Último Jueves digital: El espacio ciudadano y sus límites. [Versión íntegra]


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Versión íntegra de las intervenciones de este UJ vía Whatsapp.

Read here the english version of this article.

La pandemia que nos tiene en jaque interrumpió el mes pasado nuestra serie de debates mensuales de los últimos jueves. Como su prolongación en el tiempo resulta difícil de delimitar, el equipo de realización de Temas-Último Jueves se propone dar continuidad a estas sesiones de debate por vía digital.

Con ese fin, el equipo editorial de Temas ha creado un grupo en Whatsapp que este jueves 30 de abril está discutiendo con un grupo de invitados las diversas problemáticas vinculadas a la emigración y el ejercicio de la ciudadanía.

Le invitamos a leer la versión íntegra de las reflexiones y comentarios intercambiados por los panelsitas e invitados a este sui géneris Último Jueves.


 

PANELISTAS:

José Manuel Pallí. Abogado, periodista. Analista de temas de la situación contemporánea. Nacido en Cuba, criado en Argentina, residente en Estados Unidos. Colaborador en medios de prensa de Estados Unidos. Creador y organizador del espacio de debate Ultimo Jueves de Temas en Miami.

Manuel Gómez. Licenciado en Bioquímica (Harvard), Maestro en Salud Ambiental (Hunter College), Doctor en Salud Pública (Universidad Johns Hopkins). Emigró en 1961 a los Estados Unidos. Activo desde muy joven contra el embargo/bloqueo de Estados Unidos contra Cuba.

Jesús Arboleya. Doctor en Historia. Profesor, investigador, analista político. Especialista en relaciones Estados Unidos-Cuba y emigración cubana. Colaborador de medios de prensa en Cuba y Estados Unidos.

Yan Guzmán Hernández. Doctor y Profesor Titular de Derecho Constitucional y Teoría del Derecho. Facultad de Derecho, Universidad de La Habana.

Karel García. Cantautor, miembro de la tercera generación de la Nueva Trova. Autor de numerosas canciones y discos. Residió quince años en España. Vive en Cuba.

Susana Camino. Narradora, periodista, poeta. Autora de varias novelas publicadas en Cuba y Alemania, país donde reside hace treinta años, y trabaja además como editora.

Rafael Hernández. Politólogo. Director de Temas.


 

RAFAEL HERNÁNDEZ (moderador): Buenas tardes. Bienvenidos a Último Jueves, espacio de discusión de la revista Temas, por este grupo de Whatsapp que hemos creado para el debate en el día de hoy. Este panel a distancia tiene como propósito tratar de lograrlo de una manera muy experimental, porque nosotros nunca lo hemos hecho así, es una experiencia completamente nueva, porque queremos ir midiendo gradualmente la posibilidad de la interacción.

Nos acompaña en este panel un grupo de destacados estudiosos que van a abordar, desde su experiencia, que a veces es la de estudiar el tema, que a veces es la de escribir sobre el tema o que a veces es la de vivir el tema, que es el del espacio ciudadano y sus límites, específicamente en relación con el tema de las relaciones entre la sociedad cubana dentro de Cuba y la sociedad emigrada.

Aquí donde yo estoy está lloviendo, por suerte no estamos a la intemperie, pero estamos viendo cómo cae la lluvia en esta parte de La Habana. Todos los que están conectados con este panel, en este minuto tienen la posibilidad de leer o escuchar las intervenciones de estos seis invitados. Para nuestros lectores, las reproducimos a continuación.

Sin más, comienzo con la primera pregunta: ¿Qué es la condición ciudadana? ¿Un estatuto jurídico? ¿Un conjunto de derechos reconocidos? ¿Un pasaporte? ¿Una residencia? ¿Una práctica social, política, cultural? ¿Una capacidad participativa? ¿Cómo puede medirse?

 

JOSÉ MANUEL PALLÍ: Para alguien como yo que nació en un país, se crio y educó en un segundo país, y hace cuarenta años que vive en un tercer país, esta serie de preguntas tiene connotaciones distintas de las que pudiera tener para aquellos que han tenido una vida menos complicada.

A mí me enseñaron en el país donde me crie y eduqué (la Argentina), que la ciudadanía es un vínculo político-jurídico que une a una persona con un Estado. Es la forma más perfecta que uno tiene de integrarse al Estado, a partir del ejercicio de los derechos y deberes que implica la condición de ciudadano. Es la ciudadanía la que nos hace sentir más ligados a nuestro pasado histórico y a nuestro porvenir.

Solo que en mi caso esa ligazón no es con uno sino con tres Estados. Y mi confusión es aún mayor porque en el transcurso de mi vida he notado que el énfasis siempre recae sobre el aspecto político de los derechos del ciudadano, esencialmente el derecho a votar y a ser elegido. Y, desafortunadamente, ninguno de los Estados con los que he estado vinculado durante mi vida como ciudadano han sido muy escrupulosos ni reticentes a la hora de restringir y hasta cercenar esos derechos políticos de sus respectivos ciudadanos.

Por eso siempre he tratado de concentrarme, humildemente, en el aspecto más valioso que, a mi juicio, emana de esa relación de ciudadanía que mantengo con mis tres Estados (o naciones, o países, o patrias: a veces me siento como Doña Flor y confundo hasta los nombres…): y ese aspecto más valioso es el civismo. El civismo, como también me enseñaron en mi niñez, es el celo por las instituciones y los intereses de la patria.

Además, veo al civismo como la mejor respuesta a la pregunta sobre cómo se debe o puede medir la condición ciudadana. En mi caso, he logrado, creo, mantener ese civismo con respecto al país donde nací (Cubita la bella) y el país donde me crie y eduqué a pesar de llevar cuarenta años viviendo en los Estados Unidos.

 

MANUEL GÓMEZ: La ciudadanía o condición ciudadana en Cuba es un estatus jurídico definido por el origen nacional o la naturalización, una capacidad participativa real y una residencia que la permita. También otorga derechos y exige deberes. La nueva constitución adelantó en aclarar estos asuntos, sobre todo al permitir, implícitamente, un tipo de doble ciudadanía que ya existía de hecho. Una Ley de Ciudadanía está programada para 2022, y entiendo que definirá en más detalle la “ciudadanía efectiva” de la que se ha hablado tanto. También entiendo que aclarará sobre todo los derechos de los ciudadanos en función de su residencia verdadera, algo complejo porque tendrá que aclarar las contradicciones que surgen con eso de “vienen, se operan y se van”. Es decir, los derechos a los servicios gratuitos del Estado de los ciudadanos que residen fuera del país la mayor parte del tiempo. El tiempo nos dirá entonces qué resta por hacer si los Estados Unidos abandonan su política hostil.

 Lo más importante es que la ciudadanía no es un absoluto. Depende del país y sus determinantes históricos, políticos, económicos y sociales. Se puede dar un ejemplo sencillo: esta discusión en 2020 no es lo mismo que si hubiera sido en 1960. Los determinantes más importantes han sido, y todavía perduran, el choque entre la soberanía y el socialismo cubanos con la política de cambio de régimen de los Estados Unidos; ambos afectan enormemente a la emigración aquí en los Estados Unidos, al país, y a las relaciones entre ambas. La nueva constitución y la eventual Ley de Ciudadanía son y serán también importantes determinantes, porque al retomar la iniciativa con respecto a la emigración, el Estado cubano está forjando una relación con esta mucho más independiente del conflicto Cuba-Estados Unidos que en el pasado.

 

YAN GUZMÁN: La condición ciudadana determina un vínculo jurídico con un Estado determinado, de esa condición se derivan derechos, deberes y responsabilidades. La ciudadanía provee de un estatus jurídico especial a la persona respecto a un país. La condición ciudadana se tiene al nacer, salvo la excepción de la apatridia, también puede adquirirse y para ello la persona debe cumplir determinados requisitos, donde la residencia juega un papel importante.

Al término ciudadanía se le ha relacionado, con mayor o menor intensidad, el de nacionalidad, que está dada por una condición social y cultural que tiene la persona respecto a una nación. El patrón deseable es que los vínculos psicosocioculturales que genera la nacionalidad sean correspondidos con los vínculos jurídico-políticos que tienen que ver con la ciudadanía, pero es solo un patrón deseable, teniendo en cuenta que hay más de 270 millones de migrantes en el mundo. El pasaporte es un documento jurídico-migratorio que reconoce el derecho que tiene una persona a la libre circulación respecto a los límites que fija un país, o sea le permite ingresar a otro país en los términos y condiciones que fije este último, y a regresar al país cuyas autoridades lo expidieron.

En épocas de globalización, el término ciudadanía se ha ensanchado y no se limita a un Estado-nación, hoy, por ejemplo, se habla de un ciudadano europeo, el ciudadano con el nivel geográfico más abarcador, al no circunscribirse a una sola nación. También existe la doble ciudadanía y la institución de la ciudadanía efectiva, recién acogida con la reforma constitucional del 2019.

La condición ciudadana debe permitir participar en los asuntos políticos, económicos y sociales de un país determinado; algunos derechos, como por ejemplo los políticos, en particular el derecho al sufragio, se conciben sobre la base de la residencia, aunque en la actualidad no son pocos países los que permiten votar en el exterior, cuando una persona ha emigrado.

No hay una forma de medir la ciudadanía, pero a partir de que ella comprende un plexo de derechos, deberes y responsabilidades, en la medida que la persona pueda participar en los asuntos del país donde reside o no, así será la fortaleza de esos vínculos.

 

SUSANA CAMINO: Para mí, la condición ciudadana lo es todo. También es un rasgo cultural, jurídico, político. Un ciudadano debe tener todos los derechos en su país y en el país donde eligió vivir. En el caso, por ejemplo, de un cubano que vive en Europa, cuando se hace ciudadano del país donde reside tiene todos los derechos. Y cuando digo todos los derechos, se trata de derechos tanto culturales, jurídicos, pero también políticos. Un ciudadano tiene derecho a votar. El ciudadano debe ir a las elecciones, a la escuela donde se vota un domingo, y elegir por qué partido quiere votar. Eso es posible en el país donde resido, Alemania. Así lo hacemos todos los ciudadanos. El ciudadano tiene derecho a todo. A viajar, a comprar lo que quiera, a elegir cómo quiere vivir y a elegir dónde quiere trabajar y dónde quiere estudiar. El ciudadano es una condición global que tiene todos los derechos de actuar siempre que sea legal, y a actuar como le apetezca.

