No fui alumno de Adelaida de Juan. No al menos un alumno directo, como muchos que la tuvieron en las aulas de Historia del Arte de la Universidad de La Habana, sitio que amó profundamente, al que le dedicó la mayor parte de su vida laboral y donde ayudó a formar toda una pléyade de investigadores, curadores, historiadores y artistas que sí bebieron de manera directa de sus conferencias y clases.
Fui, en cambio, alumno de otra manera: un alumno a conciencia y satisfacción, ese que rebasa los límites del aula y encuentra al maestro a través de sus libros y artículos, pero, sobre todo, uno que se sabe deudor de su legado y que agradece que sus investigaciones hayan sido —y continúen siéndolo hoy— un referente, una guía.
Conocí a Adelaida de Juan en las páginas de Abriendo ventanas, Visto en La Habana, Visto en la Casa de las Américas, Caricatura de la República, Paisaje con figuras, Hacerse el Bobo de Abela… La leí en los artículos de la revista Artecubano, el tabloide Noticias de Artecubano y en La Gaceta de Cuba, una de las publicaciones artístico-literarias más serias y cuidadas; medios donde después —lejísimo de imaginarlo entonces, mientras leí sus textos críticos— llegué a publicar artículos y entrevistas relacionados con las artes visuales en el país.
De referentes así, como la obra amplísima e imprescindible de Adelaida de Juan, uno va formando su escudo contra los molinos de viento, va añadiendo entradas a la “bibliografía” del cuerpo teórico y espiritual (más importante este último) que acompaña tu mirada. Por eso me satisface mucho que circule en nuestras librerías Arte fuera del Museo. Textos de/sobre Adelaida de Juan, publicado por Ediciones Holguín en 2019: un volumen que nos permite, desde un primer momento, notar que estamos siendo partícipes y cómplices de un homenaje, pues más que una recopilación de textos ensayísticos suyos y de otros autores que le rinden distinción, resulta un agradecimiento sincero a una de las principales voces críticas de nuestro país.
Su compiladora Laidi Fernández de Juan —hija del matrimonio que Adelaida formó con el poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, uno de los más reconocidos escritores hispanoamericanos— subraya que este libro es “la demostración tangible del quehacer de una autora que consagró su vida a la enseñanza y a la investigación, con un empecinamiento poco común”.
A lo largo de su fecundísima existencia, Adelaida se dedicó —añade— no solo al estudio de la cubanía en las artes visuales, sino sobre todo a aquellas manifestaciones que hasta entonces merecieran poca atención en ámbitos académicos. “El diseño, el cartel, el humor gráfico, la caricatura, las vallas de las carreteras y, en general, lo que ella misma denominó ‘arte fuera del Museo’ constituyeron objetivos principales de sus extraordinarios estudios, cuyos resultados daba a conocer de inmediato, como quien no quiere guardarse nada para sí”.
Arte fuera del Museo reúne textos de Adelaida no incluidos en libros, entre ellos dos discursos conmemorativos por los cincuenta y ochenta años de la fundación del departamento de Historia del Arte, perteneciente a la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, donde trabajó por más de seis décadas y creó la asignatura Taller de Crítica de Artes Plásticas, “varias veces amenazado con desaparecer, cuestión que no melló en lo absoluto el entusiasmo de su fundadora, y prueba de ello es que lo condujo hasta el final de sus días”, apunta Laidi.
Ambos textos destilan, mientras realizan un recorrido por los inicios y evolución del departamento, el agradecimiento por quienes contribuyeron en su formación; por eso los nombres de Luis Soto y Rosario Novoa son presencia palpable en este libro.
Lo que escribió sobre la Dra. Novoa en el primero de ellos bien puede aplicarse a la propia Adelaida: “Los que hemos tenido el privilegio de tratar de ser sus discípulos, de intentar seguir sus altos ejemplos como maestra y como persona, no podemos dejar de evocar sus clases magistrales”.
La cartelística y el humor gráfico, como apuntamos, ocuparon parte significativa de su mirada crítica. Les dedicó tiempo y estudios a destacar los valores del cartel cubano y “su originalidad, su eficacia comunicativa y, sobre todo, su elaboración conceptual”, cuestiones que han impulsado a “novedosas interpretaciones del filme, del libro, de la obra teatral, del reclamo político, de campañas de ahorro: en fin, de múltiples facetas de la vida cotidiana”.
Sobre el tema, Arte fuera del Museo incluye “De nuevo, la belleza de todos los días”, palabras que realizó para la exposición Gritos en la pared: hitos del cartel cubano desde 1960 hasta la actualidad, en el Museo Nacional de Bellas Artes en febrero de 2013.
