Último Jueves de abril: Audiovisual: arte y comunicación


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Los debates del Último Jueves de Temas continúan, ahora por vía Whatsapp. En esta ocasión, la invitación a conversar acerca del audiovisual y los cambios que ha venido experimentando a partir del desarrollo de las llamadas nuevas tecnologías.

Los debates del Último Jueves de Temas continúan, ahora por vía Whatsapp. En esta ocasión, la invitación a conversar acerca del audiovisual y los cambios que ha venido experimentando a partir del desarrollo de las llamadas nuevas tecnologías.

Panelistas:

Amílcar Salati González.  Guionista de Cine y TV.

X Alfonso. Músico y director de audiovisuales

Carlos Gómez. Realizador y Productor. Licenciado en Periodismo en la Universidad de Oriente en 2010. En 2017 crea la productora audiovisual WajirosFilms, la misma ha participado en la realización de más de 30 cortometrajes, 5 largometrajes. Ha participado en paneles sobre emprendimientos en Cuba en varias universidades de Estados Unidos y México.

Ed Augustin. Periodista. Radica en La Habana hace 8 años. Ha escrito para the Guardian, New York Times, Al Jazeera, the Nation, Mediapart. He hecho reportajes audiovisuales / documentales para Guardian Film, Al Jazeera, Telesur, Hispan TV, France 24, TRT.

Roberto Smith de Castro. Graduado de Psicología en la Universidad de la Habana en 1979. Desde ese año se incorpora al ICAIC en diferentes ocupaciones. Es Vicepresidente de 2002 a 2013 y Presidente de 2013 a 2018. Es el actual Director de la Revista CINE CUBANO.


1. ¿En qué medida el audiovisual puede considerarse medio de comunicación social? Si fuera así, ¿por qué? ¿Más que antes? ¿Cuáles son sus rasgos nuevos?

Amílcar Salati González. Actualmente, los audiovisuales son tal vez el principal medio de comunicación. El poder de los medios audiovisuales se ha extendido y diversificado de modo tal que su presencia es casi total en nuestras vidas. De una manera u otra, en algún momento del día nos enfrentamos a un audiovisual y recibimos información, influencias, tendencias, que crea en nosotros un estado de opinión, que marca nuestra interacción con la sociedad.

Creo que sus rasgos nuevos vienen dados por la diversidad, la rapidez y la capacidad de interacción que existe en la actualidad. Da igual que estemos frente al clásico TV (que cada vez nos devuelve imágenes más amplias, nítidas, “reales”), o con una PC, teléfono, Tablet… ningún aparato nos limita tener acceso al audiovisual. Están ahí al alcance de un clic. Somos nosotros quienes tenemos que estar más preparados cultural y humanamente para saber que vemos y que no.

X Alfonso. Por supuesto que es un medio de trasmitir mensajes y colocar ideas en la persona y aún más evidente por el apoyo visual. No creo que más que antes. Se ha utilizado para muchos propósitos desde que existe este medio; con fines ideológicos, políticos y simplemente promocional. Lo nuevo es que ahora no dependen de los medios lineales y tradicionales para llegar al público, gracias a Internet.

Carlos Gómez. Lo audiovisual, desde una perspectiva de lenguaje, es la forma más natural de comunicarnos, pues intervienen dos de nuestros principales sentidos, o sea, que siempre ha estado presente en nuestras formas de comunicación. Mirándolo desde esa perspectiva y entendiendo su evolución directamente proporcional a los avances tecnológicos, podemos afirmar y entender por qué es el principal medio de comunicación social que ha existido en los últimos cien años de la historia humana. No obstante, es en la actualidad cuando podemos afirmar que ha llegado a niveles tan elevados que ya condiciona la comunicación en sí misma. Cómo vestimos, hablamos, bailamos, nos alimentamos, etc., son condicionados hoy por los que nos llega de forma audiovisual desde los medios. En mi opinión, estos cambios en su mayoría son para bien y forman parte de la evolución misma de nuestra especie, sin negar que existen muchos errores y horrores en estos medios.