 

JESÚS ARBOLEYA: Probablemente los juristas y los filósofos se aproximan de otra manera a estas interrogantes. Desde el punto de vista histórico, aunque el concepto de ciudadano se remonta a la antigüedad, a partir de los momentos tempranos de la modernidad se relaciona con la concepción genérica del “contrato social”, o sea, derechos y deberes asumidos por consenso social de cara a un Estado-nación determinado. Visto de esta manera, no es lo mismo en todas las partes y momentos, ni está exento de evolucionar según las circunstancias, aunque se parta de principios comunes para definir la condición ciudadana. Creo que la “multinacionalidad”, algo tan común en la actualidad, refleja el impacto de la globalización en el escenario nacional, con repercusiones en la condición ciudadana, que también deben ser tenidas en cuenta en el caso cubano. Aunque este problema vale no solo para los emigrados, la emigración incrementa esta complejidad, en tanto son personas que por lo general adoptan otras ciudadanías y desarrollan compromisos políticos con otros países, que en el caso de Cuba es un asunto particularmente sensible, dado el conflicto con los Estados Unidos y la alta concentración de emigrados residentes en esa nación. En cualquier caso, existen diferencias reales en la implicación ciudadana de los emigrados respecto al ciudadano cubano común, que hay que tener en cuenta, sin que ello implique una pérdida absoluta de la condición ciudadana de los emigrados, como reconoce la propia Constitución de la República. El objetivo de la ley y la práctica cubana debiera ser reducir al mínimo indispensable estas diferencias, para incentivar la integración de los emigrados en la vida nacional.

 

KAREL GARCÍA: La condición ciudadana es, para mí, una mezcla de los conceptos anteriores, menos lo del pasaporte y/o residencia (que no son más que mecanismos burocráticos de control universal) y, también a mi entender, el principal elemento para su medición es el sentido de pertenencia que desarrolla en mayor o menor medida todo emigrante respecto al lugar que lo acoge.

 

RAFAEL HERNÁNDEZ: ¿Cómo se relacionan los emigrados con su país de origen y de residencia? ¿Con la sociedad y el orden político de su país de origen? ¿Con la sociedad y el orden del país en que viven? ¿En qué medida la condición de emigrado-inmigrante limita, más allá de los derechos reconocidos formalmente, el ejercicio efectivo de su condición ciudadana en el país de origen?

 

JOSÉ MANUEL PALLÍ: Me parece que la relación que puedan o no tener los emigrados o inmigrantes con su país de origen depende mucho del grado (y la intensidad) del civismo que conserven con respecto a ese país de origen, y en mi caso, ese grado de civismo (y sobre todo su intensidad) ha variado con cierta frecuencia.

Por ejemplo, durante mis veinte años en la Argentina (de los 8 a los 27 años de edad) mis sentimientos cívicos hacia Cuba, mi país de origen, estuvieron adormilados (a pesar de que muchas de las amistades que acumulé durante esos veinte años todavía hoy me llaman “el cubano”).

Tuve que establecerme en los Estados Unidos (en Miami, que probablemente debiera contar como un cuarto país en mi experiencia personal) para que reflotara ese civismo hacia Cuba. Al principio (década de los 80 del siglo pasado) ese civismo lo expresaba de la misma manera que lo expresaba la mayoría de mis conciudadanos (de origen cubano) y mis parientes en mi nuevo patio “mayamero”: vociferando contra “el régimen” y exigiendo la aplicación de sanciones contra él. Aunque me enorgullezco de no haber llegado jamás al extremo de pretender limitar o condicionar los derechos y las opiniones de otros conciudadanos mayameros que optaban por expresar su civismo hacia su país de origen (Cuba) de una manera mucho más efectiva.

Hasta que me sumé a ese grupo creciente de expatriados cubanos en Miami que entendimos, más tarde o más temprano, que para ejercer de manera efectiva nuestra condición de ciudadanos cubanos no había otro camino que acercarnos a Cuba.

 

MANUEL GÓMEZ: La relación país-emigrado depende también del país, el momento, y el contexto. El caso cubano tiene algo sui generis, porque distintos grupos emigrados se relacionan muy distinto con Cuba.

La primera emigración fue el mal llamado “exilio” de los más afectados directamente por las medidas del gobierno, seguido después por un sector con miedo al comunismo (sobre todo de clase media, cuyo mundo desaparecía). La relación de estos se caracteriza por un feroz rechazo al sistema de gobierno cubano, y poco o ningún deseo de relacionarse con el país en su forma actual. Aunque sus puntos de vista todavía dominan en gran parte el discurso público en el sur de la Florida, este sector está desapareciendo por su edad y porque no se puede reproducir.

Después de esos primeros emigrados, desde El Mariel en 1980, la emigración se viene pareciendo cada día más a una emigración caribeña típica. Su éxodo responde fundamentalmente a dos factores, el deseo de mayor consumo material y de realización personal, aunque no se puede ser ingenuo, también rechazan en parte al sistema cubano por lo que perciben como sus defectos, errores e insuficiencias. La mayoría son o pronto serán emigrados “permanentes”, tan aplatanados a su país adoptivo –por vivencia, residencia, trabajos, estudios, hijos, etc.– y Cuba solo será un ocasional e incluso infrecuente destino de visita. Por consecuencia, pocos de ellos se van a angustiar por la cuestión de la ciudadanía.

Los menos son los emigrados “circulares” que se “repatrian”, van y vienen frecuentemente, y dividen su residencia. Muchos de estos persiguen negocios y tienen más vínculos con sus familiares y amigos, y con el país en general. Es entre estos últimos que la cuestión de ciudadanía tiene mayor realidad, aunque ya parece estar resuelta jurídicamente. Si en el futuro crece el número de jubilados con doble residencia, su papel como ciudadanos también exigirá más atención, sobre todo por el enorme aumento de los ancianos en el perfil demográfico en el país. De cambiar la política de los Estados Unidos, pienso que estos dos grupos aumentarían bastante, para bien del país si se pueden manejar bien las desigualdades que ocasionarían.

 

YAN GUZMÁN: La condición de emigrado coloca a la persona en una relación bidireccional, en su condición de emigrante respecto a su país de origen y de inmigrante respecto al país en el que viven. La relación con la sociedad y con el orden político de ese país dependerá de la política migratoria del mismo y de la legislación que se produzca acorde a esa política. Tampoco es lo mismo emigrar de forma regular, mediante mecanismos legales que tienen como efectos dar más garantía, que de forma irregular que tiene consecuencias negativas para la relación que se pretenda establecer con el país destino. Existen otras diferencias que repercuten en la relación con la sociedad y el país donde vive el emigrado.

No obstante, la principal relación de la mayoría de los emigrados con el país donde viven, se genera a partir del trabajo. Eso no significa que no se establezcan otro tipo de relaciones como son las políticas que están limitadas u otras de tipo social. El instrumento internacional más completo sobre derechos de los migrantes es la Convención Internacional para la Protección de los Derechos de todos los Trabajadores Migrantes y sus Familiares, aprobada por la Asamblea General de la ONU en 1990, sin desconocer que la Declaración Universal sobre los Derechos Humanos y el Pacto sobre los Derechos Civiles y Políticos de 1966 ya se pronunciaban y preocupaban sobre los derechos esenciales de los emigrados.

Respecto a la relación que se establece con el país de origen también tiene matices, pero en sentido general lo que se pretende es que los migrantes sean tratados como los conciudadanos que residen en su país de origen y, por ende, conserven sus derechos. Si nos refiriéramos a migrantes con un estatus de refugiado político o de desplazado, la relación con el orden político de su país de origen estará marcada por esa situación.

En sentido general, la propia Convención considera la situación de vulnerabilidad en que con frecuencia se encuentran los trabajadores migratorios y sus familiares debido, entre otras cosas, a su ausencia del Estado de origen y a las dificultades con las que tropiezan en razón de su presencia en el Estado de empleo, de ahí que prevé que se proteja el derecho de los migrantes a regresar a su país de origen, a que las autoridades consulares o diplomáticas de su Estado de origen les den protección y asistencia, a participar en los asuntos públicos de su Estado de origen y a votar y ser elegidos en elecciones celebradas en ese Estado, de conformidad con su legislación.

 

SUSANA CAMINO: Después de la Segunda guerra mundial, Alemania tuvo una inmigración con una masa muy grande, que vino a trabajar, a construir otra vez los edificios, porque todo quedó destruido por las bombas de la guerra. Países como Grecia, Italia y España participaron. Esos inmigrantes se quedaron, hicieron familia, una vida y después, cuando empezaron a trabajar aquí en las fábricas, sus hijos nacieron aquí, sus nietos también; y esas personas, después que ya alcanzaron una determinada edad, regresaron a sus países, aunque sus hijos siguieron aquí y sus nietos, porque ya estaban adaptados a las costumbres alemanas, pero veraneaban en el país de sus padres o abuelos. Ahora Alemania recibió personas perseguidas por la guerra, de Siria y otros países con conflictos de guerra. A esas personas se les dio casas, cursos para que se integren con el idioma, a sus hijos se les dio escuela, se les dio la guardería, o sea, el circulo infantil como se dice en Cuba, para que tuvieran una vida digna y pudieran integrarse a la sociedad alemana. Estas personas, por supuesto, es muy difícil que se integren a un país como Alemania, porque ellos tienen otras costumbres, otro idioma, otra forma de ver las cosas; pero por supuesto, se han dado un chance para empezar desde cero.

 

JESÚS ARBOLEYA: Los emigrados se relacionan, de una forma u otra, con toda la sociedad de origen. El orden político es muy importante, porque establece las normas de estas relaciones, pero también lo son los vínculos económicos, filiales y culturales. Incluso cuando no existe el contacto físico, estas motivaciones forman parte de las necesidades existenciales de los emigrados y muchas veces de sus descendientes. El caso de Cuba es un buen ejemplo de ello, a pesar de la afectación a los contactos que ha implicado el conflicto con Estados Unidos y de que incluso en determinados momentos ambos gobiernos han desarrollado políticas encaminadas al distanciamiento, ha sido imposible impedir estas relaciones, que en la actualidad son muy fluidas.

 

KAREL GARCÍA: Creo que en el caso de los cubanos es aún más acentuada esta condición. La cubanidad es muy fuerte y se hace sentir allá donde esté. También, por respeto, el cubano aprende a adaptarse sin perder su raíz. Que la condición de emigrado-inmigrante limite el ejercicio efectivo de la condición ciudadana en el país de origen, depende de este, supongo. En mi caso no he tenido nunca ninguna limitante al respecto. El sentimiento es de haber salido al mundo un rato largo (quince años y un día) y haber regresado con un morral de experiencias nuevas, pero con el mismo acento al hablar.

 

RAFAEL HERNÁNDEZ: ¿En qué se diferencian los emigrados cubanos y los de otros países? ¿Son una excepción? ¿Son refugiados políticos? Y si no lo son, ¿qué lleva a algunos a comportarse como tales? Y los que no se comportan como exiliados, ¿qué obstáculos deben enfrentar? ¿En el país donde residen? ¿En Cuba?

