* Versión íntegra del Panel de Último Jueves, realizado vía WhatsApp, el 29 de octubre de 2020
Panelistas:
Jany Bárcenas Alfonso. Psicóloga y Máster en Psicología Educativa. Profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana. Miembro de la Sociedad Cubana de Psicología (SCP) y de la Sociedad Interamericana de Psicología (SIP).
Amaya Blanco Perera. Licenciada en Bioquímica y Máster en Farmacología. Doctorante en Agricultura y Ciencias Alimentarias en la Universidad de Lleida, Cataluña.
Jesús Menéndez Jiménez. Médico especialista en Gerontología y Geriatría. Máster en Salud Pública y Envejecimiento. Centro de Investigaciones sobre la Tercera Edad (CITED), Hospital Universitario “General Calixto García”.
Mirlena Rojas Piedrahita. Socióloga, coordinadora del Grupo de Estudios Sociales del Trabajo, del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS). Coordina la Red Cubana de Estudios Laborales.
Rafael Hernández. Politólogo. Director de la revista Temas.
Rafael Hernández (moderador): Este es uno más de los paneles que hemos estado haciendo a lo largo del año y que mantienen la continuidad de los Último Jueves a lo largo de este complicado 2020. El propósito de este es, básicamente, analizar cómo la Covid 19 ha incidido en la sociedad y sus instituciones, entendiendo que estas tienen que ver con el trabajo, con la salud, con la escuela, con la familia, con la comunidad, no solo con las del Estado, y cómo esta pandemia ha influido en la cultura ciudadana y en las relaciones sociales, incluidas las de producción y reproducción de la vida, es decir, también en la actividad económica.
Estamos intentando, a través de este panel, intercambiar conocimiento sobre este proceso de transformación, de emergencia de hábitos y patrones nuevos, así como de aprendizaje e incorporación de otros, y cuáles son sus problemas y limitaciones actuales.
Para abordar esta problemática, contamos con un destacado grupo de panelistas. A ellos les hemos planteado cuatro preguntas fundamentales, partiendo de la premisa, quizás un poco ambiciosa, de que podemos captar la naturaleza de la nueva normalidad, de los patrones de comportamiento, de mentalidad, que emergen en la actual circunstancia; que somos capaces de caracterizarla y entenderla.
La primera pregunta es: ¿Qué características se asocian a la idea de nueva normalidad?
Mirlena Rojas Piedrahita: La llamada “nueva normalidad”, desde mi modesta opinión, no es nueva, sino que asevera “pendientes” a tomar en cuenta para el despliegue de la economía cubana, ahora en un contexto de crisis pandémica mundial; reafirma los efectos no deseados de las medidas y transformaciones asumidas hace ya más de diez años, así como el afán, aun conceptual, de una visión integral del desarrollo, que tiene su base formal en una plataforma programática ampliamente fundamentada en nuestro país desde 2011. Estos programas constituyen hoy la base del proceso de reforma abierto bajo la presidencia del general de ejército Raúl Castro y ahora bajo la dirección del presidente Miguel Díaz-Canel.
Más recientemente, en el mes de julio, sale a luz un documento bajo el título “Cuba y su desafío económico y social. Síntesis de la Estrategia económica y social para el impulso de la economía y el enfrentamiento de la crisis mundial provocada por la Covid 19” (Tabloide especial, 2020), con vistas a enfrentar la crisis y como contribución a la implementación de los Lineamientos. En este mismo mes, el Ministro de Economía y Planificación, Alejando Gil, lo presenta en el espacio televisivo Mesa Redonda, y destacó los que serían los principios de dicha estrategia.
Realmente, los rasgos de este momento histórico de la sociedad cubana se despliegan sobre la base de un contexto de crisis económica pretérita, pero profundizada ante la pandemia de la Covid 19; por el recrudecimiento de la política hostil de los Estados Unidos hacia Cuba, particularmente todo lo referente al bloqueo y las campañas mediáticas; la derechización de los gobiernos de la región, etc.; todo lo cual posee un impacto visible en la población cubana. A lo interno, este escenario se encuentra marcado por procesos de diferenciación y heterogeneización socioeconómica y aunque se dedican esfuerzos importantes en este sentido desde el Estado cubano, no es un secreto para nadie el ensanchamiento de las desigualdades sociales y el resentimiento de principios sociales como la equidad y la justicia social. Sin dudas requiere de una concepción política, de una voluntad y una puesta en común desde una perspectiva sistémica del desarrollo. Por un lado, es preciso desterrar posiciones conservadoras, ideologías estatistas y centralizadas, obstáculos de administraciones burocráticas, que no han conducido al desarrollo de las fuerzas productivas, al trabajo como medio y garantía de vida, ni al desarrollo de la sociedad en su conjunto. Por otro, viabilizar la opinión pública, una ciudadanía activa, participante del desarrollo y movilizadora de los cambios que demandan estos tiempos.
Jesús Menéndez Jiménez: Me referiré principalmente al área de la salud, una de las más visibles durante la pandemia para todos los países.
Nuestro país es uno de los más envejecidos de América Latina y el Caribe: ya cuenta con 20,8% de su población con 60 años o más y para 2030 se espera alcance 30%. Desde hace algunos años hay más personas mayores que niños en Cuba.
Según el Estudio Nacional de Envejecimiento Poblacional de 2017, 86% de nuestros mayores padecen al menos una enfermedad crónica, y 50,1% dos o más. La mayoría de las personas mayores cubanas son independientes para su vida personal, pero para su vida de relación, a partir de 75 años de edad, 43% los hombres tienen al menos una limitación para mantenerla plenamente, y las mujeres llegan a casi ael 53%.
La nueva normalidad tiene algunas premisas, y una de ellas es que la Covid 19 continúa y el riesgo de enfermarse se mantiene. La llegada del nasobuco es como cuando surgió la minifalda: hubo alguna resistencia al inicio, pero llegó para quedarse. En casi todos los países se han reportado menos muertes y personas enfermas por enfermedades infecciosas respiratorias durante el tiempo de pandemia, y es fundamentalmente por las tres mejores medidas para impedir enfermarnos: el citado nasobuco, el lavado de las manos y la separación entre personas. Es posible convivir con la enfermedad con un mínimo de riesgo.
Próximamente debe comenzar el Decenio del envejecimiento saludable, a nivel mundial, propuesta realizada por la Organización Mundial de la Salud que se llevará a votación en la actual sesión de la Asamblea General de Naciones Unidas. Sus cuatro áreas de actuación son:
a. cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar con respecto a la edad y el envejecimiento;
b. asegurar que las comunidades fomenten las capacidades de las personas mayores con entornos más amigables para ellos;
c. ofrecer servicios de salud primarios que respondan a las necesidades de las personas mayores;
d. brindar cuidados a largo plazo para las personas mayores que lo necesiten.
Estas áreas de actuación, en un escenario dominado por la Covid 19 durante buen tiempo, deberán caracterizar la nueva normalidad para las personas mayores en Cuba desde el punto de vista de la salud, mirando esta desde un punto de vista amplio.
Jany Bárcenas Alfonso: La nueva normalidad se trata de un proceso en construcción que pasa por la necesidad de afrontar las dinámicas “normales” de la vida cotidiana con un conjunto de nuevas prácticas que no eran habituales anteriormente.
Se trata de un cambio más complejo porque es un concepto necesario para la vida cotidiana saludable, pero a su vez utilizado en la gestión de gobierno, con la cual se puede asociar a algo político, es decir, es la articulación de la organización de un país que gestiona una pandemia y hace que la vida cotidiana de las personas se tenga que organizar de esa manera, es contradictorio, complejo, pero necesario.
En los Psicogrupos WhatsApp hemos dedicado algunas sesiones a trabajar “la nueva normalidad”. Resulta un término ambivalente, las personas lo asocian con cambio o más bien transformación, porque el cambio es reversible y no volveremos a una realidad anterior; adaptación a algo que llega para quedarse, momento de preparación, nuevos hábitos, reto, situación cambiante, peligro al depender de la responsabilidad personal y colectiva, decisión basada en factores económicos.
