El arte de ser una mujer en las artes cubanas


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Retrato de Flora, de René Portocarrero.

 

“Una gardenia, mamá, dame una gardenia”

Lucía

Pensar en las artes escénicas cubanas significa también pensar en la presencia de esas féminas que han dedicado su vida al sublime oficio de encarnar desde los lenguajes artísticos disímiles roles.  Ellas han abarcado todos los géneros escénicos desafiando prejuicios sociales, oposiciones familiares, el “no”, las incomprensiones, incredulidades de algún sector del público más exigente; e incluso han vivido, la gran mayoría, esa dualidad de ser artista y además los compromisos de madre, esposa, entre otros retos que se presentan en la vida.

Sobrados son los ejemplos, muchísimos nombres que se pudieran citar en el teatro, la danza o algún otro medio, no desde una postura de mujer florero, sino desde la mujer apasionada, temperamental, entregada a la profesión. Mujeres actrices, locutoras, dramaturgas, bailarinas, coreógrafas y directoras que han quedado en la memoria colectiva del pueblo cubano por la fuerza y la constancia de su quehacer artístico.

La voz de Zoila Casas Rodríguez irrumpía en Cuba, cuando en 1922 llegó la radio como un fenómeno novedoso, marcaría el comienzo de una estela de locutoras, actrices y más tarde algunas que se convertirían en guionistas y directoras de programas radiales. Entre estas voces connotadas están la de Bellita Borges, la primera actriz Violeta Casal, Conchita García, la multifacética Consuelito Vidal, quien también ocuparía otros medios como el cine y la televisión, asimismo Eva Rodríguez con su timbre personalísimo y su cálido “Saludos amigos”. Martha Jiménez Oropesa y Marta Velasco, Aurora Basnuevo, todas dándoles voz a los personajes del popular programa Alegrías de sobremesa. Todavía algunas de ellas están ahí, son joyas en este medio, otras se han incorporado para seguir haciendo una radio de calidad.

Otros rostros trascendieron desde el Teatro Musical y los espacios humorísticos. Desde las primeras actrices del Alhambra y el otrora Teatro Martí, donde encontramos nombres como el de Consuelo Álvarez o Luisa Obregón, ha existido una fuerte presencia de la figura femenina en estas corrientes teatrales. Continuadoras de esta tradición están las inolvidables Rosita Fornés, Rita Montaner, María de los Ángeles Santana y otras que se desdoblaron en más de una manifestación artística y transitaron por la actuación, el canto y la danza. Recordadas siempre serán la carismática Alicia Bustamante, Asseneth Rodríguez, Zenia Marabal, Cirita Santana, Miriam Socarrás y un cúmulo de actrices que enaltecieron este género que pareciera hoy menguado, aunque todavía existen exponentes que hacen justicia al esplendor que alcanzó el teatro musical en épocas pasadas.

Actrices devenidas directoras, Raquel Revuelta y su participación en la fundación de Teatro Estudio en 1958, Flora Lauten al año siguiente funda Teatro Buendía. Orietta Medina toma la dirección en 1991 de la Compañía Hubert de Blank. Antonia Mercedes Fernández está entre las fundadoras del Estudio Teatral Vivarta. Lejos de La Habana, en el oriente cubano, Fátima Patterson funda Estudio Teatral Macubá en 1992, siendo una de las agrupaciones insignes de Santiago de Cuba. En 1996 Nelda Castillo crea El Ciervo Encantado, colectivo que ha desarrollado una estética provocadora que se mueve entre el performance y otras formas del teatro contemporáneo.

El oficio de la escritura teatral ha sido cuestión de mujeres también, se pudiera mencionar como primera figura a Gertrudis Gómez de Avellaneda, más cercanas en el tiempo Raquel Carrió, Nara Mansur, Agniezca Hernández, entre otras que son consecuentes con el contexto y trazan algunas problemáticas que sitúan a la mujer en el centro del discurso dramático.

El arte circense ha tenido una importante presencia femenina. Con la fundación en 1968 del Circo Nacional de Cuba, las féminas han estado presentes enalteciendo este arte. Los números de contorsionismo, el emblemático acto de fuerza capilar y la célebre pareja de Sixto y Lucía con el número circense de cambio de vestuario que ha impresionado al mundo, tanto así que ostenta el Récord Guiness con más de 15 cambios en un minuto. También en la magia han incursionado, aunque con una participación discreta, pero demostrando que no hay límites para ellas.

