¿Podemos producir todo lo que nos comemos? Intervenciones de los participantes al UJ


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Intervenciones de los participantes en el Último Jueves más reciente, que se ocupó por saber si somos capaces de producir todo lo que necesitamos.

Panel de Último Jueves realizado vía WhatsApp, el 3 de septiembre de 2020

Panelistas:

Annia Martínez Massip. Socióloga. Profesora de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas.

Jorge Ramírez. Pequeño agricultor cafetalero. Escambray, Cienfuegos.

Pedro Monreal. Economista. Doctor en Ciencias Económicas. Especialista del Programa de Ciencias Sociales y Humanas de la UNESCO. Programa para la Gestión de las Transformaciones Sociales (MOST). Sede de la UNESCO.

Silvio Gutiérrez Pérez. Profesor auxiliar. Universidad de La Habana. Especialista en precios de alimentos.

Jaime García Ruiz. Profesor Titular de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas.

 

En una publicación previa, que puede leer si pincha aquí, mientras sucedía el debate en el grupo de Whatsapp, Catalejo publicó las primeras intervenciones de los panelistas, que se incluyen nuevamente aquí junto al resto de las intervenciones que conformaron el debate. P


Foto: Rafael Hernández/Temas

Rafael Hernández: Buenas tardes a todos los participantes en este Último Jueves a distancia a través de un grupo de Whatsapp, dedicado al tema “¿Podemos producir lo que comemos?”. Este es el cuarto panel que realizamos online este año, debido a las circunstancias de la COVID-19. Lo estamos realizando con panelistas que están en distintos puntos de la geografía. Uno está en La Habana, otro en Santa Clara, otro en Sancti Spíritus, otro en la Sierra del Escambray, en la parte que corresponde a Cienfuegos, que es donde estoy yo, y el quinto panelista se encuentra en París, Francia. De manera que el espacio que cubrimos, e incluso los husos horarios que estamos abarcando, son relativamente amplios, así como esperamos que sea el debate.

Aunque sobre este vasto campo de estudios de la sociología, la economía y la política agrícolas, podríamos reunir numerosas preguntas, el cuestionario de hoy no pretende abarcarlas todas, pero sí concentrarse en algunas que nos parecen críticas. Yo quiero aprovechar para darle las gracias a Juan Valdés Paz, uno de los maestros de la sociología rural cubana contemporánea, miembro del consejo editorial de Temas, por su valiosísima colaboración en la construcción de este cuestionario.

Comenzamos con la siguiente pregunta: Pensando en términos de soberanía alimentaria, ¿en qué medida se ha alcanzado la capacidad para autoabastecernos?

 

Annia Martínez Massip: La respuesta es conocida: no se ha alcanzado la capacidad para autoabastecernos, sobre todo si el autoabastecimiento comprende la producción de alimentos con destino a la población, al turismo, a la exportación y a la sustitución de importaciones. Cuatro frentes que demandan cada uno, específicos y sólidos requerimientos en la cantidad y calidad de la producción de alimentos y la agroindustria. El desconocimiento de las causas no es el problema, pues desde hace décadas se tienen identificadas; incluso a principios de julio de este año, en el segundo encuentro con científicos y expertos vinculados a temas de soberanía alimentaria y nutricional, el presidente Díaz-Canel retomó y enfatizó el tratamiento integral de la cuestión, «en el que intervienen la introducción de resultados científicos, las dificultades en la comercialización y la distribución», entre otros.

En el vínculo ciencia-producción agrícola pretendo mencionar un dato interesante. En una búsqueda exploratoria de estadísticas de la FAO y la ONEI sobre rendimientos agropecuarios, para una tesis doctoral del Departamento de Sociología de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas en el 2018, se corroboró que Cuba no presenta histórica, ni regionalmente, rendimientos agrícolas altos según norma la ciencia en la mayoría de los frutales, granos, hortalizas, viandas, producciones de carne, leche y huevo. Sin embargo, se ubican, en reiterados casos, con cifras superiores, islas como Jamaica, Guadalupe, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Bahamas, Martinica y Barbados. Sin duda, en el aumento de los rendimientos y de las producciones agropecuarias influyen múltiples factores geográficos, climatológicos, económicos, financieros, políticos, humanos, culturales, sociales; y a su vez, científicos, tecnológicos e innovadores. Mas no dejo de pensar en Cuba, en términos de agricultura y ganadería, como un archipiélago del Caribe, que debe seguir patrones productivos insulares de altos rendimientos, con bajos costos de producción y, de países del primer mundo, que estrechan la relación ciencia-producción de alimentos.

Jorge Ramírez: Yo pienso que no hemos alcanzado una gran medida en la producción de alimentos, pues aún nos falta mucho por andar. Y cuando vamos a tratar de soberanía alimentaria, el término puede ser inagotable, de ahí dependen muchos factores. Porque, como bien dijera el presidente de la República en una ocasión, nos acostumbramos a mirar para el puerto y no para el surco. Entonces, somos dependientes de las importaciones.

Siempre vamos a ser dependientes de algunos productos. Por características del país, que somos un país tropical y demás, hay muchos productos que no podemos producir y que necesitamos importarlos. Por ejemplo, el trigo. Es mejor importarlo que producirlo; y así otra serie de productos.

Rafael Hernández: ¿Tú piensas que la canasta básica que come la familia cubana se podría producir toda aquí?

Jorge Ramírez: Mayoritariamente sí; digamos que un 70% de la canasta básica se pudiera producir, pero hay productos que se tienen que seguir importando, además del trigo. Por ejemplo, el chícharo. Aquí se produce, pero a muy baja escala. De frijol podrían aumentarse las producciones, quizás cubrir el 70% de la demanda del cubano, pero no toda.

Pedro Monreal: El término «soberanía alimentaria» necesita precisión al utilizarse en el caso de Cuba porque surgió y se emplea en otras partes del mundo como una alternativa progresista al término «seguridad alimentaria». Este último se asocia al aseguramiento de una nutrición adecuada para todos, pero no establece diferencias entre el componente importado y el nacional o local, y tampoco se evalúa críticamente el aspecto social de la eficiencia, ni el uso de la ciencia y la tecnología. Alternativamente, la «soberanía alimentaria» se concibe como el derecho, por parte de productores y de consumidores, a participar en la definición de las políticas agropecuarias. Es una crítica a los llamados «regímenes alimentarios corporativos» y enfatiza, como opción, los sistemas agropecuarios locales. Coloca su mirada en la «Economía Política» de la producción y el consumo de alimentos: ¿de dónde sale la comida?, ¿cómo se produce?, ¿por quién y para quién? En ese sentido, considero que el término «soberanía alimentaria» pudiera contribuir al análisis y discusión en Cuba porque es aplicable a los factores de poder y a los intereses económicos que existen en el sistema agroalimentario cubano. Ayuda a ir más allá del contrapunteo entre lo externo y lo interno. En ese sentido, tiene que ver con respuestas a preguntas tan importantes como las siguientes: ¿quién decide lo que comen los cubanos y a qué precios?, ¿cuáles relaciones de poder hacen que en un sistema productivo asentado en actores privados y cooperativos, estos tengan poca influencia en la organización de la producción (cantidad, insumos, variedad) y en su distribución (tipos de mercados y precios)? Hay un reciente tema controversial en Cuba –la utilización de cultivos transgénicos– que es un asunto prioritario para la «soberanía alimentaria» y que, hasta donde entiendo, no ha sido enfocado hasta ahora en Cuba desde una perspectiva de «soberanía alimentaria».

Silvio Gutiérrez Pérez: Mi intervención en este panel está basada en la oportunidad que tuve de participar en la conformación del Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional de Cuba y la experiencia de varios años de trabajo en la actividad agroindustrial.

Soberanía alimentaria es la capacidad de la nación para producir alimentos de forma sostenible y dar acceso a toda la población a una alimentación suficiente, diversa, balanceada, nutritiva, inocua y saludable, reduciendo la dependencia de medios e insumos externos, con respecto a la diversidad cultural y responsabilidad ambiental.

En el Artículo 77 de la Constitución se señala: «Todas las personas tienen derecho a la alimentación sana y adecuada. El Estado crea las condiciones para fortalecer la seguridad alimentaria de toda la población». Según los parámetros de la ONU el Estado cubano cumplió los objetivos del desarrollo social con la eliminación del hambre y redujo otros indicadores relativos a la calidad de la vida. No obstante, quedan carencias que evidencian problemas de salud que dependen de la calidad de la dieta.

De la dieta familiar promedio del cubano, incluyendo todas las vías de aprovisionamiento:

  1. Hay productos como el trigo y la soya que no se pueden producir en el país porque no resulta eficiente;
  2. productos cárnicos y huevos, aunque se producen en el país, la base alimenticia fundamental es el alimento animal importado;
  3. otros como el arroz y el maíz, donde la semilla, los equipos y los insumos utilizados tienen un alto componente importado y las limitaciones financieras no permiten cubrir las necesidades del país;
  4. las producciones autóctonas como las viandas, frutas y hortalizas complementan la dieta, y su presencia en los mercados depende no solo de las estaciones, también de los insumos que existen en el país;
  5. hay que señalar también que el país exporta más de 600 millones de dólares en alimentos como: azúcar, productos del mar, frutas, etc.

La alimentación de la población cubana depende de la importación de alimentos entre un 60 y 65% del consumo interno total.

En resumen, la dieta familiar del cubano está conformada por diversas fuentes. Hay productos que no resulta eficiente producirlos, otros que el propósito es continuar incrementando la participación nacional y por último los que dependen de nuestros recursos y esfuerzos.

Jaime García Ruiz: Cuba nunca podrá producir todo lo que necesitamos para comer; creo que ninguna economía puede hacerlo sin contar con el sector externo; importación-exportación de alimentos y la importación de insumos y tecnologías de avanzada. A ello habría que agregar el bloqueo económico, comercial y financiero cada vez más férreo que ejercen los Estados Unidos de Norteamérica sobre nuestro país y el injusto orden económico internacional vigente. Ello no significa que no podamos avanzar hacia el logro de la Seguridad Alimentaria y Nutricional (SAN); una verdadera soberanía alimentaria y reducir el grado de inseguridad alimentaria actual.

