Cómo surgió y cómo se desarrolló la Casa de las Américas


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Estas palabras poco conocidas de Haydee Santamaría corresponden a una charla que sostuvo, el 4 de junio de 1974, con un grupo de obreros cubanos en la sede de la Central de Trabajadores de Cuba. La trascripción, que forma parte del enorme y valioso Archivo que atesora la Casa, el cual contiene variados documentos tanto de la fundadora de la institución como de cientos de artistas, escritores e intelectuales de nuestra América, constituye un adelanto del volumen sobre el pensamiento de Haydee Santamaría en preparación por el Fondo Editorial, para su colección Pensamiento de Nuestra América. A 61 años de su creación, la Casa de las Américas continúa siendo la Casa de Haydee.    

Compañeros y compañeras:

[…] La Casa de las Américas surge como un organismo más de cultura en Cuba. Cuando nace en el mismo año 59 se nos plantea que vayamos a dirigir ese organismo. Yo no entendía bien por qué tenía que ir allí. Yo no estaba entre las llamadas personalidades del arte y la literatura, ni siquiera tenía cultura. Había tenido poco tiempo para estudiar. Mucho para leer, porque eso siempre ha sido una de mis actividades constantes, y creo que es casi un defecto, pero leía sin indicaciones, leía como se puede leer lo que le cae en las manos a uno. Ni siquiera podía decir que por la lectura yo podía tener cultura, porque yo no leía nada porque debía leer algo, sino que leía todo lo que me caía en las manos. Y por supuesto, aquellos libros que todo cubano con amor a la patria no deja de leer: los libros de Martí, lo tocante a Mella, a Villena: pudiéramos decir que esos eran los únicos libros que yo leía con un contenido concreto, pero de lo demás, cualquier cosa. Así es que yo no era la persona más indicada para dirigir un organismo de cultura. Sentía por todas las manifestaciones del arte una gran preocupación, me gustaban mucho, y creo que puedo decirles, con honestidad, que tenía una gran sensibilidad para ellas. Viviendo en un central, y siendo una muchachita de un Central, donde todo era difícil que llegara, ya yo tenía preocupaciones por las distintas manifestaciones del arte, y rechazaba el mal arte sin saber claramente lo que era buen arte.

Cuando surge la Casa de las Américas, yo trabajaba en el Ministerio de Educación, donde Armando [Hart Dávalos] era Ministro, y siendo siempre una utility del marido ―aunque uno no quiera, pero tiene que reconocerlo―; Armando en aquella época cada vez que tenía un lugar que no conocía muy bien, me ponía frente a él para que yo lo descubriera. Cuando le decía lo que era, se buscaba la persona indicada para allí; y eso pasó en muchos lugares de Educación. Entre esos lugares ocurrió que a Armando le preguntan qué hacer con la Sociedad Colombista Panamericana, que estaba dentro del Ministerio de Educación. Armando no sabía lo que era aquello, y yo, ¡imagínense ustedes! Entonces, un buen día me dice que vaya para allá, y me van a ver unas cuantas personas que trabajaban allí, insistiéndome en que yo debía ir para allá. Yo lo rechazo al principio, pero Armando me escoge para ese lugar. Creo que lo que les estoy diciendo no lo saben ni los compañeros de la Casa de las Américas, ni los compañeros que trabajan allí hace diez o doce años conocen esta historia. Armando me dice que vaya para allá, como me había mandado para otros sitios: que vea lo que es aquello, que le diga lo que es, y después veremos lo que hacemos. Cuando llego allí, yo no entiendo nada. Era un enredo tremendo aquello y la gente que estaba allí. Era un pedazo de casa que parecía una iglesia, y la gente que estaba allí entonces. Ahí estuve dos o tres meses y le cambiamos el nombre. ¡¿Qué cosa era aquello de Sociedad Colombista Panamericana?!, pues vamos a cambiarle el nombre. Entonces me proponen varios y entre los propuestos había nombres muy pomposos, y me quedé con el de Casa de las Américas. A cada rato Armando me preguntaba qué era aquello.

