Brady Izquierdo Rodríguez, un caricaturista marieleño residente ahora en El Vedado, responde siempre con agilidad y precisión cuando alguien solicita que le eche una mano con la imagen que habrá de mejorar el artículo, la crónica, la reseña o el comentario que acaba de escribir.
Nunca pone reticencias. Ni peros de ninguna clase. Le envías el trabajo vía email y, en breve, una caricatura o ilustración, o varias de ellas, van de regreso. Y ya con esa imagen, el trabajo periodístico alcanza, sin dudas, un nivel más elevado de comunicación con los lectores.
En fecha reciente, tras la muerte del gran actor Enrique Molina, las redes me hicieron recordar una imagen de Brady que sazonó el artículo que yo dedicara a Molina a raíz de haber obtenido este el Premio Nacional de Televisión y donde destacara el sacrificio sobrehumano de Molina al someterse a siete cirugías para poder interpretar a Martí, el gran sueño de su vida.
Pero este es solo un botón de muestra, porque Brady ha colaborado intensamente con un sinnúmero de publicaciones cubanas: la revista La Calle del Medio, Dedeté, Palante, Melaíto, La Picúa y La Jiribilla y ha subido al podio en premiaciones de certámenes internacionales de humor gráfico en países como Italia, Alemania, Turquía y Siria y en eventos nacionales como el Gran Premio Aquelarre 2011 y Premio Aquelarre 2016.
Importantes espacios como la Sala Manuel Galich de Casa de las Américas y la sede nacional de la Upec acogieron sus exposiciones Música x cuenta propia y Crisis. Luego existo, respectivamente.
Fueron estas un par de las 13 expos personales que hasta hace poco había protagonizado, si bien sus trazos formaron parte de más de 50 colectivas acogidas en diversas naciones y en dos libros realizados en coautoría: Miedo ambiente y Los viajeros del sarcófago.
Brady es un artista joven. Demasiado joven. Apenas 37 años. Quiere hacer mucho, no detenerse. Siempre lo deja en claro. Por eso su máxima en la vida, como lo fue en la del insigne Pablo Picasso, parece ser: “si la inspiración existe, que me sorprenda trabajando”.
—¿Cuándo descubriste que tu vocación definitiva era el humor gráfico?
—En la universidad, mientras estudiaba Licenciatura en Educación Plástica en el Instituto Superior Pedagógico Rubén Martínez Villena. Allí me di cuenta de que tenía la posibilidad de hacer reír desde lo escénico y que esa capacidad la podía desarrollar en la parte plástica de mi obra gráfica.
—Recuerdo tu paso como narrador de cuentos y actor por el programa Los amigos de Pepito, antecedente de Vivir del cuento. ¿Cómo fue para ti enfrentar esta experiencia? ¿Estarías dispuesto a regresar a la actuación humorística?
—La experiencia de actuar en la televisión, en Los amigos de Pepito, fue un reto y un goce tremendo. Tuve la posibilidad de llevar a la práctica en un escenario profesional y para todo el país lo que siempre había hecho de forma autodidacta y empírica.
—La actuación humorística está como invernando en mí, es una arista de mi personalidad con la que siento tener una deuda. Pero sí, pienso que en cualquier momento la puedo retomar.
—¿Qué es lo que más disfruta y lo que más puede aborrecer un caricaturista?
—En mi caso, lo que más disfruto es lograr un balance armónico entre la forma, la idea y el dibujo. Y lo que más aborrezco es, quizás, cuando no lo consigo.
—En el mundo de las artes visuales, ¿solo trabajas la caricatura?
—No. He ilustrado nueve libros para editoras cubanas y extranjeras, quehacer en el que lo mismo puedo moverme en una cuerda humorística que completamente seria. También trabajo la pintura, el grabado… Me gusta experimentar en diferentes ramas porque enriquece mi obra.
—¿La agilidad con que reaccionas cuando te piden una ilustración o una caricatura para la prensa implica que te gusta colaborar con los medios? En los nuestros, ahora sometidos a un imparable cambio de época, ¿crees que se explota mucho o poco el arte de la caricaturizar?
—Pienso que los medios oficiales no explotan al máximo la caricatura y la ilustración, pero no solo es un mal de Cuba. Hoy existe un interés, quizás un despertar, gracias a la diversidad de plataformas y de revistas de carácter digital que existen en el mundo. En lo personal, disfruto mucho trabajar para estos medios.
—¿Qué opinas de la caricatura cubana contemporánea? ¿Cuáles consideras tus maestros?
—La caricatura contemporánea tiene una tremenda fuerza, la generación a la que pertenezco tiene varios exponentes de talla internacional que admiro mucho. Mis grandes referentes nacionales son Ares, Boligán, Tamayo, Juan David, el gallego Posada, Chago, Tonel, Laz. De los foráneos, la lista es grande: Quino, Caloi, Fontanarrosa, Naranjo, Helio Flores, Saul Steinberg, Sempé. Por ahí pa´ allá me pierdo en los nombres. Son muchos en verdad.
—De todos los premios recibidos, ¿cuáles consideras los más importantes?
—El primero de ellos fue en la categoría de Humor General y lo obtuve en el concurso Chispa Joven, hace ya varios años. Desde entonces he ganado 22 premios internacionales, nueve de ellos este año, y cerca de 25 nacionales. Yo veo los premios como un estímulo a mi proceso de trabajo y me sirven para marcar un poco el curso de mi obra a nivel nacional e internacional.
—Eres un asiduo participante en los concursos convocados por la dirección del Museo Internacional del Humor en San Antonio de los Baños, donde te han premiado en innumerables oportunidades. ¿Qué te ha reportado esta experiencia que incluye intercambios con los más importantes caricaturistas de Cuba y el mundo?
—Veo con mucho cariño los concursos que se organizan en la Villa del Humor, porque que fue allí donde di mis primeros pasos como caricaturista. La Humoranga, el salón Juan David, El Loquito, La Bienal del Humor, todos esos concursos son como el lugar donde puedes probarte a ti mismo, que tienes la madera para ser un caricaturista.
—¿Cuál es tu mayor sueño como artista?
—Mi mayor sueño es que la vida me dé mucha salud, para poder crear bastante en esta profesión, que no es un trabajo más, sino el centro de mi vida, la alegría de disfrutar de lo que hago.
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