Manuel López Oliva es un pintor y crítico de arte que tiene su taller -por estos días cerrado- en la parte antigua de la ciudad colonial, muy cerca del sitio donde nació el Apóstol José Martí, en la otrora y habanera calle de Paula. Como artista ha simultaneado la crítica con el pincel, de ahí que sus conceptos y criterios se sustentan en un espeso grosor cultural e intelectual. Pero como todos, él ha sufrido -y sufre- el embate de estos raros y peligrosos meses de pandemia.
¿Qué has estado haciendo en estos tiempos de pandemia?, ¿nuevas obras?, ¿nuevas investigaciones?
En estos tiempos de cruel pandemia global -también incontrolada socialmente en nuestro país- me ha sido muy difícil ejercer mi condición profesional; e incluso hasta vivir del modo en que normalmente solía hacerlo. Por no ser un artista provisto de individualismo egoísta o limitación sólo a la actividad expresiva en función de un mercado que la canoniza, he actuado en consonancia con mi sentido de la responsabilidad humana. Tampoco he podido moverme, al no tener” ruedas propias”, en una ciudad asediada por el virus. Así que no he disfrutado en lo más mínimo los meses de circunstancia covídica, ni he vuelto la mirada a otra parte; sino que he tratado de comprender, ejercer proselitismo para salvar nuestra salud y vida; y a la vez hallar sustitución -en mi casa- al espacio de trabajo artístico de un taller al cual casi no he podido ir.
Es así cómo, en una verdadera batalla cotidiana y subjetiva contra obstáculos y desánimo, logré producir la serie de algo más de 40 máscaras en pulpa de papel, para usar sobre el rostro y ornamentar paredes; además de realizar unas 4 obras en lienzo de tamaño grande y mediano, a lo que se suma un díptico de gran formato, parte del cual debe mostrarse en una exposición personal programada para los meses de abril y mayo en la galería Collage-Habana; pero que quizás deba postergarse. Todo lo elaborado en tan compleja etapa, deriva del lenguaje visual profundamente arraigado en mi sensibilidad, pensamiento e imaginario, donde teatralidad, psicología social e historia se funden.
¿Con qué herramientas has enfrentado este difícil momento de aislamiento?
He asumido lo que podríamos denominar recursos subjetivos de sobrevivencia activa, es decir, ese conjunto de saberes y hábitos nacidos de la experiencia, que permiten interiorizar y a la vez exteriorizar lo que uno siente, teme, desea, recibe del contexto, conoce como noticia, y a veces, nota que se diluye en una pérdida significativa de tiempo para quien ya ha sobrepasado el pórtico de la Tercera Edad. Aparte de mantener el comportamiento paciente aconsejado por la cultura asiática y hacer “magia” para solucionar (en añejada pareja) cuestiones vitales de alimentación y medicina (sin recurrir a los conglomerados delante de comercios), he tratado de ejercer mi oficio artístico, e igualmente escribir textos de naturaleza conceptual y valorativa, o que sirvan a otras personas y entidades como medio instrumental efectivo. Simultáneamente se ha divulgado en Facebook e Instagram parte de lo que he producido por décadas en pintura, gráfica y performance, para que se conozca y permita su decodificación adecuada por gente culta o sólo sensible e interesada en lo diverso de los imaginarios.
Para el arte en el mundo, ¿qué consecuencias consideras que traerá este horrible período?, ¿y para nuestro país?
No soy adivino, y mucho menos capaz de visualizar con exactitud el cercano porvenir. Aunque de acuerdo a lo que he leído sobre momentos equivalentes en la historia de la humanidad, y a partir de lo vaticinado por estudiosos del arte, e igualmente por quienes operan con éste en curadurías museológicas y a nivel de mercado, no se espera nada demasiado positivo en este año y en los próximos para esa manifestación de la cultura.
Uno de los campos de compraventa artística, es decir, aquel que incluye compras de grandes inversionistas que la necesitan para justificar capitales, evadir fuertes impuestos y hasta lavar dinero, tendrá una más o menos rápida recuperación. Pero las compras por coleccionistas de clase alta y media normales, de museos y otros clientes esporádicos, que son los que adquieren las producciones de la mayoría de los artistas establecidos y emergentes, entrarán en una relativa parálisis; tanto mediante galerías como en ferias y en intermediarios informales. Tampoco alcanzará significativo peso el encargo de creaciones destinadas a funcionar como complemento del diseño de interiores o en los espacios públicos abiertos.
Si todo eso se supone que ocurra en países cuya estructura económica de vida incluye el movimiento de capital mediante el producto mercantil arte, además del patrocinio y el mecenazgo privados para proyectos monumentales o de uso de obras diversas, no sería muy difícil pensar las consecuencias para un país pobre y bloqueado como es Cuba, desprovisto de mercado empresarial y personal para las artes visuales, carente de un apreciable número de coleccionistas en condiciones de hacer compras sistemáticas, y sin una legislación nacional que impulse a las inversiones constructivas, las entidades financieras y el capital externo actuante en el país, para que dediquen cierto porcentaje de sus fondos económicos activos a lo que los artistas crean y a determinados encargos de estética ambiental. Asimismo nos afectará el hecho de que la enseñanza artística estatal genere únicamente tipologías de artistas cuyo destino sea un mercado que no tenemos, lo que obliga a depender de solicitudes externas que no satisfacen a todos, y ni siquiera a la mayoría.
Internet, las redes sociales y otras plataformas digitales están siendo utilizadas por los artistas como forma de promocionarse, ¿esta nueva manera que ha impuesto la pandemia llegó para quedarse?, ¿sustituirá en el futuro la relación, el goce directo, el diálogo entre la obra y el espectador?
En la cultura genuina no existe la sustitución de una cosa por otra, sino la adición y el enriquecimiento de los motivos de recepción. El disfrute de las obras contenidas en museos de arte de los dos últimos siglos, no elimina la posibilidad de sentir placer y tratar de entender las pinturas rupestres o los centros prehispánicos como Machu Picchu y Copán.
Eso mismo habrá de suceder y ya viene ocurriendo -con el video y las expresiones combinatorias de naturaleza artística- desde tiempos del movimiento Fluxus. El cine mismo nos ha entregado una visión virtual de las hermosas materialidades del paisaje, la figura humana y las manifestaciones culturales. Y así mismo lo ha hecho Internet, e igual las plataformas de información y mercado, más las redes sociales ocupadas en el campo de la difusión, promoción, axiología, estudio y venta de las artes. De manera que no se trata de un resultado de la pandemia, sino de vías necesarias y evolutivas del desarrollo científico-técnico aplicado a la circulación cultural, que a raíz de la contaminación mundial de la COVID-19 han devenido medios emergentes con efectividad en la relación entre producción y consumo de los valores estéticos.
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