Yo, por temperamento, soy un poco empecinada. Cuando se me da una tarea me es muy difícil, por lo menos, no tener opiniones, me gusta tener opiniones, aunque muchas veces sean equivocadas. Y ahí continué hasta que me di cuenta de que a las personas que había allí no las conocía, no sabía de dónde venían, ni si podía confiar en ellas. Y como ni en esos momentos ni en ningún otro me he caracterizado por buscar solo a aquella persona que luchó o trabajó junto conmigo, o en el grupo, movimiento o partido en que yo trabajara, desde que en el año 59 se toma el poder estuve muy clara siempre de que el nuestro era el gobierno de los cubanos, y no el gobierno de un grupo de cubanos. Por tanto, a aquellas personas que estaban allí no debía investigarlas inmediatamente, y eso lo hago casi siempre y hasta hoy no me ha resultado mal. Porque antes de mandar a preguntar quiénes eran esas personas, yo quería tener mi opinión sobre ellas, y no podía decir: investíguenme a esta gente, porque yo no tenía opinión sobre aquellas personas. Nunca les pregunté dónde lucharon, cómo lucharon, porque yo creo que aquí luchó una minoría, y en aquel momento había que decirle al pueblo: tenemos que luchar todos. Ese fue un criterio muy firme que no lo adiviné yo, que tuve el privilegio de que Abel [Santamaría] siempre me lo enseñara: que el que luchaba tenía más deberes, que el que luchaba tenía que enseñar a luchar a los demás, y aquello, como tantas cosas que él me enseñó, siempre lo tengo presente y siempre me ha sido muy valioso. Y un día pienso: no debo quitar a estas personas, pero sí debo traer algunas otras en las que yo pueda tener confianza y me ayuden a comprender qué es esto. Y traigo a la compañera Marcia Leiseca, que estuvo trabajando en la Casa hasta hace muy poco porque fue con su compañero Osmany Cienfuegos para Pinar del Río. Yo conocía a Marcia: ella había trabajado directamente conmigo en la clandestinidad, y yo tenía absoluta confianza en ella, porque junto a mí había hecho tareas importantísimas, y siempre había actuado como una revolucionaria y con una lealtad tremenda. Pero además era una muchacha, podemos decir, de la clase alta, y por tanto tenía facilidad para penetrar en aquellas gentes, en ese ambiente, que en ese año 59 era igualito al del 58. Y con ella empiezo a descubrir un poco quién es cada quién, pero toda la indicación era que había que darle oportunidad a todo el que trabajaba allí, si quería seguir trabajando y quería ser revolucionario. Y así fue: hay compañeros que llevan quince años; otros tomaron el camino de los apátridas que han tomado muchos: claro, no entre los trabajadores. Y después de siete u ocho meses es cuando podía informar a Armando qué era la Casa de las Américas. Le digo a Armando: “mira, la Casa de las Américas es…”, y lo que iba a decirle no era nada.

Era un organismo que se habían inventado unos cuantos para editarse sus propios libros y decir sus propias conferencias y oírse entre sí. ¿Era esto mismo, no es verdad? Quiero ser justa. Y le digo: “mira, Armando, la Casa de las Américas no es nada, es una institución en que unos pocos pretenden editarse sus propios libros, oírse entre ellos, decir sus propias conferencias y aplaudirse ellos mismos”. Eso es lo que era la Casa de las Américas. Menos que una élite, mucho menos que una élite. Porque una élite podía ser Pro Arte-Musical, pero tenía un sentido, de ahí habían surgido ciertas figuras, y aquello no era ni eso. Pero estamos al comienzo de la Revolución, cuando yo le digo a Armando qué era aquello y le digo que también esa Casa de las Américas a nosotros nos conviene mantenerla para lo que nos dé la gana, porque como no es nada, la convertimos en lo que queramos en el momento en que queramos, y me parece que no debo irme de ahí. Quienes estábamos cerca de los compañeros que en este país saben lo que puede suceder, sobre todo Fidel, estábamos al tanto de que se avecinaban rupturas de relaciones con la América Latina, de que tendríamos grandes conflictos, todo eso ya sabíamos que vendría. Entonces yo empiezo a pensar que cuando nos aíslen de nuestro Continente, era importante no aislarse de la cultura latinoamericana. Porque aislarnos de los trabajadores latinoamericanos es muy triste, pero es la realidad, ya que para tener relaciones visibles con los trabajadores latinoamericanos tiene que haber un proceso revolucionario en sus países. Es cierto que a veces las dirigencias de esos trabajadores respondían a los trabajadores, pero muchas veces esas dirigencias eran mujalistas.1

