Este trabajo es parte de la serie de Catalejo La cultura en defensa de la nación
El nombre de la serie La cultura en la defensa de la nación incluye al menos un par de términos diferenciables: defensa de la nación y cultura. En ese sentido, ¿cuál es la mirada que tienes respecto a la cultura, la amplitud o estrechez que le das; y al mismo tiempo cómo conecta con la defensa de la nación?
Israel Rojas: Se puede ser cubano desde una perspectiva estrecha o cubano desde una perspectiva más amplia. Lo cubano integra desde una manera de caminar, de comportarse, de alimentarse, una cosmovisión muy particular incluso dentro del contexto caribeño –en el cual no siempre se reconoce, pero sin duda alguna no puede salir porque somos caribeños; lo caribeño visto como lo mestizo, como lo integrado, como lo insular también– y no necesariamente tener un compromiso con la nación. Lo ideal es que fuese así pero ya sabemos que no siempre es así. Con lo cual la cultura en sí misma tiene una vida propia. Aunque parezca contradictorio, no necesariamente la cultura tiene siempre una posición de defensa de la nacionalidad, aunque parezca en sí misma una contradicción porque, cuando tú eres portador de esos valores y no te los puedes quitar de arriba porque son parte inherente de ti, sin querer la estás defendiendo.
La nación es algo mucho más abarcador, desde mi punto de vista, que integra lo cultural –sin duda alguna– pero también sobrepasa eso. No soy exactamente un especialista en etnología ni en sociología, pero digamos que en mi visión estrecha de qué cosa es cada uno quizás no podría explicarlo con palabras técnicas, pero sí sé diferenciarlo en mi interior. Creo que hay una manera de profundizar en la propia cubanía particular de uno como ser humano en la medida que uno conoce más al país, en la medida que uno está más al tanto de todas las diversas emociones que generan los diferentes estratos sociales que componen esta manera de ser cubanos… Es lo mismo y a la vez es muy particular el baracoeso comparado con el pinareño, somos distintos también un cubano negro y un cubano blanco, un descendiente de taínos como yo y uno que no se reconoce como tal y, por supuesto, un cubano que hoy reside en Cuba y otro que no, e incluso –¿por qué no?– los que se sienten culturalmente cubanos aunque no hayan nacido en Cuba y sean hijos de padres cubanos. En la medida en que uno profundiza y se entera de toda la policromía que conforma eso que se le llama «cubanía», creo que se vuelve un poco más cubano; incluso en la medida que conoce comidas que son nuestras y tú no sabías que podían ser nuestras, que las incorporas, que las saboreas, que las vas integrando a ti.
Por otro lado, creo profundamente que una nación como la nuestra que ha estado tanto tiempo bajo asedio, ha estado tanto tiempo tratando de existir, de ser una nación en resistencia, eso en sí mismo provoca también una manera de ser cubano, impacta más temprano que tarde en la manera en que somos los cubanos.
Creo también que ese país que nos inventamos, que soñamos, que se dibujaron en la cabeza cada uno de los que en el pasado formaron parte de una vanguardia que imaginó, que soñó y preconfiguró un país en el que, siento yo, el socialismo puede ser un sistema para que no quede nadie desamparado, y no quede nadie fuera de la ecuación del «con todos y para el bien de todos» martiano –que no fue un hombre socialista pero lo conecto con la vocación que él tenía de echar su suerte con los más desfavorecidos–; esa manera de preconfigurar el mundo, esa cosmovisión como cubano también nos define y nos hace ser como somos.
Entonces, yo creo que definitivamente Fidel tenía razón cuando dijo que la cultura era el escudo y la espada de la nación. La cultura es parte de ese entramado que conforma la defensa de la nación. Es mi humilde punto de vista.
Me parece muy interesante que al hablar sobre la nación, un concepto amplio, un concepto unificador, hayas insistido en la diversidad. ¿Por dónde se articularía eso: la diversidad de cómo se piensa lo cubano desde diferentes puntos de vista, desde diferentes formas de existir, con un proyecto mucho más amplio como el nacional?
IR: Creo que esos conceptos patrióticos, que vienen de la historia cubana, son elementos bastante fuertes a la hora de conformar y de articular esa diversidad. Para mí es muy ilustrativo, aunque pueda parecer casual, que la historia tejió con hilos de gloria el propio azar de que Martí haya caído en Oriente y que Maceo haya muerto en La Habana. Cuando tú metes la mano y sientes que cuando se habla de Aponte puede ser un negro de Santiago de Cuba, de Songo La Maya, de Guantánamo, construidas en el imaginario de la gente como regiones de alta densidad de población negra, y que Aponte que era habanero, occidental, puedes hacerlo parte de tu propia historia. Encuentras ahí sedimentos muy fuertes de unidad nacional.