Desde una mirada psicosocial, la nueva normalidad debe ser entendida como un proceso de reajuste y de búsqueda de un nuevo equilibrio en la vida cotidiana, luego de vivir una crisis que ha roto esa relativa estabilidad de lo habitual. Las crisis desestructuran la organización de nuestras vidas, las necesidades no logran ser satisfechas de la manera habitual, y todo esto genera incertidumbre, inseguridad, miedo por su carácter inédito; pero a su vez ofrecen una nueva oportunidad para cuestionarnos lo “normal”. De ahí la necesidad de las nuevas prácticas para poder adaptarse activamente y superar la crisis. Es posible concebir una nueva normalidad con bienestar, si tomamos la idea de la crisis como oportunidad.
Una preocupación: el término “nueva” no implica desaprender y aprender nuevas prácticas cotidianas, no implica romper con la familiaridad acrítica (fenómeno de acostumbramiento, donde no se reflexiona aquello que resulta obvio) de los habituales comportamientos que ahora no son posibles.
Amaya Blanco Perera: Se asocia al concepto de nueva normalidad, como regla principal, el distanciamiento físico y/o social. A partir de esta norma, se hace común el uso de mascarillas, mayor higiene de manos, el mantenimiento de restricciones de distanciamiento en determinados locales (bares, restaurantes, hoteles). Existe el mantenimiento del cierre de negocios por los peligros de contagio (gimnasios), cierre de fronteras y, con ello, imposibilidad de viajes. Creo que en sí mismo el concepto de nueva normalidad es una expresión contradictoria, y que, de alguna manera, enmascara la realidad. Creo que está vinculado a la regulación del comportamiento personal y social, y que, al ser dictado o emitido por los gobiernos, tiene fuertes vínculos con lo económico y político.
Rafael Hernández: ¿Cuáles han sido las huellas principales de la pandemia en el funcionamiento de la sociedad y sus instituciones?
Mirlena Rojas Piedrahita: Realmente no tengo la magnitud de la impronta que ha dejado, y aún deja, la pandemia en cubanos y cubanas. Solo me aventuro a compartirles algunos elementos en el ámbito del trabajo, a los que, por gajes del oficio, me he acercado en los últimos tiempos. Notables han sido las configuraciones sociolaborales y socioeconómicas que han dejado su impacto, por lo que considero que constituye un área de significativo abordaje. La llegada de la pandemia a Cuba, en el mes de marzo de 2020, trajo consigo una movilización inmediata de todos los organismos centrales del Estado y la población en general. Al respecto, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS) emitió medidas que dejaron su huella tanto en el sector estatal como no estatal, y en cubanas y cubanos en sentido general.
Una información reveladora lo constituye la cifra de 243 203 trabajadores por cuenta propia (TPCP) que optaron por la suspensión temporal del ejercicio, lo cual representa 38% del total (632 557) a nivel nacional. Las principales actividades suspendidas fueron las de transporte de carga y pasajeros; arrendador de viviendas, habitaciones y espacios; y servicios gastronómicos en cafeterías. En particular, los trabajadores contratados representan 25% dentro de la suspensión del ejercicio del trabajo por cuenta propia.
En este sentido, se considera que las medidas emitidas representan un sesgo importante y no regulan adecuadamente la protección de los trabajadores contratados en el sector no estatal (que no son solo los TPCP) y los autoempleados (Colina, 2020) que precisan de una prestación laboral que no represente una forma de vulneración de sus derechos (Lam, 2020). Se reconoce que la bolsa de TPCP en Cuba adolece de una clasificación respecto a empleadores y empleados, lo cual trae consigo la baja percepción respecto a aquellos negocios que se encuentran en condiciones de pagar salarios, disminuir su actividad o cerrarla del todo.
Otra huella importante se pudiera enmarcar en que el distanciamiento físico, social y psicológico atenta contra la función socializadora que todo trabajo posee. Esto lleva a pensar en las rupturas que provoca el aislamiento prolongado y la manera en que esto conspira con las relaciones sociales y de trabajo en general. Lo anterior se deduce a partir de algunos bajos porcentajes dedicados a variables esenciales dentro del proceso de trabajo como: el nivel de desempeño, la calidad del proceso de trabajo y la productividad, las cuales fueron corroboradas en un estudio exploratorio realizado por especialistas del Grupo de Estudios Sociales del Trabajo del CIPS, desde mediados de abril hasta mediados de mayo.
Asimismo, lo relacionado con el acceso al empleo, algunas acciones en torno al espacio local, aspectos de la modalidad de teletrabajo y la importancia de atender buenas prácticas de formas de gestión económica no estatal, son elementos claves que contribuyen a complementar políticas relacionadas con la esfera laboral cubana. En la medida en que las políticas enfocadas a la esfera laboral adquieran una mayor interdependencia e integralidad, se podrá garantizar el desarrollo económico y social que nuestra sociedad reclama.
Jesús Menéndez Jiménez: Durante los primeros seis meses de la pandemia, los cuidados y su demanda insatisfecha se hicieron más manifiestos, como también se hizo patente nuestra resiliencia y creatividad para seguir caminando en la vida. En ese lapso, en Europa y los Estados Unidos la enfermedad barrió literalmente con las personas mayores. Esto no pasó en Cuba.
De igual manera que la pandemia trascendió el ámbito de la salud, los cuidados lo trascienden también. La atención en salud en la pandemia es competencia del Ministerio de Salud Pública, pero el peso fundamental de los cuidados cayó sobre los hombros del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, el Ministerio de Comercio Interior, la banca, la Universidad de La Habana y en especial la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, acompañados por la sociedad civil, el sector no estatal y la red de cuidados informales, formada por los vecinos del barrio, que siempre ha estado presente.
Las medicinas pueden causar efectos adversos y no por ello se dejan de prescribir o de tomar, porque sus beneficios son mayores que esos efectos. Las medidas tomadas para el control de la Covid 19 han demostrado su valor en todo el mundo; acá, no obstante, existen “otros daños de la Covid”, aún en las personas que no la padezcan. Aunque lo principal ha sido, y es, salvar vidas, los efectos colaterales en las personas mayores podrían durar meses o años después de terminada la pandemia.
Después de varios meses, estamos comenzando una etapa en que el posible daño que la Covid 19 les está haciendo a las personas mayores (aunque no hayan enfermado de Covid), como resultado de la restricción de la movilidad y del contacto social, puede tener un mayor costo en el bienestar de la persona que la propia enfermedad. Menos de 1% de las personas mayores en Cuba se han infectado de la Covid, y el otro 99% puede estar expuesto en alguna medida a estos “efectos adversos”. Hacia tratar y paliar estos efectos se están dirigiendo actualmente los pasos de nuestro sistema de salud, junto a sus demás funciones.
La pandemia ha expuesto la disfunción y fragilidad de muchos sistemas en la región de América Latina y el Caribe, como los de salud, protección social, alimentación, agricultura, empleo y transportación, entre otros. Para nosotros, la pandemia puede representar una oportunidad para construir la nueva normalidad.
Jany Bárcenas Alfonso: La percepción del tiempo se ha distorsionado y eso ha servido para darle el valor que se merece. La organización del tiempo se ha modificado en función de priorizar lo importante y no lo urgente, como solía suceder acríticamente. La vida no se ha detenido, este tiempo no se ha perdido, porque hay muchos aprendizajes de lo vivido.
Durante este tiempo la salud física y mental se han resignificado, los referentes del bienestar también han sufrido transformaciones.
Vivir el presente ha sido una premisa fundamental, se ha comprendido que no se trata de sobrevivir atrincherados, ni de hipervivir agitadamente de un lado a otro sin pensar.
El teletrabajo, que comienza por una necesidad social, se ha realizado de manera eficiente y útil, se ha convertido en una buena práctica laboral (si se cuenta con las condiciones necesarias) y ha potenciado muchas habilidades. Es una oportunidad para las instituciones que puedan identificar mantenerlo y combinar con actividades presenciales.