 

JOSÉ MANUEL PALLÍ: Yo no veo grandes diferencias entre los emigrados cubanos y los de otros países. Que algunos de ellos, especialmente quienes se han radicado en los Estados Unidos (sobre todo quienes nos fuimos de Cuba en los años 60), “se sientan” refugiados políticos no cambia mi percepción.

Volviendo a la realidad de mi gueto “mayamero”, esa visión del emigrado cubano como exiliado o refugiado político se ha perpetuado porque muchos se han convertido en refugiados políticos en otro sentido: sus sentimientos (o resentimientos) hacia quienes gobiernan la isla desde hace sesenta años y su desprecio hacia la población cubana en la isla los han convertido en una herramienta de la política interna (de los intereses exclusivamente electorales) al servicio de muchos actores políticos, locales y nacionales, en los Estados Unidos.

Y la pequeñez de esa visión se repite ad nauseam: hace pocos días, los comisionados y el alcalde de la ciudad de Miami le pidieron al Congreso Federal que pase una ley que le permita a la ciudad impedir la presentación de artistas cubanos en Miami.

Pero la pequeñez y el ridículo no se agotan en el terreno de la política. Durante años mi segunda alma mater como abogado, la Universidad de Miami, ofreció un curso llamado “Cuba después de Castro”, por el cual, según entiendo, los estudiantes tenían que pagar la misma cantidad que por tomar un curso de, digamos, biología marina. Me imagino que una parte de los que tomaron ese “curso” son hoy funcionarios de la Casa Blanca…

Yo hace años que no me comporto (ni me siento) como exiliado, y no he encontrado sino algún pequeño obstáculo en mi interacción con Cuba. Tampoco en el país donde resido (al menos hasta el sol de hoy). Pero aun así, entiendo “el sentir” de quienes se identifican con lo que llaman “el exilio histórico cubano”. Y lo llamo “sentir” porque no le encuentro (sobre todo después de sesenta años) ningún fundamento racional, ni mucho menos ideológico.

No veo en ese tipo de posturas sino un sentimiento, porque no se rigen por otra cosa que por la emotividad, el rencor, y sobre todo “la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”. Y yo entiendo las razones (algunas válidas) por las que muchos se sienten así, aun cuando ese sentimiento, a sesenta años vista, me parezca irracional. Aquí en los Estados Unidos todavía hay quienes se sienten así aun habiendo pasado siglo y medio desde que sus antepasados fueron derrotados en la Guerra de Secesión. Y nuestro “Máximo Líder” en la actualidad utiliza esos sentimientos como si todavía estuviéramos atravesando la era del “Reconstruction”, porque para mí el MAGA no es otra cosa que volver a vivir ese período aciago de la segunda mitad del siglo xix. 

 

MANUEL GÓMEZ: Existe un ambiente de odio hacia Cuba en el aire que se respira dentro de la emigración cubana que envenena y confunde la cuestión de la ciudadanía cubana en los Estados Unidos, sobre todo la Florida. La ciudadanía se aborda solo como un instrumento para el cambio de régimen, no como una forma de contribuir al desarrollo del país. Eso es veneno puro, y probablemente perdure hasta un cambio de política de los Estados Unidos, si alguna vez sucede. Pienso que este ambiente tan politizado, con su reflejo opuesto en la isla, es distinto al de muchos otros grupos emigrados.

Y tanto en Cuba como en los Estados Unidos existe todavía un rechazo hacia lo que es probablemente una creciente minoría que desea contribuir al desarrollo del país. Cuba ha sido muy cautelosa hasta ahora en abrir caminos para esa minoría, por razones harto conocidas y comprensibles, pero creo que cada día el mayor obstáculo para vencer, en Cuba, sería lograr una mayor apertura en el marco de discusión de temas políticos en Cuba, lograr un consenso de opinión más amplio en el país, un consenso que pueda incluir a esa minoría de emigrados que se han formado en parte dentro de un sistema social con valores distintos, pero que no apoyan en ningún sentido lo de cambio de régimen, pero cuando tampoco están de acuerdo con todo lo que sucede en la isla, o como sucede. La crítica puede y debe fortalecer al país. Y Cuba no puede esperar que la mayoría de los emigrados sean un reflejo de lo que fue –o pareció ser– en un momento la Brigada Antonio Maceo, es decir, de abierta izquierda, porque no lo van a ser. Por supuesto, un cambio en el consenso de esta naturaleza tendría que suceder en el país en general, no solo en cuanto a la emigración.

Temo que una participación sana y completa –una normalización, por así decir– quizás no se pueda lograr mientras el conflicto Cuba-Estados Unidos siga tan agudizado, por un lado, la política y mentalidad hostil de los Estados Unidos, y por otro la mentalidad y los hábitos de plaza sitiada todavía tan fuertes como hoy en día en Cuba, pero me alegro que se esté intentando, aunque yo no llegue a verlo.

 

YAN GUZMÁN: La singularidad de los emigrados cubanos radica en varios componentes que han devenido de un contexto geopolíticamente complejo: la confrontación directa del proyecto socialista de la Revolución con los Estados Unidos, principal destino de la emigración cubana, no solo por el llamado american dream, que tiene un efecto global, en especial para quienes vivimos en América Latina, sino también por la cercanía geográfica y los lazos históricos que han unido a ambos países, para bien y para mal. Otro elemento que lo singulariza es el tratamiento que han tenido los emigrados cubanos en el marco de los más de 60 años de Revolución, dentro de Cuba, a lo que se suman la política migratoria, la legislación y las medidas del gobierno norteamericano al respecto.

No creo que deban ser considerados refugiados políticos, tal vez algunos merecieron esa condición en los primeros años de la Revolución, pero es un término que carece de actualidad si el objetivo es caracterizar a los emigrados cubanos hoy, en sentido general, incluso si el círculo se limitase a los que emigran a los Estados Unidos. La inmensa mayoría de los cubanos que emigran pueden regresar a Cuba, en concepto de turista, y con la flexibilización de la política migratoria en 2013, a “repatriarse”, sin temor a medidas o represalias.

La propia política migratoria de los Estados Unidos hacia Cuba ha fomentado que algunos cubanos se comporten como exiliados políticos, porque eso les ha permitido una mayor ventaja para regularizar su status en ese país. Esto tiene manifestaciones históricas como el éxodo de inicios de Revolución estimulado por el gobierno de Kennedy, o a partir de la Ley de Ajuste Cubano desde 1966, o producto de la política de “pies secos-pies mojados”, o incluso actuales como los criterios para ser elegibles dentro del Programa de Admisión de Refugiados de los Estados Unidos.

Los cubanos que no se comportan como exiliados, tienen que superar, en el país que residen o pretenden residir, los mismos obstáculos que el resto de los emigrados que provienen de otros países, en especial, aquellos obstáculos propios para insertarse en el mercado laboral, o para ser beneficiados de los derechos a la salud o para obtener la residencia o aspirar a la ciudadanía del país donde van a residir, por mencionar los principales.

Su tratamiento en Cuba no difiere, en el sentido que tienen las mismas limitaciones de aquellos emigrados que se autoconsideran exiliados políticos o han sido catalogados como tal por las autoridades de inmigración del país al que van a residir, excepto para aquellos que hayan atentado contra la seguridad nacional o el orden público.

 

SUSANA CAMINO: El cubano viene a Alemania por reunificación familiar; si no, no puede quedarse. El que venga de visita, lo hace por tres meses, Alemania no da más. Cuando se integra, aprende el idioma, hace una formación, se pone a trabajar, hace familia. Algunos se integran a la política, aunque a la mayoría no le interesa la política, pero conozco cubanos que sí se interesan en la política alemana. La vida social tratan de llevarla.

 

JESÚS ARBOLEYA: A los emigrados cubanos los distingue la connotación política del hecho migratorio, después del triunfo revolucionario de 1959. No solo por el componente social de los primeros emigrados y la motivación para emigrar que implicó el factor político para muchas personas, sino por la función desempeñada por la emigración en la política de Estados Unidos hacia Cuba y los beneficios asociados a la misma, lo que ha creado condiciones objetivas para la reproducción constante del conflicto y dificultado su solución. No son exiliados, dado que la gran mayoría no abandonó el país en condición de perseguidos políticos, pero se establecieron como la base social de la contrarrevolución y la extrema derecha estableció un férreo control sobre la comunidad de inmigrantes cubanos, por lo que violar esta condición ha tenido un alto costo para aquellos que lo han intentado, incluso la vida misma. En el otro extremo, también debido a esta connotación política, emigrar ha sido concebido muchas veces en Cuba como una traición a la patria y ello ha dificultado en extremo los intentos de los emigrados por vincularse con el país. Son prejuicios que aún existen en ciertos sectores de la sociedad cubana, donde el extremismo y el dogmatismo impiden una adecuada comprensión del fenómeno y avanzar en la mejor relación entre las partes. Alguien dijo que los emigrados habían terminado siendo rehenes del conflicto entre Cuba y Estados Unidos y al parecer tiene razón.

 

KAREL GARCÍA: Ser cubano es excepcional, siempre. Algunos, muy pocos diría yo, son realmente refugiados políticos. Supongo que la impotencia y la envidia que segrega la nostalgia al no poder/querer regresar lleva a algunos a comportarse como tales. Allá donde llegues nunca será fácil, cambia la idiosincrasia de la gente que te rodea, las costumbres, los conceptos a la hora de relacionarse, social e individualmente, un montón de factores que debes digerir para lograr una adaptación lo menos traumática posible. Eso sin contar la barrera del idioma.

 

RAFAEL HERNÁNDEZ: ¿Cómo han cambiado las relaciones de los emigrados cubanos con su país de origen? ¿En qué medida las regulaciones migratorias, desde 2013, las han influido en sus relaciones con la actividad económica y con otros aspectos de la vida social, política, cultural? ¿Existen limitaciones para los emigrados (en alguno de estos aspectos) respecto a los residentes permanentes en Cuba?

 

JOSÉ MANUEL PALLÍ: Yo creo que el cambio ha sido significativo a partir de las modificaciones a las regulaciones migratorias cubanas, aun para los emigrados cubanos que residimos en los Estados Unidos, con respecto a los cuales es aun perceptible (y en alguna medida comprensible) cierta actitud defensiva de parte de las autoridades cubanas.

Me imagino que para los emigrados cubanos residentes en otros países el impacto de aquellas modificaciones tiene que ser mucho mayor. Aunque, en general, todavía existen condicionamientos y limitaciones que demeritan o devalúan la condición de ciudadano cubano y que Cuba debiera revisar.

