Envejecer entre todos


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(Último Jueves. Realizado vía WhatsApp, el 28 de enero de 2021)

Panelistas:

Jesús Menéndez. Médico. Especialista en Gerontología y Geriatría. Máster en Salud Pública y Envejecimiento. Centro de Investigaciones sobre Longevidad, Envejecimiento y Salud (CITED).

Patricia Arés Muzio. Doctora en Ciencias Psicológicas. Profesora titular consultante. Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Jefa de la Sección de Familia de la Sociedad Cubana de Psicología.

Pedro Emilio Moras Puig. Psicólogo. Máster en Psicología Social. Investigador del Instituto de Investigación Cultural Juan Marinello (ICIC). Profesor de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Se especializa en temas de participación y consumo cultural. Autor de numerosos artículos y seis libros sobre estos temas.

Blandine Destremau. Socióloga. Directora de Investigación en el Centre Nationale de la Recherche Scientifique (CNRS), en Francia. Estudia el envejecimiento, los arreglos familiares, las relaciones intergeneracionales y la política social en Cuba.

Rafael Hernández. Politólogo. Director de la revista Temas.


Rafael Hernández: Bienvenidos a Último Jueves, panel de discusión de la revista Temas, dedicado hoy a «Envejecer entre todos». Como en años anteriores, en este panel de enero, hacemos coincidir nuestro debate habitual, con un evento que coauspicia la embajada de Francia en Cuba que se llama «La noche de las ideas». Vamos a dedicar estas dos horas a examinar la problemática de las personas de mayor edad y en particular su interacción con la sociedad. Este es un tema que tiene muchas vertientes y nos vamos a centrar en cuáles son las percepciones reinantes acerca de esas personas y cómo se enfrentan a problemas específicos en esa relación, con su cultura cívica, con sus relaciones personales.

Naturalmente, estamos partiendo de que los conjuntos «personas mayores» y «la sociedad» son muy heterogéneos; constituidos por individuos de diferente origen social, niveles de vida, que viven en lugares diferentes, con diversa condición de género, color de la piel, nivel educacional, y que todo esto hace que las afirmaciones generales aterricen en circunstancias y en calidades de problemas distintos.

Les pedimos a nuestros especialistas del panel y a los que van a debatir desde el público que expresen su consideración sobre qué tienen en común todas esas personas con características diferentes en relación con el prisma de la edad, y cómo esta se convierte en una variable en cuanto a la manera de relacionarse socialmente los seres humanos.

Empezamos con la primera pregunta: ¿Cómo ha cambiado la visión predominante sobre el papel de la persona de mayor edad en la sociedad actual? ¿En qué se diferencia de la existente hace treinta años?

Jesús Menéndez: El hecho de que las personas mayores aumenten en número obliga a cambiar la visión que se tiene sobre ese grupo poblacional. Están comenzando a estar más presentes en el día a día de la sociedad. La actual epidemia de COVID-19 las hizo más visibles por su vulnerabilidad y el ensañamiento que ha tenido la enfermedad con los pacientes de más edad. Y en la actualidad cubana, una parte de ellas ha cobrado aún más visibilidad ante la elevación de los precios, lo cual está siendo atendido estrechamente por el gobierno.

Creo que, para bien, ha aumentado su protagonismo, aunque todavía existe una visión predominantemente asistencialista sobre ellas, tanto del Estado como de la sociedad civil. La mirada enfocada en el crecimiento de los gastos de seguridad social y de salud sigue prevaleciendo e influye en el pensamiento social y puede lastrar lo que hacemos para lograr la sostenibilidad de nuestro proyecto.

No obstante, lentamente está comenzando a ganar espacio, en la conciencia de la población y de los decisores, una posición que ve a la persona mayor como una persona con derecho a construir su futuro, a participar en la construcción de la sociedad en la que vive, en la que, además de ser jubilados y abuelos, también son propietarios, padres, trabajadores; en fin, ciudadanos, aunque tengan necesidades especiales, debido a algunas condiciones de salud.

En nuestro país la integración de las personas mayores como recurso económico y social es un camino en construcción en el siglo XXI.

Patricia Arés Muzio: La representación social del viejo y de la vejez es una construcción colectiva que está enraizada en nuestro tiempo histórico, determinando actitudes y orientando estrategias. Cuba es una sociedad envejecida; un notable proceso de envejecimiento avanza con celeridad: hoy contamos con más de dos millones de adultos mayores. Por tal motivo, se ha venido trabajando por una cultura de y para el envejecimiento y se registran avances importantes en ello. En comparación con décadas atrás, la visión predominante sobre el papel de las personas mayores ha cambiado, a partir de transformaciones importantes en la legislación; las políticas sociales; los medios de comunicación; programas de formación, atención y participación comunitarias; creación de instituciones y servicios de atención.

Actualmente se reajustan las políticas y acciones que desde hace décadas se aplican para garantizar un envejecimiento saludable y activo. Se trata de lograr una mayor visibilidad de los derechos de los mayores, mayor cobertura de bienes y servicios, y un mayor alcance de las políticas sociales.

El adulto mayor está declarado como sujeto de derecho en la nueva Carta Magna, en el Ante-proyecto del nuevo Código de Familia y en modificaciones del Código penal. Para su atención y cuidado se realizan acciones de promoción, prevención, asistencia y rehabilitación, coordinadas con el Ministerio de Salud Pública, el sistema de Seguridad Social, las organizaciones sociales y comunitarias y las propias personas mayores En tiempos de la Covid-19 se ha trabajado intensamente para dar protección y amparo a los adultos mayores que carecen de apoyos familiares.

No obstante, el país tiene grandes desafíos para atender a una población tan envejecida; se ha avanzado mucho, en comparación con décadas atrás, pero aún subsisten estereotipos negativos y problemas materiales; abundan barreras arquitectónicas en las ciudades, las jubilaciones son aún insuficientes, no hay un transporte colectivo adecuado, las Casas de Abuelos son escasas y los asilos tienen una capacidad mínima. La familia sigue siendo el puntal principal que sostiene el proceso del envejecimiento, lo que representa, al mismo tiempo, un factor protector y de riesgo, sobre todo para la mujer adulta media y mayor, sobre la que recae la mayor cantidad de cargas domésticas y de cuidado, con pobre cobertura de servicios de apoyo.

Pedro Emilio Moras Puig: El adulto mayor o de tercera edad se ubica en el grupo poblacional de 60 años o más. Es generalmente asociado al evento de la jubilación, que acarrea transformaciones en la vida de los individuos. Como toda etapa del desarrollo, tiene limitaciones y oportunidades. Entre sus desventajas se puede señalar afectaciones del estado de ánimo general, de la autovaloración, la seguridad y la satisfacción consigo mismo, reducción del círculo de intereses; todo unido a la disminución de las capacidades cognitivas y el deterioro físico. No obstante, la reestructuración evolutiva que se produce en esta fase no es únicamente un retroceso: las potencialidades previas de capital social y cultural de los sujetos, así como una mayor disponibilidad de tiempo libre, son ventajas para una nueva inserción en la vida social.

La visión predominante sobre el adulto mayor ha destacado más sus limitaciones, considerándolo dependiente y de escasa autonomía, lo que ha conducido a políticas asistencialistas que lo conciben como depositario de influencias y de atención. No obstante, esta visión ha variado paulatinamente en la sociedad con un mayor reconocimiento de sus fortalezas y presencia como grupo poblacional, que ha ido ganando en visibilidad en proyectos de desarrollo local, programas socioculturales, medios de comunicación y en la sociedad en general.

Blandine Destremau: Aunque es difícil de generalizar, es común escuchar (tanto en Francia como en Cuba) la idea de que «en el pasado» las personas mayores eran amadas, respetadas y valoradas; que desempeñaban un papel de conocimiento y experiencia, especialmente las que se habían comprometido en acontecimientos históricos o que habían actuado como héroes o heroínas en sus comunidades, o habían hecho grandes esfuerzos por el futuro de sus hijos o por el advenimiento del progreso social o económico.

Es difícil también percibir un posible cambio en los últimos treinta años como una «visión predominante» de la sociedad hacia las personas mayores. Me parece que hay un desfase entre la forma en que las familias hablan de sus padres ancianos (generalmente con gran afecto), la forma en que viven su vida (a menudo carente de cuidados y de compañía, especialmente en Francia) y las políticas públicas destinadas a darles un lugar adecuado y apropiado en la sociedad.