Es importante aprovechar los aprendizajes institucionales de esta etapa para mejorar servicios y otras prácticas que propician el bienestar en la sociedad. Se han hecho visibles las orientaciones para la transformación institucional que demanda la satisfacción de necesidades acumuladas y el deseo de desarrollar nuevas bases para una vida cotidiana con bienestar en el país. Algunos aprendizajes institucionales que deben ser potenciados para que se mantengan y perfeccionen:
- Las búsquedas de soluciones público-privadas para satisfacer necesidades de la población en todos los ámbitos de la vida;
- las articulaciones para un mejor transporte público, institucional, estatal y particular;
- el comercio electrónico y la entrega a domicilio, además de presencial, como opciones a seleccionar;
- las formas de comunicación del gobierno y la retroalimentación de la ciudadanía;
- el fortalecimiento del papel de las instituciones y la legalidad;
- los diversos servicios profesionales, estatales y particulares, colectivos, cooperativos;
- los medios de comunicación como agentes de transformación social, diversidad de fuentes, plataformas y niveles de acceso a soportes digitales;
- los sistemas de salud y de educación fortalecidos, revisitados y actualizados para continuar su desarrollo a escala nacional e internacional;
- las ciencias, básicas, exactas, económicas, sociales y humanísticas, al servicio de la gestión de gobierno y viceversa; reconocido el necesario papel de la psicología.
Amaya Blanco Perera: Lo primero que me viene a la mente como huella de la pandemia es el teletrabajo, un gran número de personas en el ámbito que me rodea, desde marzo de este año, ha pasado a esta modalidad, lo cual ha significado un cambio en la dinámica diaria individual y colectiva. Al mismo tiempo, considero que hay una afectación en las relaciones sociales, dado por las normas de distanciamiento físico lo cual significa un cambio radical en las rutinas de los ciudadanos. Con respecto a la ciencia, que es la esfera donde trabajo, en mi caso particular ha significado un aumento de la carga de trabajo, constituye una carrera contra reloj para lograr alcanzar determinados hitos, pues son proyectos vinculados al coronavirus. Referido a la salud pública, nos damos cuenta que no se invierte lo suficiente para hacer frente a este tipo de situaciones epidemiológicas, hablo en el caso específico de Europa. A pesar de ello, el personal de salud intenta sobrellevar esta situación tan compleja, desconocida y no experimentada anteriormente. A pesar de las deficiencias del sistema de salud, vale resaltar el marcado el esfuerzo de todas las personas vinculadas laboralmente a este sector: señoras de la limpieza, personas vinculadas con mantenimiento y alimentación, finalizando con los médicos y enfermeros. Otra huella bien marcada es la brecha social de desigualdad, que se empieza a ampliar; personas que trabajan en esferas vinculadas a la hostelería, construcción y servicios están en paro, con consecuencias que de inmediato y a largo plazo se irán viendo. De momento, el número de ayudas solicitados a ONG o Cáritas de la Iglesia católica, ha aumentado exponencialmente, lo cual es un indicador de la situación. Otra área en la cual se ha notado el efecto de la pandemia ha sido la educación. Con la utilización de teleclases o videoconferencias en todos los niveles de enseñanza, hay un aumento considerable del uso de dispositivos electrónicos por niños, adolescentes y adultos.
Rafael Hernández: Partiendo de que se puede constatar un proceso de adaptación derivado de la pandemia, les pido que lo describan, que lo caractericen. ¿Cuáles son los factores que mayor impacto han tenido en conformarlo a nivel social?
Mirlena Rojas Piedrahita: Desde el punto de vista social resulta indiscutible que el proceso de adaptación derivado de la pandemia tiene costos importantes y aún no previsibles en la sociedad cubana toda. No son pocos los procesos socializadores que se han resentido, los cuales no escapan a la duda de cuántos de ellos serán superados y cuántos quedarán naturalizados por siempre. Las medidas higiénicas sanitarias, el uso de la protección a través del llamado nasobuco, el distanciamiento físico, las medidas en el orden laboral, entre otras, pudieran encontrarse en el orden favorecedor de la situación actual. Sin embargo, no pocas indisciplinas han tenido lugar en estos tiempos, las cuales han conllevado a las autoridades a tomar medidas más severas tras el empleo de normativas y leyes dispuestas en este sentido.
Realmente, la situación actual de crisis pandémica aún no ha terminado. Repensarnos como país es una necesidad inmediata. Al decir de Acosta (2020) “la evolución de la pandemia en Cuba, como la del resto del mundo, hace pensar que las frecuentes expresiones del estilo “cuando esto termine” y “cuando haya pasado” deben recibirse con precaución y sospecha. Lo que está sucediendo no es algo que debamos pensar con un “final”, porque ello reduciría la actual situación solo a una crisis”.
Dentro de las problemáticas que prevalecen en este escenario se encuentra la llamada crisis con el cuidado, la cual no pocas especialistas han tomado en consideración. La crisis de la Covid 19 ha visibilizado la necesidad de servicios de cuidado ante la escasez de oferta pública por parte del Estado y la sobrecarga de las familias ante la responsabilidad de dicha tarea, donde principalmente las mujeres llevan el mayor peso.
En estas circunstancias, otro problema acuciante se ubica ante el cierre de las escuelas y centros educativos, lo cual requirió del cuidado de niños y adolescentes por parte de la familia. Sobre la mujer trabajadora, ya sea en la modalidad de teletrabajo o en su condición de interrupta, recae también este tipo de cuidado, en doble jornada, y por la confluencia en un mismo espacio físico de múltiples trabajos (laborales, domésticos, de cuidado y enseñanza de los más pequeños, etc.).
Otros problemas crónicos de abastecimiento de alimentos se suman a diversas problemáticas sociales que dificultan el proceso de adaptación. Tal es el caso de las dificultades con el suministro de agua y de productos básicos de higiene, vitales en la implementación de las medidas de prevención sugeridas para frenar los contagios. Son evidencia de problemas estructurales no resueltos que se hacen críticos en situaciones de emergencia.
Jesús Menéndez Jiménez: También hablando desde el punto de vista de la salud y las personas mayores, no es nada nuevo la conjunción en el tiempo de enfermedades infecciosas y enfermedades crónicas. Lo novedoso ahora es la magnitud de lo que está ocurriendo. La incertidumbre y los dilemas éticos entre salud y economía nos obligan a repensar constantemente lo que hacemos.
¿Cuánto vale una vida? ¿Cuánto se debe invertir para salvar una vida? Son disyuntivas a balancear por los gobiernos: los más vulnerables que prefieren quedarse en casa, y los necesitados de trabajar para vivir. Las circunstancias actuales de la pandemia en Cuba han permitido valorar nuevas oportunidades de adaptación: cuidarnos, producir y seguir viviendo, amén del ansiado crecimiento económico que tanto necesitamos. Siempre se ha dicho, y se ha atribuido la frase a diferentes personas, que “de las grandes crisis surgen grandes soluciones”. El teletrabajo y el trabajo a distancia no llegaron para aliviar la carga de las personas mayores que se mantienen trabajando; llegaron hace un año por la crisis energética, y actualmente para disminuir la probabilidad del contagio y aliviar en algo el transporte urbano. Pero las personas mayores trabajadoras son ganadoras en esta nueva situación.
Cuba está viviendo una etapa excepcional: emergencia sanitaria con los gastos que ello conlleva, una disminución muy importante de las entradas de divisas al país, el conocido recrudecimiento del bloqueo a niveles nunca antes vistos, más implementación de la nueva estrategia económico social (salarios, precios, ordenamiento monetario y cambiario). Esto me recuerda la tormenta perfecta. Pero contrariamente a lo que sucede en la película, considero que nuestra embarcación no naufragará.