La formación de la nacionalidad cubana ha estado muy vinculada a esas aspiraciones de ser libres, a esa realidad de siempre tener un antagónico que te confronta, un antagónico que te impide, un elemento externo que te reta, y eso se fue insertando en la propia manera de ser cubanos: el virus de pensarnos cómo seríamos si… No sé cómo expresarlo mejor: lo aspiracional. Siempre hemos tenido una manera de concebirnos: cómo seríamos si no fuese de tal o mascual manera. Yo no sé si todas las naciones serán iguales, pero en el caso cubano, que los principales próceres, que las obras literarias, que nuestras obras musicales más trascendentales –las de esa vanguardia cultural, política, filosófica incluso, en fin, de pensadores– no solo hayan recreado su tiempo, sino pensado la Cuba del futuro… Fíjate que un hombre como José Antonio Saco que era tan proespañol hizo tanto por mejorar su propio entorno, hizo tanto por la Cuba que podría ser que hasta él, siendo un español todavía, es parte fundacional de la Cuba que vino después.
Yo creo que ahí existe un elemento muy unificador. Esos elementos aspiracionales están en nuestra propia historia, en nuestros propios cimientos como nación. Quizás por ahí venga la cosa, porque es realmente muy interesante, incluso geometralmente somos distintos: los pinareños tienen un tumba´o, los orientales tenemos otro tumba´o, la gente de aquí de la sabana Habana-Matanzas, incluso hasta Villa Clara, tienen otro tumba´o que no tiene el habanero, en el propio Oriente los tuneros, granmenses y holguineros no hablan igual que el santiaguero, el guantanamero o el baracoense. Somos distintos en eso, tenemos unas cuantas particularidades que nos distinguen. Sin embargo, y a pesar de que esos propios factores de regionalismo llegaron –como todo el mundo sabe– a ser definitivos para la derrota de aquellos primeros intentos libertarios, yo creo que fue bueno que se reconociera que esos provincialismos estériles nos desunían y no nos hacían bien.
Creo que aquí hemos estado más separados por estamentos de clases que por temas regionales. A la larga, digamos, los temas económicos han sido y siguen siendo más definitivos a la hora de enfocar la unidad nacional que, por ejemplo, el tema de dónde naciste. A tal punto que se puede reconocer a un cubano, a alguien que se diga que es cubano aunque sea extranjero, aunque sea nacido en otro sitio, siempre y cuando respete, se parezca y actúe conforme a como lo debe hacer un cubano. Fíjate tú qué cosa tan tremenda y qué cosa tan bonita. Un guanabí [wannabe] podemos decir nosotros perfectamente que es tan cubano como el otro, sencillamente porque quiera serlo. Y lo asumimos, lo abrazamos y lo acogemos. Eso me parece tremendo. Lo veo así. Puede estar por la historia, y en esa capacidad de soñarnos cómo seríamos todos si fuese de otra manera, si fuésemos lo que todavía no somos.
Tú manejabas la idea de en qué medida ha sido un elemento unificador, en qué medida ha calado en nosotros, la condición de ser una nación bajo asedio, una nación en resistencia. Me parece que hay una arista que tiene que ver con la resistencia desde el punto de vista cultural a los intentos de imponer una cultura hegemónica a nivel internacional. ¿Tú crees que hoy somos más o menos vulnerables frente a estos intentos y por qué?
IR: No sabría precisarte si somos más o menos vulnerables. Lo que te puedo decir son las fortalezas y las debilidades que yo veo.
Las fortalezas que tenemos parten, en primer lugar, de la educación. Yo siempre digo que nuestras pirámides de Egipto y nuestro Empire State, las grandes obras, no siempre son tangibles, son espirituales. Que del 1ro. al 5 de septiembre, dependiendo del año y el día que caiga, comience en este país el curso escolar para todos los niños, de San Antonio a Maisí sin importar credo, raza, región, y que sea como algo ya natural que un niño aquí a lo siete años sepa leer y escribir es una fortaleza. Cuando a mí se me ocurrió hacer Pi 3,14 fue con la absoluta convicción de que un muchacho en este país, de 15 o 16 años, sabe qué cosa es Pi 3,14; incluso los que están poncha´os en Matemática manejan el término, tuvieron que pasar por ahí. Entonces, un país que tiene esa fortaleza está un poco más preparado para tener conciencia.