Ed Augustin. Claro que el audiovisual es un medio de comunicación social. Ha sido así desde los primeros videos de los hermanos Lumière en Francia porque hay una relación social entre el productor de audiovisuales y el consumidor. Producir audiovisuales es un acto comunicacional. Consumirlos es un acto comunicacional. Compartirlos, también lo es. Pero me parece que la parte comunicativa se ha intensificado en el siglo XXI, y durante la pandemia más que nunca. Ofrezco dos razones:

1) La distinción online / offline se ha desmoronado:

Las creaciones audiovisuales se filtran a través de nuestras interacciones sociales más que nunca.  Antes uno tenía que ir a un espacio específico para consumir contenido audiovisual: un cine, o al menos sentarse frente al televisor. Ahora mismo, con smartphones, eso no hace falta. Se puede estar hablando con un amigo, y hacer un video, subirlo. Es parte de la fábrica social más que nunca. Una health app que monitorea cuántos kilómetros se caminan en un día, nunca se apaga, no importa si se está mirando la app o no. El norteamericano promedio mira su móvil casi cien veces al día -muchas veces para consumir audiovisuales. Esto fragmenta nuestra experiencia, nuestras conversaciones.

Los audiovisuales están presentes en nuestras pantallas, casi como el aire que respiramos -y esta tendencia se está acelerando.

2) El llamado “big data” -o sea, la recaudación constante de nuestros datos- tiene ramificaciones sociales gigantescas.

Facebook nos espía: Si tenemos Facebook instalado en el móvil, y estamos conectados a Internet todo el día, incluso con la aplicación cerrada, nos escucha. Se han hecho experimentos donde en una conversación entre dos personas con sus teléfonos cerca, uno dice: “Sabes qué? Realmente pienso que necesitamos un toldo para el jardín. Me gustaría comprar uno”. Y 48 horas después, imágenes de toldos aparecen en el “contenido patrocinado” de Facebook.

Lo mismo pasa con otros gigantes de big tech -Apple, Facebook, Google- cuyas apps nos monitorean cuando no están supuestamente encendidos y sus algoritmos van calculando qué tipo de audiovisual nos deben proveer: por tipo de contenido, de valores, de estética, etc. Esto tiene efectos de compartimentación muy profundos. Antes, en mi país, Inglaterra, un sector muy grande veía en la BBC el noticiero, los dramas por la noche, etc. Ahora no: nuestros vecinos consumen contenido cada vez más personalizado y diferente. Esto mina el imaginario colectivo, y los vínculos sociales, simbólicos, ideológicos, que unen una nación. Y vemos el resultado de esto hoy día en los Estados Unido, Gran Bretaña, y hasta en Cuba, diría yo. En cuanto a la política, por ejemplo, es como si muchas personas vivieran en universos paralelos: donde sus mapas mentales de la realidad son tan diferentes que hasta tener discurso racional entre algunos grupos es cada vez más difícil.

Un filósofo francés, Bernard Stiegler, argumentó: “La catástrofe de la era digital es que la economía global, impulsada por la "razón" computacional y movida por la ganancia, está cerrando el horizonte de la reflexión independiente para la mayoría de nuestra especie, en la medida en que seguimos sin ser conscientes de que nuestro pensamiento está siendo tan a menudo constreñido por líneas de código destinadas a anticipar, y dar forma activamente, a la propia conciencia". Y creo que tenía razón.

Roberto Smith. Creo que debemos partir de que “audiovisual” es una obra o un producto, no un medio en sí mismo, aunque su presencia sea tan dominante en los diferentes medios, que podamos hablar de diversos medios de comunicación audiovisual, incluso más allá del cine y la televisión. El audiovisual forma parte significativa de los intensos flujos de comunicación social en los que todos estamos inmersos.

Desde hace muchos años existe una convergencia de medios que borra las fronteras entre uno y otro, y en este proceso el audiovisual es uno de sus pilares. El universo Internet contiene a todos los medios y al mismo tiempo, facilita que la “garra” del audiovisual esté presente en todos.

El universo audiovisual nos envuelve. Es permanente la interacción con las múltiples pantallas que forman parte de nuestro entorno. En particular, los teléfonos móviles son una conexión permanente con todo ese universo audiovisual. La relativa pasividad contemplativa ante el audiovisual de ayer es hoy una frenética interactividad.

Las redes sociales, con su componente adictivo, mezclan textos, imágenes y audiovisuales, estos últimos favorecidos por las preferencias, ya sean algo coherente, disparatado, cuerdo o delirante. La globalización cultural, que se sustenta en la de los medios hegemónicos de comunicación, genera un contrapunto permanente con las culturas nacionales, regionales, comunitarias.

En este escenario, el espacio del arte se difumina. La jerarquía artística se mueve muy cerca de lo mediocre y de lo peor. Películas, series, telenovelas, videoclips, spots publicitarios, etc., combinan las más disímiles calidades. Y uno se pregunta: ¿todo esto es bueno o malo, es positivo o negativo? Por supuesto que debemos responder que, en principio, es bueno, es positivo.