Volvió a ello en “Carteles cubanos”, escrito para un catálogo del Museo Valenciano de la Imagen, en 2017. Allí se detiene en la cartelística producida, sobre todo en la década de los años sesenta y setenta, para el Icaic, la Casa de las Américas, el Consejo Nacional de Cultura… por importantes artífices del diseño gráfico, como Antonio Fernández Reboiro, Eduardo Muñoz Bachs, René Azcuy, Félix Beltrán, Raúl Martínez, Antonio Pérez González (Ñico), Faustino Pérez, Umberto Peña, Alfredo Rostgaard y Rafael Morante. Lo hace para subrayar “el papel que ha desempeñado tal diseño, en sus mejores momentos, en la cultura del país”.
Al referirse al matancero Manuel y el momento en que, como jurado del Premio Nacional de Artes Plásticas, lo nominó para este reconocimiento, escribe lo que pudiera resumir su mirada sobre una de las expresiones más populares y de larga vida en nuestro país, el humorismo gráfico:
¿Será que aún persiste la equivocada noción de que el dibujo humorístico no pertenece a las artes plásticas? Porque no puede negársele el derecho y el mérito a quien ha dibujado, como nadie en su época, la esencia y la profundidad de su cubanía. En otras ocasiones yo hubiera votado por Rafael Blanco, hubiera votado por Abela; voté, en su momento, por Nuez. Manuel está en esa línea, la gran línea que nos ha dado obras imborrables que nos hacen sonreír, nos placen y, al mismo tiempo, nos hacen pensar.
El mercado del arte, las subastas y la relación calidad/precio, mediada por la apreciación crítica (la crítica de arte), tampoco fueron temas ajenos a la curiosidad de la Dra. de Juan, como lo reafirma el excelente texto “Al olor de la riqueza”. Asimismo la obra del crítico y escritor inglés John Berger, autor del clásico Modos de ver, un libro que es de referencia básica; su amistad con la mexicana Ida Rodríguez Prampolini, su trabajo crítico y su relación con Cuba y Casa de las Américas; la obra de Chago Armada y su personaje Salomón, publicado en el suplemento gráfico del periódico Revolución entre 1961 y 1963; la obra pictórica de Arturo Montoto; las vallas de las carreteras en el artículo que le da título al volumen; y la muestra Tocar madera de Arístides Hernández (Ares), que cierra esta parte del libro, e incluye palabras del homenaje a Adelaida en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, el 8 de mayo de 2018, como las de Marcia Leiseca, Miguel Barnet y Yolanda Wood.
“El sedimento mayor de los textos críticos de Adelaida de Juan proviene de su capacidad para sistematizar una visión decantadora de esencias. De lo particular —exposiciones, retrospectivas, encuentros— extraía características generales y específicas, caminos convergentes y aportaciones sustanciales que configuran una especie de mapa de la geografía creativa de la región, incluyendo, por supuesto, a Cuba”. Así resumió el escritor y etnólogo Miguel Barnet el quehacer crítico de Adelaida, quien nació en el barrio habanero de El Vedado en 1931 y realizó sus estudios de Doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana, con posgrados en la Universidad de Yale, Estados Unidos, y en la École du Louvre.
A lo largo de su fecundísima existencia, Adelaida se dedicó no solo al estudio de la cubanía en las artes visuales, sino sobre todo a aquellas manifestaciones que hasta entonces merecieran poca atención en ámbitos académicos. Foto: Adolfo Izquierdo/Tomada de El Periódico Cubarte
A lo largo de su fecundísima existencia, Adelaida se dedicó no solo al estudio de la cubanía en las artes visuales, sino sobre todo a aquellas manifestaciones que hasta entonces merecieran poca atención en ámbitos académicos. Foto: Adolfo Izquierdo/Tomada de El Periódico CubarteLas notas de prensa que a propósito de su fallecimiento, el 30 de abril de 2018, incluye el libro, denotan su cercanía con Casa de las Américas; subrayan textos como José Martí: imagen, crítica y mercado de arte, merecedor del Premio Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba; su pasión por la pedagogía, el humorismo gráfico y las remembranzas de varios de amigos.
Como colofón, el lector encontrará “Algunos poemas para Adelaida” de Roberto Fernández Retamar, escritos “desde que éramos novios hasta nuestra vida otoñal”. “Uno está en el otro como el calor en la llama”, le escribe Roberto en “Aniversario”, uno de los poemas que cierra, desde la lírica y rememoración, un volumen que nos reafirma —como subrayan las palabras de contracubierta de un libro con edición de Silvia Guillén Sanfiel y diseño de Roddier Mouso Bahr— que Adelaida de Juan “permanece en su obra, legada a todas las generaciones de creadores, críticos y al público general; permanece como suele hacerlo el arte en cada espacio de la cotidianidad, de esa manera que peculiarmente nombró ‘la belleza de todos los días’”.
Arte fuera del Museo. Textos de/sobre Adelaida de Juan —como pide Laidi en el prólogo— es ejemplo de la tenacidad, el rigor y la amplitud de criterio de una de las más brillantes intelectuales cubanas de todos los tiempos. No hay dudas sobre ello.
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