En el caso de Francia, podría decirse que la visión predominante resulta de una mezcla entre tres grupos principales:

  • Viejos-jóvenes (60–75 u 80 años): dinámicos y activos, considerados una parte muy importante de la sociedad, consumen bienes, servicios, viajes…, llevan una vida asociativa muy dinámica, y desempeñan un papel muy importante en la solidaridad familiar (vivienda, cuidado de los nietos, ayuda material).
  • Viejos-viejos, incapacitados y dependientes (alrededor de un 5% de ellos), objetos de cuidado, que se convierten en un problema para las familias y la sociedad, y pierden, de facto, algunos de sus derechos civiles.
  • Viejos héroes (80-100), que mantienen actividades físicas, intelectuales y sociales a pesar de su edad muy avanzada.

A menudo he oído a las propias personas mayores, en los dos países, decir que hoy en día reciben menos respeto y consideración de los jóvenes que lo que recibieron en su época sus padres o abuelos (especialmente por ellos mismos como hijos o nietos); que se sienten más marginados que sus propios padres y abuelos una o dos generaciones antes. Además, la cultura social y familiar estaba más marcada por relaciones formales y de autoridad de la generación adulta sobre los jóvenes, quienes protegían el papel de los mayores. Así, su percepción de la visión predominante sobre su papel en la sociedad expresa probablemente una degradación en relación con el existente hace treinta años.

Creo que es importante distanciarse un poco de esta visión, que es bastante común. Son percepciones que se expresan en un momento dado, comparando los recuerdos del pasado con los sentimientos del presente. Estos recuerdos pueden expresar la nostalgia de personas de edad avanzada, que lamentan sus años de juventud y de adultez, considerándolos como una «edad de oro». Hace treinta años, tenían entre 40 y 60 años y estaban en plena posesión de sus capacidades y estaban empleadas. La pérdida de capacidades puede llenarlas de desánimo.

Rafael Hernández: ¿Qué problemas, entre los más críticos, afectan el papel y la imagen de los mayores de edad como personas y como ciudadanos de derecho en nuestra sociedad? ¿Cuáles son sus causas?

Jesús Menéndez: Si bien en el artículo 42 de la Constitución de la República aparece la edad como posible causa de discriminación, sigue existiendo el «edadismo», que es como se conoce. Percibir a la población mayor como una carga ha sido y sigue siendo uno de sus pilares. El actual Código de Familia no recoge prácticamente nada sobre las personas mayores, si bien en su actualización se propone que el tema tenga una presencia particular, relacionada con la protección de sus derechos en la familia. 

Ganarse el respeto como personas activas social y económicamente puede no ser fácil para los adultos mayores. En ocasiones, las propias familias se ven tentadas a sobreprotegerlos «por su seguridad», negándoles toda posibilidad y voluntad de libertad. Esta «protección» también se manifiesta a nivel social.

Muchos servicios toman posición basándose en las necesidades y no en las capacidades de los mayores, sin tener en cuenta sus deseos. Con este enfoque, ellos y sus cuidadores se pueden ver atrapados en un entramado social que le quitará sentido a cualquier enfoque activo y participativo, lo cual puede favorecer actos de negligencia, abuso y maltrato. Así, se corre el riesgo de crear, en nombre de la seguridad absoluta, proyectos de acompañamiento cuasi-infantiles y de apoyo estéril y sin sentido hasta el final de sus vidas.

Patricia Arés Muzio: a) Visiones negativas que aún persisten sobre la vejez y el envejecimiento asociados a factores de índole subjetiva y objetiva.

La autoimagen de los ancianos y las funciones que ejercen no siempre se corresponden con las que la sociedad, inevitablemente, les otorga en términos de atributos negativos, según los cuales se les atribuye un estado de decrepitud e inutilidad. Estos prejuicios son denominados «viejismos»; clichés extraordinariamente importantes, no solo porque implican falsas creencias, sino porque tienen efectos perversos en las personas mayores, actuando como profecías autocumplidas.

Muchos de estos prejuicios aparecen de forma sutil, a través del discurso de exaltación de la juventud y la productividad, lo que, de forma indirecta, produce un modelo desvalorizado de las personas mayores, con el cual el viejo se identifica. La belleza, la salud y la rapidez están en la base de los valores de nuestra época y todas estas condiciones físicas son algunas de las que declinan a lo largo del ciclo de la vida. Se exalta entonces lo joven como lo bueno, de ahí que se promueva un «juvenilismo demagógico», que habla de juventud acumulada o visiones triunfalistas y voluntaristas de que «joven ha de ser quien lo quiera ser». En Cuba, y creo que en muchas partes del mundo, «te ves joven», o «te conservas juvenil» es un muy buen halago.

b) Factores objetivos. Realidades sociales que pueden asociar el envejecimiento a un empobrecimiento o pérdida de autonomía económica, falta de prestigio y reconocimiento social.

La jubilación es insuficiente para garantizar la solvencia económica de los adultos mayores, por lo que, desde los imaginarios sociales, es percibida como un proceso que te recluye en una suerte de empobrecimiento e inexistencia social, una desinvestidura de identidad, al perder cargos y papeles sociales en caso de no poder recontratarse o seguir vinculado a un empleo.

El adulto mayor en Cuba teme a la dependencia, pues inevitablemente su supervivencia recae en la calidad de vida de algún miembro cercano de la familia, dada la aún insuficiente cobertura de servicios y cuidados fuera de la familia.

Los cuidadores informales (dígase aquellos que no son pagados) no reciben ninguna remuneración, lo cual afecta sensiblemente su capacidad de solvencia económica.

Pedro Emilio Moras Puig: La situación del adulto mayor incluye un nuevo posicionamiento familiar y social donde puede llegar a sentirse disminuido, económicamente aislado, con problemas de habitabilidad y excluido socialmente, lo que afecta su papel y su imagen como persona activa, y la percepción de sus derechos en la sociedad. Sin embargo, esto no significa que no cuente con capacidades que puedan ser potenciadas.

Los problemas más críticos de los ancianos son la disminución de su poder adquisitivo y los nuevos roles familiares y sociales que demandan de su reconocimiento, a partir de aportaciones distintas pero igualmente valiosas.

Blandine Destremau: La opinión expresada por personas mayores sobre el deterioro de la visión de su papel e imagen en la sociedad no se basa, ciertamente, solo en los sentimientos y la subjetividad. Hay problemas reales que los afectan hoy en día.

  • La disminución del valor real (su poder adquisitivo) de las pensiones de jubilación de trabajadores de capas populares es un problema que afecta la vida y la imagen de los mayores, tanto en Francia como en Cuba. Vuelve a surgir la figura del anciano pobre, que las políticas públicas de ambos países habían intentado erradicar mediante políticas sociales proactivas. Muchos de ellos dependen de la ayuda financiera de sus familias, o tienen que recurrir a sistemas de asistencia; ya no pueden mantener relaciones sociales significativas y viven en malas condiciones de vivienda. Esto concierne, sobre todo, a las mujeres, porque generalmente viven más que los hombres y porque su compromiso profesional ha estado sujeto a legados de diferencias de género (estas mujeres nacieron en las décadas de los 30 y los 40) y a obligaciones de cuidado de sus hijos y nietos y aun de sus padres ancianos.
  • En Francia, la promoción (mediante políticas públicas, programas de televisión y, en general, una especie de ideología neoliberal) de una vejez activa, feliz y comprometida con la vida cívica y asociativa solo concierne a una parte de ese grupo poblacional: la que goza de recursos físicos, materiales y sociales para corresponder a este modelo.

Las personas mayores están sometidas al movimiento de aceleración de la vida económica y social (menos empleados en las administraciones públicas, menos pequeñas tiendas de conveniencia y consolidación en los grandes centros comerciales, etc.). El cansancio, la falta de deseo, la pérdida de capacidades engendran una especie de vergüenza del envejecimiento y automarginación. 

  • En mi país, cada vez más hay que hacer trámites por medios electrónicos (como acudir a citas médicas, comprar un billete de tren, museo o espectáculo, o realizar trámites administrativos), y las personas mayores tienen dificultades para adquirir y aprender a usar equipos informáticos y conexiones a Internet. Esta tendencia ha ganado terreno desde el inicio de la pandemia de Covid. La brecha digital (social y por edad) dificulta en gran medida la autonomía de las personas mayores en la vida cotidiana y produce una forma de discriminación o exclusión por edad.
  • Tanto en Francia como en Cuba se ha reducido el número de hijos e hijas capaces de proporcionar los cuidados necesarios a personas muy mayores. La participación de las mujeres en el mercado laboral las está apartando de funciones de cuidadoras exclusivas que les dicta (o dictaba) la moral familiar y de género. Además, el modelo de convivencia intergeneracional se pone a prueba en cuanto a la movilidad de los adultos jóvenes (sobre todo para emigrar en el caso cubano, y a otras regiones en el frances). En Francia, las políticas públicas tratan de proporcionar atención a los mayores en el hogar, pero en una medida muy insuficiente. Si no pueden pagar ayudantes privados, suelen encontrarse aislados y carentes de cuidados. Mucho más a menudo que en Cuba, las personas que han perdido sus capacidades cognitivas y físicas ingresan en hogares residenciales. Con frecuencia, las condiciones de vida de los ancianos residentes en los hogares no son buenas, y la elevada mortalidad durante la pandemia de Covid ha llamado la atención sobre ellas.