Jany Bárcenas Alfonso: La percepción de riesgo, el autocuidado, la responsabilidad, son factores que, sin duda, han incidido en el proceso de adaptación, pero está en dependencia de cómo sean manejados. Es necesaria una adecuada percepción de riesgo para ejercitar el autocuidado y la responsabilidad personal y colectiva. Sin embargo, subestimar los peligros de la enfermedad, las posibilidades de contagio, la excesiva confianza, a veces el escepticismo hacia la información que se transmite en los medios de comunicación oficiales, van en contra de todo lo logrado.
La resiliencia personal y colectiva es un factor importante en el proceso de adaptación, dada la capacidad demostrada de superar las adversidades y estar en mejores condiciones para situaciones futuras similares. Como país, hemos aprendido a través de la experiencia a ser resilientes y a anclarnos en nuestras fortalezas para superar los momentos más difíciles y las condiciones más adversas.
La confianza en el sistema de salud cubano y en la gestión de gobierno han contribuido a disminuir el malestar subjetivo asociado a la situación de crisis que estamos viviendo, más aún si lo comparamos con otros contextos.
Desde los referentes psicosociales, se identifican diferentes respuestas individuales a la crisis que pueden favorecer u obstaculizar el proceso de adaptación.
1. Activa y creativamente se asumen los acontecimientos, se generan nuevas estrategias para afrontar la situación y encontrar nuevas maneras de satisfacer las necesidades.
2. Pasivamente y con pocas reacciones, se produce una parálisis ante lo nuevo y emocionalmente impactante. Se decide dejar que otros resuelvan las contingencias y necesidades; una especie de mirar desde lejos lo que acontece y, a veces, solo criticar o quejarse de lo que otros hacen o lo que sucede.
3. Se acude también a comportamientos que transgreden las normas instituidas y aquellas promulgadas para la convivencia en tiempos de pandemia. En casos extremos, otros acuden a comportamientos claramente transgresores de la legalidad.
4. La evasión ante una realidad que desborda, es un modo de negar lo que acontece y su impacto es tal, que solo las decisiones posibles son aquellas que permiten escapar de las presiones que genera la cotidianidad en crisis.
Algunas de estas respuestas también pueden ser aplicadas a nivel social. En un amplio abanico podemos identificar muchos ejemplos de ellas a nivel institucional, territorial, etc.
Amaya Blanco Perera: Afirmar que a nivel social existe una adaptación me parece muy absoluto. Las personas han asumido las restricciones, cambio de hábitos, etc., que ha impuesto la pandemia con diverso grado de ajuste y costos emocionales. Los impactos son una realidad, y la diversidad de actitudes y comportamientos, también. Es prematuro hablar de factores generales. Aprecio a nivel del sujeto individual: el ajuste derivado de la necesidad de no enfermar que se ve atravesada por el significado que las personas le otorguen al valor salud. Personas, grupos y comunidades que tienen la salud y su preservación en una jerarquía prioritaria, y lo opuesto, quienes subestiman el peligro y actúan retando las normas a pesar de normas jurídicas que implican multas y hasta procesos penales. Un problema generalizado, consideraría que a nivel mundial es en grupos de jóvenes. No existe dimensión real de la situación, no hay percepción de riesgo, plantean que si enferman no sufrirán complicaciones clínicas, no usan mascarillas, cero distancia social, asisten a sitios cerrados con número elevados de personas, no tienen en cuenta que, al menos en Europa, las unidades de cuidados intensivos están al límite, ni el riesgo que pueden tener las personas mayores con las cuales conviven, que desafortunadamente son personas de alto riesgo frente al SARS-Cov-2.
Rafael Hernández: ¿En qué medida la nueva normalidad se puede visibilizar y emerge como patrón social? ¿Podemos anticipar que tiende a ser permanente? ¿Se trata de un cambio global?
Mirlena Rojas Piedrahita: Realmente, son multidimensionales los factores que estarían influyendo para afirmar dicha interrogante. Quisiera creer que algunas cuestiones han llegado para quedarse como es el caso de las medidas manifiestas en los diversos centros laborales, como el teletrabajo, según la manera en que se garanticen las condiciones de infraestructura; aquellas relacionadas con los espacios públicos y el comportamiento requerido para la higienización, las conductas adecuadas en ese sentido. Asimismo, resulta muy compleja la solución a problemas estructurales que se han “disparado” con la crisis pandémica como es el caso de las asimetrías, y que aún no existe control ni regulación estatal suficiente con vistas a superar el desarrollo de las fuerzas productivas, el despliegue de articulaciones multiactorales, así como la relación que debe conceptualizarse entre la planificación como mecanismo de dirección y las propias lógicas de mercado en un contexto de reconocimiento de diversas formas de propiedad y gestión. Reconozco que muchos de estos problemas estructurales tienen un componente externo importante, pero no deben escapar de nuestra mira las trabas internas que obstaculizan nuestro propio desarrollo.
Un patrón social a seguir es una construcción que requiere de la participación ciudadana y la conciencia de todos y todas a los más diversos niveles. No es casual que sea un cambio cultural, un comportamiento que cambie el giro de una historia que solo debemos construir los cubanas y cubanos de estos tiempos, los que geográficamente se encuentran en todas partes. Nos distingue con respecto a otros países la resiliencia del pueblo, digno de admirar y merecedor del tan anhelado bienestar social y económico.
Jesús Menéndez Jiménez: Nuestra nueva normalidad pasa por el envejecimiento de la población cubana. Considero que inicialmente esta nueva normalidad surge en todo el mundo como respuesta a una crisis: la pandemia, pero con el pasar de los meses, pienso que va tomando forma de un cambio permanente no solo social, sino en la salud y lo económico también, cambio que venía gestándose en nuestro país desde mucho antes.
Cuando veamos todas las posibles consecuencias en la salud de las personas que no han padecido la Covid 19, se sabrá la magnitud de quienes sufren de enfermedades crónicas o de aquellos que han desarrollado problemas de salud mentales.
La pandemia debería obligarnos a “repensar” la relación que tenemos con los adultos mayores y la manera en que los cuidamos, según el Dr. Mike Ryan, director de Emergencias de la Organización Mundial de la Salud.
Es importante fomentar la participación y la contribución de las personas mayores en su propio envejecimiento. El empoderamiento de estas personas, su preparación para la creación de proyectos de vida, el aumento de su nivel de información, las pondrá en mejor posición para participar activamente en la construcción, por parte de la sociedad, de las bases de un envejecimiento activo, inclusivo y saludable. Que se convierta o no en patrón social, depende de nosotros mismos.
El conocimiento sobre la pandemia y las nuevas relaciones entre las personas y los países está cambiando desde el inicio de la Covid 19. No hay forma de saber si estamos haciendo lo correcto o no. Se sabrá con los años. Existe incertidumbre sobre los beneficios y los costos de las diferentes respuestas. No existe una única respuesta adecuada, todo depende del contexto. Hasta ahora la prioridad ha sido y será salvar vidas, y en nuestro país esto se ha matizado en las últimas semanas con el reinicio de la actividad productiva, en un ambiente de gran cambio desde el punto de vista económico. La nueva normalidad es una oportunidad para reinventarnos como país.
Jany Bárcenas Alfonso: No se trata de un concepto o una fase más, sino que es un proceso en construcción de nuevas prácticas, algunas que llegaron para quedarse. La nueva normalidad pasa por construir nuevas prácticas saludables en la vida. La pandemia, en cierta medida, ha ayudado a identificar aquellas prácticas inadecuadas y a transformarlas, anclados ahora en la necesidad de hacerlas bien para protegernos. También ha propiciado acelerar procesos y aprendizajes institucionales que se deben potenciar, pues se ha develado su necesidad y utilidad para el bienestar social.
Algunas medidas serán permanentes y otras transitorias, pero lo más importante que debe quedar es la responsabilidad personal y colectiva para asumir cada una de las situaciones que nos toque afrontar en la vida cotidiana desde una respuesta activa y transformadora. Las opiniones en este sentido son diversas, pues algunas personas consideran que nada volverá a ser como antes, mientras otras creen que la costumbre es más fuerte y volveremos a las prácticas inadecuadas. La realidad es que ha sido una etapa de aprendizajes en múltiples niveles, pero es una opción y un tema de la actitud que se asuma, poner en práctica y mantener esos aprendizajes.