Por tanto, yo me daba cuenta de que, aunque uno quisiera acercarse a los trabajadores y a los pueblos, eso era muy difícil. Y además, para mí, en el orden personal, era angustioso pensar que nos separaran de la cultura de nuestro continente. Pensaba, y sigo pensando, que la cultura de nuestro Continente es en lo fundamental la misma. Y entonces decido quedarme en la Casa de las Américas. No podía aceptar que por el aislamiento que íbamos a padecer, un día nuestro pueblo no supiera cuáles eran nuestros antepasados indígenas, quiénes eran los escritores y los artistas de nuestro Continente que habían sabido expresarlo en formas literarias y artísticas. Me preocupaba que un día, en este país, nuestros trabajadores, por haber quedado aislados de nuestro Continente, no supieran quién había sido Ricardo Palma, del Perú, o el Martín Fierro argentino. Pues, aunque las culturas puedan llamarse internacionalistas, no cabe la menor duda de que hay raíces, y por aislamiento pudiéramos no conocer las raíces de nuestra maravillosa cultura, tan profundas y tan hermosas. […] No podemos aislarnos de nuestra cultura, porque nos aislamos de nuestra política, nos aislamos de Bolívar, nos aislamos de San Martín, nos aislamos de Martí. Y si nos aislamos de ellos, nos aislamos de nuestra cultura, porque ellos son parte esencial de nuestra cultura también. No es casual que en tiempo no muy lejano hubiera un indio en México que se llamó Juárez. La preocupación en mí no era pues solamente cultural o artística, era política también. Y al decir esto, compañeros, quiero que me entiendan: no supone esto contradicción ninguna con las demás culturas, pero es que nosotros podemos amar a los hijos de todos, pero no cabe la menor duda de que tenemos que amar más a los que llevamos en la barriga o hemos criado, ¿no? Ahora, eso no quiere decir que nuestra cultura debamos sentirla como la única. Nuestra cultura es para unirnos a otros países y a otras culturas. Pero como profunda martiana tenía ese gran temor de que se desconociera la nuestra. […] [T]enía miedo de que nuestros niños un día no conocieran nuestra cultura, tenía miedo, y por eso me quedo en la Casa de las Américas. Pensé: cuando nos aíslen, cuando no tengamos forma de comunicarnos con los países hermanos de nuestro Continente, daremos a conocer a nuestro país el arte y la literatura de la América Latina. Pero cuando empiezan a romper relaciones con nosotros, cuando empieza el bloqueo tremendo, ahí salta la guerrillera, y pienso que, aunque eso era para mí una cosa muy importante, todavía más importante era poder llegar a los pueblos de la América Latina, a través de las manifestaciones culturales, para que no nos aislaran. Y de esa forma la Casa de las Américas empieza a mantener relaciones con organismos llamados autónomos, con universidades, con grupos de escritores y artistas que se aglutinaban en torno a la Casa e incluso se conocían allí personalmente.

Y nos damos a romper el bloqueo a través de la Casa de las Américas. Y les puedo decir, con satisfacción que lo rompimos, aunque solo fuera en el orden cultural. Cuando a casi ningún país de nuestro Continente llegaba nada de Cuba, la Casa de las Américas llegaba. Ahí es cuando uno se tiene que dar cuenta de que la cultura es política, y la política es cultura. Puedo decirles que en muchos de nuestros países, en los momentos más tremendos de nuestro bloqueo, entraban directa o indirectamente cosas de la Casa de las Américas. Nos sucedía en algunos países que, si nos quitaban los paquetes en el aeropuerto, los propios policías del aeropuerto los vendían luego, porque ya la Casa de las Américas tenía un nombre. Ante eso yo decía que el que lo compra es porque tiene deseos de saber qué pasa en Cuba. Y así fuimos llegando a los países, y los países llegando a nosotros.

¿Por qué no se conoce mucho en Cuba lo que es la Casa de las Américas? Porque si hubiéramos puesto el énfasis de la Casa de las Américas en hacerla llegar a nuestro pueblo, hubiéramos tenido que dejar de lado lo que en aquel momento era importante. Hoy, ya nuestra revolución ha hecho organismos de cultura indicados para cada cosa, y aunque para nosotros sería muy agradable poder volcar la Casa de las Américas hacia nuestro país, ella tiene sobre todo otra función: si la Casa de las Américas publica libros, por ejemplo, lo más importante no es que esos libros lleguen a nuestro pueblo, porque para eso están el Instituto Cubano del Libro, la Unión de Escritores, el Consejo Nacional de Cultura, el Ministerio de Educación. Lo más importante es que esos libros de la Casas de las Américas lleguen a la América Latina. En nuestras exposiciones, nosotros no exponemos cosas de los cubanos porque ya, desde hace muchos años, los cubanos tienen lugares donde exponer: y nosotros exponemos cosas de los latinoamericanos. Esto no quiere decir que las puertas de la Casa de las Américas no están abiertas para nuestro pueblo, pero también hay un problema de distancia, de lugares. La tarea fundamental de la Casa de las Américas no es coger esa exposición y llevarla a Santiago de Cuba. ¿Por qué? Porque no tenemos medios para tanto, porque desmontar una exposición de la Casa y llevarla a Santiago es doble gasto. La función más importante de nosotros en estos momentos, al no tener todas las condiciones para hacer eso […] es que vengan los pintores. Que tengamos una gran discusión donde también intervengan pintores cubanos, como un país latinoamericano más, y de ahí surjan cosas para nuestro Continente.