Con respecto a los emigrados cubanos en los Estados Unidos, la apertura intentada por el anterior ocupante de la Casa Blanca a partir de diciembre de 2014, en conjunción con las modificaciones a las regulaciones migratorias cubanas de 2013, abrieron las puertas a una mayor interacción económica, social y cultural; no se (o no me consta) que política también. Pero eso, hoy por hoy, es ya agua pasada. En la actualidad hemos vuelto a los años oscuros del aislamiento –el nuestro con respecto al resto del mundo y hasta del resto de los Estados Unidos, ya que Cuba, lejos de estar aislada, permanece mucho más abierta que nuestras mentes y nuestros corazones exilados.

El factor principal por el cual ese sentimiento y esa vocación estéril por aislar a Cuba se mantienen vivos, sobre todo entre mis compatriotas mayameros es, para mí, la muy efectiva tradición oral de una visión de la historia de la Revolución cubana centrada en sus mayores defectos y atropellos. Una visión que no admite cuestionamientos ni revisionismo de ninguna especie. La Ilíada cantada (y vuelta a cantar, una y otra vez) por los troyanos. Si a eso le sumamos el interés de nuestros politiquillos (y no solo los cubanoamericanos) por aprovecharse política o electoralmente de ese sentimiento y esa vocación, su reproducción (sobre todo en esta época del social media) es perfectamente explicable. 

¡Si es que todavía hoy, increíblemente, hay gente (y hasta gente joven) escribiendo piezas de oratoria que buscan reivindicar la gesta patriótica del exilio cubano en Miami durante su Waterloo de hace veinte años en defensa de los “derechos” del niño Elián! La musa inspiradora de medidas simplistas o “mentepollistas” como las que auspician las autoridades municipales mayameras con respecto a las presentaciones de artistas cubanos en Miami es el argumento según el cual Cuba no permite la presentación de artistas “cubanoamericanos” en la Isla. Mi solución sería organizar un “Concierto del Reencuentro y la Hermandad” en alguna ciudad de Cuba y hacer una invitación abierta a todos los artistas “cubanoamericanos” que quieran presentarse en escena. Yo tengo en mi biblioteca un “Diccionario Enciclopédico de la Música en Cuba”, publicado en Cuba en 2009, en donde aparecen reseñadas Celia Cruz (con foto incluida), Olga Guillot (también con foto, y lo menciono porque no son muchas las reseñas con foto) y muchos otros artistas y músicos que emigraron en las últimas seis décadas.

 

MANUEL GÓMEZ: Los viajes más o menos “normales” de los últimos años, las nuevas regulaciones migratorias, y sobre todo los cambios en la política oficial cubana hacia la emigración, que respaldan estos pasos y otro, han sido los factores principales en el creciente acercamiento de ciertos sectores de la emigración al país. Se ha multiplicado bastante la participación de los emigrados en la vida del país, y no solo en asuntos de negocios, aunque estos son los que más se ven y conocen. Hace dos décadas, participar en una conferencia científica o un evento musical en Cuba era prácticamente un suicidio profesional para alguien de la zona de Miami; hoy en día todavía puede existir el intento de ostracismo, pero muchísimo menos, aún con el recrudecimiento en la política de Trump.

Como ya he dicho, las limitaciones a esa participación son la política de los Estados Unidos y, en menor grado, las trabas que aún existen en Cuba, como el estrecho clima para la discusión política que todavía asusta a muchos emigrados –por incomprensión o por lo que sea.

Y, por último, no podemos olvidar que gracias al bloqueo/embargo de los Estados Unidos, yo no puedo legalmente cobrar mi retiro en Cuba, Fanjul no puede invertir en las empresas mixtas que quisiera desde los Estados Unidos, y los pequeños negociantes tienen que llevar su capital a Cuba en los bolsillos. La ley cubana lo permite en parte, aunque desconozco si con suficiente facilidad, pero las regulaciones estadounidenses fundamentalmente lo prohíben o dificultan enormemente.

 

YAN GUZMÁN: La relación de los emigrados cubanos con su país de origen ha sufrido cambios. Ahora, estos se han manifestado más en los órdenes políticos y psicosocial que en lo que a derechos como emigrados se trata. En este sentido, la ruptura de los emigrados cubanos con su familia, sus amigos, su país de origen por el imperativo político-ideológico que signó al acto de emigrar a inicios de la Revolución o en las décadas de los 70 y de los 80 ha sido superada. Esto ha tenido manifestaciones constatables en la cantidad de cubanos emigrados que regresan de visita a Cuba, incluso, en los que lo hacen y han nacido fuera de la Isla, en las relaciones en el plano afectivo y económico que mantienen con sus familiares y amigos, también en el interés que muestran algunos para insertarse en la vida económica de la Isla.

Las regulaciones migratorias de 2013 han influido positivamente, en la medida que han permitido a los cubanos viajar al exterior, sin tener que emigrar y, por ende, conservar los vínculos con su país, con especial referencia a su patrimonio. Hoy existen cubanos (una minoría) que podrían ser catalogados como transmigrantes, en la medida que mantienen una dinámica de múltiples idas y retornos entre Cuba y otro país, incluso con residencia asentada en este último.

Las regulaciones migratorias de 2013 han sido consecuentes con el derecho que tiene toda persona de residir fuera de su país de origen, un derecho que está reconocido en diversos instrumentos internacionales, pero no han sido consecuente con la protección de los derechos de los cubanos cuando estos tienen la condición de emigrados. Sigue manteniendo el criterio de la residencia efectiva como criterio válido para el disfrute de los derechos.

En este sentido, los cubanos que emigran, o sea, permanecen fuera de Cuba por más de 24 meses, sin una prórroga autorizada, pierden parte de su condición de ciudadanos cubanos, en la medida que determinados derechos esenciales los tienen limitados respecto a los cubanos residentes en Cuba, no solo derechos políticos, sino también sociales y económicos. Esto ha traído como consecuencia, el uso del término “repatriación” para aquellos cubanos que en virtud del Decreto No. 305/2012 tienen interés en volver a residir en Cuba; detrás de ese término se esconde el vaciamiento de la condición ciudadana por la pérdida de todos los derechos, que se pretenden recuperar.

 

SUSANA CAMINO: Esa pregunta yo no la puedo generalizar. Por ejemplo, el cubano, después que emigra a otros países, se adapta muy rápido a la vida social de ese país donde está viviendo, donde está radicando, para poder ganar dinero, que es lo más importante, para poder ayudar a su familia que todavía vive en Cuba. Me da la impresión de que los cubanos, por lo que he visto y vivido, viven para Cuba; tienen el cuerpo en el extranjero, pero la cabeza, su mente, su alma, la tienen en Cuba. Y hallo que eso siempre va a ser así hasta que se muera. El cubano siempre le gustaría tener un estatus económico, como lo tiene en Europa –que es lo que conozco, no sé en otros países–, pero en el continente europeo, le gustaría tener lo mismo, pero en Cuba.

 

JESÚS ARBOLEYA: La emigración ha cambiado, en primer lugar, porque cambió el componente social que emigra de Cuba y las condiciones en que esto ocurre. Ya no emigran los sectores afectados por la Revolución, como ocurría en los primeros años, sino que es un fenómeno endógeno del propio sistema socialista, determinado por sus propias contradicciones. El conflicto de los emigrados con el sistema cubano ya no responde a una naturaleza clasista y, por tanto, no se puede afirmar que siga siendo la base social de la contrarrevolución, algo que se refleja en la conducta de la mayoría. También ha evolucionado la propia inmigración cubana dentro de su contexto, en particular por la emergencia de las nuevas generaciones, portadoras de otras visiones e intereses. De igual manera, se transformó la visión de la sociedad cubana sobre el fenómeno migratorio y las relaciones con los emigrados, las cuales ya no tienen el nivel de conflictividad que tenían en el pasado. Ello explica las transformaciones contenidas en la Ley migratoria de 2013, las cuales, aunque ahora pudieran ser consideradas insuficientes, significaron un importante paso de avance en relación con lo hasta entonces legislado. 

 

KAREL GARCÍA: Cuba tiene legisladas actualmente estas relaciones con la mayor flexibilidad posible. Casi todos los cubanos emigrados pueden regresar y repatriarse incluso, readquiriendo todos sus derechos y todo el amparo del Estado.

 

RAFAEL HERNÁNDEZ: ¿Cuál es la capacidad e interés de los emigrados en mantenerse ligados a la vida nacional? ¿En qué medida los emigrados tienen la capacidad y el interés real para participar en la vida económica, social, cultural, política del país? ¿Son una mayoría?, ¿son los que disponen de intereses, medios, motivaciones y vías para hacerlo?

 

JOSÉ MANUEL PALLÍ: De nuevo, y en mi humildísima y muy personal opinión, depende más que nada del espíritu de civismo que nos inspire. Yo no veo a Cuba como una eventual fuente de ingresos, a pesar de que en mis actividades profesionales vinculadas al derecho y la titulación inmobiliaria siempre he tenido claro que Cuba, eventualmente, pudiera convertirse en una especie de Disneylandia para quienes se dediquen a estudiar potenciales conflictos en cuanto a la evaluación y el saneamiento de los títulos de propiedad sobre inmuebles situados en la Isla.

Llevo años tratando de acercarme al derecho cubano y a mis colegas en la Isla con la motivación de aportar algo (seguramente muy poquito) a la evolución de ese derecho, entendiendo que, a menos que lo conozca bien, mi aporte será todavía más insignificante.

En cuanto a participar en la política cubana, ese es un tema que siempre he tenido bien claro, en función del carácter nómada de mis ciudadanías. Yo soy ciudadano argentino pero no voto en la Argentina porque hace cuarenta años que no vivo allí, porque no estoy al corriente de lo que allí ocurre ni sufriría las consecuencias de haber votado, digamos, por un personaje como el actual ocupante de la Casa Blanca… Lo mismo siento con respecto a Cuba, después de no vivir en Cuba desde hace cerca de sesenta años. En la actualidad, en el único sitio en donde tengo, políticamente hablando, skin in the game, como se dice en gringo, es en los Estados Unidos.

Con eso no quiero decir que el estatuto jurídico del ciudadano cubano deba impedir el voto de los emigrados, o de los cubanos no residentes en Cuba. Si los emigrados pueden votar, que voten. Si optan por exigir el derecho a votar, que lo hagan. Todo lo que digo es que ese es un derecho que no quiero para mí, porque aunque lo tuviera, no me sentiría con derecho a ejercerlo, a menos que regresara a vivir en Cuba.

 

MANUEL GÓMEZ: Solo un sector minoritario de la emigración esta o estará interesado y en capacidad de ligarse o participar en la vida nacional. Esos serían los emigrados “circulares” mencionados antes, otro grupo aún menor con intereses profesionales –como escritores, artistas, músicos y otros profesionales– o esos con intereses afectivos al país de origen y/o a sus familias y amigos.

