Imágenes: Tomadas del perfil de Facebook del autor
Hoy despertamos más tristes, más solos, más huérfanos, más ausentes de belleza. Cosme Proenza Almaguer, uno de los más reconocidos artistas visuales cubanos, pintor, dibujante, escultor, ceramista, maestro en el sentido más amplio de la palabra, falleció esta madrugada en Holguín, la ciudad en la que realizó —y donde único era posible, decía— la mayor parte de su producción artística. Alcanzó cimas universales, expuso en disímiles galerías, y obras suyas se encuentran en colecciones privadas e institucionales de varias partes del mundo. Dejó —algo difícil de lograr— una impronta, un sello que lo hizo distinguible en el universo plástico contemporáneo y, aún más —ahí está lo realmente difícil—, en el imaginario popular.
“Dejó de crear el maestro Cosme Proenza, un demiurgo descifrador de universos que nos hizo, desde la utilidad de su virtud, la vida mucho más hermosa”.
Tuve la oportunidad de conversar largas tardes con él, al amparo de sus obras, en su casa. Lo entrevisté ampliamente más de una vez y cada momento fue una oportunidad inmensa, una clase de humildad, conocimiento, amor y entrega al arte. Cosme tenía, además, una agilidad y un humor magistrales. Logramos que las páginas de La gaceta de Cuba, donde apareció la entrevista, estuvieran acompañadas de su obra, al igual que la portada —revista que, impresa poco antes de la Covid-19, no pudimos presentar en Holguín, y que además de sus obras, tiene las fotos (que comparto aquí) que Adrián Aguilera hizo durante un encuentro en la Catedral de Holguín, a la que donó varias piezas, entre ellas sus magníficas pechinas.
“Logramos que las páginas de La gaceta de Cuba, donde apareció la entrevista, estuvieran acompañadas de su obra”.
Varias versiones de la conversación, que hoy hubiera hecho de otra manera, aparecieron en otras revistas y sitios web. Además, tuve la oportunidad de presentar una exposición con sus dibujos y escribir para varios medios artículos sobre sus muestras, como la reciente Variaciones sobre temas de Matisse.
“Tuve la oportunidad de conversar largas tardes con él, al amparo de sus obras”.
Cuando formé parte del ejecutivo de la Asociación Hermanos Saíz holguinera, enviamos la propuesta para el Premio Maestro de Juventudes; lo acompañamos durante la entrega en la habanera Plaza de la Revolución. Ese premio, el que le entregaban los jóvenes, creía, era el más importante, pues significaba haber dejado, de alguna manera, una impronta. Dejó alumnos, directa e indirectamente, que le deben una parte de lo que son, y que lo reconocen como el faro inimitable que alumbró la obra de muchos.
“Un avanzado de la posmodernidad en Cuba”.
Soy de los que cree que merecía, desde hace años, el Premio Nacional de Artes Plásticas, el cual se habría honrado al tenerlo entre sus galardonados, pues la “galaxia Cosme” es mucho más, muchísimo más, que sus series más conocidas: Los dioses escuchan o Boscomanías, por ejemplo. Junto al Cosme neobarroco, erótico y fantástico, coexistió el investigador del arte occidental; un avanzado de la posmodernidad en Cuba, mediante signos, intertextualidades y manipulaciones; un ser lúdico que, mientras estudiaba la historia del arte, incluso la abstracción, se divertía a plenitud. “Mi pintura es investigación”, me dijo más de una vez. Y sí, pura investigación encontramos en sus cuadros, que son, además, clases magistrales. “Lo grande que tiene el arte es precisamente su capacidad de expansión. La belleza es imperdonablemente adhesiva, no hay manera de escapar de ella”, me dijo entonces.
“Junto al Cosme neobarroco, erótico y fantástico, coexistió el investigador del arte occidental”.
Holguín —aquí se produjo el encuentro entre las dos culturas en 1492, el hallazgo de la Virgen de la Caridad del Cobre; por eso eran posibles en este punto geográfico del oriente cubano, insistía, esa mezcla de herencias e influencias y esa asimilación de formas y técnicas— ya no será la misma, no puede serlo: dejó de crear el maestro Cosme Proenza, un demiurgo descifrador de universos que nos hizo, desde la utilidad de su virtud, la vida mucho más hermosa.
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