Rafael Hernández: ¿Cuáles acciones específicas pueden contribuir a enfrentar esos problemas? ¿De qué y de quiénes dependen? ¿Cómo implementarlas?

Jesús Menéndez: La actualización del Código de Familia mejorará el marco legal de la protección de las personas mayores en el ámbito familiar, aunque no en la sociedad en general.

Ya se las está visualizando más los medios de difusión masiva. Esto debe continuar, evitando el enfoque paternalista y asistencialista de la atención a estas personas, y promoviendo sus capacidades y potencialidades más que sus posibles necesidades.

En la historia de la defensa de los derechos individuales, se establecieron grupos particulares, comenzando por los niños, los discapacitados y las mujeres, por ese orden. Los países más envejecidos ya tienen, o van camino de tener, cuerpos legales de protección de las personas mayores. En Cuba, esos derechos están recogidos de forma dispersa en los diferentes códigos y leyes que existen, por lo que considero que se impone la creación de un código o declaración que recoja explícitamente los derechos de las personas mayores en nuestro país. Ya existen algunos antecedentes sobre el tema. Asimismo, la promulgación de una ley sobre envejecimiento sería muy apreciada.

La existencia de este cuerpo legal, vinculante o no, es necesario pero no suficiente. Todo esto pudiera convertirse en letra muerta si no cambia la mentalidad de la sociedad y de los decisores. Múltiples son los ejemplos de países de nuestra región que tienen legislaciones al respecto, pero las personas mayores son abandonadas a su suerte. 

Falta aún una cultura gerontológica, donde las familias y los servidores públicos veamos a los adultos mayores como entes sociales participativos, productivos; como una persona más, que puede tener necesidades especiales, pero que también tiene espiritualidad y proyectos de vida y es capaz de ser partícipe de un mundo mejor.

Patricia Arés Muzio: En circunstancias de una economía frágil, con fuertes restricciones financieras externas, y limitadas opciones de acceso a fuentes de inversión y de recursos condicionadas seriamente por el embargo, el envejecimiento entraña desafíos importantes para la familia, la interacción comunitaria, el Estado y la sociedad cubanos. Ello demanda, además de ampliar y reorientar los ya existentes programas sociales, sectoriales, de bienestar y salud, que durante años han demostrado ser exitosos, tomar en cuenta lo siguiente:

1) No imponer visiones pesimistas ni triunfalistas en los medios de comunicación en el proceso de envejecer, sino posicionarse en visiones dignas, realistas y movilizadoras. Asumir a las personas de edad como sujetos de derecho, con garantía de oportunidades, disponibilidad y accesos.

2) Revisar las «teorías implícitas» sobre las personas mayores, que desde visiones paternalistas y asistencialistas las asumen como objeto de atención y asistencia, en lugar de sujetos de derecho con participación plena y responsabilidad ciudadana en el diseño de acciones y políticas.

3) Formular nuevas políticas sociales y sectoriales, con atención diferenciada a la vulnerabilidad. Seguir priorizando el tratamiento preferencial a segmentos en desventaja social.

 a. Políticas de ayuda priorizada a los cuidadores, especialmente a la mujer, quien soporta las mayores cargas durante épocas de crisis; tiene generalmente sobre sus hombros el cuidado de los adultos mayores, los nietos, los esposos, además de encontrarse activa en el mercado de trabajo.

 b. Soporte y sostén priorizado a los adultos mayores que viven solos en hogares de tipo unipersonal, que son los que más crecen. Continuar perfeccionando los servicios y la proyección a esos hogares.

 c. Seguir perfeccionando la política de vivienda. La convivencia obligada ha hecho de esta una variable de conflicto. La relación entre familia y vivienda adquiere una relevancia particular en el bienestar y calidad de vida de los adultos mayores.

4) Promover una mayor visibilidad de diferentes formas de maltrato, por acción u omisión, en la familia y las instituciones.

5) Que el diseño de las investigaciones sobre este grupo poblacional tenga una visión transdisciplinar, dada la complejidad de factores involucrados; que considere el envejecimiento desde una dimensión sociohistórica, que tenga en cuenta los múltiples niveles de interacción entre el individuo y el contexto, además de visiones de género y otros ejes de disparidad social.

Pedro Emilio Moras Puig: Los problemas identificados dependen, para su solución, de la sociedad en general, de sus instituciones, programas de desarrollo y políticas públicas, pero sobre todo de los propios adultos mayores que deben empoderarse y reconocer sus capacidades y posibilidades. Enfrentar estos problemas implica involucrarlos e incentivar una participación más activa en la sociedad a partir de programas que los signifiquen y representen, atendiendo a sus demandas e intereses, y al reconocimiento de la diversidad cultural dentro de este grupo; estimular implicaciones más activas en procesos de toma de decisiones, ofertas dirigidas a este sector y fortalecer su visibilidad como actor de desarrollo. En este sentido, la esfera cultural tiene muchas potencialidades para estimular su participación como consumidores, pero también como ejecutores y decisores de proyectos comunitarios.

Blandine Destremau: En mi opinión, las respuestas pueden y deben venir tanto de los varios niveles de gobierno como de la sociedad en su conjunto.

Una primera intervención (en Francia como en Cuba) se refiere a la mejora de las pensiones de jubilación, con el fin de permitir a los ancianos vivir con los ingresos que han obtenido a lo largo de su carrera profesional y mantener su independencia. Es importante que estas pensiones, que corresponden a derechos sociales, no den paso a medidas asistenciales individualizadas, condicionadas por la falta de recursos, como ocurre cada vez más en Francia.

En Francia, han avanzado mucho los derechos sociales de las mujeres (amas de casa, agricultoras, comerciantes) que han dedicado toda o parte de su vida a «ayudar» a sus esposos o a cuidar de sus hijos o padres ancianos. Se está formalizando el estatus de «cuidadores familiares». Pero todavía hay que avanzar en el reconocimiento del valor social de ese trabajo.

Sin embargo, en el caso de las personas que no tienen una pensión de jubilación (especialmente mujeres), y que habitan en viviendas degradadas o en condiciones de lejanía de los servicios públicos, como en zonas rurales, es importante fortalecer los programas de asistencia que actualmente solo proporcionan modestos suplementos de ingresos y escasa asistencia material.

La mayoría de las personas mayores quiere vivir el final de su vida en casa. Pero la coordinación entre atención médica, cuidado del cuerpo, presencia, asistencia doméstica y alimentaria, socialización y apoyo social y cultural aún no está suficientemente reforzada, especialmente para aquellos que no tienen recursos económicos para pagar estos servicios por sí mismos. En Francia, muchos municipios están desarrollando esfuerzos para organizar la atención domiciliaria de las personas ancianas en condiciones físicas, sociales y morales satisfactorias. Sin embargo, estas políticas compiten con otras prioridades y se han logrado con resultados variables.

Por último, se puede realizar muchas acciones en orden simbólico, de integración social y de reconocimiento. Valorar la contribución de las personas mayores al pasado y al presente de la sociedad tendría que ser tarea de programas de televisión, libros, temas de investigación y acciones sociales y culturales, que no las insten a mantener un alto nivel de actividad, y tampoco las presenten esencialmente como necesitadas de cuidados y asistencia. Todos podemos contribuir a esta valoración y a la integración de las personas mayores en una sociedad humanizada e inclusiva, que respete las diferencias. No impacientarse con una persona más lenta, desarrollar una atención activa a los mecanismos de marginación o incapacidad (física, intelectual, numérica, moral), tomarse el tiempo para una conversación interesada y atenta, ofrecer ayuda, son actos que contribuyen a mantener una sociedad acogedora para los mayores. Representan quizás la frontera humana que puede mantenernos alertas ante cambios sociales que conducen a múltiples exclusiones.

Rafael Hernández: Muchas gracias a nuestros panelistas por haber sido concisos y profundos, por haberse ajustado al tiempo, y haber desarrollado las diferentes aristas que tiene esta problemática, que obviamente no es posible que podamos agotar en una sesión de dos horas, pero que luego de las intervenciones del panel estamos en mejores condiciones de centrar la discusión, de dar pie a las intervenciones de nuestros participantes.

Respecto de esta intervención de los participantes, tenemos catorce personas que han pedido la palabra para intervenir. De manera que los dejo con estos comentarios y estas preguntas y vuelvo para a entregarle la palabra al panel.