Ahora, esta misma pregunta se puede hacer de otra forma: ¿La intensa relación que mantenemos con los contenidos audiovisuales es fuente de conocimientos, de sensibilidad, de sentido de la belleza, de valores humanistas, de espiritualidad o es fuente de alienación, manipulación, frivolización, sumisión consciente o inconsciente a intereses comerciales, políticos o de otro tipo?

Un asunto clave: el audiovisual es un lenguaje que normalmente nadie nos enseña. En la escuela aprendemos a leer y escribir textos, pero desde antes los niños se están relacionando con el audiovisual sin ninguna instrucción. Aprendemos a leerlos en la práctica. Los que vemos son la escuela para comprenderlos. Por supuesto, esto genera una vulnerabilidad en nuestra capacidad de recepción crítica del audiovisual, al que nos entregamos con feliz deslumbramiento. No es lo mismo el efecto de un tipo de mensaje implícito en un producto determinado, que el de los implícitos en el tipo de audiovisual que vemos desde pequeños y a lo largo de toda la vida. Y esto es peor aun cuando analizamos el efecto combinado del audiovisual dentro de las redes sociales.

De ahí la insistencia en el desarrollo de una cultura audiovisual, en el entrenamiento de la apreciación audiovisual y en el indispensable campo de la educomunicación. La relación arte-comunicación-educación-sociedad no debe ser una construcción espontánea dada por la vida azarosa de cada persona.

2. ¿Existen patrones dominantes en la estética de estos diversos productos audiovisuales?

Amílcar Salati González.  Desgraciadamente hay patrones que han ido poniendo en peligro la diversidad del mundo reflejado desde el audiovisual. Pruebas sobran del dominio que ejerce el cine norteamericano, sus blockbuster y sus películas comerciales, en las salas del mundo. Fijan en los públicos determinados gustos y esquemas de consumo, que homogenizan algo tan diverso como es la cultura universal. Para colmo, los todopoderosos Netflix, HBO, Amazon, etc., llegan para reforzar el patrón que ya existía de que lo mejor es lo que se produce desde esos centros de poder mediático. Así que, si hace veinte años los Estados Unidos tenían el poder de los cines, ahora también lo tienen de la TV, de la trasmisión en streamming, y tal vez de todo lo que siga surgiendo por el camino.

No obstante, hay centros alternativos, y de la periferia. Ejemplos sobran: el nuevo cine asiático, el boom de las series españolas (que tampoco es que se dejen de mover dentro de patrones comerciales), y algún que otro destello en nuestra área. Pero para acceder a ellos hay que saber que existe vida más allá de Netflix, de Hollywood, y de toda esa gente que nos hace ver siempre en una misma dirección.

X Alfonso. Sí, existen. Los patrones más utilizados últimamente son principalmente los de entretener; no en general, pero sí la mayoría, son contenidos vacíos, que clonan más bien lo ya visto, carentes de historias o mensajes, a modo de plantillas. Hoy en día hay una descentralización total en el modo de hacer un audiovisual gracias a las tecnologías.

Carlos Gómez. Los patrones en los productos audiovisuales en la contemporaneidad siempre están condicionados por el consumo; se produce lo que se va a consumir, incluso en cantidades reducidas, pero siempre respondiendo al interés del consumo. Lo que sucede hoy es una fragmentación muy bien pensada de esos productos, o sea, a diferencia de lo que sucedía hace 40 o 50 años atrás, que todo era masivo, ahora se trata de ¨teledirigir¨ los productos y crear o satisfacer a los más variados segmentos de espectadores.

Para los países menos desarrollados, estas nuevas formas también han sido una oportunidad de visibilizarse y expresarse, y por qué no, de crear sus redes de consumo. Si bien antes el problema era la producción en sí misma de esos contenidos alternativos, actualmente el asunto es acceder a las grandes plataformas de distribución o difusión como Netflix, HBO, APPLE TV+, etc., aunque hay que reconocer que, poco a poco, estas plataformas están mirando hacia otros rincones del planeta; eso sí, con estereotipos clásicos como los mexicanos-colombianos narcotraficantes, los cubanos comunistas, los dominicanos risueños y merengueros, etc. 

Ed Augustin. La gramática fundamental del audiovisual ha mantenido su sintaxis: hace cien años había secuencias que conformaban una unidad narrativa, normalmente conectadas por ubicación y tiempo. Esto sigue igual. En cuanto a lo narrativo, yo diría que hay continuidad entre hoy y hace cien años. Movimientos como el modernismo de Samuel Becket y Virginia Wolff han dejado su huella, pero todavía los productos audiovisuales que más nos llenan son historias universales bien contadas: normalmente con una estructura en tres actos. Vemos esto actualmente en las series más populares y de más alta calidad, en Netflix, y producciones latinas, europeas y holywoodenses.