Este es un país también muy politizado. Es un país que tiene todavía estamentos importantes de la sociedad cubana que son muy politizados, que les gusta la política, que les gusta la reflexión política, que le gusta la filosofía, que le gusta explicarse el porqué del mundo. Creo que todavía tenemos una masa crítica muy importante que es la que sostiene, por ejemplo, el teatro. Me resulta increíble, maravillosamente positivo, que una obra como Hierro sea un éxito de taquilla. Me parece fabuloso. Como me parece fabuloso que los festivales de jazz gocen de una tremenda salud; con todo y los problemas que tenemos en la lectura que se mantenga la Feria del Libro; con todo y los problemas que tenemos aquí con el mercanchinfleo que la Bienal de La Habana siga siendo un convite de las bellas artes, que el Festival del Caribe sea en Santiago una fiesta de pueblo. Que incluso hayan surgido eventos regionales como las Romerías de Mayo, que ya sean tradiciones, nuevas tradiciones o al menos eventos culturales ya tradicionales de cada uno de los territorios, habla muy bien de nuestras fortalezas.
No así, siento yo, en asuntos como la política de cuadros que en este momento es fatal. No diría que fatal, pero sí bastante alejada de las necesidades que tenemos. Una política de cuadros que no está priorizando a nuestra mejor gente en los mejores lugares. Eso, un país como Cuba no debía permitírselo, porque la guerra que nos hacen es demasiado fuerte y grande como para permitirnos seguir creyendo que la gente aquí es reciclable: «no te preocupes, sácalo, mete la mano y saca otro ahí». No es así. No funciona así.
Hace poco escuchaba una de las pocas cosas que me pareció objetiva, muy objetiva en ese sentido, se la escuché decir a Alejandro Gil el ministro de Economía cuando decía que los empresarios en Cuba debían tener un margen de riesgo, y un margen de riesgo equivale a un margen de error. Entonces, si reconocemos que en la economía es imposible no tener un margen de error, por qué pensar que en la política un político arriesgado, un político que intente cambiar las cosas, un político o un funcionario, no se va a equivocar en algún momento. Y nosotros muchas veces creemos que tenemos una fábrica de cuadros ahí y la vida nos está demostrando que no es así. No es así. No tenemos a la gente más idónea ocupando los puestos donde son más útiles, o cuando los ponemos dejamos que se achicharren ahí y después: «es que no teníamos a quién poner».
Nos ha pasado factura. La generación histórica por supuesto ha hecho una labor inconmensurable, pero eso también ha tenido una parte no siempre tan positiva, y es que tenemos compañeros que llevan demasiado tiempo en posiciones que posiblemente evitaron el surgimiento de nuevos cuadros y de gente que podía ejercer esa función con pericia.
Con esto de la nueva constitución y de los términos que ha puesto a las fechas y duración de los mandatos, yo creo que hay mucha gente que todavía no se da cuenta que la presidencia de Díaz-Canel tiene los días contados. Tiene los días contados porque tiene un término a su mandato. Deberíamos estar pensando y evaluando quiénes son los funcionarios que mejor lo están haciendo. Porque no sé si nos damos cuenta de que a Díaz-Canel nos lo propuso Raúl, además con bombo y platillo, diciendo que era el que había sobrevivido, pero esa política del espermatozoide no nos va a funcionar toda la vida. Además, a mi juicio, es suicida porque quizás en ese proceso hubo gente muy buena que desechamos porque supuestamente se equivocaron, pero esto no es una carrera, no podemos aplicarle a la dirección en cada uno de los estratos de nuestra sociedad una política del espermatozoide. No funciona así. Tenemos que formar gente, tenemos que preparar gente, pero debemos tener en cuenta que somos responsables, que en cualquier momento la vida da una vuelta y eres tú, si eres el que está preparado, el que va a asumir esta tarea por mandato popular público.
Ahí tenemos una deficiencia no tan valorada para los retos enormes que enfrentamos como nación, porque una nación la salva o la mata su mejor o su peor gente. Este país tiene muestras de eso. Este país fue uno con Martí y otro con Estrada Palma. Y yo no tengo nada en contra de Estrada Palma desde el punto de vista moral, fue presidente de la República en Armas, está el mito –no sé si documentado o no, no soy historiador– de que fue un hombre que no robó, pero la claridad de sus ideas no era la de Maceo, no era la de Martí, no era la de esa primera generación que luchó por la independencia.
Esto para mí es importantísimo para cada teniente y cada capitán, cada Intendente y cada Gobernador, cada hombre que ocupa una responsabilidad en una dirección de cultura, en la radio, o en la televisión. Porque lo que está pasando es que nuestra mejor gente ya tiene hoy maneras de cómo destacarse en otros frentes y después, casi siempre, cuando se destaca en otro frente lo hace fuera de como nosotros hemos concebido que se debe organizar la sociedad para el bien de todos. Y después lo que se forma es un cortocircuito porque tenemos a Fulano que es súper capaz generando una actividad determinada y otro, que no siempre es tan capaz, de hecho no es el más capaz, en una función de dirección y ahí se forma un cortocircuito.