Sonnia Moros (Instituto de Historia de Cuba): Para este debate deseo expresar lo siguiente: comparado con lo que sucedía hace treinta años, el cambio fundamental de los adultos y adultas mayores puede tal vez girar en torno a la posibilidad de interactuar en las redes sociales desde el hogar, por lo que se debe llegar a la vejez alfabetizados en las nuevas tecnologías.

Pienso que debe crearse en las generaciones más jóvenes la idea de que mucho antes de llegar a esta etapa de la vida debe tenerse un proyecto de vida para la vejez.

Otra cosa: en estos debates, habría que diferenciar entre los que tienen sesenta o poco más y los de edades más avanzadas porque los intereses son diametralmente opuestos o muy diversos.

Finalmente está el problema económico. Nuestro grupo etario necesita que se tomen medidas para rebajar pasajes a diferentes destinos, entradas de espectáculos, museos, cuotas de participación en eventos y otros similares, para estimular nuestra participación activa en la sociedad. No olvidar que muchos en Cuba nos jubilamos con la ley de retiro anterior, que ya caducó, y percibíamos prestaciones muy modestas; en realidad somos 93% del total de jubilados de Cuba, que recibíamos antes de la reforma salarial menos de quinientos pesos.

Ana Vera (ICIC Juan Marinello): Hay entre los ancianos elementos comunes y diferenciadores. En común tienen los problemas de salud, el insomnio, las preocupaciones por la familia (a la que ya no se le puede imponer nada porque cada cual tiene lo suyo y lo maneja según su criterio), las infinitas barreras arquitectónicas (velocidad del tránsito, ómnibus altos, aceras destrozadas), los cambios en las formas del trato, la sobrecarga doméstica cuando hay convivientes que trabajan fuera, la falta de atención a los problemas cotidianos en casa, roturas, gestiones para las que nadie tiene tiempo, y a la vez dependencia emocional de los jóvenes.

Pero hay también factores diferenciadores que pueden matizar este panorama, como las condiciones concretas de vida, el disponer de recursos de calidad que evitan exceso de fatiga (lavadora, fogón de gas, auto, habitación propia, etc.). Y hay factores individuales que favorecen alcanzar una mejor calidad de vida al garantizar relaciones sociales homogéneas, actividades recreativas propias, etc. Estos dependen de la condición humana, como la instrucción, el barrio en que reside y otras causas.

Es cierto que ha habido avances en los programas sociales como los restaurantes familiares, la posibilidad de reinsertarse en la vida laboral mediante contratos y otros. Pero no conozco ninguna persona de la tercera edad que no esté preocupada por el monto de su pensión, la escalada de los precios, las colas y la inseguridad económica en que se vive.

Aquí, como en Francia, podemos distinguir también varias categorías de ancianos: los de la eterna juventud (aparente), los que se resignaron a ser ancianos y a depender de sus hijos y sus medicamentos, y los que se saben ancianos, pero también saben que van a mantener sus espacios sociales pase lo que pase. Y estas categorías sociales sí me parece que tienen que ver con la manera en que enfrentamos el envejecimiento y con nuestro sistema social.

La pregunta número dos me parece muy interesante, de acuerdo con las condiciones concretas de nuestra sociedad, donde podemos ver en medio de una serie de iniciativas que están pensadas para mejorar la calidad de vida de los ancianos, lo que el profesor Menéndez ha llamado apoyo estéril, aquellos recursos o actividades que se organizan para mejorar, pero que en realidad no responden a los intereses concretos de las personas, sino a los deseos o a las posibilidades de alguien que burocráticamente las ha organizado. Ese apoyo estéril es algo que consume recursos y a mi juicio no está siendo todo lo productivo que pudiera ser.

Está también la cuestión de los estereotipos, la autoimagen negativa que suele predominar en una gran parte de los ancianos también está dominada por determinados estereotipos sobre ellos. Recuerdo algunos modelos que se ven en las redes: mujeres de más de sesenta exhibiendo sus cuerpos como si fueran de cuarenta. Es decir, hay un deseo de elevar la autoestima de las mujeres ancianas tratando de que se parezcan a las más jóvenes, cuando eso es absolutamente imposible porque el cuerpo no responde de la misma manera.

Entonces, tenemos que pensar en nuestros propios recursos para lograr un mejor trabajo. Ya hablé antes de las barreras arquitectónicas, pero ahora recuerdo los problemas de los medios que están escasos entre nosotros como vitaminas, alimentación adecuada, recursos de salud, de recreación, son cosas que debemos mejorar, como también la atención a los cuidadores familiares, voluntarios los han llamado, pero que son, en realidad, familiares o amistades que asumen la tarea.

La brecha digital es algo general en nuestra sociedad con respecto a otras, y es particularmente grave en el caso de los ancianos. Y la mortalidad en los asilos es un problema general.

Dalvis Bacallao (Arquitecta. Oficina Nacional de Diseño. Coordinadora del programa «Vías. Diseño de entornos amigables»). Antes de comenzar quiero señalar que las respuestas de los especialistas del panel son de gran valor y merecen un análisis detallado. Considero que en cada una de las problemáticas que plantean están implícitas las soluciones para nuestro país; mas voy a tomarme la licencia de apoyar, de dar continuidad y reforzar la respuesta número tres de la doctora Patricia Arés.

Desde nuestra experiencia como estudiosos del envejecimiento poblacional y el ciclo de vida a fin de potenciar la actividad de diseño en todas sus escalas —desde la comunicación visual, pasando por el diseño industrial y la escala físico-espacial de nuestro entorno material construido—, hemos detectado la falta de conocimiento integral respecto a este proceso que caracteriza a nuestra sociedad, incluyendo a decisores y profesionales.

La familia cubana precisa de un fuerte trabajo por parte de los especialistas en el acompañamiento a comunicadores y sectores creativos de forma cuasi urgente, para desarrollar modos diversos de sensibilización. No debemos perder tiempo, el fenómeno del envejecimiento es muchísimo más veloz que la manera en que estamos siendo capaces de ejecutar las transformaciones; el trabajo es necesariamente transdisciplinario e implica a todos los sectores. Ya está contemplado en la política nacional del país como eje estratégico para la sostenibilidad; lo demás es ponernos de acuerdo rápidamente y actuar en red.

Como señaló el doctor Menéndez, un entrenamiento gerontológico es necesario y urgente, desde niños hasta personas mayores, a fin de promover un envejecimiento saludable, digno y activo. Hemos comprobado con nuestro accionar que es posible y que somos capaces de hacerlo. Conocimientos hay para ello, y enamorados de la vida, muchos más.

Cuba es un país creativo por excelencia, por esencia y por tradición. Debemos salir de los círculos de expertos, aprender a comunicar como se comunica en el siglo xxi, entrenar a los comunicadores en este tema especializado. Hasta tanto no se vuelva raíz de la nación y de nuestra cultura, trabajar para todo el espectro de nuestra población envejecida, con sus especificidades y con inclusión plena.

Ana Luisa Herrero (Facultad de Psicología, Universidad de La Habana): Múltiples retos enfrentan hoy nuestras sociedades en relación con las personas mayores, sus derechos, su calidad de vida, su educación. Su diversidad es un factor de relevancia, y demanda de políticas y programas cada vez más inclusivos que reconozcan esa diversidad y se favorezca una vejez de calidad para todos y todas.

La situación que vivimos hoy como consecuencia de la pandemia ha visibilizado con fuerza la persona mayor en las redes, en los medios de comunicación, los servicios públicos, y muchas veces se la presenta, desde el paternalismo y el enfoque asistencialista, como de absoluta vulnerabilidad. Esto refleja la necesidad de una cultura del envejecimiento, de una educación desde los niños, los jóvenes y los adultos; que se eduque para la vejez, para reconocer en la persona mayor una edad donde hay pérdidas, como en todas las edades, pero también hay ganancias, hay plenos derechos, hay protagonismo y hay capacidad de decisión.

La Cátedra Universitaria del Adulto Mayor es uno de los espacios con los que hoy cuenta la persona de edad avanzada para continuar sintiéndose plena, vivir en calidad y aprender y demostrar que es posible. La pandemia nos deja múltiples retos, pues entre otras cosas impide la presencia física, y entonces es necesario repensar y reinventar sus estrategias para continuar educando y acompañando a las personas mayores en este nuevo escenario, cómo llegar a más interesados, cómo emplear su impacto positivo, y cómo ayudar a minimizar los efectos psicológicos.

Laura Sánchez Pérez (Facultad de Psicología, Universidad de La Habana): Soy miembro de la Cátedra Universitaria del Adulto Mayor. Agradezco a los panelistas y a la revista Temas por el espacio para el diálogo y la reflexión en torno a la vejez y el envejecimiento.