La danza ha sido terreno fértil para las iniciativas femeninas desde los diversos lenguajes danzarios. La impronta de Alicia Alonso trajo consigo la conformación una compañía, una escuela cubana de ballet y una depurada técnica académica reconocida a nivel mundial.

El movimiento de danza moderna en nuestro país cuenta con una fuerte presencia femenina; Lorna Burdsall, Elena Noriega, Elfrida Malher, y a ellas se suman nombres de valiosas intérpretes cubana: Ernestina Quintana, Cira Linares, Clara Luz Rodríguez, Luz María Collazo, Perla Rodríguez, Regla Salven, entre muchos nombres más.

En los años 80 y 90 del pasado siglo ocurrió un fenómeno sin precedentes en el país, varias mujeres se desprendieron de las compañías nutricias e iniciaron sus propios proyectos. Lorna Burdsall emprendió en 1981 su proyecto Así Somos, en el año 1987 Caridad Martínez, Rosario Suárez, Mirta García, María Elena Diardes, Caridad Ravelo, Selma Sorhegui, encabezaron las huestes de Ballet Teatro de La Habana, polémico proyecto que aportó obras interesantísimas al acervo escénico cubano.

Ese mismo aparece Isabel Bustos Romoleroux con Retazos, sobre los postulados de esta vertiente de danza teatral que se había consolidado en el mundo. Un año después Marianela Boán fundó DanzAbierta, colectivo que años más tarde lideró Susana Pous hasta la concreción de su propio proyecto Micompañía. Rosario Cárdenas en 1989 emprende su propio proyecto de creación, surge así Danza Combinatoria. Un año después la bailarina y maestra Lizt Alfonso crea Danzas Ibéricas, hoy convertida en Lizt Alfonso Dance Cuba, y que en sus inicios estuvo integrada solo por mujeres.

Fuera de la capital cubana aparece en Matanzas, en 1987, Danza Espiral, fundada por Liliam Padrón. En 1992, la bailarina y pedagoga Maricel Godoy, a cargo de un grupo de jóvenes egresados de las escuelas de danza, funda Codanza en la ciudad de Holguín. En Guantánamo Elfrida Malher creó Danza Libre (1990), un aporte significativo para el desarrollo de la danza en esa provincia del oriente cubano.

Ya a finales de los años 90 y en los 2000 surgen otros proyectos danzarios liderados por mujeres como la compañía de espectáculos Yoldance en 1999, con la dirección de Yolena Alonso y también en La Habana surge el Ballet Rakatán, a cargo de Nilda Guerra. En Las Tunas surge el proyecto Emovere (2001), con Yeni Molina como directora. En 2002, se funda el Ballet Contemporáneo de Camagüey Endedans liderado por Tania Vergara. Otra de estas mujeres guías es Liliet Rivera, quien fundó la compañía Habana Compás Dance en 2004, donde se combinan varios estilos de danza con la percusión en vivo de sus bailarines y músicos.

Muchas han faltado por mencionar, esbozar un recorrido historiológico en torno a las mujeres que han sido puntales de las artes escénicas cubanas puede ser arriesgado, lo es aún más cuando se es joven. Sin embargo, he apelado a la memoria popular, a aquellos nombres que mencionan los abuelos por una frase, un personaje, su timbre de voz, una canción, una coreografía o un acto sorprendente que parece desafiar la naturaleza humana.

Ellas, las del teatro, la danza y otras manifestaciones artísticas han dejado y continúan proporcionando un tributo fundamental a la cultura cubana, a la vez han el camino para las posteriores generaciones. Desde la fuerza de una mirada como la de Adela Legrá, la fatídica locura de la frase “dame una gardenia mamá, dame una gardenia”, por la inolvidable Raquel Revuelta o la candidez de una joven Eslinda Núñez, todas ellas encumbradas por Humberto Solás en Lucía.

También, la Alina Rodríguez inmortalizada en novelas como Tierra Brava o en películas como Conducta. Alicia Alonso, eterna en Giselle, las Cuatro Joyas del ballet cubano, inolvidables protagonistas de ese universo terrenal y etéreo. Nieves Fresneda, Zenaida Almentros, Silvina Fabar, o Teresa González y su imponente presencia desde el Conjunto Folclórico Nacional de Cuba, entre otros nombres de mujer inscritos como fieles exponentes de las tradiciones folclóricas, todas artistas de ayer, de hoy y siempre, hacedoras de un arte ilustre y cubanísimo.

 


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