Yo creo que es utópico eso de que el hombre no aspira, eso suena muy bonito pero está fuera de toda lógica de la psicología social y de la psicología personal. Es importante reconocer que ahí tenemos un problema: en cómo nos organizamos con nuestra mejor gente, gente preparada, gente de 100. Ya tenemos gente de 100 que se nos va del país, ¿significa eso que vamos a construir el país con la gente de 60 puntos? ¿Somos los que nos quedamos los de 60 puntos? No, aquí hay mucha gente de 100 que se quedó. Lo que no puede ser es que la gente de 100 que se quede no esté en los puestos en que verdaderamente podían hacer que este país avance. Todo el mundo sabe aquí que eso marca la diferencia. Ese es un problema que tenemos y esa es una debilidad, para mí, importante que tenemos.
Y otra debilidad importantísima que tenemos en lo político, porque en lo económico tenemos muchas debilidades empezando por el bloqueo que nos hace un daño tremendo, otro problema que yo siento que hay es el de la revolución tecnológica que nos está impactando y nos va a seguir impactando. No podemos escapar de eso.
Así como la Revolución Industrial transformó el mundo, la tecnológica lo está haciendo. Este siglo cuando termine no va a ser el mismo después de la llegada de internet, la 5G, lo que venga detrás de la 5G, porque eso va a seguir para allá, esto sigue para adelante, no se detiene.
¿Estamos preparados para entender ese proceso? Hasta qué punto realmente aquellas barreras culturales que eran resistencia cultural, porque la información llegaba con calma, porque te daba tiempo a prepararte, ahora llegan más rápido, muchas veces científicamente elaboradas, muchas veces –como acabamos de ver en el libro de Illescas–[1] con la mayor cantidad de libras de ciencia para clavarte la hegemonía mundial bien estructurada, quirúrgicamente… O aprendemos esas mismas técnicas para salvarnos como nación, o sencillamente nos va a tragar. Es que cambiaron las circunstancias. Nos va a tragar como en su momento los fusiles de los yanquis acabaron con las tribus indias, porque no se puede defender una comunidad con arcos y flechas en tiempos de fusiles.
Por eso te dije que yo, honestamente, no sabría decirte hasta dónde estamos preparados para esto. Tengo confianza en las cosas que hemos hecho bien, de cómo llegamos a este momento de la historia; pero tengo profundas preocupaciones. Tenemos muchos problemas subjetivos que resolver entre nosotros primero. Esta es una nación que ha demostrado que ante la agresión externa se une, eso no me preocupa. Me preocupa que nosotros no somos capaces de organizarnos mejor y son muchas más las veces que, por organizarnos mal, nos ha ido peor que las veces que el enemigo externo nos coge la delantera.
Creo que hay un fenómeno demasiado grande, una revolución tecnológica demasiado grande con intereses hegemónicos, y nosotros debemos comprender que si no nos preparamos vamos a terminar siendo una bonita anécdota histórica: «una nación que se enfrentó al Imperio hasta que bueno, ya por fin, el gran Imperio venció». «¡Duraron cien años!, pero a la larga se jodieron». Eso espero no tener que verlo, al contrario, espero que esas maravillosas ideas en que ha terminado siendo Cuba cuna, la esencia de ese paquete de ideas maravillosas de solidaridad, de amor por el prójimo, de respeto a los seres humanos, a los seres vivientes no solo humanos, de cuidado por la naturaleza, de conciencia social, de ponerme en el lugar del otro, espero que esas ideas que son nuestra verdadera fortaleza, no solamente nos hagan invulnerables a todo este lío sino que permitan, quizás ser la chispa, que incendie toda esa hegemonía del capital y generar una contrahegemonía de la solidaridad.
Tú has hablado de diferentes manifestaciones artísticas. Mencionaste Hierro como un éxito de público, mencionaste algunos eventos artísticos, en ese sentido ¿cuál es el papel que tienen los artistas e intelectuales en toda esa batalla?
IR: Obviamente tienen una labor fundamental. Los artistas e intelectuales tienen una labor fundamental. Para empezar, no es por gusto que los congresos de la Uneac se han vuelto un congreso de la nación. Por fortuna. En un congreso de la Uneac lo mismo tú oyes hablar de transporte que oyes hablar de la natalidad, y obviamente de educación. Yo he escuchado hablar más en los congresos de la Uneac de educación que… no podría decir que en un congreso de educadores, pero casi con la misma fuerza. Ayudamos en ese proyecto de imaginar un país mejor y esa capacidad de imaginar un país mejor, como te dije, creo que es un elemento que –a lo mejor lo digo por ser creador– me parece distintivo del país que somos.
