Ideas para la nueva época del turismo en Cuba


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"...necesitamos ideas que potencien acciones concretas para adaptarnos a la situación creada por la pandemia..."

Hemos analizado antes la situación del turismo por el impacto de la Covid-19. Pero también necesitamos ideas que potencien acciones concretas para adaptarnos a la situación creada por la pandemia, aún en pleno auge a nivel mundial, con rebrotes en los principales mercados emisores de Europa, América del Norte y del Sur y la cercanía de una vacuna que no será aplicada antes de enero del 2021, en el mejor de los escenarios.

Hacer pronósticos de la demanda parece un ejercicio intrascendente ahora mismo, por lo incierto del escenario creado y su evolución a corto plazo. El turismo es un fenómeno social en pleno desarrollo, creciente, y parte ya de la cultura humana. Hay que asumirlo como tal, más allá de los beneficios económicos que engendra y entraña. Pero es también un negocio demasiado importante e imprescindible que se debe salvar.

Como negocio, ocupa a la décima parte de la fuerza de trabajo empleada en todo el mundo. Había sido una industria siempre creciente por varias décadas, que la crisis actual ha parado en seco. De la pandemia, sin embargo, saldremos, cambiados en nuestra apreciación del riesgo de salud al que estamos expuestos, pero confiando en la capacidad humana para amortiguar su impacto y reducirlo a los niveles mínimos en que se han podido confinar otras enfermedades, incluso más letales.

El proceso será lento, pero no hay que reinventar el turismo. Hay cambios temporales profundos en los turistas potenciales. El ser humano, al margen de todos los daños psicológicos que causan el enclaustramiento, la ausencia prolongada de la socialización, solo posible en muchos casos por vía digital, ha saboreado, no obstante, el placer de la introspección, de pensar en todo, incluidos los viajes y el turismo. Las conclusiones son tantas como las cabezas en que tienen lugar, pero las tendencias tienen que ser más humanas e inteligentes. La reclusión fortifica la necesidad de salir y viajar, pero debe ser de forma cada vez más segura y gratificante, lo que significa un turista más exigente no solo en seguridad sanitaria, sino en sus expectativas, en las experiencias que espera tener en el destino.

Es necesario reactivar la demanda potencial enorme que se había logrado hasta el pasado año, pero no haciendo lo mismo, sino aplicando políticas y acciones que canalicen o despierten el deseo de viajar ya consustancial a la civilización. Esta reactivación de la demanda, impulsada irresponsablemente en Europa, dentro de EE.UU. y en otros mercados y destinos, para salvar la economía en medio de la pandemia, creó rebrotes que solo dañan al turismo, lejos de salvarlo, pues reforzaron la certeza de que el turismo es uno de los vectores de transmisión de la enfermedad, nada positivo para su recuperación a mediano plazo.

Su recuperación requiere modelos de operación que garanticen la seguridad de salud, tanto en origen como en destino. Es posible hacerlo donde haya condiciones objetivas probadas en ambos extremos del viaje, analizando qué mercado emisor y para qué destino en Cuba. Los cayos de nuestro archipiélago son ideales para ese despegue, como se probará, finalmente, a partir de este otoño. Las ciudades tendrán que esperar algunos meses para aventurarse a una apertura a turistas y demás visitantes foráneos.

La necesidad de que Cuba evolucionara como destino turístico era visible mucho antes del 2020. Revolucionar los polos de sol y playa, enriquecer la oferta de servicios, diversificar los atractivos, en particular, ensanchando geográficamente su alcance, de forma que la sociedad local sea parte del mismo. Sin esto, será estéril mejorar la calidad de la planta hotelera, necesidad también impostergable. Crear nuevas ofertas de larga estancia en estos polos de sol y playa, más por la vía de transformar productos ya existentes que de invertir en nuevas instalaciones.

Revisar y potenciar el turismo de salud parece una consecuencia lógica en estos tiempos, cuando Cuba ha demostrado otra vez su capacidad y alcance mundial, con ejemplos concretos incluso en Europa.

Se requiere multiplicar la sostenibilidad energética de toda la oferta turística y de todo el país, perfeccionando lo que ya se viene haciendo para llegar a elevar el grado de perfeccionamiento ecológico de su funcionamiento. Es preciso transformar el servicio de transporte interno para llevarlo hacia las energías renovables. Si el viaje a Cuba se hace por avión, el medio de transporte que emite más gases contaminantes, al menos hay que contribuir con un transporte interno ecológico.

