Este trabajo pertenece al dossier Cinco años de la visita de Barack Obama a Cuba.
Dentro de pocas semanas se cumplen cinco años de la visita del presidente Barack Obama a Cuba. Como ocurre con muchos acontecimientos, las imágenes circulantes en los medios desde el mismo instante de la visita, así como los mecanismos recónditos de la memoria, han contribuido a mitificarlos con un signo u otro. En aquella circunstancia, Temas invitó a un grupo de estudiosos de las relaciones interamericanas, oriundos de los Estados Unidos, América Latina y el Caribe, y en particular de Cuba, a reflexionar sobre su connotación. Rescatamos aquellas miradas por su utilidad para pensar de manera crítica y ecuánime algunos problemas del presente y los escenarios por venir.
*Publicado el 21 de marzo de 2016
La inminente visita del presidente Obama a Cuba constituye un símbolo del desarrollo cualitativo y de la celeridad del camino hacia la normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y la Isla. En tal sentido, ratifica la convicción y la perspectiva de amplísimos sectores, en ambos países, a favor de la evolución y la irrevocabilidad del proceso.
Sin embargo, podrá ser igualmente algo más que un símbolo, pues la presencia en Cuba del presidente estadounidense, en contacto con la sociedad y la geografía cubanas, podría aportar la impronta de un encuentro real, por demás de muy alto nivel político, que en buena medida encarnará y representará las circunstancias concretas, las posibilidades verídicas y los desafíos descomunales de este momento histórico.
Por otra parte, la reunión en Cuba (donde se sintetizó un capital político que desató pasiones en el mundo, durante una importante etapa de la historia) del presidente Raúl Castro y del presidente Barack Obama, representa además la posibilidad del encuentro de dos (o más) generaciones, de dos tradiciones sociopolíticas, de dos visiones sobre América, de errores cometidos y de esperanzas futuras. El encuentro, en La Habana, entre Raúl Castro y Barack Obama cerrará el ciclo del diseño simbólico de la distensión como substancia y metodología de las dinámicas sociopolíticas en el plantea, entre dos países y dentro de cada país, iniciado el 17 de diciembre de 2014.
Después de este acontecimiento se intensificará, o comenzará realmente, la construcción concreta de esta oportunidad. En tanto, dicho signo desatará un momento nuevo y distinto, que de seguro nos ofrecerá beneficios, pero también riesgos y aflicciones. Este nuevo tiempo moverá al país hacia la conjunción de ideas diferentes, y de muchas personas que han sido adversarias, cuando no enemigas (y hasta acérrimas); algo imprescindible para enrumbarnos hacia el desarrollo en todos los ámbitos, hacia un mayor equilibrio social y hacia una cada vez mejor convivencia nacional.
No obstante, lo anterior pudiera resultar un espejismo si el “estandarte de la distensión” se convirtiese en un mero oportunismo a través del cual cada cosmovisión, cada adversario, cada enemigo, se dedicara únicamente a empoderar a sus “activos”, para después sepultar “la confianza política” y la oportunidad de proyectar los cambios sociales desde “la perspectiva de la evolución”. Muchos temen que, en algunos casos, intenten erigirse en la expresión del “humanismo todo”, del “único proyecto bueno”, de la “ciudadanía virtuosa”; en fin: de una especie de “restauración retrógrada y elitista de la vieja República”. Por ende, los “activos” de la distensión y del progreso, que han hecho posible llegar a esta etapa (sean marxistas, liberales, ateos, cristianos, conservadores, progresistas, etcétera), entrarán en el período más difícil y peligroso, pero también más entusiasmante y creativo, porque tendrán que probar el triunfo de la distensión como propuesta, como proyecto, como oportunidad y como esperanza.
Del mismo modo, la visita del Presidente de los Estados Unidos a Cuba, en el actual contexto latinoamericano, constata la factibilidad de dos futuros hemisféricos contrapuestos. El quehacer sociopolítico en América Latina fructifica, con el concurso de todo el espectro ideológico, al modo de la distensión señalada por Raúl Castro y Barack Obama, y entonces el Hemisferio lograría enrumbarse hacia la concertación necesaria. O, de lo contrario, procesos como la negociación de la paz entre la guerrilla colombiana y el gobierno de ese país, y la normalización de relaciones entre la Isla y su vecino del norte, pudieran llegar a tener poco significado.
En mi opinión, con la jornada de trabajo, en La Habana, los días 20, 21 y 22 de este mes, los mandatarios Raúl Castro y Barack Obama casi culminan su quehacer en esta obra inmensa. Ellos han tenido la altura humana de colocarse como “piedras angulares” para la construcción de una “nueva etapa histórica”, que solo será posible con seguidores dispuestos a convertir los sueños en realidades.
Deje un comentario