 

YAN GUZMÁN: No es fácil responder esta pregunta, porque no existe un tipo de emigrado, en la medida que los contextos políticos, socioculturales, geográficos y económicos son diferentes, y por lo tanto las motivaciones para emigrar, los vínculos con la familia y con el país que se deja atrás, también lo son. La emigración es un fenómeno complejo, en la actualidad es inexacta la idea de que los países emisores generalmente son países subdesarrollados o del llamado Tercer Mundo, y los países de destino o receptores son mayormente los países desarrollados. Hoy no solo se habla de una emigración Sur-Norte, sino también de una Sur-Sur. En América Latina, 60% de la migración se produce dentro de la región, en África es 75%, incluso hoy existe un tipo de migración que se califica como transfronteriza.

La capacidad de los emigrados para participar en la vida económica, social, cultural y política de su país de origen dependerá de que las leyes del país lo permitan, también de las motivaciones que estos tengan. En general, los países posibilitan la participación de sus emigrados en los diferentes órdenes.

La participación política dependerá de si el país permite el voto en el exterior, así como para qué asuntos, incluso con qué requisitos. Por ejemplo, Argelia, Belarús, Estados Unidos, Irlanda, Rusia y Togo permiten el voto de sus emigrados en las elecciones legislativas, presidenciales, subnacionales, así como en las consultas nacionales. Son los ejemplos más amplios porque lo común es que solo se permita el voto en el exterior para elegir las autoridades nacionales. No tengo datos sobre el nivel de abstención promedio que genera el voto en el exterior. Respecto a involucrarse en la vida económica del país, puede verse desde dos perspectivas, la primera responde a criterios de oportunidad y factibilidad para involucrarse directamente, la segunda, podría ser a través de la remesa familiar, como una forma indirecta de socializar una riqueza que puede repercutir en la economía local del país. Un ejemplo interesante lo ofrece el deporte cuando nos encontramos a deportistas representando a su país de origen en olimpiadas o campeonatos mundiales, en sentido contrario vemos a deportistas cubanos que han emigrado y no los dejan competir representando a nuestro país, a pesar de su interés en hacerlo, o en otro sentido, piénsese en el actual equipo nacional de ajedrez de los Estados Unidos, donde los primeros tableros ninguno es norteamericano.

En este sentido el caso Cuba es sui generis, en primer orden, por las razones que expuse anteriormente. Sin llegar a un número, ni siquiera a hablar de una mayoría, puedo afirmar que hoy el cubano emigrado tiene más interés en participar en la vida de su país, incluso motivaciones que van desde sueños frustrados hasta cálculos de oportunidad y competitividad económica. Me atrevo a afirmar que los intereses en participar en la vida social, cultural y económica de Cuba por parte del emigrado cubano, predominan respecto al interés en participar en la vida política.

 

SUSANA CAMINO: El cubano siempre tiene interés en participar en la vida económica, cultural y social del país. Políticamente, hay cubanos que están a favor de la política del país y hay otros que están en contra. No todos los cubanos están a favor; y yo fuera hipócrita si dijera lo contrario. Yo soy una persona que tengo que decir las cosas como son. Hay cubanos que están de acuerdo, otros no. Pero siempre, por el gran amor a la nación, por el gran amor a Cuba, tratan de sobrellevar las cosas, tratan de aportar su granito de arena y sobrellevar todo, e incluso apoyar y aportar para que la economía del país siga en pie, para que las personas tengan un poco de bienestar, porque de eso se trata, que el cubano tenga bienestar, salud, que es muy importante en estos tiempos, ahora con lo de la Covid-19, la preocupación del cubano de cómo está su familia, y me incluyo. Nos alegramos de que haya un índice de mortalidad bastante bajo en comparación con muchos países del mundo. Estamos muy contentos de que Cuba tenga bajo control este terrible virus, y eso nos tranquiliza mucho a los cubanos que hemos emigrado a otros países, porque tenemos a nuestra familia en Cuba. 

 

JESÚS ARBOLEYA: Existen múltiples evidencias del interés de los emigrados por mantenerse en contacto y participar de la vida nacional cubana. Tanto las investigaciones realizadas, como la experiencia cotidiana, indican que la mayoría de la emigración está interesada en estos contactos, donde el componente político pasa a un segundo plano, para dar preferencia a los vínculos filiales, los negocios o el intercambio cultural. Ahora bien, la amplitud de estos contactos y el grado de integración que logren con la realidad nacional depende de otras variables, entre ellas, la política cubana al respecto. El orgullo nacional es muy importante entre los cubanos y debiera ser aprovechado para establecer puntos de contacto con los emigrados.

 

KAREL GARCÍA: La capacidad y el interés real para participar en la vida económica, social, cultural, política del país es muy personal. Algunos trabajan para invertir en Cuba en los renglones de negocio que estén dentro de la legalidad y contribuyen al desarrollo del país pagando impuestos, como en cualquier lugar del mundo. Sería ideal que la mayoría pudiera y quisiera hacerlo.

 

RAFAEL HERNÁNDEZ: ¿Es deseable la integración de los emigrados a la vida nacional? ¿En qué medida los emigrados se han integrado, en términos efectivos, a la vida cubana en los últimos años? ¿Esa integración forma parte del interés nacional? Si debe facilitarse, ¿cómo hacerlo? Si debe tener límites, ¿cuáles deben ser?

 

JOSÉ MANUEL PALLÍ: Veo el futuro de Cuba íntimamente ligado a la integración de los emigrados a la vida nacional, aunque desconozco en qué medida esa integración se pueda haber acentuado, en términos efectivos, en los últimos años –hace ya más de tres años que no visito la Isla.

Si esa integración forma o no parte del interés nacional (yo creo que sí) depende de quienes sean los que determinen los alcances de ese interés nacional. En el mismo concepto o noción de civismo se intuye que es una labor en la que deben participar todos los cubanos, al menos aquellos que verdaderamente quieran participar (y no obstruir), y sin que esa participación se vea restringida o condicionada por ninguno de los participantes.

Hoy por hoy, la decisión de facilitar esa integración recae exclusivamente sobre las autoridades cubanas. Y digo exclusivamente porque es una decisión que debiera dejar de lado las presiones externas, como ser la presente actitud hostil de los Estados Unidos hacia Cuba, y concentrarse, también exclusivamente, en la búsqueda consensuada de ese interés nacional con el aporte de todos los cubanos que se sientan imbuidos por ese espíritu de civismo.

O bien, dicho de otra forma, contando con el aporte de todos los cubanos emigrados que, realmente, y no solo de la boca para afuera, estén dispuestos a subir al escenario del “Concierto del Reencuentro y la Hermandad” que vamos a organizar Rafael y yo.

 

MANUEL GÓMEZ: Deseable o no, es inevitable que la emigración tenga un papel en la vida nacional. Es más, ya tiene un papel grande, aunque eso no es lo mismo que una integración. Como es inevitable, creo que Cuba debe hacer todo lo posible para que ese papel, incluyendo los que se integran, sea un aporte al desarrollo del país. Pienso, por ejemplo, en posibilidades como crear un Ministerio de la Emigración, o al menos un viceministerio o instituto con mayores recursos y personal capacitado, para perseguir el objetivo de integración. También quizás se pudieran explorar mecanismos de impuestos sobre las propiedades vacacionales, otras inversiones de los emigrados, o las remesas, pero con los recursos explícita y transparentemente dirigidos a un fondo de bienes sociales (educación, salud, viviendas, etc.) de modo que tanto la emigración como la población comprendan el “retorno” de la emigración como un aporte al país. Desconozco si esto es factible, y, por supuesto, se tendrían que evitar distintos “tipos” de ciudadanías. Debe existir una sola.

 

YAN GUZMÁN: El cambio progresivo que ha sufrido la condición política del emigrado cubano desde 1959 hasta la fecha, hace deseable su integración a la vida cubana. El emigrado cubano ha dejado de ser el exiliado político de inicios de la Revolución, o “el desafecto” político de las décadas de los 70 y los 80, incluso de los 90, para ser aquel sujeto que busca una mejoría económica, en la mayoría de los casos, a través de nuevas oportunidades laborales, o busca reunificarse con su familia, a sabiendas de las ventajas que esto puede traerle. Más que formar parte del interés nacional, se debe tener en cuenta que cerca del 30% de los cubanos que residen en la Isla tienen vínculo con un emigrado cubano, pero esta integración podría evaluarse en clave constitucional, a partir de la tesis martiana “con todos y para el bien de todos”, de la cual se deriva directamente la inclusión como valor constitucional.

La inclusión es una clave axiológica martiana que debe ir poco a poco ganando espacio en Cuba, no solo a lo interno del país, desde el discurso y a través de la implementación de políticas públicas a favor de la tolerancia, la aceptación del otro (distinto en ser y en pensar), sino también debe permitirnos mirar afuera de la Isla, en el sentido de facilitar la inclusión del cubano emigrado. Se hace necesario congeniar intereses.

Este valor que conecta y deberá conectar con más fuerza a los emigrados cubanos –como en su momento histórico lo hizo– en la medida que progresivamente deberán reconocérseles un grupo de derechos y prerrogativas que tienen sus connacionales y se les permita participar en la vida nacional, o sea, en los asuntos de la nación cubana, que también es su nación. Hoy los emigrados se han integrado de diversas maneras, el intercambio cultural ha sido la vía más evidente, en ambos sentidos. El envío de remesas es una forma indirecta de integración.

La integración dependerá de la voluntad política, si bien se han dado señales, todavía no son fuertes, ni suficientemente claras. También no creo que sea solo un tema de voluntad política del Estado cubano, hay otros factores que influyen.

Hoy la emigración cubana es más joven respecto al proceso de envejecimiento poblacional que sufre la población económicamente activa, hoy ese emigrado tiene un grupo de herramientas y prácticas, que deben ser transmitidas para potenciar económicamente al país. ¿Cómo hacerlo? En primer orden facilitando la participación del emigrado cubano en la vida económica del país, dándole incentivos y confianza, haciendo experimentos a nivel local, puede ser un buen comienzo.

Existen límites que han sido aceptados por los instrumentos internacionales y por los diferentes ordenamientos jurídicos como son la seguridad nacional, el orden público, la salud o la moral públicas o los derechos y libertades ajenos. Aunque están enumerados, todos son susceptibles de valoración y en el contexto geopolítico cubano, según se entiendan, pueden terminar siendo óbice para la integración de los emigrados a la vida nacional.