Se debe reconsiderar la política aérea. La experiencia ha demostrado que resulta extremadamente difícil mantener una flota aérea propia mientras se mantenga el férreo bloqueo económico de EE.UU. contra la nación cubana. Es necesario negociar, con principios y objetivos bien definidos. Parece impostergable la participación de la inversión extranjera y de la operación de compañías aéreas en el país.

El sistema salarial y el sistema de retribución y estímulos para el turismo son los más bajos del país. Esta es una demanda muy fuerte entre los trabajadores del sector. Sin esa mejoría no podrá alcanzarse la calidad en los servicios a que estamos obligados para competir con el resto de los destinos del área.

La pequeña y mediana empresa, tanto estatal como cooperativa o privada en el sector, debe orientarse hacia donde más necesaria y efectiva pueda ser, empezando por el nivel local, pero sin desconocer su papel a nivel nacional, donde sea necesaria.

Hay que rehacer el sistema empresarial estatal, en particular eliminar las organizaciones superiores de dirección empresarial (OSDE) que no han sido generadas por una necesidad de su gestión y funcionamiento, sino por la inercia de pensamiento que copia formatos ajenos. Los grupos hoteleros con ajustes constituyen  organizaciones naturales del sector, fundadas desde hace más de 20 años en casi todos los casos. Pero el resto debe ser revisado sin prejuicios, con mente abierta, buscando únicamente la necesaria independencia total de las empresas que se desarrollaron naturalmente en el ecosistema turístico nacional, como las agencias de viajes, cuyas sólidas marcas han resistido todos los cambios, pueden recuperarse y, más importante aún, rehacerse para adaptarse a los nuevos tiempos. Asimismo ocurre con el encadenamiento de servicios con el sector privado, cuyo valor agregado hará la diferencia, y enriquecerá la experiencia de cada turista que llegue al país y de nuestros clientes domésticos.

La impostergable informatización del sector conlleva utilizar una fuerza laboral, tanto en el sector estatal como privado, que, bien remunerada, puede ser capaz de producir milagros, siempre que tengan el estímulo suficiente, los recursos y la libertad necesaria. Hay que convertir a toda Cuba en un ¨destino más inteligente¨, no solo por informatizado, sino porque su aplicación se haga enriqueciendo nuestros valores, nuestra solidaridad, hospitalidad, cultura popular, cubanía.

Un reciente estudio de Miguel Figueras recomienda mejorar la atención al segmento del mercado conocido como “cubanos residentes en el exterior”. Por mi experiencia durante buena parte de mis 10 años en Havanatur a cargo de la operación aérea y la oferta de servicios de todo tipo a los cubanos que viven en EE.UU. o viajan a ese país, estos representan 70% del total de visitantes norteamericanos cada año. Aunque la politiquería electoral del actual Presidente de EE.UU. anunció el cierre de los vuelos chárter privados a Cuba, el efecto de la medida apenas incide sobre los vuelos entre ambos países, pues no incluye a los chárter que constituyen transporte público, cuya participación, antes de la interrupción por la pandemia, equivalía al 30 % del mercado, aun después de la entrada de las líneas aérea regulares desde 2016. El impacto de este anuncio sobre los clientes de estos vuelos, sin embargo, resulta negativo, y ejemplifica cómo la manipulación política en las relaciones con Cuba deforman ese mercado. Como ha indicado Figueras, así como hemos hecho otros expertos durante 20 años, asumir a los cubanos como un segmento de mercado, cultivarlo y potenciarlo en las infinitas oportunidades que brinda es una necesidad.

Para concluir, hago hincapié en la urgencia de actuar con audacia, e incidir sobre los que tienen miedo natural al cambio, y sumarlos a la reforma, pues aunque su visión y actuación más conservadoras puedan contrapesar cualquier exceso, no deben frenar los cambios. Se requiere rebasar a los que defienden sus cargos por interés personal, extirpar la simulación y la corrupción, para hacer que el turismo cubano entre realmente en un “cambio de época”, junto con toda la economía, y pueda insertarse en la evolución del turismo mundial.

 

 

 

 


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