Cada vez que hay un artista de la plástica, del cine, incluso un artista culinario, remezclando nuestros sabores o generando una obra crítica del contenido que sea, profundamente cubana en esencia, humanista y enaltecedora, de esas obras que cuando tú te miras en ellas te puedes ver, te puedes ver como país y probablemente te puedan ver también tus hijos y tus nietos, estamos soñando ese país, estamos defendiendo ese país, estamos construyendo ese país, estamos generando un ideario, o estamos complementando ese ideario, estamos haciendo política, sin duda alguna, por eso yo defiendo que es imposible divorciar una cosa de la otra, aunque por supuesto con esto dé herramientas a los que me adversan para matarme, pero es que es imposible. O sea, yo no podría ser tan hipócrita de decir que el arte y la política no tienen nada que ver; por supuesto que tienen que ver, van de la mano como uña y carne. Uno es parte del otro y se retroalimentan. El papel de los artistas e intelectuales en Cuba no solo basta con reflejar, con denunciar, con soñar, me parece que es todo eso y además la posibilidad de dejar una huella a la generación posterior. Es como pasarse un batón enriquecido.
Así lo veo, así me parece. Porque además es difícil que hoy alguien pueda decir que salió así de la nada. Nadie viene de la nada. Todos somos herederos de una obra riquísima, de todo lo que se hizo antes. En la música, por supuesto, yo me considero obviamente un heredero del movimiento de la Nueva Trova, un heredero de la generación de Santiago Feliú, de Carlos Varela, de la «Generación de los topos» y de otros que no eran tan topos como por ejemplo Mezcla, Síntesis, con esas primeras experimentaciones cuando yo era un chamaquito, pero eran experimentaciones que yo escuchaba, más el rock y todas esas cosas. Eso termina más temprano que tarde influenciándote.
Y otra cosa importantísima es que Cuba, al ser una isla tan caribeña, tiene la capacidad de procesar lo que viene del exterior que no es inherente a nuestra cultura y hacerlo nuestro. Lo mejor de lo que viene de fuera… bueno, a veces también lo peor, pero a la larga queda lo mejor. Incluso lo mimético puede tener un éxito de mecha corta, puede ser funcional en un momento, pero fíjate que hasta los artistas que en su momento han defendido con más radicalidad un género determinado terminan dándose cuenta que seguir por ese camino de lo funcional, la mecha corta, es suicida. Y casi siempre sucede que hay una búsqueda, una experimentación, que hay una fusión con toda la herencia cultural que está ahí, que te está tocando la puerta y te dice «¿ya disfrutaste tu momento de fama? Este es el momento de virar para atrás, de remezclar». Si quieres de verdad trascender, ya no trascender en el mercado o en las grandes industrias culturales, trascender con tu arte, que cuando pasen los años la gente vuelva a poner un disco tuyo en un mp3 y diga «eso se diferenciaba de aquello»… Por eso NG La Banda es un clásico y, aunque reconozcamos que tuvo mucho éxito, no es un clásico El Médico de la Salsa. No es un clásico, no va a ser un clásico de la cultura cubana. No estoy hablando de una posición ideológica, estoy hablando de una obra, de hechos. Todavía tú pones los discos, comparas, a lo mejor estoy siendo injusto porque son fechas que convivieron pero no son exactas, pero esa es la misma época de Y qué tú quieres que te den de Adalberto… cuando tú pones esas obras parece que mientras más pasa el tiempo mejor suenan, y tú pones las otras y te ríes, «ahhh, ¿te acuerdas?», pero no pasa de lo anecdótico. Porque lo hermoso que tiene lo artísticamente bien elaborado es que es imperecedero, y lo tremendo que tiene lo elocuente de mecha corta es lo rápido que otro dice algo más elocuente que tú y lo tuyo caducó, murió, expiró porque el tiempo lo devoró.
Hay una cosa que me llama la atención y quisiera escuchar tu opinión. Tú has hecho énfasis en el sentido común de las personas y en la subjetividad de la gente, y al mismo tiempo has hablado de una herencia cultural en los artistas y los intelectuales. Se viene de una herencia cultural pero hay un cambio de contexto, de condiciones, ¿cómo tú logras conectar desde esa herencia con el sentido común de la gente, con la subjetividad, que al final es una cosa que se busca también de alguna manera?