Hoy se reconoce ampliamente que la SAN incluye tres dimensiones:

  1. La disponibilidad de alimentos, la cual incluye la producción agropecuaria nacional con su industria alimentaria, más las importaciones, menos las exportaciones en fronteras o fuera de ella,
  2. El acceso y equidad respecto a los alimentos y,
  3. El aprovechamiento biológico de los alimentos (consumo).

Creo que la disponibilidad de alimentos está afectada en los tres eslabones, por así decirlo; tanto por factores que competen a la producción, a la industria alimentaria, como a factores vinculados a la importación-exportación de alimentos, de insumos y tecnologías. Pensando en términos de soberanía alimentaria, todos ellos, en sistema, limitan la capacidad para autoabastecernos. Por lo que se puede afirmar que esa capacidad no se ha alcanzado.

Rafael Hernández:  En términos de seguridad alimentaria, ¿hasta qué punto se satisface la demanda total (no solo familiar) mediante producción agraria/industria alimentaria/importaciones?

Annia Martínez Massip: En el Informe de la FAO de 2016, se identificó a la región de América Latina y el Caribe como un área en riesgo, no en cuanto a la producción agropecuaria, pero sí para la seguridad alimentaria por falta de accesibilidad y distribución desigual de los alimentos. Quiere decir que no basta con soñar con el excedente agrícola si la distribución y la accesibilidad presentan problemas de infraestructura o de equidad territorial y social. En la respuesta anterior toqué la falta de eficiencia de la producción agropecuaria en Cuba y, lamentablemente, la distribución y la accesibilidad también presentan dificultades que laceran la seguridad alimentaria. Por supuesto, la libreta de abastecimiento es una opción básica de distribución y accesibilidad que es insuficiente ante la demanda y el consumo de la población, si se tiene en cuenta la estabilidad de un agromercado negro, informal, intermediario o privado —como prefiera calificar—, con su caprichosa jerarquía de precios; lo que infiere que el agromercado estatal no alcanza a suplir todas las necesidades, incluso las del turismo. El ministro de Turismo, en el balance de la Asamblea Nacional, denotó en 2019 que se debe trabajar más en la oferta y variedad de los alimentos al cliente. Sin embargo, se realizan esfuerzos. En el último perfeccionamiento del Sistema nacional de la agricultura (2014-2018) se propuso mejorar los mecanismos burocráticos y estructurales que se encargan de estas dos fases, el mencionado Programa de Autoabastecimiento Municipal, pero aún predominan insatisfacciones. Las importaciones se han establecido como una solución fácil y costosa, mientras que la agroproducción industrial nacional ha dejado de ser la solución para convertirse en la alternativa atípica. La seguridad y la soberanía alimentarias cubanas se resquebrajan más en la medida que aumentan las importaciones. De ahí, la apremiante necesidad de centrar la política económica agraria en fortalecer la producción nacional de alimentos y su agroindustria.

Jorge Ramírez: Pienso que, en cuanto a la satisfacción de la demanda total, tres cuartas partes se usan entre el turismo y el consumo social; y la otra parte, la canasta básica, el consumo familiar. No tengo idea de cómo debe ser la distribución, porque como soy productor, y me autoabastezco en gran medida, no sé si está bien o si hay que hacer modificaciones. Yo recibo solamente la canasta básica, por la libreta.  Si la quitaran mañana, me afectaría en alguna medida, porque yo recibo cosas que no produzco. Por ejemplo, el arroz. Aquí en la montaña no se produce. Los frijoles, a muy baja escala. Y así otros productos que no producimos aquí. Las personas que trabajan en sectores estatales, como el turismo y otros, necesitan la libreta, no tienen acceso a los productos del agro que yo produzco. El resto sí puede, creo que puede contribuir a satisfacer esas demandas.

Pedro Monreal: La definición más ampliamente utilizada de «seguridad alimentaria» considera que esta existe cuando «todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana». El concepto de «seguridad alimentaria» incluye al menos tres dimensiones:  disponibilidad de alimentos, acceso a los alimentos, y utilización adecuada de los alimentos. Respecto a los dos primeros componentes –estabilidad y acceso– existen déficits evidentes en Cuba. La actual crisis asociada a la pandemia los ha agudizado y los ha hecho muy visibles, pero han existido con anterioridad. El sistema de distribución racionada a precios subsidiados y otros mecanismos de consumo social alivian el problema, pero no pueden resolverlo en su totalidad. El mercado es importante para satisfacer la demanda, y es ahí donde se localiza el problema, tanto desde el lado de la oferta como del lado de la demanda. En general son mercados segmentados y mal organizados. El tercer componente –utilización adecuada de alimentos– que incluye insumos no alimentarios como la atención médica, es relativamente menos problemático en Cuba. Una notable dificultad de la seguridad alimentaria es la alta dependencia de las importaciones en algunos alimentos claves, tanto los que son directamente consumidos por las personas como los que sirven para la alimentación animal. Por ejemplo, todo el trigo, toda la soya y casi toda la carne de pollo se importa, mientras que la producción nacional de maíz y de arroz representan solamente el 42% y el 64% de las importaciones. No se trata de que se dependa de la importación de muchos alimentos porque en realidad las importaciones se encuentran muy concentradas en seis alimentos que equivalen al 65% de las importaciones totales de comida del país, pero son alimentos esenciales para los cuales la producción nacional es inexistente o muy baja (pollo, arroz, maíz, trigo, soya y leche). Son proporciones que hay que modificar, aunque probablemente sea más difícil en casos como el trigo y la soya, y en resto tomaría algún tiempo alcanzar niveles nacionales adecuados.

Silvio Gutiérrez Pérez: Los dos lados de esta moneda son la demanda y la oferta. Veamos por separado.

Demanda

  • El nivel nominal de ingresos que se garantiza por el Estado para los salarios del sector público y las pensiones es inferior a muchos países de renta media o medio baja.
  • Esta situación se reequilibraba por el elevado sistema de protección social que aseguraba en especies y de forma subsidiada o gratuita a la población ingresos monetarios no cubiertos.
  • El nacimiento del sector no estatal, los sistemas de pagos en las empresas y las remesas del exterior han contribuido a generar disparidades en cuanto a los ingresos, incrementando las vulnerabilidades en algunos segmentos de la población.

Oferta

  • Los altos precios y la insuficiente producción de alimentos nacionales en cantidad, surtido y calidad, vinculados con rendimientos y productividad inferiores a los de la región.
  • El acceso limitado a insumos, tecnologías eficientes y créditos afectan los resultados de la producción agroindustrial.
  • Desequilibrios en la balanza comercial limitan la capacidad de compra en el mercado internacional de insumos y equipamientos para el sector.
  • Las limitaciones financieras incrementadas por la COVID 19 que agudiza la escasez de recursos en el país.

Como resultado de ambas tendencias:

  • La producción nacional no satisface la demanda total. Solo ocurre en determinadas producciones, en las estaciones con altos rendimientos y no pueden procesarse industrialmente por la obsolescencia tecnológica de la industria conservadora.
  • El déficit producido por la producción nacional es cubierto con la importación de alimentos decisivos en la dieta, fundamentalmente arroz, leche en polvo, frijol y maíz.
  • Con la disminución de las divisas en el país se reduce la adquisición de insumos y bienes en el mercado internacional con destino al consumo nacional.
  • Se independiza la asignación de alimentos con esquemas cerrados como en el sector turístico que, con sus propios recursos, cubre sus necesidades alimenticias.

En resumen, las proporciones de la redistribución de los alimentos en cada momento es resultado de los derroteros que impone la situación económica del país.

Jaime García Ruiz: No solo es importante tener los alimentos necesarios disponibles, sino que también está la cuestión del acceso a ellos por parte de los consumidores. El acceso a los alimentos está relacionado con la esfera de la distribución y expresa la equidad, donde los niveles de ingreso, de circulación monetaria y los tipos de cambio actúan sobre los mercados y los precios de los alimentos.

Si difícil es dar la medida en que se satisface la demanda total mediante la triada producción agropecuaria nacional, industria alimentaria e importaciones por falta de información; mucho más arriesgado es dar un estimado del nivel de acceso o proporción que ocupa cada una de las vías de distribución de los alimentos disponibles. El acceso a los alimentos se realiza a través de la gran diversidad de formas que asumen el mercado minorista y el consumo. Ellos son: 1. Consumo social, 2. Mercado Racionado (MR), 3. Mercado Agropecuario Estatal (MAE), 4. Mercado Libre Agropecuario (MLA u Oferta-Demanda), 5. Puntos de Venta (PV), 6. Mercados Agropecuarios Arrendados (MAA), 7. Trabajadores por Cuenta Propia (TCP-Carretilleros), 8. Mercado de Autoconsumo (MA), 9. Tiendas de Recaudación de Divisas (TRD), 10. Mercado Negro (MN), 11. Mercado de Alimentos Elaborados o Semielaborados (MAES).

Digamos que la satisfacción a partir de la triada (disponibilidad de alimentos) oscila entre el 60-70%. Respecto a la proporción de las diferentes vías de distribución, lo más seguro sería afirmar que con excepción del arroz (7 lb en total por la vía normada), a la mayoría de los bienes agropecuarios frescos para el consumo hay que acceder acudiendo a las diferentes formas mercados antes mencionados.

Estudios realizados entre 2011-2019 en Cuba, muestran las formas de mercado más significativos por las que se accede a los alimentos agropecuarios frescos. Por el volumen físico de las ventas, en primer lugar, se accede por el Mercado agropecuario estatal (MAE, o mercado de Pecios Topados). En segundo, por los Puntos de Venta (PV); tercero por los Mercados de Oferta y Demanda; cuarto, por las CNoA de Mercado Agropecuario y por último, por los Mercados Agropecuarios Arrendados.