Sin embargo, hay cambios estéticos en las redes digitales, cable, apps. La tendencia es hacia:

 1) Videos más cortos. Online, los videos, noticias, documentales y películas duran menos. Ya la audiencia no es captiva: su atención esta halada en varias direcciones a la vez. En vez de 30 o 60 minutos, ya es normal hacer un documental de 30 o 60 segundos.

2) El ritmo se está acelerando; los cortes son más rápidos.

3) El audiovisual ha sido democratizado. Hace cincuenta años, tener una cámara de video era del dominio exclusivo de los canales de televisión, los estudios o los ricos; pero hoy hay 3,5 billones de smartphones en el mundo –es decir casi la mitad de la población mundial tiene un dispositivo con el que puede filmar y editar videos. Esto es un cambio gigantesco. La producción, distribución y consumo del audiovisual está al alcance de millones de personas. Esto ha cambiado la estética. Uno de estos cambios es que lo “auténtico” prima sobre lo “perfecto”. Todos hemos visto las imágenes de Tahir Square en la “revolución egipcia” de 2011. Las más icónicas fueron filmadas con teléfonos móviles. Vemos lo mismo con el Movimiento San Isidro –las “directas” de Luis Manuel Otero Alcántara, en la foto del rapero que se resistió al arresto hace poco. Imágenes sucias, y pixeladas son más aceptables –y a veces preferibles– a unas limpias y con composición balanceada.

 4) Esta misma democratización de la producción y la distribución también ha llevado a la proliferación de la banalidad. Conozco a muchísimas personas que pasan horas por semana mirando videos de gatos bailando música árabe, memes de pollos que bailan sin mover su cabeza. Esto no pasaba antes.

Roberto Smith. El análisis estético del audiovisual parte de reconocer su obvia diversidad. Nosotros, desde el cine, siempre intentamos salvar a las películas del maremágnum audiovisual, donde todo se mezcla en su raíz tecnológica y cada vez más, en los lenguajes. A veces puede ser hasta patética nuestra defensa, no de cara a los expertos, sino hacia los grandes públicos, sobre todo, los más jóvenes: “¡Esto es una película …, no es una serie, no es un teleplay, no es un videoclip! ¡Es una película…!”. Y alguien puede responder con una pregunta: “¿En qué se diferencia una película de un capítulo de una serie o de un videoclip largo?

Por otro lado, no podemos olvidar que, sumando todos los audiovisuales que vemos en los cines, en la televisión, en las casas con copias digitales, etc., estamos viendo solo una parte ínfima de toda la producción audiovisual que se hace en el mundo. Si queremos buscar patrones dominantes, lo estaríamos haciendo con lo poco que conocemos e, inevitablemente, dejamos escapar la multiculturalidad y diversidad que existen en las expresiones audiovisuales. Un ejemplo: solo durante los días del Festival de Cine de La Habana se puede acceder a una riqueza de opciones cinematográficas que rompe los patrones de lo que más frecuentemente se puede ver.

En resumen, me es difícil definir patrones, aunque es claro que el lenguaje audiovisual cambia, evoluciona, y normalmente uno puede identificar cuándo lo que ve está producido años atrás.

Una parte importante del audiovisual que más circula, responde a intenciones comerciales que generan códigos y recursos de lenguaje, imagen y sonido para atrapar al espectador. Vemos historias que solo se pueden defender a través del espectáculo, del ritmo vertiginoso, de determinados arquetipos. Muchas veces se aprecia la contradicción entre despliegue tecnológico y pobreza espiritual. En el cine, los grandes éxitos en el mundo, muchas veces corresponden a historias dirigidas a un espectador global que debe renunciar a parte de su raciocinio adulto. También se produce mucho cine en el mundo con intenciones artísticas, aunque no siempre encuentre espacios de exhibición preferentes. Y aquí hay historias que solo se pueden defender con el tempo, con personajes y situaciones profundas, contradictorias, provocadoras.

Aclaro que estoy utilizando calificativos esquemáticos para intentar ilustrar una realidad que es mucho más compleja. Lo comercial y lo artístico no son excluyentes. Y sería un disparate afirmar que el cine comercial es el “malo” y que el artístico, de autor, es el “bueno”. Hay de todo en este mundo.

