Sesenta años atrás transcurrían varios encuentros entre el Comandante en Jefe Fidel Castro y un grupo de escritores y artistas, que marcaría las bases de la política cultural de la entonces naciente Revolución Cubana.
El teatro de la Biblioteca Nacional fue sede los días 16, 23 y 30 de junio de los intercambios, que culminaron con un discurso de Fidel, conocido como Palabras a los intelectuales.
Cubaliteraria se une al amplio programa, coordinado por el Ministerio de Cultura de la isla, y propone una serie de entrevistas a intelectuales sobre la importancia y vigencia del discurso de Fidel.
Hoy «tiene la palabra »el destacado narrador, ensayista y profesor Francisco López Sacha.
¿Qué importancia tuvo Palabras a los intelectuales, 60 años atrás, tanto para los intelectuales cubanos, como para la naciente Revolución?
Podemos afirmar que por primera vez una revolución triunfante estableció en la libertad expresiva y en el respeto a la honestidad intelectual los principios de una futura política cultural. La Revolución Cubana realizó, casi de forma relámpago, en sus dos primeros años, todo el sistema institucional de la cultura cubana. Fundó el Icaic, la Casa de las Américas, el Ballet Nacional de Cuba, danza Folklórica y danza Moderna, la Imprenta Nacional, los Conjuntos dramáticos, el Teatro Nacional de Cuba, el Seminario de Dramaturgia y el teatro Musical de La Habana, el CNC, y junto a todo eso la Escuela Nacional de Instructores de Arte, de modo que tuviéramos una formación profesional para los futuros artistas y, con la Campaña de Alfabetización, el Seguimiento y la nacionalización de la enseñanza, un nuevo público. Sólo en estas condiciones puede realizar un diálogo con el movimiento intelectual y exigir una participación activa de él. Cuando volvemos a leer Palabras a los intelectuales nos damos cuenta de que el sentido final de sus propósitos es la defensa de una cultura abierta, participativa y popular que asuma como meta la emancipación del ser humano y el ejercicio pleno de sus capacidades en una sociedad revolucionaria donde previamente ha triunfado la justicia social. Con ese objetivo es que Fidel propone un principio de unidad en la cultura cubana en busca de esa finalidad. Sesenta años después, luego de retrocesos notables en el Quinquenio Gris, de errores y omisiones importantes, y hasta de marginaciones de artistas y escritores por causas ajenas a su profesión, este principio prevalece.
¿Qué vigencia cobra en este contexto, donde las principales batallas se libran en un contexto diferente al de hace seis décadas ?
Creo, modestamente, que todavía el contexto no ha cambiado. Cuba sigue enfrentando un bloqueo despiadado de la principal potencia de la Tierra, seguimos empeñados en vencer el subdesarrollo y dar continuidad a los valores de la Revolución, tratamos de conseguir una gestión eficiente en la economía y todavía carecemos de una base industrial diversificada como hace sesenta años. Creo que lo que han cambiado son las condiciones de esa lucha. Ahora, mucho más que entonces, enfrentamos los graves problemas generados por la cultura mediática, la subcultura, la marginalidad social. Vivimos en el cambio, o la transición, de la galaxia Gutenberg, donde el libro impreso significaba la puerta al universo, a la galaxia McLuhan, donde imperan los medios tecnológicos de la comunicación virtual. Ahora se quedan pequeños los antiguos grandes poderes de la radio, la prensa plana y la televisión, ahora vivimos dentro de una red global, o como diría McLuhan, en una aldea planetaria, donde todo se ha confabulado para crear un intenso flujo de información, tan grande que se hace inabarcable. Ahora puede ser mucho más difícil discriminar entre la verdadera cultura, los verdaderos hallazgos, y la propuestas supuestamente artísticas que toman el disfraz de arte. Ahora, más que nunca, es imprescindible la educación estética. Estamos ante un nuevo cambio de la industria cultural, que como afirmaba Mattelart, no es una industria ligera, es una industria diseñada para el control del pensamiento. Hoy estamos asaeteados desde todas partes, desde la realidad y la realidad virtual, desde los nuevos medios digitales y los antiguos medios analógicos, y nuestra tarea como artistas y escritores se ha complejizado al máximo. Este es el contexto que ha cambiado. Sin el concurso de esos mismos medios, sin el concurso de las redes sociales, no podemos ganar de nuevo una batalla cultural que ya estableció como principio que la cultura es patrimonio de todos.
¿Cómo propone a los más jóvenes acercarse a Palabras a los intelectuales?
Creo que la propuesta de lectura de Palabras a los intelectuales nos incumbe a todos. Hoy, a mi juicio, el texto crece hacia el respeto a la honestidad intelectual, hacia el trabajo profesional, hacia la creación del arte y la literatura en un clima de comprensión, de confianza y libertad expresiva. No hay que olvidar que hemos crecido como pueblo y como nación sin desviarnos de los principios que establecieron los fundadores de la nación cubana desde Céspedes a Fidel, no hay que olvidar que tenemos un valioso sistema de enseñanza, y que tenemos un sistema institucional de la cultura. Ahora mismo podemos afirmar que la cultura cubana es inclusiva, popular, moderna y contemporánea, y que los artistas y escritores más jóvenes participan de ella sin discriminaciones de ningún tipo. Palabras… sigue siendo un texto valioso, un texto de consulta, porque contiene en sí muchas inquietudes y claves del futuro. Ahora se trata de conquistar nuevos espacios para estas ideas, de complejizar el arte y la literatura que realizamos, de volver una y otra vez sobre la integración del público, sobre su educación cultural, sobre la necesidad de su presencia. Ahora el arte está en la creación de quienes lo realizan y en la intensidad de quienes lo reciben.
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