Por el valor de las ventas de los productos agrícolas y cárnicos la cosa cambia un poco pues en primer lugar están los MAE, y le siguen, en este orden, los PV, los Trabajadores por cuenta propia (carretilleros), los MOD, las CNoA de mercadeo y por último, los Mercados Agropecuarios Arrendados (Datos tomados del Boletín Ventas de productos agropecuarios. Indicadores seleccionados. INEI, Cuba).

Creo que esta proporción, siempre que se establezca y mantenga una adecuada política de precios de protección a los consumidores (precios topados territorialmente), en armonía con una política de precios mínimos de incentivo y protección a los productores, debería mantenerse, con la observación de que sería deseable que los carretilleros pasaran al último puesto, y no porque se reduzca su oferta en término absoluto, sino en términos relativos, es decir, para que la participación del resto de las formas siga creciendo, sobre todo aquellas con fuerte regulación de precios minoristas que protege a los consumidores. Hay que observar adicionalmente que sobre los denominados “carretilleros” no se tiene información estadística de los volúmenes físicos de venta, por lo que se pierden datos importantes en cuanto a la disponibilidad de alimentos y los niveles de precios promedios, que sabemos son los más altos.

Rafael Hernández: ¿Qué problemas afectan la disponibilidad de alimentos para satisfacer la demanda total? ¿Cuáles corresponden a cada área (producción agrícola, industria, importación)?

Annia Martínez Massip: Hay tantos problemas como eslabones de cadenas alimentarias, como factores mencionados en la primera pregunta. Solo me atrevo a desglosar algunos y no en todos los casos los más importantes, si es que es aconsejable ponderarlos. De los problemas geográficos y ambientales, basta con identificar el cambio climático para ejemplificar de forma general, pero más que culpar a la naturaleza, ha sido nuestra falta de resiliencia agroambiental y la poca capacidad para buscar soluciones científicas, ecológicas y sostenibles que mitiguen la incidencia del cambio climático. Los factores agrotécnicos, agroindustriales y su respaldo económico-financiero encierran una amplia gama de limitaciones: desde el manejo de la disponibilidad de semillas y recursos fitogenéticos, carencias y desconocimiento de los controles biológicos, de la mecanización requerida para el riego, de los insumos y del conocimiento exigido para optimizar la producción de alimentos.

En los factores organizacionales, el burocratismo y el tareísmo inundan los procesos productivos. En el factor humano, aún falta mucha capacitación pertinente. En el área de la política agraria, todavía quedan asuntos pendientes, sobre todo si se pretende fortalecer la política crediticia y la política de innovación. Apoyada en la historia de los procesos agrarios en Cuba y desde la sociología agraria identifico dos grandes tendencias de los problemas que han afectado la agroproducción de alimentos, aunque en su contexto tales problemas sean considerados como males necesarios: predominio de adversidades económicas en un sistema centralizado estatal; y la preponderancia de procesos acelerados, ideopolíticos y jerárquicos de distribución de la tierra y de formas organizativas de la producción. Puede parecer contradictorio, pero según de instructivo es penoso leer el texto Los procesos de organización agraria en Cuba 1959-2006, de Juan Valdés Paz, porque corroboras con datos y análisis que los problemas de ahora no son muy diferentes a los del siglo pasado. Es como si el sistema de la agricultura tuviera la capacidad propia de heredar las limitaciones de una generación a otra, aunque cambien las personas, los contextos sociales y se mantenga el propósito primario: alcanzar una alta y sostenible capitalización de la producción agropecuaria que permita satisfacer la demanda total.

Jorge Ramírez: Los problemas que afectan a la producción agropecuaria son conocidos ampliamente. La limitación de recursos es uno de los factores que inciden. Otro es que necesitamos crear una cultura para ser sostenibles; es decir, buscar la forma de producir todos aquellos productos que se pueden producir en nuestro país. La sostenibilidad da lugar a la seguridad alimentaria

Como productor, yo identifico como problema la escasez de recursos. Por ejemplo, estamos acostumbrados a producir con fertilizantes químicos, ya hoy no los tenemos. Son de alta demanda y muy costosos, entonces, por las limitaciones que tiene el país, pues no los podemos adquirir. Necesariamente tenemos que prepararnos para producir de forma orgánica. La forma de producción orgánica es más sostenible, más rentable.

Rafael Hernández: ¿Tú produces café de forma orgánica? ¿Tienes fertilizantes y pesticidas orgánicos?

Jorge Ramírez:  En estos momentos, no tenemos químicos. Es decir, tenemos la posibilidad de producir de forma orgánica, y tenemos necesariamente que crearnos una cultura, para lograr los objetivos.

Otros problemas tienen que ver con el sostenimiento económico de la gestión como productor. Las producciones agrarias y el comercio tienen que ir de la mano. Son dos factores que tienen que estar en armonía, cuando se produce un desequilibrio en uno de los dos, se afecta el otro. A veces, se producen irregularidades en los acopios, por ejemplo, no se cumple con lo que está establecido, y eso produce también el desaliento en el productor.

Rafael Hernández: ¿Los créditos que se le otorgan al productor son relativamente suficientes? ¿Hay irregularidades en los tiempos de otorgamiento de los créditos, o con la disponibilidad del financiamiento?

Jorge Ramírez:  Pienso que pueden cubrir las expectativas del productor. Ahora, en lo que se falla a veces es en los mecanismos, las trabas que se producen, que son irregularidades internas, pero que afectan en muchas ocasiones al productor. Se atrasan los créditos, por problemas de burocratismo, se demoran mucho, entonces eso afecta.

Hay que mejorar en la cultura agraria. Por ejemplo, establecer políticas que estén enfocadas en una cultura para producir de forma orgánica, porque para mi consideración es más sostenible, es de mayor seguridad y la calidad aumenta. Hay un refrán popular que dice que un pajarito en la mano vale más que cien volando. Una vez que nosotros producimos de forma orgánica, no tenemos que importar fertilizantes químicos, porque seríamos capaces de producir de esta manera, son recursos que poseemos.

A corto plazo, los fertilizantes químicos y los orgánicos tienen sus ventajas, aseguran una mayor producción, pero vamos a ver a mediano y a largo plazo. Porque, de hecho, estamos contaminando nuestros suelos. Los estamos saturando con productos químicos que, a largo plazo, son dañinos. Es un error, porque a corto plazo va a obtener mayores rendimientos, pero a largo plazo se están comprometiendo los suelos, y el producto también está producido a base de fertilizantes químicos. La calidad no es la misma.

Rafael Hernández: ¿A ti te parece que todos los alimentos que se producen en Cuba podrían sostenerse desde el punto de vista orgánico, sin recurrir a los fertilizantes químicos?

Jorge Ramírez: Bueno, habría que hacer un estudio y valorar hasta qué punto puede ser. Por leyes naturales, el orgánico es viable. Los químicos son un invento del hombre. En mi experiencia, creo que es posible.

Otro refrán popular dice que «el venado se asusta y corre, pero regresa al punto de partida para ver qué le asustó». El hombre hoy está en la necesidad de venir a un punto de partida determinado, para entonces ver si tiene la capacidad de reconocer los errores que ha cometido. Porque el hombre está muy comprometido con el cambio climático, con nuestro entorno, con cuidar la biodiversidad. Ahora bien, lo preocupante sería, ¿estaremos en condiciones de regresar a ese punto de partida? ¿El hombre hoy podrá decir «vísteme despacio que estoy apurao»?

Pedro Monreal: Del lado de la producción existen diversos problemas, todos interconectados. Considero que están bien identificados y que existen políticas para tratar de resolverlos, aunque debe quedar claro que hay diversas consideraciones sobre las causas de los problemas y por tanto existe variedad de alternativas para resolver los problemas, lo cual explica la existencia de críticas a las políticas actuales. Me refiero a las que han sido explicadas o son observables. En otros casos se habla de políticas, pero no se han divulgado los detalles. Considero que hay dos problemas cruciales: el primero es que el sistema agropecuario cubano está concebido para transferir valor desde el productor hacia un consumidor de bajos ingresos y eso crea dificultades muy serias. El productor recibe menos valor del que le correspondería apropiarse porque este se transfiere, en forma de «mayor poder compra» del consumidor (institucional o individual). Desde el momento en que se transforma el sistema agropecuario en un gigantesco mecanismo de subsidios, se desvirtúa su función esencial (producir alimentos). El segundo problema importante es que un sistema agropecuario en el que predomina la oferta privada y cooperativa necesita funcionar mediante mercados en su relación con las entidades estatales y eso exige tener en cuenta relación entre oferta-demanda y el funcionamiento de precios. Me refiero a mercados regulados. De hecho, en todas partes del mundo, los mercados de alimentos están entre los más regulados. Sin embargo, en Cuba ni los precios pagados al productor –que son centralizados para muchos productos– reflejan la realidad de las condiciones económicas, ni los precios cargados al consumidor reflejan mercados eficientes. Si a esos dos factores se les suman la carencia de insumos, las consecuencias de las sanciones de los Estados Unidos, la deficiente gestión de una entidad monopólica como Acopio, los atrasos en el pago a los productores y las «barreras de entrada» que facilitarían la competencia, se entiende la magnitud del problema que debe ser resuelto. Hay más factores, pero me he limitado a mencionar los que considero más importantes.

Silvio Gutiérrez Pérez: Una aproximación a los principales problemas que afectan la disponibilidad de alimentos permite identificar los de carácter general y los específicos, que a su vez se ubican en la agricultura y la industria.

