el periodismo reporteril; desde medios financiados por instituciones y organizaciones en Cuba, hasta otros cuyos ingresos provienen de la publicidad del sector privado, organizaciones internacionales, las propias agencias federales de los Estados Unidos, e incluso iniciativas digitales que no cuentan con fuente de financiamiento.
Internet ha abierto también espacio para múltiples experiencias de periodismo ciudadano a través de móviles u otros dispositivos de grabación de audio o video, como confirmación de que las audiencias cada vez cuentan con más herramientas para interpelar la narrativa de los medios.
Ni toda la prensa digital que se hace en Cuba proviene de publicaciones que confrontan la narrativa del sistema de medios nacido tras el triunfo de la Revolución, ni todas las iniciativas digitales como blogs, bitácoras, sitios webs o revistas online fuera del entorno institucional deben ser etiquetadas bajo una misma categoría.
Medios tradicionales
Los medios tradicionales, tal como eran entendidos veinte años atrás en Cuba, ya no existen. Con mayor o menor impacto, niveles de actualización o calidad de su puesta periodística, las rutinas en las redacciones de la radio, la televisión y la prensa escrita en el país se han transformado notablemente con la irrupción de Internet.
Con alrededor de un centenar de emisoras , la radio probablemente sea el medio con mayor capilaridad dentro del escenario de la comunicación pública en el país, seguido de la televisión con 15 telecentros municipales y 17 televisoras provinciales(incluye TV Serrana) así como alrededor de una decena de señales nacionales en televisión analógica y digital y, en menor medida, la prensa escrita, tradicionalmente afectada por el número de tiradas, esquema de impresión y las contracciones económicas para la renovación de la tecnología y la adquisición de los insumos para producir los periódicos o revistas impresas.
Los medios tradicionales, reducidos en ocasiones a la etiqueta de oficiales, también están en Internet generando contenidos para la esfera pública nacional y cuentan con esquemas de producción que precisan de la puesta en práctica de nuevos modelos de gestión.
La ruptura con esquemas verticalistas para la construcción de sus agendas y discursos resulta un imperativo en estos tiempos. El ejercicio periodístico en la isla debe focalizarse más en lo argumentativo y analítico que en lo emotivo.
El periodismo del futuro en Cuba se construye también con los llamados medios tradicionales, siempre y cuando estos sean capaces de fomentar la innovación y abordar de manera más profunda los temas que le hagan contar con la fidelidad de las audiencias.
Contexto histórico
Cualquier abordaje que pueda hacerse sobre el ecosistema de medios en el territorio nacional, a mi juicio, no debe dejar por fuera el escenario de confrontación histórica entre Cuba y los Estados Unidos, agravado tras el triunfo de la Revolución, y que gravita sobre la práctica del ejercicio periodístico en la nación caribeña.
Cuba y los Estados Unidos son dos países con un conflicto marcado por una política de bloqueo económico, comercial y financiero impuesto durante más de 60 años por parte de la administración norteamericana contra la isla.
El bloqueo se sustenta en un entramado legal que incluye entre otras normativas, la Ley de Comercio con el Enemigo, renovada anualmente a pesar de que data de la Primera Guerra Mundial, la Ley Torricelli y la Ley Helms- Burton, cuyo título III, recientemente activado, permite a nacionales estadounidenses demandar a compañías cubanas o extranjeras radicadas en el país que ocupen propiedades nacionalizadas por el gobierno revolucionario después de 1959. Además, Estados Unidos usurpa desde hace más de un siglo el territorio de la Base Naval de Guantánamo, en el extremo este de la isla caribeña.
Cuba ha sido blanco además de numerosos ataques terroristas organizados con el financiamiento de las agencias federales de los Estados Unidos así como un programa de transmisiones ilegales de radio y televisión desde territorio de la Florida, surgido durante la administración Reagan en los años 80, todavía en vigor como remanente de la política de la Guerra Fría.
Estados Unidos, haciendo uso de los fondos del contribuyente, incluso durante la etapa de aproximación bilateral bajo el mandato del Presidente Barack Obama, ha mantenido un programa de unos 20 millones de dólares anuales para sostener su política de cambio de régimen en la isla .Esta estrategia incluye la sustentabilidad de un grupo de medios radicados en la isla con línea editorial acorde a los sectores más radicales de la política anticubana del sur de la Florida así como a organizaciones dentro de la isla que adversan la Revolución Cubana a partir de acciones acompañadas de expresión mediática en las plataformas digitales.
¿Más allá de las corresponsalías o medios extranjeros, existiría cabida en Estados Unidos para la presencia de medios de comunicación nacionales abiertamente financiados por los gobiernos de Cuba, Venezuela, Irán, Siria e incluso provenientes de países aliados? ¿Sería posible en Israel la tolerancia a organizaciones de prensa locales que cuenten con financiamiento desde Palestina? ¿Daría cabida Surcorea a organizaciones mediáticas autóctonas con probada asistencia desde el Norte? ¿Cómo se entiende este tema en el contexto de la confrontación India-Pakistan?
