¿Quo Vadis, Puerto Rico?


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Tras más de cinco siglos de subordinación Borinquen, taína tierra del valiente señor, sigue llena de contradicciones y desaciertos. Despotrica porque le imponen una Junta de Control que le arrebata las riendas del despilfarro financiero en el cual participó, sale enardecida a la calle en un carnaval-protesta patriótico para desbancar a un gobernador tanto por irrespetuoso como por corrupto, pero deja todo irresuelto con una sustituta que es astilla del mismo palo. Sin poder sobre lo trascendental, Borinquen arrincona sus energías en lo superficial, convirtiendo en himno a la bandera, sus triunfos de belleza, deportivos y faranduleros. Excelente para armar jaleo, pero no para gobernarse. 

Atrapada en una mogolla existencial, sin embargo consensua en tres anhelos: identidad como pueblo, gobernarse sin pedir permiso, y acceso a Estados Unidos. Habita una jaula con tres salidas, pero cada una exige demasiado peaje. La independencia le garantizaría autogobierno e identidad nacional pero no el acceso a EE.UU. Asimilarse a ser estado de esa unión le daría acceso al norte y participación en un gobierno soberano pero diluiría su identidad de pueblo. Y la media-agua del estado-libre-asociado ofrece burbujas de identidad nacional y asegura acceso al Norte, pero disfraza el des-empoderamiento tras un fantasioso “acuerdo bilateral” y un “autogobierno” que le permitió izar su bandera, pero a la sombra de la otra y cantar su himno nacional pero con una letra apendejada de “…jardín florido de mágico primor”. Simbólicamente, recuperó el escudo del cordero acostado, el peor insulto que le dejaron los españoles.

¿A dónde ir?  Ahora sabemos que la independencia nunca fue posibilidad mientras hubiera intereses estratégicos navales y comerciales contrariándola. Sabemos también que integrarse a EE.UU.  ha sido siempre más añoranza a ser aceptado que amor hacia esa nación que le es extraña. Además, soslaya el desdén del consorte, quien siempre la quiso como concubina, pero no como familia. Y sabemos ahora que el régimen intermedio que le permitieron no era ni estado ni libre ni asociado sino la cortesana de siempre, apaciguada con vestido nuevo y una tarjeta de crédito que pronto se ocupó de sobrecargar. 

Así entró al siglo XXI híper-endeudada y atada sin poder de renegociación a una deuda de largo plazo usada para gastos cotidianos, la más básica violación gerencial. En 2008 le cae como rayo la crisis financiera mundial que desbanca los mercados y elimina cualquier posibilidad de refinanciar deuda “chatarra”.  Queda a merced de inversionistas buitres que compran papel financiero a precio de remate y exigen en tribunales la garantía constitucional del Estado Libre Asociado de que sus deudas se pagan a valor completo. Para cuadrar la libreta y capear la crisis cuyo monto amenazaba los mercados de pensiones en EEUU éste impone la Junta de Control para ajustar gastos públicos. Comienza el desangre.

Tambaleantes todavía en septiembre del 2017 dos huracanes la arrasan como aplanadora y para remate una racha de terremotos en diciembre del 2019 acaba con la poca esperanza que le quedaba de que alguien la rescataría. 

Y se puso peor. Las crisis fiscal, climática y tectónica trajeron la pérdida de legitimidad y descomposición de la estructura de partidos, una corrupción aún más descarada, un desdén todavía mayor por parte de EEUU y una acelerada emigración de jóvenes capacitados. La fuga poblacional de casi 25% en las últimas dos décadas trajo consecuentes reducciones en actividad económica y captación tributaria que aceleraron la caída.

 Ante la gravedad de la situación, la insensibilidad de sus mentores y la ineficiencia y corrupción de políticos criollos, los boricuas espontáneamente—sin gringos, ni políticos ni nadie diciéndoles qué hacer—solitos activaron sus tres anhelos históricos y estallaron en una ola de identidad solidaria, algunos crearon y tomaron riendas en una nueva economía autogestora de bases, y otros migraron al Norte. 

Los más tenaces rescataron antiguos patrones de autosuficiencia económica. Otros, viendo más allá de la ciudad amurallada, playas y palmeras y del puntual turismo post-desastre, ahora promueven un Puerto Rico emprendedor, científico, médico y tecnológico ansioso de conectar con el mundo. Mientras tanto EE.UU., paradigma tradicional de equilibrio y seguridad, sufre una crisis de quiebres en su fibra socio-política que desconcierta a los boricuas que ni son parte de ella ni la entienden, aglutinándose en una diáspora más tupida y renovada y en una isla más segura de sí misma. Así tras el agotamiento de las viejas estrategias centralistas de desarrollo la fuente principal de innovación emerge de una organización comunitaria autónoma, democrática, innovadora y arrojada que evoca un Borinquen que no existía desde los taínos. Queda así un país bajo una Junta nombrada unilateralmente por el Congreso y una demografía cada vez más tri-modal de envejecientes pensionados, jóvenes emprendedores y pobladores subvencionados. 

Puerto Rico, su metrópolis y su mundo han cambiado. El imperio ya no necesita las bases navales que originalmente le atrajeron   Sin interés en la concubina reitera resistirse a incorporarla a su familia mientras da señales de no saber qué hacer con ella. Allí reside una diáspora de casi 6 millones (versus unos 3 en la isla) con una subcultura, literatura y música propias pero que se siente ferozmente boricua. Le sigue un contexto latinoamericano y caribeño que le es todavía extraño tras haber vivido tantos años dándole la espalda, y finalmente un referente en España más emotivo que práctico, refugio sentimental contra la americanización.

Pero mientras tanto hay dos vínculos inmediatos que aprovechar, cómodamente complementarios en muchos aspectos; otros seguirán. República Dominicana lleva un siglo nexo con Puerto Rico tras el acaparamiento de la economía boricua por intereses azucareros. El otro es Cuba, que separados por la incursión de 1898 tras cuatro siglos conectados, mantuvieron contactos económicos y culturales hasta muy entrado el siglo xx. 

La conexión es tan sensata ahora como en 1898. Como ejemplo vemos la complementariedad agrícola, de recursos humanos y recursos naturales, el potencial turístico compartido, el monitoreo de rutas comerciales del canal de Panamá hacia puertos del Golfo, este de Norteamérica y Europa. Dadas las realidades heredadas del siglo xx, la dinámica el xxi y la instrumentalización de las diásporas caribeñas, tupir el entretejido antillano es no sólo oportuno sino imprescindible.

Puerto Rico puede moverse dentro de esos contextos sin tener que atolondrarse buscando definirse entre Independencia, anexión o libre asociación. Lo que requiere no es permiso sino arrojo. El momento de la triple crisis (mal gobierno, deuda agobiante y desastre natural) no deja otra opción que no sea lanzarse. Cuando la detengan--si la detuvieran—entonces tocará ver para qué lado quiere elegir. 

 

 

 


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