Generales:

  • La insuficiencia de recursos financieros en divisas, provocada, en primer orden, por las presiones del bloqueo norteamericano.
  • La ineficiencia productiva interna, originada por el bloqueo y también, en parte, por falta de disciplina y rigor en la producción agroindustrial.
  • Los deficientes estímulos económicos a los productores que se sienten excesivamente regulados en diversos aspectos de su actividad como la adquisición de insumos, y la venta con el máximo de rendimiento financiero.
  • La falta de prioridad de los procesos de mantenimiento y de inversiones agroalimentarias que provocan descapitalizaciones progresivas y de la capacidad instalada.
  • La propensión a resolver el déficit de alimentos nacionales con importaciones, como resultado que impone la tasa de cambio que sobrevalora el peso cubano y los hace más costosos.

Específicos:

Agricultura: Bajos rendimientos productivos originados por razones diversas causas:

  • Objetivas: escasez de insumos, equipamientos obsoletos, pobre genética, pobre utilización y exceso de ociosidad de la tierra, etc.
  • Subjetivas: falta de cultura agrícola en productores noveles, indisciplinas y poco rigor productivo, insuficiente aplicación de la ciencia y la técnica, etc.

Industria

  • Falta complementariedad entre la industria y la producción agrícolas, sobre todo en la mayor utilización de los incrementos de disponibilidad.
  • Rotación laboral excesiva de la fuerza de trabajo, sobre todo la calificada.
  • Insuficiente inserción de las minindustrias como entidades intermedias que procesan los productos.
  • Deficiente oferta de envases, excesivamente costosos y obsoletos.

En resumen, la agroindustria subsiste en el país gracias al esfuerzo de miles de trabajadores y se enfrenta a significativos retos que requiere enfrentar con planes a corto y largo plazo para elevar la disponibilidad de alimentos en un marco financiero complejo y desafiante ante las amenazas externas.

Jaime García Ruiz:  Los factores o problemas principales internos en la disponibilidad de alimentos en cuanto a la producción son: 1. Condiciones agroproductivas y climáticas que no son del todo propicias para producir determinados productos agrícolas en cantidad y calidad, por ejemplo el caso del trigo; 2. Poseemos 6 240 millones de hectáreas de tierra agrícola, 0,56 hectáreas por habitante; 3. El 76,80% de las tierras son de categoría poco productivas o improductivas, lo que hace que aunque pongamos a producir todas las tierras ociosas no nos alcanzarían para satisfacer las necesidades; 4. Competencia de productos agrícolas para consumo humano con los de consumo animal; 5. Capacidad insuficiente de la agroindustria nacional y los sistemas de acopio y distribución; 6.  La doble circulación monetaria y cambiaria y, 7. El acceso de los productores al mercado externo. Todo ello hace que determinados productos no sean recomendables producirlos internamente en términos de eficiencia.

¿Qué hacer para producir y transformar internamente la mayor cantidad posible de productos agropecuarios para el consumo humano? Establecer:

  1. Políticas de precios, impuestos y subsidios: a) Estableciendo una política de precios MÍNIMOS (piso) adecuada de protección e incentivo a los productores, b) Política de precios MÁXIMOS que protejan al consumidor en sintonía con la de precios mínimos y, c) Subsidio directos al productor.

Dado el problema de la competencia de los factores de la producción agropecuaria y por tanto, de los productos agrícolas para el consumo humano y animal (yuca, plátano, boniato, arroz, frijoles, chícharo, girasol, soya) y la imposibilidad del país de importar la suficiente cantidad de alimento animal y también humano, se hace necesario establecer precios mínimos y máximos para la “cesta típica de productos agrícolas de consumo del cubano” (consumo humano). Para atenuar la competencia es necesario subsidiar directamente a los productores de estos productos, si no los factores de la producción se desviarán objetivamente hacia los productos de consumo animal, circulando por los mercados informales, especulativos y corruptores. Los precios mínimos al productor de esta cesta tienen que estar –algunos ya los están– por encima de los precios topados que protegen al consumidor. Con ello, los productores estarían incentivados a vender al Estado y no a los intermediarios, e incluso no concurrir ellos directamente al mercado.

La pregunta es con qué fondos y quién subsidia a los productores, protegiéndolos y estimulándolos a producir y acopiar al Estado, a sustituir importaciones y generar rubros exportables del sector. Se puede crear un fondo –de hecho, estos recursos financieros existen hoy– con los impuestos sobre las ventas, las tasas de alquiler de espacios y medios en los mercados agropecuarios y los impuestos sobre las ventas y sobre los ingresos personales de los propios productores agropecuarios. De lo que se trata es de recircular dichos ingresos monetarios generados por el sector para el subsidio de los productores; personas naturales y jurídicas, campesinos pobres, microproductores, pequeñas y medianas empresas privadas agropecuarias. Se trata del redireccionarlos hacia estos fines específicos.

2.  Fortalecer el acceso directo de los productores al mercado externo (exportación-importación) en divisas, una vez cumplidos los planes de venta al Estado.

Otro tanto propiciaría el acceso directo de los productores al mercado externo en divisas, liberando al Estado de gastos en divisas para la importación de insumos agropecuarios, de alimento y generar ingresos o ahorrar divisas para ser invertidos por los propios productores en la producción y la industria alimentaria locales. Las inversiones tendrían que impactar también en el sistema de acopio –estatal, cooperativo y privado– la transportación, el almacenamiento y la conservación de productos agrícolas e impulsar la creación de reservas estatales de alimentos para ofertarlos en los períodos más bajos de producción y poder sostener precios en los mercados minoristas.

Rafael Hernández: Asumiendo que existe un cierto grado de inseguridad alimentaria, ¿en qué medida el actual sistema agrario de producción y el de distribución pueden cumplir sus roles para enfrentarla de manera eficiente?

Annia Martínez Massip: Aunque los problemas parecen congénitos, el actual sistema agrario de producción y el de distribución cuenta con potencialidades que pueden ser fortalecidas. Si la entrega de tierra en usufructo se inició hace unos años, entonces debe disminuirse la demora y la burocracia que rodea estos procesos. Si desde hace más de una década, las CCS poseen un amplio reconocimiento social —no siempre fue así—, por su alta productividad como forma organizativa de la producción agropecuaria, entonces los insumos deberían ser distribuidos por resultados productivos y no por jerarquías ideopolíticas o intereses personales. Si Cuba es un baluarte de la institucionalidad científica de las ciencias agrícolas, entonces el sistema nacional de la agricultura, y sus diferentes niveles, deberían reflejarlo aún más. Si Cuba es eminentemente agrícola, y la producción de alimentos es una emergencia nacional, debería pensarse en un código agrario que consolidara tales prioridades. Aun así, me mantengo optimista, pues se proponen opciones de solución como el Programa de Autoabastecimiento Municipal, el Programa PAIS, el Programa de Bioproductos de Uso Agrícola en Cuba, se diseñan políticas y normas jurídicas para la extensión agraria y los bioproductos, que, a grandes rasgos, buscan ofertar a la población mayores cantidades de productos que satisfagan su demanda nutricional o dicho de otra manera, lograr las tan deseadas seguridad y soberanía alimentarias.

Jorge Ramírez: Pienso que en el sistema agrario y de distribución de las producciones, si no se cumple en alguna medida, no es precisamente por el sistema que está establecido, lo que está implantado. Yo pienso que está bastante de acuerdo. Las irregularidades que nos encontramos a veces son problemas internos, no es un problema del mecanismo, porque todo es a través de la contratación: Acopio, Frutas Selectas, cooperativa, contrata con el productor. Ya Acopio sabe qué volumen de producción tiene y hacia dónde dirigirlo. Pero, a veces, nos encontramos irregularidades que no son de su mano, sino que son problemas internos. Entonces, vemos la irregularidad y nos preocupa, y es en lo que hay que profundizar, para llegar a conocer dónde está el problema y cómo poder erradicarlo. No sé en estos momentos si será necesario modificar algo. Para mi concepto, está bastante bien, pero la forma en que se practica es la que tiene deficiencias, a veces son problemas administrativos de un determinado lugar.

Quizás haya que cambiar algunas cosas. Por ejemplo, los sistemas de pago se retrasan, y se convierten en una cadena de impagos en muchas ocasiones. No es precisamente un problema bancario, o un problema empresarial, sino que también aparecen los problemas administrativos internos. Aunque pienso que estudiándolo y analizándolo más profundamente pudieran tener solución.

Rafael Hernández: ¿Tú piensas que el trabajo de producción agrícola debería pagarse mejor?

Jorge Ramírez: Pienso que la Agricultura es la que menos se ha pago; el valor más bajo siempre ha sido la agricultura. Eso debería revalorizarse. En el caso del café, el pago es seguro, confiable, pero se demora en pagarse. En estos momentos, el precio del café es aceptable, pero si tenemos en cuenta la demanda que está teniendo el café en el mercado mundial, aspiramos a un poquito más.

Pedro Monreal: Las medidas más importantes deberían consistir en abandonar el enfoque actual del sistema agropecuario como un gigantesco mecanismo de subsidio generalizado al consumidor y la utilización del mercado (regulado) como mecanismo efectivo para que funcione el sistema. En Cuba se le llama usualmente mecanismos «económicos», pero en rigor se trata de mecanismos de mercados. Eso incluye tanto mercados para asignar recursos (crédito, divisas, maquinaria, insumos, servicios productivos), como para comercializar los productos. Es un enfoque que no excluye el control de precios para productos específicos y en determinados momentos. Habría que diferenciar los sistemas locales, que no solamente producen y distribuyen comida, sino que producen y reproducen sistemas sociales, modos de vida y culturas, respecto a los sistemas «nacionales» de producción-distribución-consumo, especialmente para abastecer los centros urbanos. De hecho, ambos tipos de sistemas deben estar conectados y por eso son importantes los mercados, lo cual implica la existencia de múltiples actores, la reducción de «barreras de entrada» y la importancia del acceso directo del productor a los grandes mercados de consumo. Un buen lugar para comenzar la reforma sería la modificación institucional del mecanismo bajo el cual hoy funciona el mecanismo de «encargo estatal», específicamente suprimiendo el monopolio de Acopio (que no equivale a eliminar esa entidad). Igualmente, debería abandonarse el actual enfoque de formación de precios (basado en costos) para darle mayor peso a las condiciones de oferta- demanda, así como reducir el número de productos con precios centralizados que, además, se mantienen fijos durante largos períodos de tiempo. Un problema crítico es la asignación de divisas en el sector, algo que no puede descansar en la asignación centralizada y en el funcionamiento de «circuitos cerrados» (generar divisas que pueden ser retenidas a nivel de entidad). Finalmente, la posibilidad de que el agro se consolide como eslabón de múltiples encadenamientos productivos necesitaría el funcionamiento de una tasa de cambio oficial económicamente fundamentada, muy diferente de la distorsionada tasa de 1:1 que existe hoy.