La diferencia entre Cuba y otros países de la región radica precisamente en la gestión de gobierno, que contribuye a la construcción de una nueva normalidad con la articulación de lo público y lo privado. Una gestión clara y satisfactoria que ha demostrado, una vez más, el valor que en nuestro país se le da a cada persona. La salud pública cubana continúa demostrando para Cuba y para el mundo sus principios éticos, profesionalidad, humanismo, compromiso y solidaridad. Esta etapa también ha servido para aumentar la confianza y seguridad en la medicina cubana dentro y fuera del país.
Amaya Blanco Perera: Algunos de los comportamientos y nuevas formas de vivir la cotidianidad, pueden haber llegado para permanecer en muchos de sus rasgos: potenciación del teletrabajo, mayor uso de medidas de higiene a nivel individual y en los servicios, etc., uso de mascarillas o nasobuco. Con respecto a Cuba, habría que ver en el decursar del tiempo qué se incorpora a las prácticas cotidianas o diarias, ya que nos caracterizamos por un modo de relacionarnos de mucha cercanía física. Las medidas tomadas, afortunadamente, han preservado la salud y vida (pocos fallecidos), eso hace que el temor a la enfermedad pueda ir diluyéndose. Existe una falsa protección por contar con un sistema de salud que, a pesar de tener deficiencias en términos de infraestructura, se ha visto que es capaz de responder de manera acertada a la situación. Ejemplos de este tipo de comportamiento de no preocupación o no percepción son las colas y las aglomeraciones, que hacen pensar que, como patrón social, las normas más bien han sido aceptadas y no asumidas de modo consciente.
Rafael Hernández: A partir de ahora escucharemos las opiniones y preguntas de los participantes.
Silvio Gutiérrez (Profesor y especialista en Precios): Coincido con la mayoría de las excelentes intervenciones que se han hecho en que, en general, no ha cambiado el contexto social en el cual estamos, sino que ha ocurrido un conjunto de procesos, de cambios, como el propio desarrollo de una pandemia, que han provocado que precisemos mejor lo que estamos haciendo, nuestras prácticas individuales y colectivas. En ese sentido, creo que es esencial reconocer la necesidad de priorizar el cuidado de la salud, el uso correcto del nasobuco, el distanciamiento necesario entre las personas, el aseo de las manos, etc.; tenemos que ser más rigurosos con lo que hacemos cada día, lograr más profesionalidad en nuestro trabajo y también que lo que hacemos garantice más efectividad. De manera general, el mensaje es cuidarnos nosotros y cuidar a los demás, familiares, amigos. A partir de esta situación hay que buscar vías para optimizar el tiempo y el papel del colectivo, de la sociedad, conocer los criterios de esta para avanzar en nuestro país; apostar, cada vez con más fuerza, por el desarrollo tecnológico, potenciar el teletrabajo, etc. También hay que combatir con más fuerza a algunos que se han aprovechado de esta situación de escasez para lucrar con lo que no les corresponde. Cuba ha apostado por una salud pública más fuerte, apoyada por la capacidad de recuperación de los cubanos, la llamada resiliencia, y le ha conferido una gran importancia a la preparación en el enfrentamiento a esta y a futuras pandemias a través de vacunas y protocolos médicos y de higienización. Felicito a los coordinadores de Último Jueves por el excelente tema que han escogido, de gran actualidad.
Claudia Cancio-Bello Ayes (Psicóloga y profesora, Universidad de La Habana): He escuchado a muchas personas hablar –y yo misma he pasado por esa experiencia– sobre la protección que han tenido los trabajadores del sector estatal, sobre todo en la conservación de su salario o la disminución al 60%, es decir, que han tenido asegurado algún tipo de remuneración económica durante todo este tiempo. ¿Podría el panel abundar en este aspecto?
También quiero saber qué piensan del teletrabajo y del impacto específico que ha tenido en las mujeres durante este tiempo de aislamiento sanitario. Muchas, a la vez, están llevando las actividades hogareñas (como cocinar, fregar, limpiar) en momentos en que el tema del autocuidado implica mayores niveles de limpieza y precauciones sanitarias y además están cuidando a hijos y adultos mayores. Me gustaría que comentaran acerca de esta sobrecarga, que ya está descrita en distintas investigaciones latinoamericanas, y que yo siento que se ha visualizado poco en Cuba.
Liván López (Enfermero y ex paciente de Covid 19): Para mí, no va a existir lo que se puede llamar nueva normalidad hasta que el virus no desaparezca, porque todavía uno sale a la calle con ese temor a enfermar de nuevo. Todavía en la calle se ve el nivel de irresponsabilidad de personas que se encuentran sin el nasobuco, o mal puesto, en las guaguas, en los hospitales, etc. Creo que es muy complicado hablar de nueva normalidad.
Considero que lo que hoy se llama nueva normalidad va a afectar mucho al sector de la salud, ya que se van a abrir consultas de todas las especialidades y no habrá consultas y hospitales dedicados únicamente a la Covid 19. Ahí se atenderá a todos los pacientes, sin saber si son portadores de la enfermedad, llegarán casos urgentes a los que no se les ha realizado el PCR, etc., y ya se está viendo un aumento de casos terribles en algunos territorios que ya estaban en la etapa de la nueva normalidad.
Yo mismo aún no me he podido reincorporar a mi trabajo debido a las lesiones provocadas por el coronavirus, y tengo miedo de la hora en que tenga que hacerlo, aunque me gusta, amo mi profesión, de volver a infectarme.
Creo que en la nueva normalidad las personas no van a ser conscientes, no van a tener percepción del riesgo, y se ha podido observar en el transcurso de la pandemia el nivel de indisciplina social, de irresponsabilidad que hay. Por otra parte, está la necesidad de salir a la calle para adquirir productos de aseo y alimentos, con las conocidas colas.
Jean Michel Portefaix (Agregado de Cooperación científica y universitaria de la Embajada de Francia en Cuba): Mi pregunta es la siguiente: ¿en qué medida las instituciones cubanas están preparadas y qué tienen previsto para enfrentar los cambios que experimentarán las familias cubanas en general, y más específicamente los adultos?
Consuelo Martín (Psicóloga y profesora, Universidad de La Habana): Haré un comentario y tres preguntas. En una de sus respuestas, Jany Bárcenas menciona los Psicogrupos de WhatsApp, que es una experiencia de orientación psicológica a distancia, compartida por diferentes profesionales desde el inicio de la emergencia sanitaria, en marzo pasado, en Cuba. Recién estamos cerrando el servicio esta semana, precisamente porque pasamos de la emergencia a la nueva normalidad, aún dentro de una situación sanitaria que demanda el autocuidado y la responsabilidad en nuestras prácticas cotidianas. Lo comento porque trae a colación el tema migratorio y la vida cotidiana en Cuba durante la Covid 19, que nos pone en relación con las familias a través de la pandemia mundial.
Mi primera pregunta es para Jany: me gustaría que nos comente sus experiencias específicas del psicogrupo “Familia y migraciones” en relación con la nueva normalidad.
La segunda: Amaya es parte de una familia con vínculos migratorios temporales, dado que es ella quien está estudiando en España y su familia está en Cuba. Me gustaría que también comente su experiencia en cuanto a este tema, y cómo ha vivido esta etapa.
La tercera y última pregunta es para los panelistas que deseen comentar qué reflexión consideran importante para el desarrollo de los vínculos con las familias cubanas de aquí y de allá en la construcción de la nueva normalidad.
Rafael Hernández: Muchísimas gracias a todos los participantes por sus muy interesantes comentarios, preguntas, perspectivas y experiencias. Yo quiero llamar la atención sobre el hecho de que, a pesar de que no han sido muchos, han sido muy diversos. Hemos contado con personas que, desde disciplinas y vivencias diferentes, se acercan al tema y lo abordan en función de enfatizar determinadas cuestiones.