[…]

Por eso la Casa de las Américas es mucho más conocida fuera de Cuba, porque esa es su tarea, esa es su función. Ustedes deben saber que al Premio Casa de las Américas vienen obras de toda la América Latina. Incluso en momentos muy difíciles se premió a un boliviano, y en estos momentos, en este último premio, como ustedes saben, se premió a un chileno. Es decir, nos llegó una obra de Chile en pleno fascismo. Y cuando los escritores latinoamericanos vienen a Cuba, lo que más nos interesa es que esos escritores se vayan con una visión justa de lo que es nuestra Revolución. No solamente se otorga un premio, se leen cuatrocientas o quinientas obras que vienen de toda la América Latina, sino que hay muchas discusiones en la Casa de las Américas con esos escritores y se llega a conclusiones fecundas.

[…]

Compañeros: así surgió y así se ha ido desarrollando la Casa de las Américas. Y puedo añadirles que hoy la Casa de las Américas no solamente le interesa a la América Latina. Hoy también le interesa a Europa […]. Además, tratamos de estar al día en nuestros ficheros, lo que no es tan fácil. Pero no hay un compañero a nivel más alto o a nivel más bajo que vaya a escribir algo sobre un país latinoamericano, que no tenga que ir a nuestra biblioteca a documentarse. Y es preocupación nuestra que ese servicio solo lo tienen los de La Habana. Aunque ustedes comprenderán que eso es un problema de recursos. Pero sí todo lo que publicamos ―y aspiramos a publicar lo más importante de la América Latina en nuestro campo―, y todo aquello de lo que recibimos más de dos ejemplares, va a parar a las bibliotecas del interior, sobre todo de la Universidad de Oriente. Y también si en un lugar del interior, cualquiera, joven o viejo, está haciendo un trabajo serio sobre Latinoamérica y nos señala que necesita tantos libros, nosotros se los prestamos, y si tenemos que llevárselos en avión, se los llevamos, porque ese es un principio de la Casa de las Américas también. Con mucho cuidado, porque a veces que tenemos un solo ejemplar, pero se lo llevamos. Y en muchos casos, no solamente nos escriben pidiéndonos unos libros, sino que nos escriben que están haciendo tal trabajo sobre tal país o sobre tal cosa de un país, y nos preguntan si nosotros podemos ayudarlos en decirles qué libros deben leer y si se los podemos enviar.

Esto lo hacemos con el interior de nuestro país, pero claro, también eso se queda en un grupo reducido. Ahora, yo creo que si en sus centros de trabajo, después de tener ustedes esta explicación, les interesa tener una biblioteca con nuestras publicaciones, pueden contar con ellas. Hace solo unos días, a cuatro compañeros de la Casa de las Américas, compañeros que nos hacen una falta muy grande, nos los pidieron para ir a la Universidad de Oriente como jurados y uno de ellos dijo: “no podemos ir los cuatro, ¿cómo nos vamos a ir los cuatro?”, y le respondí: “se van los cuatro, y van a ser jurados en la Universidad de Oriente”. Y se fueron para allá. Y si la Casa de las Américas, después de esta conversación, interesa en sus respectivos sindicatos, en el momento en que ustedes lo pidan, va un compañero a hablarles, aunque sea una exposición larga como esta, y recibirán nuestras publicaciones. Muchas gracias, compañeros. Gracias de verdad.

1 Mujalismo. Expresión despectiva derivada del apellido de Eusebio Mujal, quien encabezó la Comisión Obrera Nacional del Partido Auténtico, desde donde constituyó una punta de lanza para la usurpación de la dirección de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC) en 1947 y la expulsión de los líderes sindicales comunistas. Este calificativo se aplicaba a los dirigentes obreros vendidos a la patronal, cuyos dirigentes eran elementos corruptos y demagogos.


1 comentarios

Grisela martinez Carrazana
27 de Abril de 2024 a las 16:33

Brillante Haydee, previsora y revolucionaria. Digna de reconocer por su entrega, valentia y coraje!!! Su discurso es totalmente vigente para el hoy, a 65 años de la fundacion de nuestro histórico y admirable TEMPLO: "CASA DE LAS AMÉRICAS ". ENHORABUENA.

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