IR: Claro. Tú no vives del pasado. El pasado está ahí para revisitarlo, para aprender de él, para sacar las lecciones. Había un spot que tenía Radio Rebelde que a mí me encantaba, decía «los autos tienen el parabrisas grandes para ver lo que viene, y los retrovisores pequeños para ver el pasado». Aquí es importante que nunca perdamos de vista que el futuro, el ahora y el mañana, están ahí para vivirlos, para sufrirlos, para pensarlos, para preconfigurarlos desde el arte, desde la imaginación como te decía, pero también para acompañar a la gente en su día a día. Esa es la fuente nutricia creo que fundamental de cualquier arte que se pretenda serio. La herencia está ahí para que tú, en lo formal, en lo referencial, lo uses y probablemente lo revisites en su contexto con la técnica creativa que tú uses para decir cosas nuevas. Pero lo nuevo tiene que estar ahí, porque los comportamientos sociales de hoy, la sociedad cubana contemporánea, tiene varios impactos: tiene el impacto de una crisis económica prolongada, tiene el impacto –por supuesto– que ha provocado esa crisis prolongada en un descenso en algunos niveles de la calidad de la educación; bueno, el impacto también de las grandes industrias culturales que termina llegando con sus productos y nosotros no estamos aislados del mundo; tiene el impacto de las nuevas tecnologías, el cubano de hoy se parece al de los años ochenta pero no es igual que el de entonces.
Además, los resultados de nuestras propias políticas educativas y culturales ya están aquí, y esos resultados a veces son maravillosos pero no siempre son maravillosos. Te pongo un ejemplo. Mira todo el esfuerzo y la labor tremenda que hemos hecho en el sentido de la liberación de la mujer, en el sentido de darle a la mujer toda la dignidad, toda la libertad; y resulta que muchas veces hoy se enfrenta con la sexualización excesiva, por ejemplo, de la industria cultural. Cuando tú mezclas una muchacha liberada, una muchacha que ha crecido en un hogar liberado, que no tiene esos prejuicios de virginidad, que tiene derecho al aborto –que son cosas súper positivas– lo mezclas con la sexualización excedida que tiene este mundo de los videoclips, estos productos, estos contenidos, le pones Internet al lado y lo que puede salir es una bomba. Estás reproduciendo un patrón machista y de cosificación de la mujer. Parece una contradicción. Eso lo estamos viviendo. No es nada que esté diciendo yo que no esté pasando. Está pasando ahora mismo.
Entonces, las ecuaciones no siempre salen como tú las esperas y eso te cambia la dinámica de cómo son los comportamientos. Eso modifica los comportamientos en que se relaciona la gente, en que se enamora la gente, cuáles son los conceptos de familia, de sexualidad, de fidelidad, de moralidad; si no lo estudias a diario, si no lo palpas a diario, si no lo sufres a diario, no lo vas a poder cantar consanguíneamente, te va a ser muy difícil que ese país que estás contando tenga que ver con el país en que estás viviendo. Y eso es muy importante: que la cultura proyecte, imagine, pero sobre la base concreta de lo que se está viviendo, desde la vida verdadera. Es como un árbol, sus raíces deben estar bien profundas en la tierra para que verdaderamente pueda crecer, dar flores, y cuando venga un ciclón no se caiga. No sé si respondí su pregunta, pero lo veo así, que es muy importante ese compromiso con el día a día porque además, yo siempre lo digo, uno como creador no puede parar.
Yo una vez le escuché decir a Alfredo Guevara que él no concebía a un artista, digamos un cineasta, que no tuviese un nuevo proyecto. Yo como creador sí sé que muchas veces no tengo un nuevo proyecto. Lo que no me puede pasar es que como creador, si no tengo un nuevo proyecto no esté preocupado por eso, estudiando, investigando, para armarme un nuevo proyecto.
O sea, debo estar en algún momento de la creación: la concepción, o puede que incluso el estudio. No estoy creando nada pero estoy estudiando, y estudiar no es solamente meterse en un libro, es ver el nuevo cine cubano que hacen los muchachos de la Famca, tratar de entender por qué hacen ese cine, tratar de entender qué pasa en diferentes zonas de este país, no solamente en La Habana o en tu barrio, y eso lleva un trabajo, eso lleva una inversión incluso, eso lleva un preocuparte por leer la prensa, por leer los medios alternativos que hoy por fortuna luchan por tener su propio impacto, por tener amistades que vivan en otro contexto y te cuenten la realidad desde su perspectiva –que siempre será subjetiva– pero vas a tener más claridad de lo que ahora está pasando en Camagüey, por ejemplo, si conoces a alguien que vive allí y te cuenta cómo se está viviendo la escasez de combustible en Camagüey, o el precio que tienen los camiones que van para los municipios… o sea, tú tienes que vivir preocupado por eso. Si no estás preocupado por esas cosas que parecen minucias, tu arte no se va a parecer a la gente y ahí estás muerto, ahí tu arte comienza a perder contacto con la vida, con la realidad, y te puedes quedar en una etapa reciclando las viejas temáticas que te dieron éxito. Siento que eso es triste y es lo peor que le puede pasar a un creador.