Me gustaría colocar dos interrogantes; la primera: ante la posibilidad de realizar un análisis retrospectivo y prospectivo acerca del impacto de la pandemia por la COVID-19 en las personas mayores en Cuba, ¿dónde y cuáles serían las afectaciones y cambios más significativos que hemos podido percibir como expertos desde cada una de nuestras áreas profesionales y a partir de la realidad actual? Porque lo cierto es que se han removido y resentido disímiles procesos psicológicos, sociales y económicos a raíz de la pandemia; ¿qué acciones concretas podrían guiar el mejor abordaje de la vejez y el envejecimiento en este minuto en Cuba?

La segunda interrogante está encuadrada en que el tema del cuidado continúa siendo el talón de Aquiles, por decirlo de algún modo, en muchas sociedades envejecidas y, por supuesto, las condiciones actuales lo han recolocado como foco de atención. ¿Dónde estarían las claves para el diseño de estrategias acerca del cuidado en y para la vejez, y qué enfoques y miradas no pueden faltar para su elaboración?

Miriam Rodríguez Ojeda (Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana): Formo parte del Proyecto Integral de Envejecimiento Saludable, conocido por sus siglas PIES Plaza, que dirige la Sociedad de Gerontología y Geriatría. Agradezco la invitación y felicito a todos los panelistas.

He constatado, como parte del diagnóstico participativo de este Proyecto, que los adultos mayores se perciben como sujetos de derecho porque defienden con vehemencia lo que fueron, son y serán, con muchos deseos de cambiar y transformar su entorno en pos de su calidad de vida. Valoran críticamente algunos programas televisivos referidos a ellos, calificándolos de encartonados.

Los medios de comunicación son espacios que pueden enaltecer visiones dignas, positivas y justas. Acerca de la sensibilización de los decisores de los programas radiales y televisivos todavía nos queda mucho por hacer.

En las intervenciones de los panelistas cubanos hay consenso de la necesidad de nuevas políticas sociales respaldadas por la Constitución de la República; en tal sentido quiero hacer énfasis en la importancia de educar en y para el envejecimiento saludable, para luego hablar de una cultura de y para ello. En el primer caso, estimularía de manera positiva los encuentros y reencuentros intergeneracionales, y no los desencuentros que a nivel macro, meso y microsocial, todavía persisten.

Considero que en el abordaje de la familia como tema que se imparte en los centros escolares y universitarios, tales como maternidad y paternidad, creo que nos corresponde incluir el concepto de abuelidad como un proyecto de vida al que aspiramos llegar.

Quisiera terminar con estas dos interrogantes a los panelistas: ¿bastará un marco legal de protección para las personas mayores que garantice envejecer entre todos de manera saludable, activa y digna?, ¿cómo los decisores y sectores de Cuba estimulan los entornos y comunidades amigables para garantizar este envejecimiento que estamos defendiendo entre todos?

Lucrinés Azcuy (Socióloga. Centro de Estudios Comunitarios, Universidad Central de Las Villas): Estoy de acuerdo con las presentaciones de los panelistas, y considero que, en el tema, los individuos, las familias, el Estado, y la sociedad en general, están llamados a promover acciones según lo que a cada uno compete, para la satisfacción de las necesidades sociales, económicas, y fomentar las capacidades de todos los segmentos poblacionales, pero en particular de las personas mayores, porque la diversidad de situaciones que hoy se les está presentando aumenta la necesidad de aplicar enfoques cada vez más diferenciados de las políticas sociales, que permitan ajustarse a sus demandas, a sus necesidades. También considero que es necesario fortalecer el enfoque territorial de las políticas, de las acciones que se planifiquen, desde y para los adultos mayores, y necesariamente, desde el punto de vista de este enfoque territorial, darles una mirada a las áreas rurales, semi-rurales o de mejor desarrollo socioeconómico, porque hoy se convierten en un objetivo clave.

Este enfoque en las políticas va a brindar la posibilidad de ajustarlas según las particularidades de cada territorio; aunque esa posibilidad de ejecución a nivel local dependería de las habilidades de gestión de cada uno de los gobiernos locales.

También considero que es necesario redistribuir, reformular y revalorizar algunos de los servicios diseñados para la atención a las personas mayores, de forma tal que permitan el desarrollo de su autonomía. Con ello también promover la formación y capacitación de especialistas en áreas claves como la gerontología y el trabajo social, según las demandas territoriales.

Quisiera hacerles una pregunta a los panelistas: ¿qué opinión tienen, desde el ámbito jurídico, familiar, educativo y de salud, sobre la participación de los adultos mayores ya jubilados en el mundo laboral, no solo en Cuba sino también en Francia.

Denia García Ronda (Fundación Nicolás Guillén y revista Temas): Estoy de acuerdo con Patricia en que la política de atención a los adultos mayores debe ser diferenciada; no todas las personas llegan a ancianos con el mismo nivel de capacidades, tanto físicas como mentales. Las ayudas asistenciales deben tener en cuenta, principalmente, la situación vulnerable de determinados grupos de esos ancianos, y garantizar oportunidades a aquellos que aún pueden tener mayor participación en la sociedad, la vida cultural, el mercado de trabajo, etcétera.

Otra cosa que quiero expresar es que la sociedad debe retribuir el trabajo que durante muchos años le entregaron esos ancianos; o sea, no considerar como gasto los presupuestos que la jubilación o la seguridad social les otorga, sino que se considere el pago de una deuda de la sociedad para con ellos; y si la economía del país no da para ofrecerles un monto de jubilación suficiente, al menos tomar medidas, como, por ejemplo, el menor pago en el transporte y en entradas a museos, teatros, centros recreativos; prioridad en los servicios públicos; adecuación de horarios laborales; planes vacacionales ajustados a su capacidad y recursos, etcétera, etcétera. Puede haber muchas cosas por medio de las cuales la sociedad les retribuye a sus ancianos.

Yamila Roque Dobal (Psicóloga. Centro de Estudios Comunitarios, Universidad Central de Las Villas). Primero que todo quiero agradecer a los ponentes sus reflexiones, que me permitirán comentar sobre la pregunta tres específicamente. Creo que es útil que reflexionemos sobre algunas acciones que pueden contribuir a transformar esta realidad. Es importante fortalecer, por su impacto social, la preparación de los medios de comunicación en estos temas, sobre todo en los procesos educativos a nivel nacional.

Otro aspecto importante sería la conformación de una política de vejez, además de estar acompañada por políticas de cuidados, de viviendas, etcétera. También me parece muy importante y necesario fortalecer la institucionalidad y legitimar este grupo social a nivel de estructuras, como institutos, por ejemplo, donde se pauten normas de cogestión, corresponsabilidad, Esto, evidentemente, permitiría provocar transformaciones en los imaginarios y las prácticas sociales en la relación con este grupo etario que cada vez aumenta más, no solo en la sociedad cubana, sino a nivel mundial, y que evidentemente harán que estos adultos mayores puedan participar activamente en la gestión, en la elaboración de todas las acciones para su atención. Me parece que esto hay que enfocarlo en la sociedad cubana y que tenemos que trabajar más.

Quisiera hacer una pregunta a los panelistas. Me interesa conocer su opinión sobre la necesidad de generar en la sociedad cubana acciones que promuevan vínculos intergeneracionales, tanto desde el área educativa, desde la mirada a la familia, y también en otros espacios. ¿Qué ideas y qué acciones consideran que se promuevan para generar una cultura intergeneracional que permita el desarrollo y el aumento de la productividad tanto material como subjetiva en nuestra sociedad.

Dayana López Rosales (Estudiante universitaria). Considero que hoy, cuando un elevado porcentaje de la población mundial es de adultos mayores, resulta indispensable considerar cómo es visualizado y tratado este importante segmento de nuestra población. Uno de los mayores retos que se presenta es cambiar la visión negativa de la vejez, y en especial la de los propios adultos mayores que la vivencian y la sienten de una forma negativa, ya que es una etapa en que supuestamente lleva una decadencia, dependencia, y también asistencialismo.

Es necesario que se destaquen las potencialidades y beneficios que presenta la etapa, y que ellos también sean capaces de visualizarlos. También que se realice un trabajo de forma real y articulada entre el Estado y la sociedad civil para brindarles la calidad de vida que necesitan.

Una interrogante que me gustaría que los panelistas me respondieran es si los espacios que existen hoy para los adultos mayores son empleados por estos, y si responden a sus necesidades y exigencias. 

Rosa Campoalegre (Grupo de Estudios sobre la Familia, Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas). En materia de cuáles son las situaciones más críticas, aquellos dilemas que enfrentamos para ponderar, optimizar, y fortalecer el rol de las personas mayores, me atrevo a fijar la mirada en su enfoque desde un posicionamiento feminista. Estoy intentando decir que un desafío importante es, en primer lugar, asumir los cuidados de esas personas como derecho universal, y que hay que grabar este concepto en la nueva Constitución cubana. Ese concepto implica no solo que todos y todas en alguna ocasión necesitamos cuidados, y que de alguna manera y en algún momento debemos aplicarlos, sino también el derecho a decidir cómo y en qué condiciones se cuida, y esto saca a la luz un tema importante: la feminización de esa tarea, sobre todo en cuanto a las abuelas, cuando ellas mismas requieren un cuidado especial.