Silvio Gutiérrez Pérez: La producción agroindustrial en Cuba tiene el inmenso reto de garantizar primero la seguridad alimentaria y después la soberanía alimentaria del país. El entorno más agresivo de la política norteamericana hacia Cuba impone condiciones difíciles que hay considerar.

El presidente Díaz-Canel se ha referido a que si las cosas no salen bien de una forma, hay que cambiar y encontrar la manera para resolver los problemas. Las medidas que se han adoptado en los últimos meses incluyen el perfeccionamiento de las políticas macroeconómicas como las de precios mayoristas y minoristas, tributarias, crediticias, seguro, de inocuidad de los alimentos, inversión extranjera, informatización de la sociedad, etc. También se evalúan los esquemas de circulación y distribución de los productos, buscando su perfeccionamiento con el objetivo de incrementar la diversidad y rol de los actores en la comercialización de productos agropecuarios.

El Plan de Seguridad Alimentaria aprobado recientemente también aporta importantes conceptos en esta dirección con la integración de todos los programas nacionales entre los que se encuentran:

    1. El plan de autoabastecimiento municipal, con mayor prerrogativa a los productores y comercializadores en la localidad.
    2. Fortalecimiento de la aplicación de conocimientos y la ciencia a la producción agroindustrial. Vincular más la academia a la producción de alimentos.
    3. Mayor apoyo a la producción que sustituya los insumos importados que no son rentables producirlos en el país y que con alternativas locales se pueden suplir.
    4. Fortalecimiento del Plan Turquino como vía para crear mejores condiciones para la producción en las montañas.
    5. Ampliación del desarrollo de las minindustrias y su vinculación con la industria y el comercio mayorista.

En resumen, solo el perfeccionamiento progresivo de los sistemas agrarios y de circulación puede contribuir al incremento de la eficiencia en la satisfacción de las necesidades alimenticias de la población.

Jaime García Ruiz: Respecto a la inseguridad alimentaria y nutricional, creo que para ir superando paulatinamente sus niveles actuales debe actuarse sobre todos los eslabones de la cadena, desde los abastos y acceso de los productores a los insumos productivos, la producción, la distribución, la comercialización y el consumo mismo, perfeccionando los sistemas existentes y superando sus contradicciones. Paralelamente, habría que hacer diagnósticos precisos, a escala territorial y local, sobre inseguridad alimentaria y nutricional, tomar decisiones a estos niveles y dar preferencia a los segmentos de productores y de consumidores vulnerables. Con ello se estaría incidiendo no solo en el eslabón de la producción y la distribución, sino también en el del consumo en desventajas y se contribuiría a reducir los niveles de inequidad existentes.

Rafael Hernández: Agradezco a los panelistas porque han producido una concentración de conocimiento y de pensamiento al responder estas preguntas, y ahora le dejo la palabra a los participantes.

Yuván Contino (Estación Experimental de Pastos y Forrajes Indio Hatuey, Matanzas): ¿Se ha pensado en la Diversidad más allá que en la cantidad y calidad de los alimentos que podemos ofrecer? Creo que este es un criterio importante que los panelistas pudieran abordar, sobre todo enfocado a producciones sostenibles y agroecológicas, a producciones que están en nuestros entornos locales y territoriales de los cuales parten las semillas para que lleguen a convertirse en plantaciones y finalmente en productos.

Arisbel Leyva Remón (Universidad de Granma): Quiero enviar un saludo a los organizadores, panelistas y participantes en el debate. En el análisis sobre los problemas que afectan la disponibilidad de alimentos, habría que considerar, desde nuestro punto de vista, no solo la consabida carencia de insumos productivos, sino también las formas y magnitudes que ha tomado la comercialización ilegal de esos recursos, un fenómeno apenas visibilizado por las investigaciones agrarias. En estudios de caso realizados, hemos podido constatar que ese tipo de mercado constituye la fuente de adquisición de más del 50% de los medios requeridos por los campesinos durante un año. Sus elevados precios generan un incremento de los costos de producción, condicionan el incumplimiento de los compromisos contractuales con el Estado, y contribuyen al vínculo de los agricultores individuales con intermediarios privados que obtienen a precios atractivos una parte significativa de sus producciones. En no pocos territorios esta relación mercantil se encuentra reforzada por los reiterados impagos de las entidades estatales a los productores, y por conflictos económicos existentes entre la organización social y la gestión administrativa en muchas Cooperativas de Créditos y Servicios.

Como consecuencia de la diversificación de sujetos económicos, la ampliación del sector privado y el fortalecimiento de las relaciones mercantiles en la agricultura, se producen prácticas que responden a intereses de individuos y grupos, y ponen en riesgo los fines sociales contenidos en las políticas agrarias.

En las condiciones actuales, el proceso de diferenciación campesina, así como el surgimiento de pequeños empresarios agrícolas y el apoyo material discrecional que reciben determinados agricultores, acentúan la desigual distribución de bienes intermedios y contribuye a la reproducción de relaciones asimétricas de poder en el sistema agrario. La seguridad y soberanía alimentarias en las condiciones de Cuba demandan, por tanto, un sistema de comercialización de insumos que responda a criterios de equidad, eficiencia y eficacia. La realización de sus metas y objetivos no sería viable al margen de las dinámicas y problemas propios de los espacios rurales. Ello sugiere que el cambio agroalimentario requiere ser concebido dentro de programas de desarrollo territorial y transformación rural, apoyados desde fuentes múltiples de financiamiento. Frente a ese desafío, urge revertir el uso predominantemente urbano y constructivo que hasta el momento se les confiere a los fondos para el desarrollo local.

José Pablo Guerra Marcón (ingeniero agrónomo, jubilado del MINAGRI): ¿Podemos producir todo lo que comemos? La respuesta a esta interrogante puede ser sencilla o corriente: No. En la agricultura es absolutamente imposible producir en un territorio todo cuanto demanda la población, debido a las diferencias sustanciales y necesidades de clima y suelo de cada territorio. Pocos países del mundo son capaces de producir todos sus alimentos. Desarrollar una alta especialización territorial es lo que se impone, considerando las tradiciones de los agricultores, sustentadas en la experiencia de cientos de locaciones, en miles de años. No hay mayor evidencia científica que la acumulación de conocimientos avalados por éxitos productivos y su traspaso de generación en generación. La más valiosa ciencia agrícola reside en los campesinos de cada lugar. Esas experiencias y prácticas son el apoyo de científicos y técnicos, así como dirigentes debidamente calificados propician el incremento de la producción. Lo que permitirá el intercambio entre territorios o exportar hacia otros países, posibilitando importar aquellos renglones que no es posible producir en el lugar. Los imprescindibles planes de producción tendrán que incluir los recursos que demanda cada cultivo para usarlos en el preciso momento. Aplicarlos a destiempo, en cantidades sucintas, resultarán en pérdidas y bajas producciones. Para obtener éxito es necesario eliminar las trabas e ignorancias burocráticas que con frecuencia inciden en nuestros campos causando desabastecimiento.

La especialización territorial, la aplicación de buenas prácticas y el aseguramiento material para [palabra inaudible] a tiempo conllevará a alcanzar más y mejores producciones y permitirá el intercambio de productos en el territorio. Sembrar más no conduce a una mayor producción. Para elevar la producción agropecuaria en Cuba se hacen imprescindibles cambios de la estructura administrativa que varios acreditados profesionales han propuesto en los últimos tiempos contenidas, pero no aplicadas en suma, en la conceptualización del modelo económico aprobado. El fortalecimiento de la empresa estatal, así como la independización de las cooperativas se hace urgente e imprescindible.

Considero que no se ha alcanzado la capacidad para autoabastecernos, ni es posible lograrla. Aunque sí es posible elevar la participación de la producción nacional en esta.

El actual sistema agrario no cumple ni lejanamente su rol. Lo que se evidencia fundamentalmente en los bajos rendimientos. Con más alto nivel de producción se haría posible que la reserva productiva de los renglones de cada territorio se desarrolle con eficiencia. Haciendo posible, repito, su independencia y con ello desarrollar los citados intercambios entre localidades y la exportación de los productos excedentes. El actual sistema agrario carga, además, con la deficiencia del sistema de compra-transporte-comercialización, es decir, el conocido Acopio, que las autoridades de nuestro país han criticado y tratado de modificar, pero no se ha logrado, y se mantiene como un fuerte lastre, provocando pérdidas de grandes cantidades de bienes en el campo, y para los consumidores.

Manuel Alonso (consultor económico): En relación con el tema que nos ocupa y a la luz de la realidad actual, considero necesario revisar algunas normas establecidas que limitan la producción de todo lo que comemos.

En el Noticiero Nacional de Televisión está apareciendo lo que pudiéramos llamar “la crónica roja”; en ella hemos visto desde acaparadores y coleros hasta comerciantes y productores diversos. Cualquier economista reflexionando sobre por qué aparecen estas figuras, respondería: porque existe una demanda solvente e insatisfecha.