Las respuestas a las preguntas anteriormente citadas pueden ayudarnos tal vez, no a justificar las carencias del modelo de prensa cubano, sino a entender la complejidad del asunto con una perspectiva más global.
¿Puede Cuba esperar al fin de la histórica confrontación con los Estados Unidos para enrumbarse hacia un modelo de prensa que sin negar los aportes del actual se erija en paradigma de un nuevo tiempo? El reto mayor, probablemente radique en continuar ampliando el marco de derechos de la ciudadanía y los profesionales de la comunicación, apostando por la presencia de un periodismo más auto regulado en el contexto de plaza sitiada generado por el conflicto con los Estados Unidos, cuyo fin no depende de Cuba, a menos que la isla renunciara a la defensa de su modelo político.
La esencia del debate no radica , a mi juicio, en si es legítima o no la existencia de medios no administrados estatalmente, nacidos desde las comunidades, organizaciones sociales o grupos de ciudadanos con la defensa de narrativas que puedan discrepar o no con el discurso gubernamental, o si tiene cabida en un modelo de naturaleza socialista, de acuerdo con la experiencia cubana, el emprendimiento privado en el área de la prensa; sino si un país bloqueado y bajo asedio debe permitir la articulación de órganos de prensa como actores políticos al servicio de una nación extranjera u organizaciones internacionales.
Otro análisis distinto es cómo el sistema de medios en Cuba pudiera dar cabida a iniciativas en el área de la prensa y la comunicación surgidas fuera del entorno estatal tras la llegada de Internet y no subordinadas a la dependencia financiera o editorial dictada desde fuera del territorio nacional.
El periodismo en cualquier latitud está llamado a reportar por complejos que sean los temas, a indagar e increpar los discursos sobre la realidad. El buen periodismo con contrastación de fuentes, investigación y análisis responsable es saludable para el desarrollo de cualquier sociedad, incluida la cubana.
El periodismo que viene
Cuba precisa de un marco legal actualizado para la práctica del ejercicio periodístico en el país, atemperado a los cambios producidos en la sociedad en las últimas décadas, así como la concreción en normas y leyes de los principios de la Política de Comunicación del Estado y el Gobierno.
¿Cuáles serían las fuentes de financiamiento aceptadas para los medios en Cuba? ¿Qué debe entenderse como medio público? ¿Cómo se diferenciarían medios públicos y estatales en el contexto cubano? ¿Cómo podrían articularse movimientos ambientalistas, de defensa de los derechos sexuales o raciales en el diseño de medios en el futuro próximo? Son interrogantes cuyas mejores respuestas solo podrán encontrarse en el debate plural entre cubanos de cara a la inclusión de los temas de comunicación en el cronograma legislativo de la nación.
La discusión sobre la necesidad de un periodismo más cercano a la ciudadanía en la isla no comenzó en los foros online de Facebook u otras redes sociales, sino que es parte de reclamos históricos nacidos al calor de las reuniones gremiales de la Unión de Periodistas de Cuba, las discusiones en las aulas de las universidades cubanas donde se forman una parte notable de los profesionales que hoy integran los medios estatales y no estatales en Cuba, las conversaciones abiertas en las redacciones o en los parques o esquinas de este país.
Cuba no necesita importar un modelo particular de medios sino actualizar el suyo a partir de las transformaciones sociales en la nación en los últimos años y las tendencias más renovadoras o de vanguardia en el escenario internacional, donde los periodistas y directivos de medios de la comunicación así como las instituciones y las estructuras gubernamentales deban rendir cuenta a las audiencias por el manejo que hacen de la comunicación como recurso estratégico para el país y derecho humano de todos los ciudadanos.
Comunicación
La ciudadanía necesita de un ejercicio cada vez más efectivo de la comunicación en todos sus niveles, favoreciendo un contacto más directo de las organizaciones de masas con sus bases y los gobiernos con el pueblo, promoviendo nuevas formas de participación popular a nivel comunitario y barrial, empoderando a los grupos sociales en la contraloría de medios así como un mayor aprovechamiento por parte de las instituciones y estructuras de gobierno de las diferentes plataformas de comunicación.
La comunicación pública puede además estimular los emprendimientos privados y el turismo, promover el desarrollo local, fortalecer las estructuras del poder popular, estimular el conocimiento sobre temas de salud y ambientales así como generar iniciativas para cubrir las necesidades en materias de comunicación en territorios alejados de los grandes centros urbanos donde el “boca- a boca” sigue siendo la principal vía para estar al tanto de las noticias locales.
La prosperidad a la que apuesta la construcción del socialismo en Cuba dependerá no solamente de indicadores económicos, sino también del manejo responsable y efectivo que los diferentes actores involucrados hagan de la comunicación pública. Quizá, por eso, sea preciso repensar el orden de prioridad que le conferimos a la comunicación si cámara en mano, alguna vez, un periodista nos aborda en la calle. La comunicación sí importa. Y mucho.
Solo en la diversidad se puede comunicar un país.
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