Insisto en los cuidados atendiendo a nuestros resultados científicos, de los cuales hablaré como una acción, ante la tercera pregunta.

Me parece vital separarse del enfoque de la dependencia, aún predominante; hay que deconstruirlo, y pasar del eminentemente clínico, médico, a una aproximación más psicosocial, y también más comunitaria, de este tema. Un elemento fundamental es la transición al de la interdependencia, asumiendo la vejez como un elemento constitutivo de la naturaleza humana, que tiene potencialidades enormes. Creo que esto es una cuestión de enfoque muy importante.

Beatriz Torres (Psicóloga): Un saludo a todos los panelistas y a los organizadores de este evento. En mi modesta opinión, las preguntas y las respuestas han sido muy interesantes. Quiero hacer un comentario relacionado con el tema de la sexualidad y la vida en pareja, pues creo, desde mi experiencia como terapeuta sexual y de pareja, que en el caso de las personas mayores es un tema que no se aborda, en sentido general, y que esas personas sufren de mucho estigma relacionado con él. Se piensa que en ellas la sexualidad ya no existe, y esto es, en especial, en el caso de las mujeres — aunque también se discrimina a los hombres—, en las cuales se depositan todas las tareas de cuidado, de protección de la familia, pero no se visibiliza la posibilidad de recomenzar relaciones sexuales.

En el caso de la familia, por ejemplo, la habitación de los abuelos es la habitación pública, donde se guardan todos los objetos que no se usan, y donde no se respetan, en sentido general, los límites. Estoy hablando tanto de personas mayores que tienen pareja como de las que no la tienen y existe la posibilidad de recomenzar o de continuar relaciones sexuales con satisfacción. Creo que es un derecho, y una responsabilidad de todas y todos de velar por ello, porque es parte de la calidad de vida de esas personas.

Felicitas R. López (Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas). Envejecer en familia es una oportunidad, debido a que el anciano o la anciana van a recibir afecto, amor, de las personas con quien convive, pero a veces ocurren maltratos, malas formas, violencia en cualquiera de sus manifestaciones. Ahí vienen los problemas. A veces los vecinos y vecinas comentan sobre determinadas acciones, humillaciones, maltratos, que escuchan hacia una persona mayor, y no saben qué hacer; tienen dudas, preguntan si pueden denunciar. Yo pienso que muchos no se dan cuenta de cuándo se comete violencia. De este tema también se debe hablar; por los medios también se debe ofrecer información de cuáles son los derechos que tiene el anciano a recibir un trato adecuado de su familia; porque tienen derecho al cuidado, y a la protección legal.

Por lo demás, considero que han sido muy útiles las informaciones que hemos recibido a través de los panelistas, y considero que en este momento, cuando estamos en este creciente envejecimiento poblacional, estos espacios son muy buenos, muy satisfactorios, no solamente para los profesionales, sino para todas aquellas personas interesadas en los temas de familia. Los felicito y agradezco la oportunidad de poder estar acá por primera vez con ustedes.

Teresa Orosa (Psicóloga. UH): Soy la presidenta de la Cátedra Universitaria del Adulto Mayor de la Universidad de La Habana, y de la sección de Psicogerontología de la Sociedad Cubana de Psicología, y soy una persona mayor. Gracias por estos minutos de comentario como participante.

Lógicamente hay un cambio en la visión del papel de la persona mayor, porque ha habido un cambio de tipo generacional y no solo demográfico; de partida, uno aprende a ser mayor desde la vejez del otro, digamos, la de nuestros abuelos. Pero la generación actual está marcada por grandes transformaciones sociales y políticas, narrada desde un enfoque de género, crecida en nuevas tipologías de familia, y en un acelerado desarrollo tecnológico, que de conjunto van produciendo nuevas necesidades al llegar a la vejez o a los nuevos viejos, como también se les llama: una vejez útil, participativa, educable, protagónica. Es imposible reproducir la vejez de nuestros abuelos.

En mi criterio, este paradigma del adulto mayor de nuevo tipo, aún está en tránsito, pues a la vez somos portadores de referentes tradicionales, desde una cultura gerofóbica y paternalista, que todavía impiden asumirnos plenamente dentro de la edad; pero sin dudas una visión del papel de las personas mayores hoy desborda el escenario de lo doméstico.

Los problemas más críticos que afectan el papel e imagen de ellas se deben a la persistencia de una mirada más geriátrica que gerontológica, y de puntos de partida asistencialistas, que además ignoran lo diverso dentro de la edad. No todas las personas mayores somos sujetos requeridos de cuidado, no somos una población homogénea, pero sí todos somos y seguimos siendo sujetos de derecho.

Para enfrentar esos problemas se requiere de una estrategia más integral en la cual se pondere e inclusive se privilegie el lugar de la educación como factor de cambio de paradigma, la formación de una nueva cultura gerontológica, no solo en los que ya somos mayores, sino también, por ejemplo, en los decisores territoriales y sectoriales, muchas veces necesitados de conocimientos gerontológicos para el diseño de sus estrategias, que aún pecan de lo que yo llamo la geroimprovisación.

Por otra parte, en el conjunto de acciones no deberían faltar las voces de los mayores, asunto en el que nos encontramos trabajando en la Cátedra, junto a otros agrupamientos, en aras de la creación de la Asociación Cubana de Personas Mayores.

Además, y con relación a cómo implementar las acciones, creo necesario enfatizar en la necesidad de una mayor coherencia y de concientización de qué significa ser sujeto de derecho, pues fácilmente estos se violan, se violentan cuando se nos infantiliza, o se obvia el trato hacia los mayores, o se habla de figuras jurídicas que sobredimensionan la protección y la discapacidad, y no de espacios de desarrollo y de autonomía.

Hablando de autonomía, durante la pandemia creo que hemos padecido de dos tipos de vulnerabilidades, la de un real riesgo para la vida y la del riesgo a perder la autonomía por imposición de las medidas restrictivas por algunas familias, que han subestimado la capacidad resiliente y el carácter ciudadano responsable de los mayores. Estas tendencias han sido reforzadas en los medios y hasta por especialistas, que han vuelto al uso reiterado de «los abuelitos» o a aquello de «pórtate bien».

Soy de las que piensa que de la gerontología se hablará de un antes y un después de la pandemia no solo por el número de fallecidos, sino porque se ha hecho visible lo invisible, pero aún persistente, de lo gerofóbico y lo «edadista».

Gracias y aplausos a la revista Temas por contribuir a la cultura del debate en el tema de envejecer entre todos.

Rafael Hernández: Muchísimas gracias a todos, en realidad debería decir a todas nuestras participantes, porque si bien en el panel tenemos dos varones y dos muchachas, las que han intervenido con comentarios son mujeres. Quizás esta fuera una primera pregunta para el panel: ¿por qué ningún hombre ha pedido la palabra? Hay hombres inscritos en el grupo, pero solo están escuchando.

Estas catorce intervenciones han venido de una vasta red de campos del conocimiento: historia, psicología, antropología, sociología, comunicación social, arquitectura, estudios comunitarios, estudios culturales, sexología, y también han venido de una diversidad de lugares. Una gran parte reside en La Habana, pero también hemos tenido participantes de Villa Clara, igual que en panel tenemos una panelista francesa.

Este tema me recuerda dos películas de los años sesenta, de cuando yo era joven; una es Fresas silvestres, de Ingmar Bergman, y otra La vieja dama indigna, creo que de Agnès Varda. En ambas está presente la problemática de la vejez.

En el caso de Bergman, se trata de un grupo familiar que viaja de una ciudad a otra, y en el camino el viejo del grupo, que es médico, y que por supuesto, no carece de bienestar material, porque estamos hablando de Suecia, además de viajar con la familia, está haciendo un viaje dentro de su propia vida, recordando, reconstruyendo su historia, porque se queda dormido y sueña con momentos anteriores de su vida, es decir, la soledad, a pesar de la compañía y a pesar de que no le falta nada material. Es algo que seguramente podría motivar algunas reflexiones del panel.

La vieja dama indigna trata de una señora que ha sido ama de casa toda su vida, subordinada al régimen familiar y que, en los últimos meses de su vida, después de la muerte de su esposo, empieza a vivir la vida realmente, reivindica el sentido humano de la existencia. Esta película, para mí, también tiene una motivación, que quisiera que el panel comentara, acerca de la plenitud de la parte final de la vida.