Tomo como ejemplo el caso de un productor de quesos que abastecía a varios restaurantes. Para procesar unos 80 litros de leche diarios de su ganado, con los requisitos técnicos e higiénicos cumplidos, no necesitó de ningún módulo tecnológico del Estado, ni de la inversión extranjera directa, ni lo asistió ningún grupo multidisciplinario de institución estatal alguna, tampoco recibió un crédito bancario o ayuda del presupuesto del Estado. Solo se saltó las regulaciones existentes que lo ataban, y como consecuencia de lo anterior evadió el pago de la electricidad y no cumplió con el contrato de suministro a una empresa estatal.

Una pregunta se impone: ¿por qué un privado no podía producir queso legalmente? Es una norma ajena a las posibilidades reales de aprovechar un recurso existente y necesario para la alimentación de la población. Aparentemente, la mencionada empresa no necesitaba la leche faltante porque no estableció las reclamaciones correspondientes, asunto que no se menciona en la noticia.

Ejemplos de este tipo, los vemos a diario por doquier. Desde hace décadas, muchos economistas clamamos por la eliminación de tantas regulaciones absurdas que limitan tanto a las empresas estatales como a los productores privados. Es la causa de que todos los años se deban gastar más de 1 500 millones de dólares en la importación de alimentos que se pueden producir en el país. ¿Cuánto tiempo más debemos esperar?

Joaquín Benavides: Mi opinión sobre la soberanía alimentaria está relacionada con la soberanía política de la nación. Nuestro país, para lograr mantener a largo plazo esa soberanía política, requerirá también a largo plazo alcanzar la soberanía alimentaria. Si no lo logra, siempre tendrá que soportar presiones políticas relacionadas con las disponibilidades para garantizar la alimentación de toda la población.

Para lograr esa soberanía, en el momento actual, habrá que realizar importantes cambios, realmente revolucionarios, en la gestión de la agroindustria cubana que incluyan la reestructuración del Ministerio de la Agricultura y su relación con las cooperativas y el sector privado y usufructuario; desarrollar el financiamiento bancario de las cooperativas agropecuarias y de créditos y servicios, avanzando con rapidez a la creación de un banco de fomento agrícola, y finalmente, reestructurar todo el sistema de precios a los productores agrícolas que deben dejar de convertirse en un elemento importante para subsidiar el consumo de la población.

Lázaro Ramón Sosa Morell (especialista en diseño de sistemas de permacultura): Me interesa saber cómo valoran la posibilidad de que la producción de alimentos sea sostenible. ¿Sería necesario valorar cambios en los hábitos alimenticios como reducir el consumo de arroz y harina importados? ¿Hasta qué punto puede soportar la infraestructura agrícola al desarrollo agrícola proyectado hasta 2030? ¿Es verdaderamente funcional el uso de transgénicos?

Juan Triana (economista): Ante todo quisiera felicitar a los organizadores por traer este tema tan importante a la discusión, y también por identificar y designar panelistas tan destacados. Creo que realmente puedo agregar muy poco a lo que ellos han expresado en sus respuestas. Estoy de acuerdo con lo que han dicho. Quisiera comenzar, sin embargo, por destacar un primer tema, y es que esa imagen bucólica de un país que todo lo producía antes de 1959, no es tan exacta. Cuba, desde mucho antes, ya era un país que tenía una alta dependencia de importaciones de todo tipo de alimentos. En el caso de las grasas y las proteínas, más del 50% provenía del exterior. Así que la dependencia de Cuba no es únicamente un resultado posterior a 1959.

Quiero aclarar que es necesario distinguir entre tierras de baja fertilidad y de baja productividad. La fertilidad depende de las características de la física, la química, de la tierra; mientras que la productividad depende de la combinación de la tecnología, cultura productiva y su aplicación a una tierra determinada. Hay tierras que pueden ser de muy mala calidad, y, sin embargo, se pueden obtener de ellas altas productividades debido a la aplicación de la ciencia y la tecnología y de un trabajo intensivo en ella.

Pienso que ningún país puede producir todo lo que necesita en términos de alimentos. Por razones climáticas, geográficas; sin embargo, también estoy convencido de que Cuba sí pudiera producir una buena parte, por lo menos de los alimentos básicos que nuestros ciudadanos consumen: granos, algunos cereales como el arroz, carnes, leche; eso es posible producirlo en Cuba hoy por hoy, sin lugar a dudas. Y ahí incluyo también el tema de los productos del mar, que a mi juicio está muy mal explotado en Cuba, lamentablemente.

Quisiera agregar algo, reiterando una de las respuestas de Peter, y es que nuestro país, desde el punto de vista de la estructura productiva y el manejo de la tierra, se mueve en una gran contradicción. El 80% de la tierra, más o menos, es manejada por formas no estatales. Algunas bajo su propiedad y otras en usufructo, o bajo otras formas. Sin embargo, la producción agrícola en Cuba está organizada desde la perspectiva del manejo centralizado y estatal, y eso es, a mi juicio, una de las grandes contradicciones que en algún momento deben ser resueltas. Ojalá que fuera antes que después.

Desde mi punto de vista, la otra contradicción es que, a pesar de tener tierra suficiente, recursos humanos calificados, sistemas de ciencia, tecnología e innovación adecuados para la agricultura; incluso haber tenido y obtenido buenos resultados en esos sistemas y además de eso, varios tipos de organizaciones atendiendo sistemáticamente la agricultura, nuestra producción agrícola es totalmente insuficiente. Y eso nos lleva lógicamente a cuestionarnos la organización, las maneras, las políticas que se han implementado en Cuba en todos estos tiempos.

Una de las grandes sorpresas que es difícil de explicar es que existiendo demanda de alimentos, y existiendo demanda efectiva de alimentos; sin embargo, el sistema productivo cubano no pueda responder de manera también efectiva, a esa combinación de factores que realmente ayudan a incentivar la producción. De nuevo, aquí los problemas son fundamentalmente de incentivos, de mal diseño institucional.

Quiero llamar la atención acerca de un hecho que me parece interesante, pero que tiene una doble vía: de una parte, sin dudas, el bloqueo norteamericano es un obstáculo para mejorar la producción agrícola en Cuba, por la falta de acceso a insumos, a mercados, etc. Pero, a la vez, hay que entender también que el bloqueo funciona a la inversa, pues también protege a los productores cubanos de la tremenda competencia de gigantes compañías norteamericanas productoras de alimentos, que en otras condiciones se convertirían en un gran competidor para los productores agrícolas cubanos.

Por último, quisiera plantear una gran preocupación –creo que es la de todos los cubanos. Resulta muy difícil entender cómo si de los más altos niveles de toma de decisiones se ha comprendido lo estratégico de este sector de producción de alimentos, el agrícola y el industrial, para el presente y para el futuro de Cuba, se ha demorado tanto una reforma profunda o una transformación profunda, estructural y organizativa de este sector, más cuando hoy es muy evidente que una de las grandes trabas que tiene la producción agroalimentaria en Cuba está exactamente en un mal diseño de las instituciones, en la falta de incentivos, en el exceso de burocracia, males todos asociados a una organización que no acaba de responder a las necesidades del país.

Jorge Dávila Miguel (periodista. CNN y El Nuevo Herald, Miami): Como establecen los panelistas, los problemas con la producción alimentaria en Cuba están en su mayoría identificados. De la misma manera, el Estado cubano y su actual gobierno han tomado pasos para solucionar la lamentable situación alimentaria en Cuba, que no es nueva. ¿Cuál sería la medida, en tiempo o en logros, para evaluar si las medidas del gobierno cubano son efectivas o no? El propio presidente Díaz-Canel, en su intervención a mediados de julio, mencionó la posibilidad de que se perdiera el apoyo popular si no se corregía la escasez alimentaria –esta cita la estoy haciendo de memoria, no es exacta. ¿Cuál sería entonces la medida para saber si el gobierno, dentro de su política económica para lograr un socialismo sostenible, es capaz de solucionar el problema o no? ¿Cuál es el índice de bienestar alimentario al que alude y busca la administración cubana para que su efectividad sea medida? Con todo respeto, la retórica de análisis, estudios, comisiones, posibles medidas, etc., para solucionar el tema de la alimentación en Cuba es vieja y conocida en la problemática cubana. ¿Pero cuándo y cómo sabemos si el gobierno lo está haciendo bien o no?

Osvaldo P. Santana (CIPS): ¿Qué papel pudiera desarrollar la participación como empoderamiento social en la descentralización para el desarrollo de la economía cubana?

Katia Siberia García (periodista, periódico Invasor, Ciego de Ávila): Quiero agregar algunos datos a la pregunta sobre los problemas que afectan la disponibilidad de alimentos. Algunos reportes publicados en el semanario Invasor ilustran un poco las dificultades que atraviesan hoy mismo los campesinos o los agricultores de esta central provincia. Situémonos, por ejemplo, en el carbón, un rublo importantísimo y exportable. La empresa que lo exporta recibe 345 dólares por cada tonelada, y los productores, o sea, los carboneros, están recibiendo apenas 150 CUC, cuando convierte las dos monedas al cambio actual de 1x24. Obviamente, estamos hablando de que ni siquiera el carbón todavía constituye una exportación con grandes dividendos para el carbonero. En el caso del limón, un tema muy debatido recientemente, desde que la resolución sobre las ventas al turismo se readecuara y se incrementara el valor de esas ventas a 1x24, un limonero que lleva sus producciones a Cayo Coco, gana 138 CUC por un quintal de limones, totalmente lucrativo. Ellos manifestaban al diario que hoy es más lucrativo, más beneficioso, vender limones a los hoteles del Cayo que exportarlos. Pero, por otro lado, la resolución del incremento de los precios en las ventas al turismo, habla del MINTUR, y Gaviota ha dicho que está fuera de esa resolución porque no pertenecen al MINTUR, y hoy se acumulan grandes deudas reiteradas, no tengo específicamente la cuantía, de la cadena Gaviota con esos productores que estaban vendiendo hasta hace cuatro meses sus producciones al turismo debido al incremento en esa tasa de cambio. Hace dos o tres años, apenas tres unidades agrícolas vendían sus producciones en la cayería norte de Ciego de Ávila. Hoy el dato se mantiene rondando esa cifra; paradójicamente, la resolución sigue sin ser todavía un gran incentivo, y podemos verlo en otros productos. La lista sería casi interminable. Por ejemplo, el boniato “picado”, como le dicen en el campo, que es para el consumo animal, se paga a 50 pesos, y el de la población a 60; apenas diez pesos de diferencia para definir el destino de una producción. Obviamente, todas estas condiciones están limitando no solo los suministros a la cayería, tan importantes para ese sector que capta moneda dura, sino también los suministros a los mercados urbanos, que hoy están desabastecidos no solo por la falta de fertilizantes y otros problemas propiamente agrícolas, sino también por estas cuestiones que están mediando la producción y la distribución de alimentos en el país.