 

SUSANA CAMINO: Sí, es deseable la integración de los emigrados a la vida nacional. Son un grupo pequeño y las costumbres cubanas son muy queridas aquí en Europa. No forma parte del interés nacional, pero se tolera. Alemania, por ejemplo, es un país multicultural. El cubano nunca pierde su identidad viviendo en Europa, pero sabe respetar las costumbres de otros países. Aunque somos dicharacheros, somos fiesteros, siempre sabemos acogernos a las reglas y a las leyes que hay aquí, que son totalmente distintas a las cubanas. Nosotros hablamos más alto, somos más cariñosos, a nosotros nos gusta más abrazar. El amor lo demostramos más. Nosotros, sin un abrazo, nos apagamos, no somos nadie y eso hemos tenido que en Europa no es así. Ellos son más secos, que no todo el mundo se abraza, pero cuando un cubano trata de mostrar el cariño, las costumbres y el comportamiento social que él ha traído de sus raíces, cuando trata de mostrarlo aquí, la gente lo acepta y le gusta, ¿por qué no? La gente trata de entablar una amistad con el cubano y el cubano se siente un poco mejor y no echa tanto de menos a la isla. El cubano la echa mucho de menos cuando la abandona, entonces, cuando hace amistad con el europeo, trata de que éste entienda que nosotros somos más calurosos. Y el europeo finalmente lo acepta.

 

JESÚS ARBOLEYA: Se pudiera afirmar que la política cubana hacia la emigración ha tenido, hasta ahora, dos momentos diferentes desde el punto de vista cualitativo. Un primer momento de confrontación, rechazo y distanciamiento absoluto, determinado por el conflicto político, y un segundo momento, que pudiera ubicarse a partir del diálogo con la comunidad en 1978, donde se estableció una política de aceptación y ciertos contactos. Esta es la política que rige en la actualidad, aunque con avances y retrocesos. Todo indica que el país está abocado a la necesidad de un nuevo cambio cualitativo en la política hacia la emigración, que busque atraer su integración a la vida nacional. Razones políticas, económicas, sociales, incluso demográficas, confirman este interés y justifican su implementación, al margen de que genere algunos resultados indeseados, como puede ocurrir con otros muchos aspectos, implícitos en las transformaciones que requiere el país.

 

KAREL GARCÍA: La integración de los emigrados a la vida nacional es muy deseable; a mi entender, la exclusión solo genera odio y disputas innecesarias. Aunque hay muchos emigrados actualmente que llenan sus estómagos con el discurso del odio. Esto es, cuanto menos, una aberración generada en la ignorancia. Renegar de tus raíces, y más si es a través de la calumnia, es el acto más desagradecido que pueda cometer un ser humano. Personalmente, repito, es como si no me hubiera ido. Conozco muchos casos así, no soy un rara avis en cuanto a eso. Estoy seguro de que esa integración forma parte del interés nacional.

 

RAFAEL HERNÁNDEZ: Tienen la palabra los participantes.

 

RAFAEL BETANCOURT: La relación de un grupo de individuos o un grupo de emigrados con los respectivos países es dinámica, cambiante a lo largo de la vida y la historia de cada persona y cada país. En mi caso, mi relación con Cuba pasó de ser casi nula durante mis primeros años como niño emigrado, a un afán de recuperarla cuando, de adolescente, decidí hacerlo, a una inmersión total cuando me reasenté en la Isla, acompañado de un desapego del país donde residí tantos años. Y ahora, después de una vida dividida casi a la mitad entre ambos países, mantengo una estrecha relación con ambos, personal, familiar, de gustos y costumbres, pero con diferente grado de lealtad y diferente condición ciudadana. En las sucesivas oleadas de migración, se ha emparejado bastante la migración cubana relativa a la de otros países. Por otro lado, al igual que otros países, siempre ha habido una combinación de motivos, factores políticos, económicos, familiares y otros, que han impulsado a los cubanos a emigrar, aunque con diferente peso, quizás, en diferentes épocas. Hoy la emigración cubana se parece mucho más a la de otros países, que hace sesenta años. Un elemento importante para que los emigrados se mantengan ligados a la vida nacional lo constituye las posibilidades que brinde el país de origen para desplegar esa participación, sea política, económica, social, cultural. La política de jure o de facto del gobierno de cada país hacia su emigración tiene la posibilidad de estimular o frenar esos lazos. Por ejemplo, ¿pueden participar en las elecciones?, ¿están representados en las instituciones y organizaciones nacionales?, ¿pueden invertir en la economía, contribuir a proyectos sociales y culturales?, ¿preservan derechos de educación y salud pública?

Por último, ¿cuánto no se ha enriquecido la cultura cubana y recientemente el deporte con los vínculos e intercambios continuos en los últimos años, que han borrado los límites entre residencia temporal y permanente en el exterior? Si eso sucediera en el campo de la economía, las ciencias, las profesiones, la academia, ¿cuánto ganaría el país? Con las limitaciones económicas que enfrentamos, ¿cuánto pudiera contribuir una infusión de capital de los emigrados o aperturas a mercados internacionales. Pudieran contribuir a levantar el bloqueo o a mejorar las relaciones con otros países. Claro que debe haber límites; esa integración no puede violentar los principios ni las bases del sistema cubano, las relaciones internas de poder político y económico, ni amenazar la seguridad nacional en su sentido más amplio.

 

CONSUELO MARTÍN: Universidad de La Habana. Muchas gracias por la invitación a este nuevo formato de Último Jueves de Temas. Muy interesantes las intervenciones de los panelistas. Escuchándolos, siento que hay al menos dos niveles de análisis simultáneos; uno a nivel de la persona y otro a nivel nacional o de instituciones gubernamentales. Me gustaría escuchar sus reflexiones acerca de dónde y cómo colocar, o qué papel tendrían los vínculos familiares en el proceso migratorio en el que estamos hablando. ¿Cómo sería posible implementarlos, desde esa unidad de análisis? ¿Sería a nivel territorial, sería a nivel de asociaciones? ¿Cómo Uds. piensan que podría ser?

 

CARLOS ALZUGARAY: UNEAC. Mi pregunta se va a focalizar en un solo aspecto del tema, que es la emigración cubana en el sur de la Florida y específicamente en Miami. Algunos de los panelistas han hecho mención a este fenómeno. Es un fenómeno político, básicamente porque ha habido una cierta participación, primero como instrumento y después con cierta influencia, en la política de Estados Unidos hacia Cuba. Pareciera que la ideología que prima en Miami y en el sur de la Florida es la ideología de derecha que pretende que el gobierno norteamericano le resuelva el problema principal que esa emigración ve, que es, de alguna manera, la venganza, la restitución, etc. Esto parecía que se iba resolviendo, parecía que poco a poco esa ideología iba cambiando, y de hecho Obama la cambió. In embargo, recientemente ha habido un retroceso, y el ambiente en la Florida e ha convertido en tóxico. Lo decía el otro día Amaury Pérez Vidal, en una entrevista por la televisión, por Russia Today. Él decía que veía que la cosa ya se había puesto muy mal y esto yo lo percibo también. Mi pregunta sería básicamente a los que tienen esa experiencia –Arboleya, Gómez, José Manuel–: ¿a qué se debe esto? Parecía que en época de Obama el asunto se había resuelto. ¿Eso puede tener solución algún día? ¿Cómo se resolvería que se volviera a una relación más racional?

 

JOSÉ FRANCISCO BELLOD: Desde España. Quisiera plantear una cuestión muy directa: ¿está, o no, la sociedad cubana preparada para la participación en sus asuntos públicos, en general, de los ciudadanos cubanoamericanos? Lo digo porque cuando se habla de ciudadanía –he estado escuchando las intervenciones de los panelistas–  se insiste mucho en la cuestión del reconocimiento jurídico, pero otra cosa es el reconocimiento social. Sobre los ciudadanos extranjeros la ley española es muy restrictiva, pero incluso en aquellos ciudadanos extranjeros a los que se les ha reconocido derecho de participación social, política, etc., lo cierto es que la sociedad española, que es muy conservadora, prefiere que se abstengan de participar. Los ciudadanos extranjeros con papeles pueden participar en los partidos políticos, sindicatos, asociaciones de vecinos, asociaciones de padres y madres de alumnos, etc., pero se entiende que es mejor que esos ciudadanos se abstengan de ejercer ese derecho. En este caso, contrariamente a lo que siempre he oído, la ley va por delante, pese a ser regresiva es menos regresiva que la propia sociedad. Se cuestiona mucho si la legislación cubana está preparada, abre cauce de participación a personas extranjeras. Y yo lo que planteo es: ¿está la sociedad cubana preparada para ello?

 

RANDDY FUNDORA: Desde Salamanca. Hay muchos autores y académicos que hablan del concepto de ciudadanía digital y de la transformación en la negociación de ciudadanía, de la Cuba transnacional, de los espacios transnacionales y los espacios donde se forma ciudadanía desde las plataformas infocomunicacionales. La pregunta está relacionada con esto. ¿Uds. creen que se puede construir o que se puede ejercer o se puede fomentar una ciudadanía digital o infocomunicacional en red? Y, en efecto, si se puede, ¿cómo Cuba está en este punto? Cuba, que tiene tantos emigrados, que tiene una participación de ese tipo, ¿cómo lo está haciendo? Y si de alguna manera el gobierno cubano está mirando eso también a la hora de hacer políticas públicas o de crear legislación en función de eso.

 

LUIS MARCELO YERA: Investigador. No está prohibido en la Ley de inversión extranjera de nuestro país que los emigrados cubanos inviertan. Sin embargo, aunque se ha hecho público la existencia de algunas negociaciones, aunque no en detalles, sobre el particular no se conoce de ningún proyecto concretado. Personalmente, considero que un nuevo discurso de alta política de nuestro gobierno debe impulsar esto para dejar sin argumentos al gobierno de Estados Unidos, desde donde pudieran partir los principales inversionistas. ¿Qué opina el panel al respecto?

 

JULIO CÉSAR GUANCHE: Agradecido por este espacio que es muy útil, valioso, fecundo e interesante, como lo es siempre, y más ahora que han encontrado maneras para mantenerlo aun en estas circunstancias que vivimos. Tengo dos minutos, seré breve, haré algunas preguntas muy sintéticas.

La primera de ellas es para Manolo, Pallí, Yan y Arboleya. La ciudadanía tiene, como sabemos, y Uds. han escrito y comentado aquí, muy distintas perspectivas. Hay una, que a mí me parece muy fuerte, robusta, que es la que no se limita a considerar la ciudadanía solo como una relación de derechos y deberes frente al Estado, sino que también enfatiza que la ciudadanía es un ideal igualitario, que permite hacer muchas políticas en función de esa igualdad y que es también una práctica política activa. Revisando las constituciones cubanas, desde el siglo xix hasta ahora, uno se hace una idea de cómo estos tres ideales, estos tres principios de la ciudadanía se recogen en ellas, pero voy a concentrarme solamente en la constitución vigente. Me queda muy claro cómo los derechos y deberes y el ideal igualitario están reconocidos en esta Constitución, pero tengo mis opiniones sobre la forma en que está regulada la participación política de la ciudadanía con una práctica activa. Les pregunto a Uds. qué opinión les merecen estos mecanismos de participación directa y de autoorganización ciudadana, presentes en esta Constitución.