3. ¿Hasta qué punto esos patrones dominantes influyen en los audiovisuales en la Cuba actual?                                                                                                                                     

Amílcar Salati González. En nuestro país esos patrones dominantes influyen principalmente en el consumo. La gente acude en tropel a los “paqueteros” para buscar la última película, la última serie… ya sabemos de dónde. Nunca he escuchado a alguien buscando, por ejemplo, El colapso, una serie francesa magistral. Para llegar a ese tipo de producto, habría que chapear todo lo que nos ponen delante de nuestros ojos las productoras que mandan. 

Creo que el concepto de distribución es algo desterrado de nuestro cine y nuestra televisión. Nunca he escuchado a ningún directivo del ICRT o del ICAIC pensando en un proyecto para ser distribuido a gran escala. A veces siento que hacemos cine y TV solo para tener una memoria audiovisual y cultural que enseñar a las generaciones futuras, y no se piensa desde el punto de vista de industria. Es quizás eso lo que nos ha sentenciado a pasar de estar entre los primeros lugares del continente en ambos medios, a estar en un sitio bien lejano de lo que fuimos en el siglo pasado.

Creo que es urgente incorporar y explotar el cine también como industria. Si todos nos dedicamos a hacer cine de autor, cada vez nos verán menos. Nos hacen falta muchas Memorias del subdesarrollo, pero también muchos Juan de los Muertos.

Y eso es algo que distingue negativamente al cine cubano. No hay variedad en género y temáticas. No hay thrillers, no hay terror, no hay historias de amor, ni zombis, ni extraterrestres… y esa variedad es necesaria.

Creo que lo positivo es que hay talento, mucha gente queriendo hacer cine. Y tengo la esperanza de que esa diversidad de guionistas, directores, productores acabe por lograr esa diversidad temática y de género de que hablaba anteriormente.

X Alfonso. Como ya dije, lo que la gente ve que más se consume, automáticamente se clona, y desde el momento en que puedes hacer un audiovisual con un teléfono móvil, la producción, la distribución y el consumo están totalmente ligados a las nuevas formas de promoción que imponen las redes sociales. Hay de todo en los audiovisuales; solo está en la persona identificar si le aporta algo o no.

Carlos Gómez. Creo que en Cuba los patrones internacionales de producción y consumo audiovisual están cada vez más actualizados y eso es bueno. No obstante, para analizar este tema debemos separar la producción audiovisual que se hace desde el sector artístico (estatal o no estatal) y la espontánea que se genera en esta nueva realidad donde cualquiera, literalmente, puede convertirse en un difusor de contenidos. Y hay que separarlas porque una parte de estas producciones trata de mantener rasgos tradicionales o innovar desde la aceptación de una cinematografía nacional, mientras otra se rige por patrones netamente de consumo o imita productos que funcionaron de antemano.

Ed Augustin. Sí, pero la llegada de estos patrones dominantes ha sido parcial. El “Paquete semanal” ha sido clave; el contenido audiovisual que se pone en la televisión nacional e Internet es relativamente poco censurado. Por otra parte, sospecho que estas corrientes sean menos dominantes en Cuba que en muchos otros países debido a que la penetración masiva de Internet es relativamente reciente, y a que el Estado –con una lógica socialista– monopoliza varios medios de comunicación.

También vemos que producciones como Los Lucas es un intento de copiar la estética MTV. Otras como Bailando en Cuba y Sonando en Cuba son versiones de programas de televisión buscatalentos que salieron por primera vez hace veinte años en Reino Unido, pero priorizan música cubana y de varias otras maneras el look es nacional.

Roberto Smith. Antes vimos que la producción audiovisual no se puede analizar como un todo único. Mi criterio es que, en relación con el cine, en Cuba predominan las obras con intenciones artísticas (y que estén logradas o no esas intenciones, es otro asunto). No es lo mismo hacer películas para ganar dinero, que buscar dinero para hacer películas. La mayor parte de nuestro cine es de los que buscan dinero para hacer las películas. En este sentido, nuestro cine se emparenta, en intenciones, no en resultados, con mucho de lo que se hace en América Latina o en Europa. Es un tipo de cine que prospera más donde exista más financiamiento para su producción, porque rara vez se recupera en el mercado.