Hace poco leí un artículo que criticaba un disco de un creador que quiero mucho, que decía que el disco no decía nada nuevo, que mejor se hubiera quedado callado o algo así. Yo trato por todas las vías que eso no pase, que cada disco sea un viaje nuevo, y que tenga nuevas historias y nuevas visiones, y sin dejar de ser los mismos ser otros, porque somos más viejos, somos más maduros, hemos sufrido transformaciones, soy padre, tengo nuevas preocupaciones; o sea, confronto la vida desde otra ventana de mi propia vida, de esta casa que es la vida, confronto desde otro balcón la vida. Entonces uno trata que cada disco sea un viaje. No siempre se logra, pero al menos intentamos que así sea. Y es lo que me parece que como creador nos compete.
Luego descubrí que la condición artística no es perpetua. Un libro que me estudié, un libro viejo de esos, El derecho al trabajo de un autor inglés, creo que Thomas Hobbes, ahí fue la primera vez que leí aquello. Cuando hablaba de los contratos laborales decía que todos los contratos laborales del artista deben ser temporales, porque la condición artística no es perpetua. El arte es sublime como no lo es la artesanía, pero no subestimemos la artesanía; la artesanía es un oficio, el arte no. El arte lleva oficio, obviamente, y el oficio del artesano lleva mucho de arte, pero el artesano viene de una tradición de hacer y el artista no necesariamente. Por eso al artesano hazle un contrato a cinco años y al artista cada dos, porque si no te va a trabajar los primeros dos años y los otros tres no te va a trabajar. En aquel momento aquello me resultó raro, escandaloso. Hoy lo entiendo perfectamente: la condición artística no es perpetua. Tú puedes seguir haciendo conciertos, pero como creador, no. La condición de creador hay que salir a buscarla, hay que salir a guapearla, hay que salir a concebir, a ir como investigador o como cualquier cosa que implique sintetizar, interpretar, como actividad creativa. Es un ejercicio de síntesis, de percepción, de apreciación, de cavilación, de documentación, si quieres hacer una cosa seria, y de emoción también, por supuesto, todo eso tiene que pasar en algún momento por la emoción. Entonces sale eso que después le vas a proponer a la gente. Esa labor es fundamental. El artista es un nervio social.
Finalmente, ¿tú sabes que el blog de Temas se llama Catalejo? Cuando repasaba el cuestionario recordé Catalejo, no solo por el nombre del blog de Temas, sino por la canción. Hemos estado hablando de la idea de la defensa de la nación, pero esta última pregunta va en el sentido de ¿cómo podemos evitar que esa defensa de la nación desde la cultura se convierta en atrincheramiento?
IR: Yo creo que en la medida en que tiren de nosotros más ese pequeño grupo de verdades que caben en el ala de un colibrí, como decía Martí. En la medida que ese pequeño grupo de verdades tiren de nosotros más que la defensa a ultranza de una posición, en la medida en que no olvidemos que la dialéctica es una herramienta no solo para el pensamiento sino también para la construcción social, en la medida en que tengamos claro que cualquier defensa de lo que tú quieras pasa necesariamente por ese mecanismo de ponerte en los zapatos del otro, estaremos evitando eso.
No siento otra manera. Porque es cierto que muchas veces hay que atrincherarse, muchas veces hay que recogerse y decir «oye, por aquí no» porque como bien han dicho nuestros próceres cualquier proyecto tiene la necesidad de defenderse, tiene el derecho a defenderse. Eso lo tenemos claro. Pero no a costa de que la defensa se vuelva una leucemia. El sistema inmunológico de la sangre, los glóbulos blancos, está concebido para combatir las enfermedades que vienen de fuera y las que genera el propio organismo, pero no pueden superar en número a los glóbulos rojos porque lo que pasa es que eso te afecta a ti mismo. Tenemos que evitar la leucemia a toda costa.
La pregunta es, todos sabemos qué tenemos, ¿cómo se hace para enfrentar el problema? Para mí, repito, está en la ética que tanto defendía Cintio Vitier y de la que tanto habló Martínez Heredia, que hablaban de la ética como imprescindible en un proceso de construcción ya no solamente socialista, sino de construcción humana, una ética basada en valores como el humanismo; esas cosas para mí son fundamentales.