Uno de los entrevistados en esos cuatro videos que pusimos al principio, se refiere a que los jóvenes a veces no tienen paciencia con él porque no sabe manejar los equipos digitales, creo que esto pasa no solo en Cuba con la brecha digital; creo que pasa en todas partes, porque los viejos no están habituados a manejar esos equipos; no nacieron con esto, obviamente. Esto me hace pensar en la cuestión de la paciencia, que tiene que ver con la pauta de decirles o no a los viejos cómo deben hacer las cosas. La ayuda a ellos incorpora, muchas veces, la instrucción acerca de cómo pueden o deben conducir, sus vidas.

Es muy habitual entre nosotros, que somos tan cariñosos aquí en Cuba, algo que yo llamaría la infantilización del trato a los mayores, la manera afectiva de hablarle a un viejo es decirle «abuelito», o «mi viejito», o «a ver, ponga sus manitos aquí». Un tratamiento equivalente a un menor de edad también está reflejando una cuestión que tiene que ver con algo más profundo más profundo que la escasez de recursos materiales. Quisiera que los panelistas hablaran de esto.

Y ya que tenemos a una panelista francesa, quiero pedirles a los cuatro que comenten esto último. En las sociedades tradicionales —que son las que fundaron la humanidad— de Asia, África, y en los pueblos originarios de América, los viejos no solamente eran reconocidos por su sabiduría, sino que tenían autoridad, es decir, poder. ¿En qué medida la cuestión de la vejez requiere pensar el poder, el empoderamiento de los viejos?

Le doy la palabra al panel, y vamos a hacerlo en el orden en que cada uno habló.

Jesús Menéndez: Gracias a Rafael y a todo el equipo de Temas por darnos esta oportunidad. Me voy a referir, por supuesto, a algunos de los aspectos tratados por las personas que intervinieron; será imposible referirme a todo; quizás el resto de los panelistas lo podrá hacer.

Laura hablaba sobre cuáles podrían ser acciones concretas. Se puede enumerar algunas: desde hace años hay un grupo de expertos que se está reuniendo (Federación de Mujeres Cubanas, CEDEM, Salud Pública…), en el diseño de estrategias sobre los cuidados.

Rosa Campoalegre hablaba algo muy interesante sobre incluir los cuidados como parte del derecho universal. Quiero agregar que se hace necesario reflejar, de alguna manera, en la próxima versión del Código de Familia, la protección legal de los cuidadores; las cooperativas de estos, su capacitación, la certificación y re-certificación de su idoneidad, pudieran ser algunas de las estrategias concretas con respecto a los cuidados de las personas mayores.

Denia García Ronda, de la Fundación Nicolás Guillén, ponía al final de su exposición algunos ejemplos de cosas que se pueden hacer en concreto para favorecerles un poco la vida, por decirlo de alguna manera, a las personas mayores. En otros lugares existe lo que se llama «tarjeta de los setenta», con ella, a partir de esa edad, se les establece a las personas mayores un descuento con respecto a un grupo de cosas. Todos los que tienen setenta años o más no son iguales, hay millonarios y hay personas muy humildes. En eso habría que discriminar un poco, pero por ahí es por donde vendrían las cosas, es decir, el abaratar determinados servicios públicos para personas mayores no solo por la edad sino por su condición socioeconómica. Así se pudiera ayudar un poco respecto a la idea que Denia expuso.

Por último, Yamila hablaba de los vínculos intergeneracionales. Definitivamente esto es algo muy importante, el Proyecto PIES Plaza, que coordina la Sociedad de Gerontología, es solo uno de los ejemplos de fomento de las relaciones intergeneracionales. Este proyecto se está desarrollando en el municipio Plaza de la Revolución específicamente; salió con otro proyecto de la Universidad de Ciencias del Deporte Manuel Fajardo, donde jóvenes estudiantes utilizan como vehículo el masaje y algunas actividades deportivas y de actividad física como parte del propósito de establecer vínculos entre personas jóvenes y personas mayores: Se está promoviendo también en cursos de verano con jóvenes.

El proyecto está trayendo ahora algo muy interesante que después pudiéramos compartir con algunas personas. Es un equipamiento que debe entrar, entre una cosa y  otra, a finales de este año o principios del que viene. Es un equipo alemán que simula un traje espacial, por decirlo de alguna manera, y lo que hace es simular que usted tiene sesenta y cinco o setenta años; tiene coderas que dificultan la flexibilidad del codo, rodilleras, peso en la espalda y en los tobillos, espejuelos para simular cataratas o glaucoma. Con eso queremos hacer algunos talleres, algunas experiencias que pueden ser muy interesantes al ponérselo a personas jóvenes, a vendedores, a servidores públicos que tienen contacto directo con las personas mayores, para que se den cuenta cómo se pueden sentir las personas mayores cuando son tratados por ellos al recibir los servicios. Esto es un ejemplo, una cosa muy puntual; pero, definitivamente, los medios de difusión masiva también es otra área donde se pudiera promover de una manera no edulcorada la relación intergeneracional.

Patricia Arés: Quiero agradecer todas las intervenciones, que con mucho interés he escuchado, de personas a las cuales no solo conozco, sino que quiero y admiro, dentro de las que puedo destacar a Ana Vera, Teté Orosa, a Betty, a Yamilé Roque, a Rosita Campoalegre, Laura también, de la Cátedra del Adulto Mayor, a tantas personas valiosas, que siento que lo que podríamos hacer es puntualizar o actualizar un poco algunas cuestiones, porque realmente hay muchas cosas interesantes que ya están dichas.

En primer lugar, hay algunas cosas que se repiten en las intervenciones, y que pudieran ser como puntos más importantes para destacar. Creo que en el tema de las políticas sociales, y de todas las acciones coordinadas que se están produciendo para promover no solo una cultura, sino un mejoramiento de la calidad de vida de las personas mayores, hay que estimular y promover la coherencia entre los introductores y decisores de políticas y los propios.

Pienso que no siempre estas visiones han introducido las necesidades sentidas por los beneficiarios, que son este sector poblacional, es decir, han sido vistos más como objetos de atención que como sujetos de derecho, y en este sentido hay muchas necesidades sentidas por las personas mayores que todavía serían objeto de mayor atención y coordinación escuchando esas voces, como las barreras arquitectónicas, como la sobrecarga de los cuidadores y de aquellos informales que no reciben ninguna remuneración, como el monto de la pensión, como la escalada de los precios, como la inseguridad económica, como algunos apoyos estériles, como aquí se mencionó. Es decir, una serie de cuestiones que es importante revisar.

Insisto en la importancia de las políticas diferenciadas y atención a la vulnerabilidad. No se envejece de igual manera, como hemos visto; depende de una gran cantidad de realidades diversas; no todos somos objetos de atención, y evidentemente muchas personas necesitan más que otros, y hay que insistir en esta mirada de la vulnerabilidad, dada la heterogeneidad social y la complejidad de nuestra realidad actual.

Insisto también en la necesidad de visiones y enfoques diferentes en relación con los imaginarios sociales. Ya esto lo recalcaban muchas de las participantes: la importancia de un paradigma diferente de adulto mayor como un sujeto digno de no ser tratado con enfoques infantilistas, en situación de dependencia o de deterioro; todas estas visiones que producen los viejismos o, en comparación, como yo decía, un cierto juvenilismo demagógico donde lo joven es lo bueno. Evidentemente, hay que rescatar la idea de que todas las etapas de la vida tienen ganancias y pérdidas, que todas son etapas que pueden llegar a ser de plenitud, en dependencia también de muchos factores, sociales, familiares, de condiciones de vida.

Pero también hay una cosa importante que destacar: la promoción de una visión de una etapa de la vida no con pesimismo, sino como un período donde hay muchísimas potencialidades en el desarrollo.

Hablaba Rafael de la sabiduría, de la paciencia. Creo que hay una serie de cualidades que se van adquiriendo con los años y que son privativas solo de las personas que ya han transitado muchas etapas de la vida, y que tiene mucho que ver con la percepción de la flexibilidad, de la tolerancia, de una mucho mayor capacidad de manejo de las emociones.

Hay una gran diferencia entre la información, el conocimiento, y la sabiduría; es decir, estamos en la era de la información; uno puede estar muy informado, pero la sabiduría lleva a un nivel superior del conocimiento, que pienso que pasa por la edad, y es por eso que en las culturas occidentales hay tal nivel de respeto a esa sabiduría paciente, a esa sapiencia, a esa capacidad de tener una visión mucho más equilibrada de la vida. Todas estas cosas son adquisiciones que incluso los adultos mayores sienten que la tienen, pero no son verdaderamente valoradas por la sociedad en su conjunto.