En Cuba estamos en el primer año de funcionamiento del Fondo de Fomento del Cine Cubano, un mecanismo que permite al ICAIC, como institución del Estado cubano, el financiamiento de las mejores obras que se presenten a sus convocatorias. Además, existen otras nuevas formas de apoyo al cine independiente. Estos mecanismos alivian un problema que frenó la producción durante varios años. Antes, en el ICAIC existía un equilibrio aceptable entre la capacidad creadora de los cineastas y la industrial para producir sus películas. Hace muchos años que la capacidad creadora de los cineastas es mucho mayor que la de producir sus películas. Y aquí están los cineastas jóvenes, muchos graduados de nuestras escuelas de cine. Ahora debe producirse un crecimiento de la producción y ya veremos en ese futuro cercano, si es posible identificar patrones dominantes.

En el consumo, en las preferencias de los públicos, pueden expresarse preferencias mayoritarias hacia un tipo determinado de audiovisual que, como decíamos antes, es al que accede, y los accesos dependen de intereses o de políticas comerciales o pseudocomerciales, que favorecen la difusión de ese tipo de audiovisual y de cine en relación con otro que se invisibiliza. Sin embargo, en los públicos existe diversidad de gustos, de preferencias, muchas veces expresadas como parte del desarrollo espiritual y cultural de cada persona.

Nuestra sociedad está bajo el efecto de las limitaciones de la programación en las salas de cine (que hasta los años 80 fue un elemento enriquecedor), del exceso de la programación cinematográfica de la televisión (a pesar de los esfuerzos por exhibir buenas películas), de la circulación libre de miles de películas y otros audiovisuales, y de la carencia de educación audiovisual. El cine cubano, que siempre tuvo el favor del público, cada vez más tendrá que buscar espacio entre los espectadores, sea producido por las instituciones o de forma independiente.

4. En el caso de los audiovisuales cubanos, ¿en qué medida las diferencias entre audiovisuales de instituciones y del sector privado han marcado su estética y contenidos?

Amílcar Salati González.  Creo que el sector privado trabaja más con el talento que no llega a las instituciones. Uno por lo general joven, que también ha dado la espalda a producir con la Televisión por sus enrevesados métodos, y otros temas como la censura, los niveles de prioridad que le dan a los contenidos, los factores determinantes en lo que se produce y con qué.

Talento hay en la calle, y también en la televisión. Pero en la calle hay facilidades productivas, alternativas de contenido, hay una plasticidad a la hora de hacer que no existe en la TV, y eso va en contra de quienes trabajamos para ella. Actualmente, con los cambios que se han generado, hay un acercamiento entre las instituciones y los creadores independientes, y eso va a repercutir en elevar la calidad de los audiovisuales.

Es cierto que no solo la capacidad productiva determina el valor de una obra, se necesita talento, pasión, sinceridad, pero en el audiovisual los recursos marcan una diferencia vital en la hechura final. A veces se puede lograr algo bueno con cuatro pesos, y alguien con miles no lo logra. Entonces la televisión tendría que atraer a esa gente que con casi nada lo alcanza, y poner a su disposición los recursos necesarios para que ese talento se expanda.

Tanto desde las instituciones como desde el sector privado, hay cualidades y deficiencias. Y sería injusto valorarlas superficialmente por un resultado en pantalla que está influenciado por montones de razones, que sería extensísimo mencionar aquí. Creo que ni la televisión puede estar de espaldas al talento que hay en el sector privado, ni este mirar a la TV por encima del hombro.

X Alfonso. No hay mucha diferencia entre los audiovisuales creados por instituciones o independientes porque aquellas contratan a los independientes para hacer sus producciones. Lo único, en este caso, que puede hacer la diferencia entre ellos es la censura que la institución imponga en el contenido. Y es muy fácil saber cuándo es uno u otro por el contenido político o ideológico del audiovisual.

Carlos Gómez. Este es un tema más complicado, pienso que de lo ¨independiente¨ han surgido muy buenas propuestas, pero también han surgido desde la institución. Las dos variantes se retroalimentan constantemente. En mi criterio, el gran problema de nuestro cine es la explotación extrema de la realidad cubana, muchas veces encartonada y superficial. Pienso que nos falta ser un poco más universales en nuestras historias y formas de contar. Actualmente se están haciendo varios proyectos entre los independientes y el ICAIC y el resultado parece ser alentador.

Ed Augustin. Pienso que en hay una dicotomía bien marcada entre producciones estatales y producciones privadas.

 Privadas: tienden a expresar lógica capitalista y valores capitalistas.

Estatales: tienden a expresar lógica socialista y valores socialistas.

 Privadas: audiovisuales –sobre todo en los videoclips– muy sexualizados, siguiendo influencia de otras producciones latinas.

Estatales: menos sexualizadas. Imágenes que podría ser entendidas como maltrato a la mujer o prostitución son simplemente censuradas.