Marianela González (periodista): Gracias a los panelistas, y al equipo de Temas por haber convocado este panel, más allá de las circunstancias siempre encuentran la manera de seguir abriendo el debate. Mi primera pregunta va para Silvio Gutiérrez. Usted menciona que el sistema de protección social en Cuba reequilibraba la brecha en cuanto al acceso de alimentos y aseguraba cierta cobertura –en pasado. ¿Usted cree que la crisis de la COVID-19 puede suponer cambios sustanciales en la estructura o en la cobertura de ese sistema de protección social, sobre todo en materia de seguridad alimentaria y nutricional? ¿Y si es así, en qué medida?

Tengo otra pregunta un poco más general, dirigida a quien la quiera tomar: ¿Creen ustedes que los planes de autoabastecimiento, sobre todo local, ahí donde existan, tienen en cuenta lo que una familia necesita, no solo en términos de requerimientos calóricos, sino también en cuanto a calidad de la dieta, o sea, desde el punto de vista nutricional? ¿Qué oportunidades identifican para intentar acercar un poco más esos planes a los requerimientos nutricionales de esas familias en Cuba, sobre todo a sectores más vulnerables, como embarazadas, adultos mayores, niñas y niños menores de cinco años, personas que viven con VIH, por ejemplo?

Ana Vera (ICIC Juan Marinello): No creo que Cuba, ni ningún país en este momento del siglo XXI, sea capaz de producir todo lo que necesita para el consumo de la sociedad. El mundo está interconectado, somos todos un resultado de ello y de eso depende el desarrollo de la Humanidad, de esas interacciones entre los países y entre las sociedades. La pandemia es justamente una muestra de lo interconectado que está este planeta. Por primera vez en este siglo estamos en una situación en que no se puede decir que la culpa la tiene el socialismo o que la tiene el capitalismo. Es un problema mundial y tiene que ver con la conservación del medio ambiente, con la expansión de los gases, con la escalada de consumo; es un problema mucho más complejo y que escapa a la voluntad de los países, aunque, por supuesto, estos pueden hacer más y mejores cosas en beneficio de la sociedad en particular. Pero, en gran medida, todos dependemos los unos de los otros.

En cuanto a la agricultura, no comparto el criterio de los que piensan que no hay ciencias sociales aplicadas a la agricultura. Precisamente, me acabo de leer con mucho cuidado dos libros que son compilaciones de trabajos de universidades, donde se están haciendo investigaciones de campo en ciencias sociales, donde participan economistas, psicólogos, sociólogos –pocos ingenieros– y que están abordando una gran cantidad de los temas que tiene pendientes la agricultura. Ahora bien, creo que hay otros temas que tienen que ver con la coordinación de lo humano, de lo social, con lo tecnológico, y que están quedando un poco al margen del debate y ahí es donde me parece, quizás debido a algún factor más del mercado, que no se está estudiando de una manera adecuada. En los comentarios sobre los problemas de la soberanía alimentaria aparecen muchos asuntos que todavía las ciencias sociales no están abordando.

Rafael Hernández: En un buen panel del último Jueves en Fresa y Chocolate en La Habana, doce intervenciones es muchísimo. Haberlas logrado aquí, a distancia, es realmente una proeza, pero no solo por la cantidad sino por la calidad de las intervenciones. Muchísimas gracias por haber contribuido de esa manera a enriquecer el debate. De manera que ahora le doy la palabra nuevamente al panel, en el mismo orden en que se presentaron, para comentar acerca de las preguntas y los comentarios.

Annia Martínez Massip: Agradezco a los comentaristas por sus profundos y amplios criterios y preguntas. Realmente el tema de la agrodiversidad se ha comenzado a intencionar desde la década de los 90, a través de políticas, de programas, y varios proyectos. Un ejemplo es el Proyecto de Innovación Agropecuaria Local (PIAL), que ya lleva unos cuantos años trabajando en Cuba. Pero el tema no se resuelve solo con pequeñas acciones, sino que lleva detrás toda una infraestructura, una capacitación, un apoyo logístico, que todavía refleja ciertas insuficiencias en el país. Por eso coincido con Yuván en que es realmente es importante, y una de las últimas acciones que lo reflejan es el Programa de Autoabastecimiento Municipal que, aún cuando hay todavía cuestiones que criticar y por alcanzar, es un ejemplo de cómo se puede lograr la diversidad dentro de las empresas estatales en Cuba. Arisbel, Manuel y Joaquín han hecho alusión a problemáticas que han afectado el tema de la producción, entre ellas el mercado negro y los burocratismos, las estructuras administrativas, los mecanismos de exportación. Yo coincido con ellos. Pero también hay que proponer cambios desde una mirada de innovación organizacional, institucional, que incluso las mismas ciencias sociales deban acompañar. Ahí apoyo y agradezco la intervención de Ana Vera cuando dice que las ciencias sociales sí pueden acercarse más a la agricultura, y viceversa. En cuanto a Enrique, que pregunta sobre la posibilidad de la seguridad alimentaria, hacia dónde irían estos cambios, creo que algunos ya se han comentado aquí: eliminación del burocratismo, estimular mucho más al pequeño agricultor, porque como decía José Pablo, hay experiencias campesinas que ameritan generalizaciones y mucho más intercambio con las ciencias, no solo agrícolas sino también aquellas que tienen que ver con las ciencias humanas y sociales.

No tengo el conocimiento sobre el tema de la infraestructura hidráulica, pero sí sé que es un problema, cuando tenemos un campo y no tenemos el agua suficiente, que es un recurso básico. Sobre los transgénicos funcionales hay toda una polémica en la cuestión ética, y en los últimos meses se está dando mucha propaganda en Cuba a través de la televisión y de los medios en general sobre experimentos a nivel de empresas, granjas militares, con la introducción de transgénicos en el país, y sí, está muy bien la idea, pero los expertos en agronomía y en otras ciencias agrícolas consideran que el transgénico lleva insumos, y un apoyo logístico que, en muchas ocasiones, los campesinos no tienen y entonces habría que ver si esos transgénicos de alguna manera van a resultar cuando estén a disposición de los productores.

Respondiendo a Jorge Dávila, lo primero es que yo no conozco, no es que no haya, un índice de bienestar alimentario; se habla de cantidad de alimentos per cápita, por familia, sobre todo el programa de abastecimiento municipal lo está trabajando; sin embargo, la medida, digamos, la vara de productividad que exige ese programa todavía se va muy por encima de la realidad, y aunque las empresas están haciendo un esfuerzo con las UEB, las cooperativas, todavía no se alcanzan los parámetros necesarios. Hay muchos indicadores que pueden reflejar si los cambios y las acciones que está tomando el gobierno son los adecuados, y uno de ellos es el abastecimiento permanente, de calidad, en los mercados, y un debilitamiento del mercado negro, en cuanto a los agroalimentos. Eso es un indicador clave, pero no es el único. Sin embargo, pienso que sí se han tomado acciones, y  que, a largo plazo, podrá verse el cambio de bienestar en la población. En cuanto al papel de la participación como empoderamiento, coincido con Osvaldo en que realmente es importante y debe haber cambios también desde abajo, más participación, más autonomía de las cooperativas, y pienso que eso va a ayudar mucho a la descentralización, que puede ser una de las soluciones para los problemas que tiene la agricultura.

Agradezco a Katia los datos que nos ofreció sobre el tema de las producciones campesinas. Sobre lo que preguntó Marianela, es posible que todavía esté en discusión si el programa de autoabastecimiento municipal tiene todos los requerimientos nutricionales que la población lleva, incluso hay todo un debate sobre la cultura alimentaria en el campo, que tienen la tierra a pocos pasos, sin embargo, no la aprovechan y siguen consumiendo como si vivieran en las ciudades o en las cabeceras municipales.

Jorge Ramírez: Después de haber escuchado algunos comentarios sobre los panelistas y participantes puedo decir que es un tema bastante amplio y quizás infinito, porque detrás de todo esto hay polémicas de orden político y social, por lo tanto, de orden personal, de la capacidad de cada uno de nosotros, teniendo en cuenta el sentido de pertenencia. Me estoy refiriendo también a lo que debemos hacer.

Según mi concepto, para lograr sostenibilidad y seguridad alimentarias, hay que dividirlo en varias líneas, por llamarlas de alguna forma. Tendríamos que irnos a la rama agrícola, específicamente, tendríamos que analizar la rama comercial, y que profundizar también en la rama económica. Es decir, que son varios puntos que inciden y que tienen que ir de la mano, en armonía. Para mí, después de escucharlos, es un tema de orden político y social. Pienso que se pudiera resolver a través de las políticas que puedan implementar los gobiernos, no solo el nuestro sino también en el resto del mundo. Porque esto que ocurre en Cuba no ocurre solamente aquí, está en otras latitudes también, donde existe el mercado negro igual que en Cuba. Por las diferencias de los precios y por las ofertas que aparecen de forma irregular y lógicamente nos vamos por la vía más factible, y por la que más ingresos nos proporciona. A veces cometiendo delitos, o sencillamente infracciones, pero por ahí nos vamos. Es un tema muy difícil de analizar o de resolver, porque en esto depende, como decía, el sentido de pertenencia de cada uno de nosotros. Porque no es solo de los agricultores, también es de quienes trabajan en los acopios, por ejemplo; cada uno tiene que hacer lo suyo. Nada más.