Antes de darles la palabra a los panelistas, quiero hacerles algunas preguntas más, para ahondar en varias cuestiones específicas que me han suscitado sus respuestas.
Lo primero es que insistir en que estamos entrándole a un problema que acaba de salir del cascarón, es decir, no tenemos casi distancia acerca de lo que estamos debatiendo, porque estamos todavía en medio de este “huracán”. Los panelistas se han batido con el desafío de entender y caracterizar la nueva normalidad y les agradezco porque no han visto esta problemática como un asunto particularmente cubano –tenemos la tendencia a mirar todo lo que pasa aquí como algo de índole muy diferente y singular. No se trata de confundir esta nueva normalidad con la situación económica y social prexistente, ni tampoco verla como una simple palabrita de moda en los medios y discursos, sino que tiene un contenido muy real.
Naturalmente, algunas de las características de esta nueva normalidad se relacionan con la evolución y el enfrentamiento de problemas presentes en Cuba y en otros países. La nueva normalidad se vincula con problemas ya existentes en el mundo contemporáneo. Entre ellos, por ejemplo, está el del envejecimiento, que planteaba el Dr. Menéndez. ¿En qué medida la pandemia ha contribuido a poner esta problemática y otras similares en el orden del día? ¿En qué medida algunos de estos problemas han llegado a un punto crítico y altamente visible para la sociedad? Si la pandemia ha movilizado la forma de pensar, sentir y actuar respecto a determinados problemas y ha forzado a las instituciones de la sociedad y del Estado a enfrentarlos, ¿podríamos decir –como han sugerido algunos de los panelistas– que es una oportunidad para una transformación consciente y bien pensada, y no nada más una perturbación desgraciada de nuestros hábitos de vida? Es decir, ¿es la nueva normalidad una oportunidad de comenzar a hacer las cosas (no solo los hábitos de higiene y salud) de una manera mejor?
Está claro que hay características o áreas de la nueva normalidad que no son necesariamente armónicas. De las respuestas de los panelistas podríamos derivar que se trata de una especie de matriz de elementos, de pautas y de reacciones sociales contradictorias. Todos se han referido al tema del teletrabajo y sus pros y contras, por ejemplo, la modificación de los patrones laborales existentes; el reconocimiento social y político que han tenido la ciencia y los trabajadores de la salud también es un fenómeno universal, igual que el teletrabajo; los gobiernos se han puesto a prueba y han tenido que aprender sobre la marcha y enfrentarse a una situación inédita y a un desafío de respuestas.
Mis siguientes preguntas son muy puntuales: ¿En qué medida la nueva normalidad, las circunstancias acarreadas por la Covid han reforzado la desigualdad? Una de las panelistas y uno de los participantes llamaban la atención sobre la asimetría. ¿El impacto de la Covid se distribuye de manera asimétrica?
Otra cuestión específica es la relación libertad individual-indisciplina social. ¿En qué medida esa tensión va al centro de algunas características de la cultura occidental? No es raro que en las sociedades asiáticas se haya podido lidiar mejor con este problema que en las occidentales. ¿Hay un elemento cultural en esto? El Dr. Menéndez y otros panelistas hacían referencia a la incertidumbre, a la impredecibilidad, a que no sabemos qué hacer y cómo vamos a actuar para lograr rebasar la crisis, es decir, el grado de inseguridad sigue existiendo, incluso si pensamos mucho acerca de ello.
Y, por último, dos cuestiones más: ¿Cómo ha incidido la circunstancia de la pandemia y de la nueva normalidad en la credibilidad de las instituciones y particularmente de los medios de información? ¿Podríamos hablar de una nueva normalidad internacional en el sentido de la presión que ha generado el carácter global de la pandemia sobre la cooperación a nivel mundial para enfrentar esta amenaza común?
Mirlena Rojas Piedrahita: Probablemente no pueda contestar todas esas preguntas porque, al igual que Uds., estoy en un proceso de mucha incertidumbre, de muchos cuestionamientos, tanto desde el punto de vista individual como del organizacional, social. Comparto el criterio de Claudia acerca de la protección, y de qué manera esto se ha mantenido con respecto a las mujeres, a través del teletrabajo. No voy a reiterar el conjunto de medidas que el Estado cubano estuvo implementando a partir de la emergencia sanitaria, desde el MTSS, pero, sin dudas, la Covid ha provocado en las mujeres una sobrecarga notable. A mediados del mes de abril, con mi equipo de trabajo realizamos una investigación (por vía WhatsApp y otras redes homofílicas) en la que encontramos que, realmente, las mujeres viven esta doble jornada de trabajo, lo que las afecta sobre todo a la hora de poder desarrollar las diferentes actividades. Pudimos comprobar que, si bien desde el discurso oficial existe determinado amparo, las horas dedicadas al trabajo son sobre todo las del descanso, interrumpidas, a deshora, y se realizan tareas irrespetando muchas veces los límites en el trabajo extraordinario y donde las mujeres, por supuesto, llevan una carga significativa.
Hace poco compartía en un grupo de aprendizajes y me llamaba poderosamente la atención un estudio que se realiza sobre algunos diferenciales sociodemográficos en la población positiva al SARS-Cov-2 de algunos municipios de La Habana, antes del llamado rebrote de julio. Uno de sus resultados es muy revelador: había un mayor porciento de mujeres sin vínculo conyugal y también eran más que los hombres las que estaban en condiciones de hacinamiento. También se detectó en este estudio la existencia de mujeres muy dedicadas al teletrabajo que manifestaron sufrir esa sobrecarga que se mencionaba aquí.
Agradezco la intervención de Liván, que nos confiaba sus miedos con respecto a la reincorporación al mundo laboral. Considero que, en ese sentido, debe existir un mayor acompañamiento hacia las personas, no solo las que enfermaron, sino en general. Se trata, no solo como la propia palabra lo indica, de brindar cierta seguridad y respaldo desde los derechos laborales –que no son nuevos, sino que están recogidos en los documentos oficiales–, sino también, de alguna manera, acompañar los sentidos y la vida cotidiana de las personas que estamos ahora ante circunstancias más complejas y difíciles. Existe una crisis estructural que la Covid 19 ha venido a reforzar, por eso en mi primera intervención, colocaba el tema de la necesidad de verlo como algo que devela, una vez más, con cierto énfasis, algunas de esas desigualdades.
Sobre si las instituciones cubanas están preparadas para enfrentar los cambios –aunque la palabra enfrentamiento no me gusta en este caso–, yo diría que no. Pienso que debe existir una institucionalidad más fortalecida, que tenemos que identificar cuáles son nuestras capacidades y nuestras competencias, que vamos a ir desarrollando en el camino porque, evidentemente, todos los cubanos y cubanas tenemos puntos de partida muy diferentes. Necesitamos de nuevas regulaciones. Por ejemplo, en el ámbito de las nuevas formas de gestión y de propiedad, que son las cuestiones a las que más me acerco en mis investigaciones, pudimos ver una diferenciación, en términos de respaldo legal y las medidas de amparo a los TPCP, con respecto a las formas de gestión estatal.
Con respecto a los vínculos de los cubanos de aquí y de allá, a nivel internacional, considero que estamos construyendo nuevas relaciones que, desde mi modesta opinión, pudieran sustentarse en una economía basada no solo en el conocimiento o también en lazos casa vez más solidarios, más participativos, de cooperación mutua, de desarrollar esa resiliencia a la que estamos adaptados los cubanos y poder develar las mejores experiencias que podamos tener, a pesar de estar en contextos diferentes, pero unidos por determinados rasgos culturales y raíces.