 Privadas: énfasis en consumismo.

Estatales: menos énfasis en consumismo por cuestiones de ideología. La intencionalidad que subyace muchas es de un carácter social. Por eso vemos que, en vez de ser consumistas como las telenovelas brasileñas, las cubanas tienen el propósito de educar los televidentes acerca de, por ejemplo, el SIDA o la emancipación de la mujer. El problema con este propósito muy noble es que muchas personas encuentran estas producciones aburridas.

Privadas: cortes más rápidos

Estatales: cortes más lentos.

 Privadas: factura mucho más alta

Estatales: factura mucho más baja.

Roberto Smith. Todos hemos escuchado muchas opiniones sobre este asunto. En mi criterio, existen las diferencias, pero pienso que muchas son coyunturales.

En relación con las condiciones de la producción, antes de la aprobación del Decreto Ley 373, los cineastas independientes no tenían reconocimiento jurídico y hacían sus películas en un complicado marco alegal. La institución no podía establecer relaciones creativas y productivas normales con este sector. En este sentido, eran libres para trabajar solos y a la vez eran excluidos. Hoy, el escenario comienza a cambiar, incluso, con una incipiente relación creativa y productiva entre la institución y los independientes, que siguen y seguirán siendo independientes, en un nuevo concepto de cine cubano.

Por otro lado, en relación con la estética y los contenidos, en la producción independiente, que es más numerosa que la de las instituciones, están los cineastas más jóvenes. Es normal que los contenidos de sus obras estén marcados por una visión del mundo, de la sociedad y del país, desde el prisma de sus individualidades creadoras y su generación. Entre los cineastas más jóvenes aparecen nuevos temas, nuevos tratamientos a viejos temas, nuevas audacias en el lenguaje. Sin embargo, creo que la calidad artística, los valores estéticos están más asociados al talento de los creadores que a su edad, o a la forma económica de sus producciones.

El cine cubano, visto en su conjunto, enfrenta el reto de recuperar su fuerza, primero ante su propio público y después, como parte de las cinematografías de vanguardia de nuestra región.

5. ¿Qué factores podrían contribuir a elevar la calidad de los audiovisuales cubanos, como arte y como productos comunicacionales?

Amílcar Salati González. La televisión tiene que esforzarse más en filtrar contenidos, guiones, buscar la calidad desde la base, salir a rodar con la seguridad de que es algo que tiene calidad. A veces se hacen audiovisuales por llenar una parrilla, porque tal o más cual director hace tiempo que no hace nada, etc. Es necesario ponerse al día, saber lo que comunica y lo que no en estos tiempos.

En la producción audiovisual influyen todos los factores que se mencionan en la pregunta. Desde los permisos otorgados por el gobierno o el MININT que son una tortura para que los otorguen y se demoran eternamente, hasta la cultura y el conocimiento del audiovisual de los decisores de la TV, la prioridad al talento y no a los años que se lleva trabajando. 

Lograr elevar la calidad de nuestros audiovisuales pasa por muchas personas y factores. No es trabajo de una sola persona, de una sola institución. Se necesita el empuje de muchos para ganar en profesionalidad y calidad, empezando por nosotros mismos, los que nos dedicamos profesionalmente al audiovisual.

X Alfonso. Creo que haría falta más profundidad e investigación a la hora de crear el producto, el factor económico es relativo, depende de la producción que tengas en mente. Y también en la apertura de medios de comunicación e instituciones. 

Para mí, decir política cultural es como decir agua y aceite; no hay forma de que se mezclen. Está la política... y está la cultura; cuando se mezclan es para apoyar una ideología. 

Pero, en fin, la calidad depende totalmente del producto, del objetivo y la idea final entre el artista y el director, o en el mejor caso, del artista.

Carlos Gómez. Este es un tema más complicado, pienso que de lo ¨independiente¨ han surgido muy buenas propuestas, pero también han surgido desde la institución. Las dos variantes se retroalimentan constantemente. En mi criterio, el gran problema de nuestro cine es la explotación extrema de la realidad cubana, muchas veces encartonada y superficial. Pienso que nos falta ser un poco más universales en nuestras historias y formas de contar. Actualmente se están haciendo varios proyectos entre los independientes y el ICAIC y el resultado parece ser alentador.

Ed Augustin. Varios factores podrían contribuir a elevar la calidad:

 - Subir los salarios de los creadores estatales (la mejor manera de posibilitar esto sería quitar las sanciones norteamericanas).