Obviamente no es tan fácil, la verdad es que no es tan fácil. Pero el día en que tú sepas que te toca, por ejemplo, decir un «No» en defensa de una mayoría, pero pierdas de vista que ese «No» también afecta a otros que estamos dentro de esa mayoría y tú no busques la manera de palear que ese «No» a lo externo, sea menos doloroso para quienes más lo van a sufrir a lo interno, porque te duele; el día que es un «No» y no te duela, ese día nosotros estamos fritos. Por eso es tan importante la sensibilidad, el escoger la gente que le va a tocar liderar esos procesos. Yo insisto en eso porque siento que somos un país de gente muy inteligente, y me entristece mucho cuando no tenemos a la gente mejor preparada en el lugar y momento correctos para liderar procesos que son fundamentales. Una gente preparada, motivada, en el momento correcto ante una tarea determinada te la resuelve rápido, te genera cohesión, te genera comprensión, te genera flexibilidad, en resumen, te resuelve el problema. Nos ayuda a todos a resolver el problema. Esos personalismos, «Fulano me va a resolver el problema», no pueden ayudar a que entre todos nos organicemos para resolver los problemas. Pero cuando tú promueves una gente que no es así, es retardataria, probablemente vuelve el proceso contra sí mismo. Ha pasado, hemos tenido compañeros que tratando de hacer una cosa bien la terminan haciendo muy mal y han terminado poniendo a la propia gente en contra de cosas que les pueden hacer bien a ellos mismos. Leyendo en estos días lo que pasó en Bolivia, vi lo que Evo Morales le confesó a Página 12 o a no sé qué periodista, le decía «Nunca valoramos del todo la necesidad de la creación de nuevos líderes».
Fíjate si es importante la formación de cuadros en una perspectiva nueva, en una perspectiva de cara al futuro, de cara a lo que estamos viviendo: hoy nuestros líderes no necesariamente son los que estamos formando en las escuelas y en los centros de capacitación de cuadros. La pelea hoy es a pensamiento. Debemos tener un equipo Alfa al rescate a pensamiento. No puede pasar que nos metamos dos o tres años para empezar a dar Educación Audiovisual en las escuelas, si eso es ya una realidad. Tener a un especialista hablando de las redes sociales con los padres en una escuela no puede ser una cosa de un sábado por la tarde, de un viernes a las cuatro de la tarde. Eso es una cosa que nos está preocupando ahora. ¿Por qué no nos damos cuenta? Porque la gente que está dirigiendo esos espacios no les da importancia. Son gente buena, con años de experiencia, pero no entienden, todavía no lo ven.
A mí me resulta interesantísimo cómo una cosa que puede estar postergada hace cuatro o cinco años pasa hasta el día que el tipo va, el tipo que tiene que ir, va, se sienta y hay fango; tres días después: pavimentado tal lugar. Está mal. Pero eso se elevó hace varios años, y reuniones, más reuniones, ahí se va perdiendo la cohesión social. Un delegado de circunscripción o un administrador de empresa lleva tantos años diciendo eso y no se resuelve, que cuando llega el tipo se resuelve, eso es desmoralizante. O crea ese falso espejismo de «trae a Fulano para que se arregle». Esto hoy, para nuestro proyecto, es un asunto grave. Porque yo creo que la gente para liderar esos procesos la tenemos. Alguien nos contó que una vez le dijeron a Martí: con ese saco de tareas que tú tienes, ¿cómo te haces para abarcarlo todo? Además, con gente refunfuñona, con gente que viene y te increpa y te dice que no entiende… Y Martí dijo: dale una tarea. Muchas veces lo que va a ocurrir es que se va a comprometer con la tarea, va a estar a todo lo largo del proceso y además lo vas a poder probar. Nosotros necesitamos eso, necesitamos darle tarea a nuestra gente más capacitada. Eso es de una importancia vital, ese proceso de repensarnos.
Esa idea de Díaz-Canel de convocar a pensar como país, eso está buenísimo, pero es muy difícil decirle a la viejita de allá abajo, del segundo piso, que piense como país. Yo no tengo la menor duda de que él está pensando como país, yo no tengo la menor duda de que hay un grupo de gente que todos los días llegan a sus casas con toneladas de problemas y que están preocupados por ver cómo los resuelven, pero yo digo: ¿y después? Tenemos que poner a los dirigentes en los lugares que van, porque esa es la polea que te trasmite y te hace generar de abajo, del agua que sube con vida y no con suciedad.
[1] Se refiere a La dictadura del videoclip. Industria musical y sueños prefabricados de Jon Illescas. El libro se publicó por Ciencias Sociales en 2019 y fue presentado por su autor en la Feria Internacional del Libro de La Habana en febrero del actual año.
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