Segunda pregunta para los cuatro panelistas que ya mencioné. ¿Qué falta a nivel jurídico para reconocer plena membresía nacional a los migrantes? Estoy pensando en que no la tienen si existe todavía el requisito de dos años para regresar al país y que sobrevive la figura de la “salida definitiva” del país –por ejemplo, en el Código Civil como una causal que impide heredar. Entonces mi pregunta sería: ¿Qué problemas enfrenta, de un lado y de otro, esto que ha sido dado en llamar “la Nación y la emigración”, reconocer esa plena membresía y qué propuestas tienen Uds. para trabajar en pos del reconocimiento de esa membresía nacional para los que viven en Cuba y para los migrantes?

A Susana y a Karel, les comento, en otro orden de análisis, que es muy conocida la metáfora del “ajiaco” en la integración nacional, desde los años 30 hasta ahora, y es muy conocida también la metáfora que usó Ambrosio Fornet, en los 90, de la cultura cubana como una “cultura bífida”, bifurcada entre la Nación y la emigración, pero que tenía el aleph en Cuba. Sin embargo, si lo vemos desde el 2020, parecería imperiosa la necesidad de reconocer a la nación cubana como una nación transnacional. Pensarla así es distinto a pensar los problemas que explicaba el “ajiaco” o incluso los problemas que trataba de explicar, a su manera, la “cultura bífida” de Fornet. Mi pregunta es: ¿qué imagen se les ocurre a Uds. ahora para explicar la cultura cubana, y qué necesidades plantea, para Uds., si así lo consideran, la idea de Cuba como una nación transnacional?

La última pregunta sería para todos. Traigo aquí a este espacio compartido a un amigo de muchos de los que estamos participando acá, que es Emilio Cueto, y que ha dicho que es imprescindible conocernos para entendernos, conocernos los de la Isla y los que viven fuera de ella. Mi pregunta es más bien de evaluación personal: ¿Qué creen que se sabe dentro de Cuba de la Cuba de afuera, y viceversa? ¿Qué proponen para que ese conocimiento redunde cada vez más en entendimientos?

 

GABRIEL VIGNOLI: Ciudadano cubano e italiano. Docente universitario de relaciones internacionales en Nueva York. Covid o coronavirus: cinco letras que, para mí, cambian el enfoque de estas preguntas. Mis comentarios son basados en la utilización de este prisma. El virus no es solo una amenaza, es un vehículo de transformación radical que está alterando la geopolítica global, el vínculo con el medio ambiente, el significado del trabajo –formal, informal–, y del dinero –virtual, físico–, a la vez que el tejido urbano y rural, y está dándole una aceleración dramática a la tecnología digital, por lo que el diferendo digital va a pesar todavía más en el futuro de las relaciones internacionales e interpersonales. Van a cambiar los campos semánticos de palabras como desarrollo, bienestar, sostenibilidad y, por supuesto, ciudadanía, entre las muchas palabras orientadas hacia el futuro. Necesitamos de nuevos modelos para pensar la ciudadanía frente a la transformación impuesta por el Covid. Lo que es seguro es que, por un lado, ello acontecerá a través de los prejuicios propios de cada cultura; por otro lado, esos mismos prejuicios serán radicalmente revolucionados si son flexibles, o destruidos porque demasiado rígidos y dogmáticos. El Covid impone transformaciones en la forma de ser ciudadano, en términos de estilos de vida, de consumo, de socialización. ¿Cuáles son las fortalezas y cuáles las debilidades del pueblo, y cuáles las del Estado en ese ámbito? El Covid nos hace, en este momento, radicalmente contemporáneos con otras culturas, economías y formas de entender la ciudadanía en diferentes países, y nos obliga, más que nunca, a pensar el país y la ciudadanía a través del futuro. El vínculo entre ciudadano, gobierno y Estado está en juego a nivel global. La ciudadanía no es una cosa sino un proceso. No creo que la ciudadanía pasiva, burocrático-legal, del pasaporte y el derecho al voto sea la clave para producir el futuro. Tampoco creo que la ciudadanía que mira al pasado, a la patria como fuente de civismo, pueda iluminar el futuro del país. La clave es la ciudadanía activa, que en mi mente es la que usa la ciudad, la de la cultura del rebusque, del invento, de la desobediencia tecnológica, de la intervención directa en la tecnología y la infraestructura de la ciudad. Esa es la ciudadanía que se ve afectada por el distanciamiento social, por la escasez y por la incertidumbre. Una incertidumbre que puede y debe ser productiva de nuevas formas de ver, ser y pensar.

Descartes decía “Cogito, ergo sum” (pienso y, por ende, soy); hoy, cuando estoy en La Habana, mi lema, como creo el de muchos co-ciudadanos es “Utor, ergo sum”, (uso y por ende soy). La patria y los derechos son aquí y ahora, en la inmediatez del presente, tanto en Cuba como en el sur global. Por datos de la Organización Internacional del Trabajo sabemos que el 90% del empleo en el sur global o en los países en vías de desarrollo es informal. El Covid va a acelerar dramáticamente el proceso de informalización del empleo, y el modelo cubano –salud, educación y derechos sociales universales– puede ser una respuesta. A la vez, el Covid va a rescribir el contrato social entre pueblo y gobierno en Cuba como en otros países del mundo. ¿Cómo creen Uds. que el Covid va a afectar a la ciudadanía en Cuba?

 

ARTURO LÓPEZ-LEVI: Mi primera pregunta se ubica en el tema del discurso político: ¿cómo es posible hablar de ciudadanía para los emigrados cuando, desde el discurso oficial, se entiende la relación con estos a partir del concepto “nación y emigración”, donde la emigración se sitúa fuera de la nación? Mi segunda pregunta se refiere a la relación entre el proyecto de ciudadanía y de relación del gobierno y sus ciudadanos, y los instrumentos internacionales del llamado modelo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. ¿Qué papel juegan en la adopción del paradigma de relación gobierno-ciudadanía los acuerdos de derechos humanos firmados por el gobierno cubano?

 

RAFAEL HERNÁNDEZ: Bueno, muchísimas gracias. Hemos concluido con las intervenciones que hemos recibido de los participantes, y ahora le damos la palabra a los panelistas. Podemos hacerlo en el mismo orden en que están puestos, si a Uds. les parece, es el caso, por ejemplo, de que pudiéramos empezar por José Manuel Pallí.

 

JOSÉ MANUEL PALLÍ: Muchas gracias, Rafael, aunque yo estoy dispuesto a cederle a Susana, que está cayéndose de sueño supongo en Alemania, que sea la primera.

 

RAFAEL HERNÁNDEZ: Entonces la palabra es de Susana.

 

SUSANA CAMINO: Muchísimas gracias, José, muchísimas gracias. Estoy muy agradecida y además muy impresionada de cómo se ha ido desarrollando esto, porque el Covid, como ciudadanos, nos va a cambiar mucho. Yo le dije a Rafael que yo voy a contestar las cosas, como es mi primera vez, desde mi punto de vista. Pienso que ahora con el Covid tenemos muchísimos cambios como ciudadanos, porque tenemos que cambiar totalmente nuestras vidas. Suena triste, suena negativo, pero es la realidad. Ahora en Cuba está empezando esto, en comparación con Alemania. En Alemania vamos a tener nuestra sexta semana de confinamiento, y lo que he podido ver es que yo he tenido, junto con muchísimos colegas, que trabajar, hacer teletrabajo, estar desde casa moviendo todo; todo ahora es con un pago invisible. No sé desde cuándo, señores, desde cuándo yo no gasto, por ejemplo, unos veinte euros que pague de mi mano, porque “indirectamente” ya nos están pidiendo que paguemos con la tarjeta o que hagamos una transferencia cada vez que vamos a pagar algo o a hacer algún pedido en algún sitio. También veo que todo ahora es online y que todo es muy fantasma. ¿Qué va a pasar los primeros meses? No lo sabemos aquí, pero pienso que lo que es el tema de la ciudadanía en este momento, pienso que a raíz del Covid-19 muchas cosas van a cambiar, tanto nuestro comportamiento, nuestra profesión, nuestra forma de ver también a muchísimos sectores políticos, y también vamos a ser más razonables, que es lo que en realidad necesitamos para poder seguir viviendo unos años más con esta situación, porque esto no se va a terminar mañana.

 

JOSÉ MANUEL PALLÍ: Estoy básicamente muy de acuerdo y muy bien impresionado por casi todo lo que he escuchado. En cuanto a lo que dijo el Sr. Betancourt, me parecen muy válidas sus observaciones y expectativas con respecto a lo que debiéramos propiciar los cubanos con respecto a la integración de toda la familia cubana, viva donde viva. Me parece que, lamentablemente, ese momento, hoy por hoy, depende exclusivamente de las decisiones que se tomen en Cuba. Concuerdo plenamente con mi amigo Guanche cuando dice que el aleph cubano reside en Cuba. Hacernos el cuento fuera de Cuba, sobre todo en los Estados Unidos, de que las soluciones de lo que va a ocurrir o no va a ocurrir en Cuba pasan por nosotros, actuando por interpósita persona, de otro gobierno extranjero, que tenemos acá, siempre ha sido para mí un absurdo y no deja de serlo ahora.

Estoy tratando de volver al orden de los comentarios, pero si lo hago suelto el micrófono y no puedo seguir hablando, así que trataré de basarme exclusivamente en mis notas.

También estoy impresionado por el aporte del profesor Vignoli. Creo que sí, que esta es una gran oportunidad, a pesar de lo dramática que es, la que nos ofrece el tema del Covid-19. El problema es que yo creo que es todavía muy pronto para especular, aunque uno quisiera que fuera como lo describe Vignoli, cuál va a ser el resultado último de esto. En cuanto a cómo va a ser el resultado con respecto a Cuba, mi impresión es que Cuba tiene las herramientas y las ha tenido siempre, para manejarse en este tipo de temas, con una facilidad que no tenemos otros países donde, por ejemplo, se demerita el rol del Estado en la vida de los ciudadanos, se prioriza el interés comercial, por encima de todo el interés personal, lo que aquí llamamos el looking out for number one, que es una premisa en la que se educa a la gente, no hay bien común, todo es un interés particular, que se canaliza y se resuelve a través de mecanismos como el libre mercado. Es un cuento, una fábula que, lamentablemente, mucha gente sigue creyendo.