 - Reducir las trabas burocráticas. Conseguir permisos para filmar es muy complicado y lleva meses. Muchas veces cuando los permisos llegan, lo que uno puede filmar es microgestionado y controlado por funcionarios. Por ejemplo: el año pasado yo filmé en el Hospital William Soler. Mis “acompañantes” seleccionaron la paciente con quien podíamos hablar. Esto limitó muchísimo la historia que pudimos contar. Normalmente, si uno quiere hacer un documental de alta factura, hace falta entrevistar docenas de personas antes de encontrar a la que tiene la historia especial que quieres contar.

- Menos control verticalista, menos censura y más libertad de expresión y creación artística. Tengo entendido que ICAIC es mucho más abierto que la televisión cubana. Pero aun en el ICAIC, mis amigos cineastas me hablan de censura y autocensura, lo que reduce la calidad de sus producciones. Esto también contribuye a la fuga de cerebros desde el sector estatal hacia el privado, y desde la Isla hacia el extranjero.

- Más crítica de arte en los medios estatales.

- Democratización de la esfera productiva. Hay algunas profesiones donde hay mucha capacidad para realizarse de manera profesional: la ciencia es una de ellas, como vemos con el desarrollo de las vacunas. En Cuba uno puede recibir una formación de calidad y realizarse 100% en la esfera productiva. Por lo que siento que estos científicos se sienten felices, realizados en su trabajo.

Hay otros oficios donde este no es el caso y hay una brecha gigantesca entre la esfera educacional y la productiva. El periodismo me parece un ejemplo llamativo. Los cubanos que estudian periodismo en la Universidad de La Habana reciben una formación de muy buena calidad. Pero cuando empiezan a trabajar por el Estado –por ejemplo, en Granma o en la Agencia Cubana de Noticias–, conozco algunos que “se queman” porque sienten que no pueden realizarse, que no pueden emplear las capacidades que aprendieron en la escuela en la esfera laboral. Esto crea angustia existencial y radicaliza a muchas personas contra el sistema cubano. Es triste verlo.

Me parece que la gente que trabaja en el audiovisual en Cuba ocupa un espacio entre esos dos extremos. No son tan limitados como los periodistas, pero tampoco son tan libres como los científicos. Así que, quizás, para subir la calidad de las creaciones audiovisuales cubanas, haga falta una discusión muy honesta, profunda y constante entre los creadores y el gobierno para crear un ambiente más propicio para la creación.

Roberto Smith. Producir, producir, producir. No se puede esperar que con una producción mínima aparezcan muchas grandes obras. Se repite –y seguro es una historia falsa– que un gran líder pregunta por qué en su país se hacían cien películas al año y solo diez eran buenas. Le responden que solo 10% de la producción suele ser buena. Entonces el gobernante dispone que en el próximo año se realicen mil películas para que el 10%, que serían cien, fuesen buenas. Se hacen las mil películas, pero solo diez resultan buenas. No existe, en definitiva, una fórmula que explique la relación cantidad-calidad, pero cuando se produce más, los creadores, los artistas y la propia industria se entrenan con la experiencia, crecen artísticamente, forjan su talento en la práctica y aparecen mejores películas.

Para que la producción crezca es imprescindible el financiamiento. Y sabemos que hacer cine siempre es muy caro. Cuando se habla del financiamiento estatal no puede olvidarse el estado de la economía del país, las urgencias y las prioridades. Aun así, como mencioné, el Estado cubano decidió la creación del Fondo de Fomento del Cine Cubano para apoyar proyectos independientes. En otros países existen leyes de cine que, entre otras fuentes, regulan cuotas de taquilla a los exhibidores privados destinadas a la producción nacional. Por razones conocidas, en Cuba ni con la totalidad de la recaudación en salas se puede financiar el cine nacional.

Otro asunto vital es la correcta selección de las obras para su producción, el interés de las historias, la solidez de los guiones. Este es un asunto que puede parecer fácil, pero que no lo es porque muchos cineastas defienden su libertad creadora con proyectos que los productores consideran que deben trabajar y madurar más.

Aparte de hablar de los imprescindibles factores económicos, técnico-productivos, legislativos, educativos, institucionales, y de política cultural, es indispensable la recuperación del clima cultural de la producción cinematográfica y audiovisual, de lo que en un momento se consideró el movimiento cultural del cine cubano. Este es uno de objetivos de la actual dirección del ICAIC, junto con otros también vitales, y cito entre estos la recuperación de salas de cine, el aliento a la crítica cinematográfica, el impulso al sistema de publicaciones y el desarrollo de una plataforma digital que funcione como soporte de lo que se hace para facilitar el más amplio acceso público.

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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