A las exposiciones de Roberto Chile se va al seguro. No se requiere leer previamente valoraciones, que pueden ser acertadas, sobre él y su obra —como ha ocurrido también en esta oportunidad—, en busca de confianza para ir a disfrutar los resultados de su arte y su dedicación, con pleno dominio del oficio.
Eso fue lo que quien escribe las presentes líneas hizo al saber de la exposición Donde anida la poesía, que se inauguró en la sala El Reino de Este Mundo, de la Biblioteca Nacional José Martí, el pasado 1 de julio y aún puede visitarse, porque permanecerá abierta hasta el próximo 27 de agosto. Así se recibe, distribuido en paredes, el despliegue de lo que, más que un catálogo, ha dado lugar a todo un libro: Donde anida la poesía. Fotografías de Roberto Chile – Veinte poetas cubanos, que, ya en soporte digital, también se espera que circule impreso en papel.
No sorprendió al comentarista el anuncio de una exposición en que Chile hacía acompañar sus fotos con poemas de veinte autores. Su obra se ha caracterizado por la impronta poética, la que brota de las imágenes captadas por la cámara y, sobre todo, del ángulo, el sentido y la atmósfera fijados en ellas.
Pero esta vez en el arranque mismo de la exposición aparece algo que explica desde dentro los aciertos de un fotógrafo que no juega a ser poético, sino que lleva en sí la poesía: el primer poema de la exposición, del volumen, es del propio Chile, “Cauces”, donde, entre otras autodefiniciones, se lee: “Amo la luz que extiende sus hilos sobre el cauce y echa raíces/ llevo una antorcha que arde como el pájaro de plata”. Desde ahí todo se aclara. Las imágenes no dialogan con la poesía: se expresan desde ella. Es cuestión de flujo íntimo, no de préstamo o añadidura.
No pretende esta nota comentar detalladamente el contenido de la exposición: tan feliz cometido lo deben disfrutar, o seguir disfrutándolo, quienes la hayan visitado o la visiten. Ni espigará nombres de autores “convocados” por las imágenes: la selección no pasaría de ser una muestra injusta con quienes quedarían fuera. Hombres y mujeres, los veinte poetas de la selección ocupan su propio lugar en el conjunto expuesto, como representantes de generaciones diversas y maneras de hacer también diferentes.
Mi bandera.
Cada poema tiene el peso específico del contrapunto expresivo entre él y la foto correspondiente: no la imagen a la que acompaña, sino aquella con la que se enlaza. No se está precisamente —aunque también lo sea— ante un feliz ejercicio de ilustración visual de textos, ni del atinado complemento que aportan textos escogidos con mayor o menor pericia: lo que se recibe y se disfruta es un conjunto de poemas y fotografías que, más que escogidos con destreza, se dirían creados en la complicidad de un plan concebido en mutuo acuerdo. Que fechas y contextos —así como la historia y las fuentes conocidas de muchos de los poemas— adviertan que no fue así, ratifica el acierto.
No se apunta un dato menor al decir, o más bien reconocer, que Donde anida la poesía testimonia la constancia de un artista para quien la Revolución vive en su obra más allá de contingencias laborales asignadas, o provisorias realidades administrativas. Aquí, como debe ser para que tenga plenitud y legitimidad —conseguidas en su caso—, se trata del fruto de una voluntad coherente, orgánica, de una manera de ver el mundo y asumir en él la vida. En Donde anida la poesía es algo más que un guiño a una exposición, anterior, la presencia de una foto que remite a otra de las medulares contribuciones de Chile: Fidel es Fidel.
La estrella de Fidel.
Hay algo que desborda lo que vale decir sobre una nueva exposición del también cineasta, pero mencionarlo hace justicia a él y a sus entregas: está lejos del patetismo de quienes, ante incitaciones del mercado, puedan creer —no le ha faltado al articulista ocasión de sufrir el testimonio de semejante desvarío— que necesitan librarse de la aureola de fotógrafos de la Revolución para ganar mayor autonomía como artistas. Olvidan, de paso, que su relieve artístico lo deben a las imágenes que la obra revolucionaria les propició captar.
Resistencia.
Chile sabe, y lo asume con gozo en su probada creatividad, que tal escisión puede ser, además de inalcanzable y mezquina, innecesaria: él es un fotógrafo del arte y de la Revolución. Vale recordar al gran poeta y revolucionario que, después de confesar para sí mismo: “Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche”, tuvo la intuición necesaria para hacerse una pregunta que carga, más que la sombra de una duda, luz de certidumbre: “¿O son una las dos?”
Por todo eso, también Chile (Roberto) es Chile.
CHE
Un minuto de descanso (a Tina Modotti).
Utopía.
Hace calor en La Habana.
Germinaciones.
Desde el campanario (a Eusebio Leal).
Convergencia.
Clarividencia.
Brisa.
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