Todo cubano debe o tiene, el deber o el placer de ir al habanero poblado de Regla al menos una vez en su vida. Regla es el sur magnético de la religiosidad nacional al albergar el santuario de la virgen del mismo nombre, la que sincréticamente también es llamada Yemayá, “madre agua” o simplemente “la de las Mercedes”. Regla, como toda pequeña ciudad, tiene sus mitos, sus personajes, sus leyendas, sus héroes y su banda municipal.
Entre sus personajes más notables están el cantante Roberto Faz –considerado uno de los soneros más auténticos de todos los tiempos-; el dúo de Clara y Mario al que muchos llaman el “más romántico de Cuba” y sus guaracheros; esa comparsa que en su momento rompió todas las convenciones sociales al ser en sus comienzos la única comparsa formada solamente por hombres y mujeres de raza blanca; aunque los músicos que le acompañaron eran una muestra del crisol racial de esta nación y de ese lugar.
Y como la religiosidad es parte de su historia, es en este pedazo de tierra habanera; cerca del mar, en que surge y se funda la primera potencia Abakuá constituida solo por blancos casi a fines del siglo XIX; pero es también tierra donde cada 24 de septiembre la procesión en honor a su virgen reúne a católicos, santeros, ateos y curiosos; mientras que ofician, simultáneamente el párroco de turno bajo la nave de la iglesia o y en e otro extremo sacerdotes de Ifá moyuban y ofrecen sacrificios para sus fieles –que también son los de párroco—; para después marcharan todos juntos: católicos, santeros, ateos y curiosos; fundidos en la fe y en la música; intercambiando cantos y rezos, miradas y abrazados; sudor y alegrías.
Es sábado en Regla; y aunque ya sus habitantes no visten las galas domingueras a las que se han referido siempre los cronistas se acicalan para el acontecimiento de la semana: la retreta de la banda. Como todo pueblo que se respeta Regla tiene su calle con el nombre del Apóstol –solo que por ella no cruza la carretera central-; su iglesia parroquial, su ayuntamiento y su plaza de armas, que siempre ocupa el mismo lugar del parque.
Es la misma banda en la que tocaron los antepasados de muchos que hoy ocupan atriles; algunos combinando el golpe del batá con la delicadeza del oboe; puliendo los platillos con la misma pasión que protegen su ecueñón. Hay quien cuelga en su atril su mazo de collares, esos en los que el azul señorea. Hay puestos en la banda que se transmiten de generación en generación. Y es que en Regla todo es filial; no importa si es frente al tablero de ifá, o bajo la ceiba en que planta uno de los juegos de aquel poblado; o como bailador en una punta en la comparsa de los Guaracheros, o simplemente como monaguillo ante la virgen. Todo tiene un comienzo y un final genético en este lugar.
Es 24 de septiembre y la directora de la banda lo sabe; curiosamente es la primera mujer que la dirige y además no es de Regla; sin embargo todos le han dado su place. Alza su batuta, corta un rayo de luz y la música se hace; y con la música la procesión y los rezos y la música. Saben que cada sábado en la mañana, antes de tocar la primera nota deben sonreír a Yemayá.
Ese es el espíritu de este disco que supera y alimenta el alma de una nación. Lo mismo que al Santuario del Cobre, cada cubano debe ir; al menos una vez en su vida, al poblado de Regla.
Deje un comentario