Rafael Hernández: Jorge, un comentarista hizo referencia a las diferencias entre lo que se le paga al productor y el precio que un producto tiene en el mercado internacional. ¿Esto ocurre también en el café o no se manifiesta de la misma manera?

Jorge Ramírez: No sé hasta qué punto pueda ocurrir, porque somos productores agrícolas. El café lleva un procedimiento industrial, y yo no sé cuánta honestidad y transparencia pueda haber en el proceso, desde que sale de nuestras manos un café de primera calidad y llega al mercado internacional. Es posible que haya un margen bastante amplio. Y como productor aspiro a un mejor precio cada día. Por supuesto, tendríamos que sacar en conclusiones cuánto cuesta producir una libra de café.

Sobre el tema de los insumos, pienso que la solución no está en manos del productor, sino de las políticas implementadas de los gobiernos y de las empresas, en fin, de todos aquellos factores que, de una manera u otra, tienen que ver con el asunto. Son cosas que se van de nuestras manos y que vienen a recaer en los déficits productivos, en los bajos rendimientos. No sé cuándo, o cómo pudiéramos resolver la situación. Yo espero que el gobierno y otros factores que están implicados en este asunto le den una buena solución.

En cuanto a la polémica sobre producción extensiva o intensiva, yo pienso que debemos acudir a la mayor producción intensiva; es decir, el mayor aprovechamiento de los suelos. Además, considero que la ciencia y la experiencia en el campo deben ir de la mano. Hoy tenemos factores a combatir que requieren del conocimiento científico. No puedo negar tampoco que hemos aplicado metodologías que han sido erróneas. No han estado mal concebidas, sino que han sido mal aplicadas por parte de especialistas, técnicos y también productores, cómo no.

Pedro Monreal: Muchas gracias por los comentarios. En realidad, se han abordado muchos temas y han participado personas que tienen experiencia directa con los temas de alimentos, de agricultura desde diferentes ángulos. Me voy a limitar a tres puntos que me parecen importantes. En primer lugar, el tema relacionado con el mercado; en segundo, los indicadores para medir la efectividad de las políticas que se están implementando; y el tercero referido a las inversiones en el terreno de la agricultura.

En el caso del mercado me parece que es importante, porque creo que lo primero, lo básico, es hablar claro. Normalmente, en Cuba, cuando se habla de que se van a utilizar mecanismos económicos, a veces se dice mecanismos económico-financieros para contraponerlos con los mecanismos económico-administrativos, pero en realidad se trata de mecanismos de mercado. Es decir, yo creo que lo primero es hacerlo directamente, para saber de qué se está hablando y poder visualizar las consecuencias de lo que se hace y de lo que no se hace. El caso de la agricultura cubana, el sector agropecuario cubano es muy interesante porque es, con bastante diferencia, donde confluye la mayor diversidad de actores económicos, con una presencia del Estado, cooperativas, privados, en diferentes variantes, y también incluso el capital extranjero. Ahora, es el único sector grande de la economía cubana en el cual la presencia, el aporte de la producción privada es importante. Es esencial en una serie específica de alimentos y eso requiere que el mercado sea el mecanismo para poder conectar esas diferentes formas. Los métodos administrativos que se usan de manera muy intensa, a veces incluso cuando se dice que no son administrativos, no resuelven el problema por esa diversidad. Ese es el primer tema, y eso tiene que ver con las cuestiones de precio, de competencia, y de la asimetría entre los actores. El precio de la agricultura no puede estar divorciado de la oferta y demanda. Me refiero aquí al precio que se le paga al productor. A eso se refirieron Benavides, Katia y Manuel.

El segundo asunto tiene que ver con los indicadores; realmente un programa económico no es operativo si no tiene indicadores que permitan medir la marcha de ese programa, saber si va bien o mal. Dávila lo había señalado, y me parece que es importante, porque realmente cuando uno observa toda la discusión actual, por lo menos la pública, que se hace en Cuba, no existe esa definición de cuáles son los indicadores específicos que permitirían conocer si se va bien, si se tuvo éxito, o si se fracasó. Aquí solo apunto dos cosas: ahí harían falta indicadores de tipo promedio, referidos a las producciones, a la venta, pero también indicadores de tipo nutricional, también promedio, y unos que no se usan mucho en Cuba, pero que son importantes para el tema que estamos hablando, que son los que puedan arrojar luz acerca del efecto de distribución de las políticas que se hacen. Es decir, saber, por ejemplo, si la política, en este caso la alimentaria, beneficia o perjudica más a un grupo social que a otro. Se tendría que hacer indicadores que en diferentes ámbitos midieran cuánto se benefició el 10% de más ingresos de la población, y cuánto el 40% de menos ingresos.

Finalmente, el tema de la inversión. No es posible que los problemas de alimentación en Cuba y los del funcionamiento del sector agropecuario cubano se resuelvan si solamente se invierte el 5% del total de la inversión nacional en el sector agropecuario. No hay nada que justifique ese bajísimo porciento de inversión; es el sector que emplea más personas en Cuba, y el de más baja productividad del país, teniendo en cuenta la característica de que produce un elemento clave de seguridad nacional y de bienestar social que es la alimentación.

Jaime García Ruiz: Quiero insistir sobre la cuestión de los mecanismos, específicamente los de mercado, y los precios, en lo cual coincido con los criterios de Pedro Monreal. Él decía que el mercado de los valores agropecuarios está concebido para la transferencia desde los productores hacia los consumidores. Es decir, que el productor recibe menos valor que el que le corresponde realmente. Y en otro momento, aseguraba que debíamos abandonar el sistema, como enfoque, de sistemas agropecuarios, como un enorme sistema de subsidios generalizados al consumidor y la utilización de mercados regulados como mecanismo efectivo. Lo que quiero decir es que esto de los precios máximos y los mínimos es una cuestión vieja, incluso de los tiempos del capitalismo, en los tiempos de escasez, pero también en los tiempos de abundancia, cuando los productores no pueden recuperar sus costos. Para el caso de Cuba, específicamente, a mí me parece que el sistema de precios, de precios máximos, de estímulo e incentivo a los productos, como precios regulados, está invertido porque la transferencia se produce hacia adelante, hacia los consumidores, y los intermediarios y no hacia atrás, hacia el productor. Por eso yo planteo que los precios al productor deben estar por encima de los precios del mercado minorista, del precio a los consumidores.

En segundo lugar, más allá de que se denomine incorrectamente, desde el punto de vista oficial, precios máximos a los precios que se le establecen a los productores, debemos subsidiar directamente al productor, pero estamos aferrados a los precios sin subsidios. Esa política tiene que cambiar, al menos para una cesta de productos típicos que mueven el resto de los precios de los productos del consumo de los cubanos.

En tercero, estamos tratando al mercado de productos agropecuarios como al resto de los mercados, incluso al de alimentos, donde hay alimentos de la agroindustria, como un todo, sin distinguirlo del mercado de productos agropecuarios frescos para el consumo. Y, por último, es necesario el vínculo directo del sector externo de los productores, como decía la periodista avileña, que no son del todo estimulantes al productor en algunos casos; pero, además, yo tendría que agregar que hay muchas tasas de cambio para los productos y productores en el sector agropecuario que entonces se convierten en una palanca no estimuladora de la producción y de la exportación de productos agrícolas.

Silvio Gutiérrez Pérez: Tres observaciones sobre el tema: primero, la Empresa de Acopio en Cuba no es un monopolio. El análisis es simple, del total de la producción solo se dedica a la comercialización agropecuaria el 70%. De esta producción, Acopio solo comercializa el 45%, por tanto, no es un monopolio. Sí tiene la posición dominante en el mercado cubano de productos agropecuarios, pero no es un monopolio. Segunda observación: los productos agropecuarios con destino al consumo de la población no son totalmente subsidiados, los que se venden en los mercados agropecuarios, tanto los de oferta y demanda como los estatales no reciben subsidios del presupuesto del Estado. Tercera observación: la calidad de la tierra no es determinante, de modo general, en los rendimientos; lo decisivo son los insumos, los fertilizantes, los pesticidas, las semillas genéticamente potentes. Son los que, en este momento, con el desarrollo de la ciencia y la tecnología, han garantizado los altos rendimientos en todo el mundo, por eso me parece importante señalar el peso que tienen las ausencias de insumos por la falta de recursos financieros que padece el país.

Rafael Hernández: Muchísimas gracias a todos los panelistas que han participado en esta discusión, en este debate, en este diálogo. En un tema que, naturalmente, desborda el espacio que le hemos podido dedicar. Hemos contado con veinticinco personas inscritas, y les queremos dar las gracias a todos, a los que han hecho preguntas y comentarios y a los que han estado escuchando, por haber estado presentes y por haber contribuido a la realización de este Último Jueves a distancia.

Para nosotros, mantener la continuidad de los Últimos Jueves, lograr que se hagan, con temas que planeamos en 2019 y que han estado coincidiendo con problemas críticos, con momentos muy difíciles de la realidad nacional, ha sido una experiencia de aprendizaje y de cooperación. En este sentido, quisiera agradecer muy especialmente a todos ustedes por haber contribuido a la riqueza de esta discusión, y naturalmente a los que han estado como parte de nuestro equipo dedicados a prepararlo y a difundirlo en tiempo real a través de las redes. Estamos comprometidos a publicar la transcripción y los mensajes de audio de todos los que han participado en este panel. En unos días los vamos a colocar en Catalejo, como ha sido el caso de los tres paneles anteriores, para que puedan estar disponibles para todos los que se interesen. Muchísimas gracias a todos.


Foto: Rafael Hernández/Temas


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