Reafirmo, dentro de las múltiples preguntas que nos hizo Rafael, todo lo que tiene que ver con el reforzamiento de las desigualdades, de la manera en que los mecanismos de distribución se han realizado de una manera diferente. Es cierto que se han tomado algunas medidas por parte de la oficialidad cubana, pero estas tienen que tener en consideración diferentes polos desde la visión sistémica que debemos tener del desarrollo de la sociedad; me refiero no solo a cuestiones económicas, a los impactos sociales que está teniendo la pandemia, sino también a todos los mecanismos ideológicos y conceptuales que se han definido. Son situaciones bien difíciles, pero necesitamos de esa integralidad y de esa visión sistémica. Todo parece indicar que las desigualdades se ensanchan cada vez más, no solo por su visibilidad, sino por las investigaciones que hoy están dando cuenta de cuánto necesita una persona para solventar sus necesidades básicas en las circunstancias actuales.
En términos de credibilidad de las instituciones y de los medios en sentido general, se necesita una mayor participación ciudadana activa, se necesita no solo desterrar algunos vínculos estatistas y oficialistas y determinadas estructuras burocráticas que entorpecen cada vez más las relaciones que se pueden estar tejiendo y, sobre todo, las soluciones en función de una sociedad mejor, sino también ver las muchas Cubas que existen hoy. En nuestras investigaciones y las personas que tienen acceso a las tecnologías de la comunicación al estar aquí hoy compartiendo con ustedes tienen un rostro diferenciador, donde es necesario atender y acompañar estos procesos de toma de decisiones, a los operadores de políticas en función de todas estas diferenciaciones, y, como dije antes, esa lógica interseccional para ver a las personas en sus diversas categorías, no solo de género sino también de color de la piel, territorios, edades, capacidades o discapacidades, y conectados con la propia responsabilidad individual y social que tienen esos medios a la hora de trasmitir la información más fidedigna. De todas maneras, esta situación contextual que estamos viviendo, con procesos de mucha incertidumbre, ha traído también cierta luz a la convivencia en los hogares y necesitamos de una cada vez más mayor resiliencia para poder enfrentar todos los desafíos que tenemos por delante.
Jesús Menéndez Jiménez: Vamos por partes. Lo primero es que le deseo una pronta recuperación a Liván, el enfermero, que se reincorpore tan pronto esté mejor de salud. Con respecto a los temores, yo creo que es lógico que todos tengamos algún miedo, y más los que estamos trabajando en la salud, como él comentaba. Algo parecido pasó con el VIH: a los cuerpos de guardia llegaban personas que uno no sabía si estaban infectados o no; por supuesto, las formas de trasmisión eran distintas, no tenían nada que ver con las del SARS-Cov-2, pero hubo mucho temor, pero todo eso se superó. Yo creo que esto, de alguna manera, también se va a superar. Si las personas que trabajan en la “zona roja” logran no infectarse porque toman un grupo de medidas, los demás, si cumplimos las tres principales, las que repiten los medios diariamente (nasobuco, lavado de manos y distanciamiento físico), es la mejor forma de evitar infectarnos. De hecho, algo interesante, se dice que las enfermedades respiratorias infecciosas han disminuido su incidencia y su mortalidad –son la quinta causa de muerte en Cuba– en estos primeros seis meses, algo que se achaca a las medidas sanitarias que se han hecho cotidianas en ese período.
Muchas gracias a Jean Michel por su pregunta. Asumo que cuando Ud. indaga sobre la preparación de las instituciones cubanas, se refiere específicamente a las personas adultas mayores, que es el área en que me desenvuelvo. Creo que las instituciones cubanas tienen fortalezas y hay nichos todavía por cubrir. Entre las fortalezas está la resiliencia que tiene Cuba –lo hemos demostrado ciclón tras ciclón, y ahora en la propia pandemia–; la solidaridad entre las personas que todavía, a nivel barrial, es significativa, el barrio sigue siendo un núcleo importante de apoyo; tenemos un sistema de salud fuerte, creo que la poca inversión que se ha hecho en muchos países de América Latina ha sido una debilidad, pero lo que se ha invertido y la forma en que se ha trabajado en Cuba ha propiciado una capacidad de respuesta importante; la voluntad política por parte del gobierno y, por supuesto, la gobernabilidad para poder manejar y redirigir los recursos y fondos a donde más se necesitan.
Por otro lado, tenemos debilidades. La pandemia puso de relieve algunos nichos, como los cuidados, me refiero específicamente a las personas mayores, pero que pueden ser válidos para personas de cualquier edad que tengan algún grado de dependencia. En el caso del envejecimiento, es bueno recordar que lo caro no es el envejecimiento, sino la dependencia que puede generar una enfermedad crónica y otros problemas de salud.
Con respecto a la provocación que nos hacía Rafael al final, creo que hasta que no pasen unos cuantos años y veamos en perspectiva la situación actual, no solo en Cuba sino en otros países, no veremos lo que se conoce como el big picture, no nos daremos cuenta de todas las relaciones. Nueva normalidad es lo que pasó después de la Revolución francesa, y en Europa después de la Segunda guerra mundial. Ahora es global, tiene una magnitud diferente por completo, y afectará a todos los países en lo que respecta a salud, economía, trabajo, seguridad. Son situaciones que ocurren, unas más duraderas que otras. Pienso que esta ha sido, más que todo, una pandemia mediática. No quiero ni remotamente minimizar lo que está pasando, pero la epidemia de influenza de 1918, la mal llamada “gripe española”, tuvo más de veinte millones de muertos en todo el mundo, hasta que se fue incorporando a los virus de influenza de todos los años. Desde ese punto de vista, aquella fue mucho más letal, pero esta ha sido más mediática; de hecho, el nombre de “española” fue porque España estaba en más capacidad de dar las noticias de lo que estaba pasando, pero realmente se sabe que los primeros brotes fueron en los Estados Unidos y de ahí emigró a Europa y al resto del mundo.
La nueva normalidad llegó para quedarse, y creo que es una oportunidad de cambio, que hay que aprovechar la adversidad para cambiar lo que debe ser cambiado, y esto nos está dando un impulso, indudablemente. Como decía antes, creo que las crisis son las madres de muchas soluciones, idea que se le ha atribuido a Einstein y a varios autores más.
Creo que, con el teletrabajo, unos de los ganadores han sido las personas mayores. Hace rato venimos hablando sobre esa modalidad como una forma de que permanezcan más tiempo en su puesto laboral sin tener que usar transporte urbano, etc. Esto no fue creado para ellos –para nosotros, me incluyo–, pero nos estamos aprovechando del impulso que se le está dando, y como eso, creo que debemos aprovecharnos, en el buen sentido de la palabra, de muchas situaciones que se han creado, de muchas soluciones que están saliendo, de cosas que se están empezando a destrabar. Indudablemente, la nueva normalidad, en el caso de Cuba, está dominada por los cambios que estamos gestando hace ya unos cuantos años y parece que en los próximos meses comenzarán y eso va a ser una característica particular de la Isla. De alguna manera, como país, saldremos ganando, a pesar de todo lo negativo que ha tenido la pandemia.
Jany Bárcenas Alfonso: El principal campo de investigación/acción donde hemos puesto casi todos nuestros esfuerzos ha sido el proyecto de Psicogrupos WhatsApp, donde se ha realizado un trabajo muy intenso durante estos meses, y a partir de ahí tenemos los referentes, la retroalimentación de todos estos chats, diecisiete en total, de diferentes grupos poblacionales y sectores de la sociedad, y por eso me voy a referir a esta experiencia.
Respondiendo a Silvio, yo comentaba que hay muchas respuestas, estrategias de enfrentamiento a las situaciones de crisis y una de ellas es, a nivel individual, la respuesta antisocial, transgresora de las normas, manifiesta en el caso de los “coleros” y revendedores. Pero ojo con estigmatizar a estas personas y hacer un prototipo de quiénes son, cuando hay mucha riqueza y diversidad, y causas múltiples en este sentido.
Sobre los comentarios de Liván, precisamente por todo lo que él nos cuenta, Psicogrupos WhatsApp creó, desde el inicio, uno dedicado al personal de salud y de los servicios, porque son los sectores más afectados, y que necesitan también de esa atención psicológica porque todo el tiempo están inmersos en esta cantidad de trabajo, además de la fuerte carga emocional que deben manejar para poder seguir haciendo su labor indispensable en estos tiempos.
