Este trabajo es parte de la serie de Catalejo La cultura en defensa de la nación
Willy Pedroso: ¿Qué sentido tiene la defensa de la nación en el terreno de la cultura?
Viengsay Valdés: Proteger la esencia misma de la nación, contribuir a preservar los valores y los símbolos que la singularizan. La cultura de cada país también tiene que ver con la manera en que ve la vida la sociedad del momento, por eso en cada período histórico la cultura ha variado.
En mi campo particular –el del ballet–, existen múltiples ejemplos: cuando Alicia Alonso comenzó a tomar clases de baile, en la primera mitad del siglo XX, algunas madres de compañeras se le acercaron a la niña para pedirle que no subiera tanto la pierna, ya que aquello contradecía la supuesta moral de la época, no era propio de una dama. Y Fernando Alonso llegó a enfrentarse a la mentalidad machista, por su decisión de estudiar ballet en una época en la cual ningún varón lo hacía, probablemente por temor a la cultura social dominante.
Por suerte, unas pocas décadas después, ellos mismos contribuyeron a modificar para bien esa cultura y una Revolución social, cultural, política y económica lo hizo posible. Eso distingue a Cuba. Hoy nuestras bailarinas reciben los máximos elogios, y muchos varones compiten por estudiar ballet, sin ningún tipo de complejo.
Dentro de América Latina, este fenómeno es algo muy particular de Cuba, porque muchos países aún arrastran prejuicios de antaño como esos y otros que menoscaban la percepción de la carrera del bailarín o/y bailarina en tanto disciplina profesional. Se sigue viendo el ballet como un entretenimiento de la adolescencia que te aleja de la calle y favorece la buena postura física, la elegancia de modales, una educación apropiada.
Defender la nación en el terreno de la cultura es salvaguardar la identidad y en ella se incluyen conciencia, valores. Debería ser deber de todo cubano proteger la identidad propia, ya que incluye conquistas específicas que espero que nunca se pierdan.
WP: ¿Qué distingue sus medios y alcance propios, en contraste con otros –ideológicos, estratégico-militares, políticos, económicos?
VP: El arte es un medio y un mediador, con alcance inestimable. Refleja ideologías –una o varias–, lidia con las políticas y la economía, pero sus resultados no pueden cuantificarse o calcularse con precisión. ¿Pudiera cuantificarse el impacto de una canción icónica como Imagine de John Lennon o de una nueva versión del clásico El lago de los cisnes? Claro que no. El arte conecta emociones, enlaza sentidos, esgrime símbolos, aunque a veces también los crea o los recrea y, muy importante, aporta al conocimiento. El artista deviene una especie de traductor, un intérprete de las emociones del momento histórico que le toca vivir y aporta a través de sus experiencias, dejando un rastro genuino.
WP: ¿Está el país especialmente más expuesto hoy en este campo?
VP: En tiempos de globalización, por supuesto. En la era de Internet y las redes sociales, más aún. Las propuestas culturales ya no se limitan por la geografía, ni por lo que un canal de televisión cubana decida transmitir. Hoy las personas pueden elegir qué ver dentro de un amplio espectro de ofertas culturales, muchas no generadas en Cuba, y tal vez aquí debiera valorarse mejor el papel de la educación, del pedagogo, esa especie de guía que todos tenemos desde pequeños. La labor del maestro –en los distintos niveles de enseñanza– para sugerir, reflexionar, conducir los gustos, no solo hacia buenos productos de Cuba, sino a los buenos productos de todo el mundo, porque hay buenos en todas partes, como mismo, malos en cualquier país.
Pero se están dando casos de personas que solo escuchan música de un tipo y solo ven shows de un tipo; no van al teatro en busca de una obra diferente, no abren un libro, no van al cine –pues no saben cuán distinto se aprecia algo en la pantalla grande o cuánto nos nutre el cine auténtico de cada país. Ante toda esta exposición inevitable, las generaciones debieran estar mejor orientadas, desde los primeros años, y una vía fundamental de llegar a ellas para seducirlas, inquietarlas, aconsejarlas, invitarlas, me parece que es la educación.
WP: ¿Cómo precaver que una política defensiva en la cultura no tenga efectos colaterales contraproducentes?
VP: Las políticas en la cultura deberían elaborarse en pleno debate con protagonistas de la cultura, para que recojan inquietudes reales del gremio y reflejen su propio discurso. Deberían también allanar caminos, no sembrar obstáculos y, si contemplan una prohibición, tratar de que lo vetado sea prácticamente incuestionable. De ese modo, la mayoría la va a acatar y hasta defender.
WP: ¿En qué medida las fortalezas de la cultura cubana permiten adelantar esa defensa más allá de nuestras fronteras?
VP: Las fortalezas varían con las generaciones, con las épocas, por eso sería un error confiar en las fortalezas y no en cómo hacer que ellas evolucionen con el tiempo, se adapten y se prolonguen. Por supuesto, necesitamos también que crezcan y para esto deberíamos divulgar bien nuestra cultura, generar propuestas culturales de calidad –y competentes–, usar el arte para comunicar la historia de la nación de la forma más estudiada, respetuosa y humana posible, propiciar los vínculos con la cultura desde las edades tempranas. Estos son algunos de los elementos que permitirán adelantar la defensa más allá de nuestras fronteras.
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