Pedro Emilio Moras Puig: Agradezco los comentarios de todas las participantes. Quiero comentar brevemente, en líneas generales, algunas inquietudes que veo en varias de las intervenciones; en primer lugar, el necesario reconocimiento de la diversidad en este grupo poblacional. No podemos hablar de tercera edad o de adulto mayor, de manera indiscriminada, porque no es lo mismo una persona de sesenta años que una de ochenta, ni un adulto mayor que asista a un círculo de abuelos, una casa de abuelos, que el que está incorporado a la Cátedra del Adulto Mayor. Influye también el capital cultural previo, la disposición del propio adulto mayor, el nivel de escolaridad, entre otros múltiples aspectos.

Otro tema importante es el del acceso a las nuevas tecnologías. Es cierto que los más jóvenes son nativos digitales y que tienden a ser mucho más frecuentes sus prácticas con estas nuevas tecnologías, pero los resultados en la capital de investigaciones que he conocido en estos momentos son sorprendentes, porque los adultos mayores las están utilizando, fundamentalmente tienen un gran uso del celular para la comunicación, para la información, etcétera.

Otro aspecto: las prácticas de consumo cultural, que es mi tema de investigación, pienso que se han reforzado en tiempos de pandemia, fundamentalmente, por el mayor uso del espacio privado, la tendencia más general es el consumo de audiovisuales por los medios masivos de comunicación, y las  nuevas tecnologías. Entre los aspectos más esenciales es que resultan de menor precio que espacios públicos e institucionales.

Pienso que la pandemia ha influido en remodelar la organización familiar; o sea, la imagen del adulto mayor como encargado de las provisiones del hogar, háblese de adquirir los mandados, etcétera, tiende ahora a tener menor peso, y uno mayor en los más jóvenes del hogar, por las condiciones del contexto actual.

Por otra parte, estoy de acuerdo en que los espacios intergeneracionales son sumamente necesarios, pero estos requieren también de una visión diferente de la persona de la tercera edad, o sea, una educación para un diálogo entre generaciones que respete y legitime los conocimientos y el papel del adulto mayor. En este sentido, el ámbito comunitario es fundamental desde políticas diferenciadas, o sea, los temas de políticas sociales son complejos justamente por la diversidad que tiene este grupo.

Y por último, los espacios que existen no son suficientes ni abordan los problemas de las personas de la tercera edad partiendo de sus necesidades, de sus demandas reales. Diagnósticos comunitarios que ahonden en el conocimiento de cuáles son los reclamos de estas personas sería algo imprescindible, no solamente para dar opciones, sino también para crear espacios en los que ellos puedan participar, incluso en la toma de decisiones en procesos sociales, dentro de los cuales los culturales, de acuerdo con mi experiencia, tienen un papel sustantivo.

  Me gustaría por último destacar un tema fundamental: la posición económica del adulto mayor en tanto público de la cultura. Es cierto que los grupos que con mayor frecuencia interactúan con la cultura están concentrados en poblaciones más jóvenes; sin embargo, se identifican dentro de este tipo de público personas de la tercera edad que tienen interacciones frecuentes con manifestaciones de la cultura artística y literaria, y que por las limitaciones de tipo económico que tienen para acceder a estos espacios, en la actualidad realmente carecen de condiciones favorables para mantener esa frecuencia. Por eso creo que es importantísimo buscar algún tipo de solución a esta problemática, en términos de que tengan accesos diferenciados para poder seguir interactuando con este tipo de manifestaciones.

Blandine Destremau: Muchas gracias por sus respuestas, preguntas y comentarios. Quisiera comentar algunos puntos. El primero es la cuestión de las pensiones que perciben las personas mayores. No es verdad que todos los jubilados en el mundo perciban pensiones muy bajas, pero creo que es un derecho social, no es caridad, no es asistencialismo, y es muy importante darles a las personas mayores retribuciones que les permitan vivir de manera digna.

La segunda cuestión que me llama la atención es la participación de las personas mayores en las políticas que les conciernen, que no sean pasivos, sino coproductores de esas políticas; que no sean ellos, sino nosotros. Como dicen ustedes, la generación de las personas mayores en Cuba es muy educada, muy emancipada, que puede y quiere participar en las políticas.

La tercera cuestión que quiero comentar es sobre el nivel territorial, que es muy importante. En Francia se hace mucho a ese nivel, los municipios tienen muchas iniciativas para organizar servicios, posibilidades, círculos, actividades y ayudas a las personas mayores. Creo que pasa un poco en algunos barrios de La Habana, pero tendría que ser más descentralizado hacia zonas rurales.

También me llama la atención el punto de «cultura de envejecimiento». Nosotros, en Francia, hablamos más de cultura de inclusión, que inserta no solamente a los mayores, sino a toda la diversidad poblacional, incluyendo a las personas con discapacidades, y también teniendo en cuenta, como dice Ana Vera, que nadie puede permanecer joven para siempre, y que la cultura de la juventud deja al lado a las personas mayores.

En Francia tenemos algunas iniciativas para fomentar vínculos intergeneracionales, como convivencia entre adultos mayores aislados y estudiantes y otros jóvenes que buscan alojamiento, o también hogares de abuelos donde hay un círculo para niños, para que se mezclen las generaciones, o personas mayores que van a ayudar en escuelas primarias a la hora de comer o de leer historias. No digo que estén muy desarrolladas estas iniciativas, pero sí se está pensando en eso.

Quisiera también comentar sobre algunos puntos que mencionaron Pedro y Rafael: el asunto de los espacios intergeneracionales. Hay muchos lugares donde se encuentran, de hecho, personas de todas las edades, como parques, supermercados, transportes, pero no se habla solamente de espacios, lo importante es tener relaciones entre sí, interactuar, intercambiar, tener algo que compartir, no solamente sentarse lado a lado en un lugar.

Un asunto que me llama mucho la atención es el de la paciencia; creo que tiene que ver con el asunto de las temporalidades, que hemos tratado de analizar en un libro que va a aparecer por Ediciones Temas:[1] la ralentización de la vida al envejecer, y la aceleración de la vida con la modernización es algo muy importante que tener en cuenta; pero también hay jóvenes que escogen ralentizar para tomar más tiempo, para vivir mejor, y eso se nota mucho en Europa con la meditación, la plena conciencia, con la decisión del slow, el slow food, el slow city, escoger vivir una vida más suave, de alguna manera.

Acerca de lo que dijo Rafael sobre la sociedad tradicional, donde los adultos tenían mayores autoridad y poder, creo que no hay que idealizar esas sociedades; hubo algunas donde los viejos se fueron a morir al bosque para no pesar sobre sus descendientes y su familia; las hubo también donde ellos terminaron en asilos, como en Francia en el siglo xviii, xix. Una persona que no podía trabajar más era considerada inútil. Entonces no en todas las sociedades tradicionales los adultos mayores eran considerados como personas de gran sabiduría, conocimiento o autoridad.

Por último, es muy importante pensar los cuidados –de los que habló Rosa Campoalegre, a quien saludo– no solamente como un asunto privado y de familia, sino de todos, en una perspectiva de interdependencia, y que la responsabilidad de cuidados sea compartida por todos, para también fomentar una sociedad más inclusiva.

Rafael Hernández: Muchísimas gracias a nuestros panelistas, que han enriquecido extraordinariamente la discusión de estos temas. Creo que en las condiciones en que lo hemos hecho, y a pesar de que WhatsApp no es un medio que nos permita desarrollar, de una manera más dinámica, la interactividad, lo que se ha podido reunir en una hora y media ha sido extraordinariamente rico.

Mientras nuestro panel se ha estado desarrollado, en Telegram se han estado poniendo los audios de las intervenciones de los panelistas, y los textos han estado apareciendo en Catalejo, el blog de Temas, y enlaces en la página de Facebook de la revista y de Último Jueves, que indican esos enlaces hacia los textos.

En muy breves días, vamos a tener la transcripción integral del panel; es decir, vamos a poder ponerla en Catalejo, y vamos a poder anunciar en Facebook el resultado completo del panel, incluyendo las intervenciones de los panelistas más las de todas las participantes.

Muchísimas gracias por un magnífico panel, les agradecemos a todos, a Blandine que ha estado despierta casi hasta la medianoche allá en el remoto y tradicional París. Le mandamos un abrazo por haber estado con nosotros en este panel, y a todos los que han participado, incluso a los que no han hecho preguntas ni comentarios les agradecemos por habernos acompañado una vez más en este panel de Último Jueves, el primero del año, que coincide, como decía, con «La noche de las ideas», auspiciada por la embajada francesa en La Habana, y que nos ha permitido iniciar el año como se debe, y mostrar una vez más que sí se puede. Muchísimas gracias.

 

[1] Se refiere a Pensando las temporalidades en Cuba: continuidades, tensiones, desincronizaciones, de próxima aparición en la colección Luz Larga, de Ediciones Temas, coordinado por Blandine Destremau, Mildred de la Torre y Ana Vera.


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