En el psicogrupo “Familia y migraciones” trabajamos varias sesiones sobre el tema de la nueva normalidad y fue muy interesante cómo había personas de más de quince países, si recuerdo bien, cubanos dispersos por el mundo, muy preocupados por la situación en Cuba, pero que manifestaban en el grupo la confianza en la gestión del gobierno y la salud pública cubana cuando la comparaban con otros contextos en los que estaban, ellos o sus familiares, no solo de países subdesarrollados, sino también los Estados Unidos y Europa. La nueva normalidad se asociaba con muchos aprendizajes que trabajamos durante todo este tiempo, de diversa índole, que ojalá lleguen para quedarse, y ellos reconocieron su utilidad para unas nuevas prácticas en la vida cotidiana, necesarias en este nuevo contexto, viendo la crisis como una oportunidad y con una mirada más optimista. También había personas que pensaban que todo iba a volver a ser igual que antes, porque la costumbre es muy fuerte. Entonces, vimos esa ambivalencia que caracteriza la nueva normalidad, esta situación de crisis inédita, donde no tenemos sobre que patrón actuar porque todo es nuevo.
Jean Michel, agradezco su pregunta. Recuerdo que, al principio de la pandemia, cuando comenzaban las orientaciones en mi centro de trabajo, reflexionábamos sobre que las instituciones están compuestas por personas, por supuesto, en roles institucionales, y ellas, en este caso nuestros jefes, no estaban mucho más preparados que nosotros para enfrentar esta situación de carácter inédito. Por supuesto que las prácticas anteriores no eran válidas. Entonces creo que, si están preparadas o no, dependerá, cada vez más, de la transformación institucional necesaria en nuestro contexto, pero también de la creatividad y la participación de todos para crear soluciones más estratégicas, nuevos modos de hacer, para poder adaptarnos a esta situación. Yo siento que eso lo necesitan muchas de nuestras instituciones que, si siguen con patrones rígidos anteriores, tradicionales, les será imposible poder adaptarse al nuevo contexto.
Voy a responder brevemente algunas de las últimas preguntas de Rafael. Quiero decir que en vez de hablar de libertad individual en oposición a la disciplina social, desde el enfoque psicosocial yo preferiría plantearlo en términos de responsabilidad personal y colectiva y así no tanto se ve en oposición; o sea, esa libertad individual, ¿en qué la anclo? En mi autocuidado, en la percepción de riesgo, en cómo cuidándome a mí, cuido además a los otros y la necesidad del momento. Entonces es mejor verlo anclado desde la responsabilidad y evitar un poco esa oposición, aunque entiendo, por supuesto, el punto de vista de Rafael y los elementos culturales que nos caracterizan en función de esto.
Sobre las desigualdades, ya Mirlena hablaba un poco de las que aparecieron entre el sector estatal y el privado. Yo siento que se ha invisibilizado un poco en los medios y en el discurso oficial, el desempleo del sector privado, y cómo eso está impactando a las familias hoy. También hay desigualdades en la distribución territorial, la distribución de los productos en función del lugar de residencia, etc. Y, por último, sobre las condiciones de vida y la convivencia familiar y el eslogan “Quédate en casa”: hay que ver en cada contexto esas desigualdades, cómo vive cada persona, qué condiciones tiene realmente para quedarse en casa, las familias en hacinamiento, no todos pueden hacer teletrabajo, estoy pensando en oficios y el sector de los servicios, etc.
Respecto a los medios de comunicación y su rol como agentes de transformación, yo siento que falta mucho por hacer, que necesito ver, cada vez más, mensajes dirigidos a públicos más diversos y segmentados, y que los medios deberían explotar más su papel territorial. En los espacios de más rating se sigue hablando mucho de La Habana, pero qué pasa en el resto, y cuán diferente ha impactado la situación a cada municipio, incluso los que no han tenido casos de coronavirus, no se ve casi en la televisión nacional. Por último, estoy de acuerdo totalmente con el concepto de nueva normalidad internacional que propone Rafael.
Amaya Blanco Perera: Agradezco a los panelistas y participantes por la posibilidad de escuchar sus perspectivas, desde las distintas profesiones y roles. Quiero comentar, en primer lugar, algo que decía Claudia y que he oído en diferentes intervenciones, con respecto al rol de la mujer ante esta situación. Según mi experiencia, y a partir de la visión de amigas y familiares cercanos, durante este proceso la mujer ha tenido una carga exacerbada, pues se hace prácticamente imposible conciliar el teletrabajo (las personas que tienen la posibilidad de quedarse en casa) con las tareas hogareñas y el cuidado de los niños, teniendo además que utilizar horas específicas de la madrugada para poder asumir roles de teletrabajo. En España, esto ha sucedido con salarios no equivalentes o diferentes, generalmente menores, a los que normalmente recibían, pero en Cuba se ha mantenido, en la mayoría de los casos, el salario original a pesar de lo que sabemos con respecto a la situación económica. En este punto, quiero resaltar la gestión generada por las instituciones y por el gobierno cubano. A pesar de la escasez que todos conocemos y la no existencia de una infraestructura económica para hacer frente, desde el punto de vista epidemiológico, a la situación, Cuba ha logrado hacerlo de una manera satisfactoria y los números –yo sigo en la distancia las comparecencias del Dr. Durán, primero diarias y ahora semanales– son un reflejo del buen manejo de la epidemia, de la existencia y control de una cadena epidemiológica, del acceso a tratamientos de primer mundo, dígase interferones y otros medicamentos, que han hecho que no exista una cifra elevada de fallecidos a causa de la Covid y de esta manera salir airosos de tan compleja situación.
Consuelo preguntaba específicamente sobre mi experiencia. Estoy fuera de Cuba, sin una red de apoyo, porque vivo en Lleida y no tengo a nadie cercano de primera línea, ni padres ni abuelos ni hermanos. He transitado por un carrusel de emociones, esto ha sido una montaña rusa: al inicio, sinceramente sentí mucha inseguridad, pero no por mí o por lo que me rodeaba, porque, además, yo tuve que seguir trabajando, porque trabajo en un proyecto vinculado con Covid, probando unas moléculas específicas, y no me daba miedo salir a la calle a pesar de las personas seguían sin cumplir las medidas de seguridad. Me preocupaba Cuba, mi familia y ahora que me lo preguntan y lo analizo, he sufrido un proceso, para bien, de adaptación, de ganar confianza en las instituciones cubanas. Pasé de estar totalmente insegura y preocupada, a aceptar que se estaba haciendo lo correcto, a creer que, a pesar de que estoy lejos y no tengo una real dimensión de lo que está ocurriendo, las cosas se están manejando allá lo mejor posible. Esto es una situación que ha llegado para quedarse; la vacuna tampoco es el golden standard en el cual podemos confiar –lo digo desde mi perspectiva en las ciencias biológicas– y asumir una actitud diferente nos va a ayudar a sobrellevar la situación. Como decía el Dr. Menéndez, esto no es comparable con la epidemia de SIDA, pero igual se trata de adaptarnos a cumplir las medidas y proteger a nuestros mayores que son la población de mayor riesgo.
Rafael Hernández: Creo que tanto panelistas como participantes del público nos han dado una demostración espectacular de análisis, de reflexión, de colocación de problemas, muy interesante y muy sorprendente para tratarse de una problemática muy compleja, global, de la que tenemos apenas distancia, y que naturalmente ha sido poco investigada. Después de elegir este tema, teníamos la preocupación de poder profundizar y desarrollar un intercambio suficientemente rico como los que aspiramos en los Último Jueves, pero en verdad esta ha sido una sesión extraordinaria desde el punto de vista del conocimiento que nos ha facilitado. Este panel ha logrado abrir líneas temáticas que, por supuesto, no se agotan en este debate, y nos ha puesto delante, una vez más, la necesidad de mirar los temas que debatimos no como cuestiones que suceden en una isla “rara”, separada del mundo, sino en su contexto global. Gracias a todos por un magnífico panel y una interesante discusión.
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