En cuanto a la pregunta que nos hace Carlos Alzugaray a los que vivimos en los Estados Unidos, en el sur de la Florida, yo creo –y también respondo a la pregunta del economista–  que hablar de inversiones en Cuba, de cambios con respecto a la política de Estados Unidos hacia Cuba, mientras sobrevivan las restricciones encarnadas y enquistadas en el embargo (o el “globargo”, como lo llamaba mi amigo Tony Zamora), es perder el tiempo. Mientras eso no cambie, y es una ley nacional de los Estados Unidos, yo no veo ninguna posibilidad de acelerar. Es una gran pena, y hasta cierto punto una vergüenza, que el presidente anterior, que hizo el gesto de abrir en diciembre de 2014, no lo haya hecho antes, pero eso nos da la medida de lo difícil que es hacer esas cosas desde aquí, y si no lo hizo antes es por las limitaciones que les impone a los políticos americanos un sistema político y social francamente decadente, y que yo a veces me temo, y tengo hijos y nietos nacidos aquí, que está en un estado próximo a la disolución. Confiar en que ese sistema pueda cambiar, y que le dé una orientación distinta a un tema tan insignificante –porque los cubanos a veces nos engañamos y pensamos que esto es más importante de lo que es, el resto del país piensa en Cuba una vez cada… que sé yo, cien años–; hay que ser realistas y creo que el énfasis hay que ponerlo en lo que pueda hacer Cuba desde Cuba, inclusive revisando los adelantos que ha hecho, abrir esa ciudadanía o ese contrato entre los ciudadanos residentes en el exterior, por llamarlos así, de una manera más ágil, más rápida, y más facilitadora de todo este tipo de contactos que llevarán a la integración.

Gracias por invitarme, gracias por dejarme participar y quedo a la orden de los demás.

 

MANOLO GÓMEZ: A Alzugaray le comento que el clima político tóxico que existe en Miami, no es solo en Miami, es en todo el país, y se manifiesta en la zona de Miami con el tema Cuba, sobre todo en la prensa y los medios, la radio y la televisión, porque son de derecha o le tienen miedo a la derecha, o están altamente influenciados por la derecha. Y los cubanos viven en ese ambiente, en ese aire tóxico que existe, no solo en todo el país porque son ciudadanos allá, sino en Miami en particular. Y sí, en el futuro puede cambiar, y creo que va a cambiar, en parte por las mismas razones que cambió con Obama, que era que la mentalidad de los emigrados de ultraderecha estaba perdiendo sustento con la llegada de emigrados mucho más típicos del Caribe.

A Marcelo le comento que no podemos olvidar que los Estados Unidos, la ley americana, prohíbe o dificulta de enorme manera cualquier inversión que puedan querer hacer los cubanoamericanos, y por eso las inversiones que se están dando son informales y, en cierto sentido, extralegales. Como dije en mi presentación, el inversionista cubanoamericano lleva su capital en los bolsillos, y hasta que eso no cambie, va a ser muy difícil cambiarlo en un rango superior, porque en los Fanjul no van a invertir hasta que eso se esclarezca.

 

YAN GUZMÁN: Yo creo que el papel de la familia es importante en relación con la emigración. No por gusto la unificación familiar es uno de los factores más importantes que deciden este proceso, este movimiento, esta dinámica de la migración. La Constitución es clara, en el Artículo 81 dice que el Estado reconoce y protege a las familias, cualquiera sea su forma de organización, como célula fundamental de la sociedad, y crea las condiciones para garantizar que se favorezcan integralmente; será el Estado el que tendrá que buscar la manera, incluso no de potenciar una reunificación familiar física únicamente, a los efectos de las personas que emigran hacia otro país, fundamentalmente a los Estados Unidos, también hay formas de reunificación familiar creando espacios de realización colectiva dentro del país. Habrá que buscar ese tipo de mecanismo.

Sobre la pregunta de Randdy Fundora acerca del tema de la ciudadanía digital o infocomunicacional, en Cuba se han dado pasos para el gobierno electrónico, para mí todavía muy tiernos, pero primero lo primero; es decir, yo creo que en la medida en que el emigrado se reconozca un grupo de derechos, después habrá que buscar las vías y la formas para que él participe. En el caso del voto en el exterior, una de las formas que utilizan algunos países es el voto electrónico, el voto vía postal, para poder potenciar esa participación política. También hay mecanismos de inversiones, creando espacios, ventanillas únicas, por ejemplo, que es el nombre que le ponemos nosotros como espacio para atraer la inversión, pudieran también generarse, algunos países lo tienen. Hay que desmontar un grupo de trabas burocráticas que dificultan también la integración del emigrado cubano donde quiera que esté.

En el caso de la pregunta de Guanche –aprovecho para saludarlo y mandarle un abrazo–, me imagino que también esté pensando Guanche en el tema de Ecuador, sobre todo, con esta propuesta de la iniciativa legislativa de los ecuatorianos emigrados en el exterior de la Constitución de 2008. Igual, nosotros también en el caso de los mecanismos de democracia directa tenemos que resolver un grupo de problemas a lo interno para que esos mecanismos realmente sean efectivos. Está claro que no podemos esperar, yo creo que poco a poco, en la medida en que se vaya apostando por esa integración, que para mí va a ser progresiva en la medida en que la Revolución, el proceso revolucionario se siga consolidando, será algo que se vaya normalizando. Lo que pasa es que hay una expectativa, una necesidad, hay ciertas urgencias, pero yo creo que es un proceso progresivo. Mi posición es clara; para mí, primero yo apostara por una intervención de la emigración en los espacios económicos locales, de manera experimental, creo que lo dije en una respuesta; en algún momento habría que saber el costo político de la participación política, nosotros sobre todo nos enamoramos con la eficiencia política, y tenemos que desenamorarnos de ello y apostar poco a poco a que también el emigrado participe en nuestros procesos.

 

SUSANA CAMINO: Recuerden que hay dos clases de cubanos, o pueden ser tres también, en lo que es el tema de Miami. Hay cubanos que han nacido allá y solamente saben inglés, hay cubanos de ultraderecha, como bien dijeron por aquí; son recalcitrantes, con ellos no se puede parlamentar, y hay otros que tienen un poco más de razonamiento, con ellos sí se puede dialogar, y llegar a un acuerdo entre los dos países, pero no todos en general son de ultraderecha.

Entonces tendríamos que ver si existen para los emigrados, porque yo puedo ser una posible emigrada, todos los derechos como ciudadanos y también el derecho a tener Internet las veinticuatro horas como las tengo yo aquí. Yo pienso que eso es de las primeras cosas que tiene que tener un ciudadano. Porque recuerden que a raíz del Covid-19, que nos va a perseguir, según se dice, el año entero, sin Internet no somos nada aquí. Y miren, ahora estamos haciendo un panel vía Internet, el Internet nos va a perseguir hasta el resto de nuestras vidas, porque todo ahora es así; entonces eso es parte de la ciudadanía.

 

YAN GUZMÁN: Quiero completar un poco mis respuestas, sobre todo en el tema de la plena membresía de la inmigración. Guanche, yo creo que eso hay que resolverlo legalmente, creo que la ley de inmigración de 2022 tiene que dar un paso de avance respecto a esta plena membresía de la inmigración y las modificaciones que lleve eso en los diferentes cuerpos legislativos cubanos, sobre todo el tema de la herencia, porque el tema del patrimonio juega un papel importante, y está claro que nosotros todavía no hemos resuelto el tema de las nacionalizaciones, y es algo que sigue, se enfría, se calienta, pero si nosotros seguimos echando leña al fuego, y que las personas porque emigran pierdan lo poco, sobre todo en un país donde no se puede acumular riquezas, como puede ser la vivienda, yo creo que no estamos dando un paso de avance en ese sentido. Es algo que habría que revisar.

En cuanto al tema que nos propone el amigo Cueto, yo creo que el imaginario popular de ambos lados es muy tergiversado. En sentido general, el cubano de acá imagina otro emigrado cubano diferente, no lo logra comprender, y lo mismo pasa del lado de allá. El emigrado cubano, incluso el hijo de emigrado cubano, concibe otro connacional de manera diferente. Yo creo que, por supuesto, la idea de poder comunicarnos, de poder conocernos, de poder viajar, de poder entendernos, un poco va a servir, pero es un proceso que todavía, sin lugar a dudas, demora.

 

RAFAEL HERNÁNDEZ: Habiendo llegado a esta altura de la tarde, habiéndose acabado el aguacero en la ciudad de La Habana, hemos culminado este ejercicio de brava disciplina, esta proeza de poner, gracias a todos ustedes, un debate de Último Jueves a distancia, pero tan bueno o mejor que muchos de los que hemos hecho directamente. Sé que tienen muchas cosas más que decir y que sobre el tema de cómo se conecta la cuestión del emigrado con las relaciones exteriores de Cuba podríamos estar hablando durante horas. Sé también que la problemática jurídica, relacionada con la ciudadanía, ligada o no a la cuestión del emigrado, también es una tela casi interminable por donde podemos seguir cortando. Este panel ha tenido la virtud de meterse en problemas que tienen que ver con la sociedad, con la política, con el derecho, con la cultura finalmente, la cultura cívica de la gente, que es lo que tiene, en última instancia, que expresar la condición ciudadana y el momento en el cual vivimos.

Quiero agradecerles a los panelistas que han elaborado estas presentaciones complejas, tanto en texto como en audio, a los que ahora están ya a las doce de la noche o más en sus países y han estado atentos e interviniendo activamente, a Susana, a Bellod, a todos los que nos estén oyendo del otro lado del Atlántico, y, por supuesto, a todos los participantes que han estado del lado de allá y del lado de acá elaborando este material tan rico y que vamos a divulgar de la misma manera que hacemos con todos los Último Jueves. Por supuesto, para que un Último Jueves salga bien tiene que tener participación, y esta participación sustanciosa, focalizada, que ha abordado muchas aristas y que ha involucrado a gente de diferentes generaciones, yo creo que es como una cristalización de lo mejor de un Último Jueves, y por eso, de veras que estamos muy contentos los que trabajamos en toda esta carpintería que ha hecho todo el equipo de Temas para lograrlo –no los voy a nombrar a todos porque va a haber algunos que no voy a mencionar, pero que están aquí junto conmigo, Enrique, Vani, Disamis, Willy, y todo el resto del equipo que ha estado atento y contribuyendo a que esto se haga. Muchísimas gracias por ayudarnos y por contribuir a esto que seguramente va a ser de utilidad para mucha gente en relación con esta temática que sigue siendo de la mayor actualidad para Cuba.

 


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