En octubre de 2015, Catalejo, el espacio de debate habitual de la Unión de Periodistas de Cuba, invitó a dos miembros de nuestro equipo editorial para conversar en torno a “Los espacios de debate público en la sociedad cubana, su repercusión e impacto en la prensa”. Rafael Hernández y Raúl Garcés Corra, director y subdirector de Temas, respectivamente, intercambiaron sobre estos temas durante un poco más de dos horas con los asistentes.
A continuación ofrecemos una versión ampliada de la intervención del Dr. Raúl Garcés Corra, quien es además el decano de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana.
…Quisiera subrayar dos ideas, a propósito de Último Jueves, una experiencia que conozco desde hace tres años como parte del colectivo de la revista: que no haya un UJ que se haya suspendido en 14 años, en medio de un contexto donde muchas fuentes suelen ser reacias al debate o a rendir cuentas en torno a sus prácticas, es realmente un acto de perseverancia.
A veces los periodistas nos quejamos de que no tenemos fuentes suficientes para abordar los temas y yo me pregunto cómo ha sido posible para Último Jueves no repetir fuentes durante 14 años. A veces los periodistas reducimos nuestro trabajo con las fuentes, las limitamos según las propias limitaciones de nuestro conocimiento sobre ellas; creemos, por ejemplo, que solo cinco o 10 especialistas pueden hablar sobre los Estados Unidos o sobre el tema de la participación o sobre otros de similar interés y vamos parcelando excesivamente la realidad. Yo creo que Último Jueves ha contribuido a darle voz a mucha gente que no es visible en los medios de comunicación, que no es muy “masiva”, pero que de todos modos son protagonistas en los diferentes ámbitos donde se desempeñan.
Un tema que hemos defendido entre nosotros es que una cosa son los debates para cien o doscientas personas reunidas físicamente, y otra bien distinta la amplificación de ese debate a escala masiva. Yo creo que los medios de comunicación estamos llamados— es una de las misiones que tenemos como parte de nuestro encargo social—, a masificar los debates, a articular los diferentes debates que se puedan producir en una sociedad y darle un carácter masivo, para que la ciudadanía participe de él.
Yo creo que por las características y las razones que sean, en nuestra sociedad muchas veces nos quedamos con fragmentos de debates, con debates atomizados, que ocurren en Último Jueves, en Catalejo, en la Asociación Hermanos Saíz, pero no tienen la posibilidad de articularse entre ellos y convertirse en debate también para los medios de comunicación, con un carácter masivo y con el involucramiento de la sociedad en un proceso deliberativo de alcance mayor.
Yo creo que esta sociedad ha ido madurando cada vez más la posibilidad de convertirse en una sociedad deliberativa, sin agredirse u ofenderse entre los que deliberan. Nosotros venimos de una etapa muy confrontacional, donde la propia dinámica de la Revolución generó debates enardecidos entre el nuevo orden encarnado por el hecho revolucionario, y el orden de la sociedad precedente. 55 años después hemos ido desarrollando una cultura de debate en que la gente entiende que debatir no implica demonizar al otro porque piense distinto, ni reaccionar automáticamente. Escuchar la opinión del contrario, sobre todo si es una opinión argumentada y forma parte del sentido común social, nos sitúa en una posición de madurez respecto a lo que éramos como sociedad veinte años atrás. Es una evolución que tiende a reivindicar el respeto a la diferencia, a la diversidad, al otro aunque no piense lo mismo. Ese cambio, aun cuando no lo veamos suficientemente, es una transformación significativa entre nosotros.
Se le pide al periodismo, a veces, representar mejor los debates en los medios de comunicación. Yo digo que la prensa no vive aislada del sistema de relaciones sociales donde está inserta. A veces digo, un poco en broma y en serio: pidámosle a la prensa lo mismo que le pedimos al Poder Popular, lo mismo que le pedimos a una Asamblea de Rendición de Cuentas. Si esta no es deliberativa e implica a todos los ciudadanos en la discusión de la solución de los problemas de su entorno, la representación en la prensa tampoco puede lograrlo. Allí donde hay una rendición de cuentas ritualizada, allí donde se aprueban decisiones de manera irreflexible, hay una expresión de ritualización de debates.
Yo creo que explicarse las circunstancias de la prensa, hacia dónde va, ponerla a dialogar con las circunstancias de la sociedad es algo inteligente, porque si nosotros queremos explicarnos por qué la prensa de los sesenta reproducía los debates entre Alfredo Guevara y Blas Roca y entre el Che Guevara y Carlos Rafael Rodríguez, lo primero que tenemos que aceptar es que esos debates, que se producían entre figuras esenciales de nuestro país en un momento de efervescencia revolucionaria, respondieron a circunstancias políticas, culturales, sociales de los años sesenta, que garantizaron en ese modelo de prensa que se publicaran con el alcance masivo que llegaban a tener, y sus consecuencias para la política cultural del país.
No digo que esos debates no se produzcan hoy, pero, en todo caso, habría que estudiar si tienen el mismo reflejo en los medios y si alcanzan las consecuencias que desearíamos sobre el proceso de toma de decisiones.
Tenemos que trabajar por una sociedad deliberativa que logre reproducir también en los medios un debate como este o un debate como el de Último Jueves, nadie nos lo va a regalar. Yo creo en la pugna cotidiana por construir lo que Julio García Luis llamaba el discurso de los periodistas cubanos. Yo creo en el discurso de los periodistas cubanos.
Ningún sistema de prensa está al margen de las circunstancias del modelo político. Si alguien quiere ilustrar cómo en la prensa del mainstream de los Estados Unidos los intereses políticos encuadran los debates, miren cómo han empezado a abordar el tema Cuba en el contexo del 17D. Yo no me quiero meter mucho en el tema porque no soy experto, pero sé que ni Londoño escribió en el New York Times por gusto o de casualidad, ni el New York Times y el Washington Post han encuadrado el tema político en torno a Cuba por casualidad de la manera en que lo ha hecho en los últimos meses, luego de que se produjeran los acontecimientos del 17 D. De modo que la relación entre el sistema de prensa y el político es ineludible.
Yo creo que hay diques para el debate, algunos los agarramos, otros se van a desvanecer un día sin que nos demos cuenta. Uno de ellos lo conocemos hasta la saciedad: la famosa psicología de plaza sitiada que tiene por supuesto un componente de realidad tremendo y un componente de pretexto utilizado por algunos para encuadrar el debate sobre límites que le puedan resultar cómodos. Yo creo que nosotros tenemos que dejarnos de sentir agredidos por lo que otra persona nos diga. Lo que para nosotros probablemente no tenga sentido, para el otro tiene todo el sentido común del mundo. Yo creo que hay que buscar puntos de ponerse en la posición del otro y tratar de entender cuáles son las circunstancias que están generando la posición del otro.
Deje un comentario