El son cubano; analogías y atavismos en sus prácticas más auténticas


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Cuando de cubanía se trata, es el “son” de esos elementos legendarios que con distinción y entereza la tipifica, acreditado por su evidente valor identitario a través de sus prácticas habituales. Manifestación representativa con atributos emblemáticos envueltos desde las propias y diversas rubricas en cada faena del cotidiano de los cubanos, razón por la cual no puede excluirse en su privilegiada empadrona social y cultural. Sin duda, constituye referente excepcional al desprender un marcado reconocimiento social, cultural y comunitario. Simboliza uno de los universos más originarios y definitorios en la idiosincrasia del etnos- nación- cubano.

Teniendo como base algunos estudios in-situ en varias comunidades portadoras de tradiciones por varios años, hemos referido y revelado algunas consideraciones relacionadas con las prácticas soneras más auténticas existentes en toda la isla como fenómenos imperecederos para la cultura popular tradicional. A pesar que su mayoría cuenta con el sello distintivo de centenarias, además de constituir un patrimonio cultural imponderable, así como de poseer la honrosa virtud de atesorar por décadas ritmos, cantos y bailes, los cuales definen a creces la impronta distintiva de los procesos heredados y preservados desde su génesis hasta nuestros días, lamentablemente aún percibimos ciertas insatisfacciones al no ser valoradas y apreciadas como merecen, sin tener en cuenta la necesidad de ser visibilizadas, promulgadas y viabilizadas; en ocasiones estas privaciones son originadas por el propio desconocimiento, mientras otras son relacionadas con la poca concientización y sensibilización de su trascendencia perteneciente a lo más enraizado y arraigado que puede avenirse en el panorama etnodemográfico de Cuba. 

Cuando se culminaron los estudios de campo en diversas comunidades cubanas con vista a la confección del “Atlas Etnográfico de Cuba: Cultura Popular Tradicional” en la década del 80 del siglo pasado, fue fácil comprender desde los propios resultados arrojados por la cartografía cultural, la extensión generalizada que abarca en todas las zonas del país el “son” y sus disimiles variantes como manifestación, siendo sin duda, la expresión tradicional de mayor representatividad en toda la geografía nacional; eso dice de su importancia y magnitud para la cultura y la identidad del cubano. Esto demuestra el lugar que ocupa, así como sus significados, importancia y relevancia que merece, sobre todo, cuando la mirada se revierte de una forma antropológica e histórica del fenómeno, pienso que aún existe una visión y comprensión limitada de sus verdaderas esencias, por lo que sería oportuno allanar enigmas y escrudiñar elementos que le son inherentes; por lo que no se trata solo del baile y la música, pues como sabemos, otros rubros de la cultura popular tradicional también le son inherente a la propia práctica cultural y por tanto, le pertenecen también.    

No todo lo que brilla es Son, ni todo lo que suena es Oro (I) * (Video)

Al referirnos al “son” como expresión músico-danzaría, originada en el oriente de Cuba, debemos siempre señalar que desde sus inicios ha sido un producto de una particular convergencia de elementos europeos y africanos, mientras es interpretado musicalmente por una orquesta generalmente compuesta por instrumentos, como: el “tres”, “güiro”, “maracas” y “bongoes”, aunque esto puede variar en dependencia de la variante o forma de representarse en sí. Cuenta con un compás de dos por cuatro, además consta de dos partes: la primera, a manera de estrofa, que antiguamente la cantaban dos voces, y la segunda, que constituía el coro, estribillo o sonsonete, a modo de comentario de la primera parte.

No todo lo que brilla es son, ni todo lo que suena es oro (2)* (Video)

Si escudriñamos en busca de lo más legendario y fidedigno de las expresiones soneras; por una parte encontraremos en ellas auténticas raíces de nuestra nacionalidad, pero por otra notaremos lo pocas reconocidas en la actualidad, por lo que me gustaría recapitular algunas variantes que bien valdría la pena agasajar con el fin de ponderar el verdadero “son cubano”, si en realidad deseamos considerarlo como parte insoluble de la cultura cubana.

En un plano algo privilegiado podemos aludir a una de las formas consideradas como primogénitas del “son cubano”, las cuales han sido eco y motivación en realizaciones de audiovisuales, la producción literaria y como parte de los catálogos promocionales para el turismo, ocupando mucho más presencia y visibilidad en comparación con otras manifestaciones tradicionales soneras menos conocidas, el hecho de ser las primeras le imprime cierto valor en éste sentido. El “Nengón” es un género musical creado en pleno lomerío baracoense, específicamente en la comunidad del “Güirito” con el “Nengón Kiribá”, surgido específicamente en 1868, al igual que el “changüí” identifica la música, así como bailes y danzas tradicionales preservadas por varias generaciones; el conjunto musical se manifiesta en formato de septeto, mientras los instrumentos utilizados, son: “güiro”, “maracas”, “tres”, “bongoes”, “claves” y “marímbula”, además su repertorio tradicional, lo componen: “el Kiribá”, “Nengón”, “aeroplano mundial”, “la pasión carril”, “bombo camará”, “cabaret” y “valse”,  existen en la actualidad diversas agrupaciones  y manifestaciones tradicionales que cultivan el “Nengón”; es típico de la zona oriental de Cuba, los más conocidos; además del ya mencionado “Nengón Kiribá” encontramos también el “Nengón de Imías”; ambos en la tierra del Guaso, mientras continuamente aparecen algunos desprendimientos, como: el “Nengón del Cauto” en Cauto Cristo, Granma y el “Nengón Tunero”, los cuales adquieren su propia identidad y por tanto responden a la impronta de sus cultores en el propio proceso de reconocimiento y asimilación cultural por  años, o sea, a medida que fue tomando auge y nivel de resistencia y perdurabilidad, fue también procesando o generando una peculiar manera de ser interpretado. La mayor limitante en su visión antropológica está dada por el no reconocimiento de otros aspectos que circundan la vida de ese mismo portador de tradiciones; y que constituyen elementos asociados a la tradición, nos referimos a su relación con las actividades laborales (específicamente el cultivo del cacao, el café y la pesca en rio), así como otros ámbitos o rubros a considerar, como las comidas y bebidas tradicionales y la artesanía popular tradicional propias del Baracoa. El proceso cultural de la localidad propició la celebración de la “Fiesta del Kiribá y Nengón”, la cual se celebra en un ranchón ubicado en La línea. La fiesta se vincula con la del “Cacao en el Jamal”, se comienza desde los preparativos del jolgorio; limpieza del rancho,  elaboración de los platos y bebidas típicas, se organiza el pedazo de tierra con un hueco para el asado del lechón en púa para deleitar junto al congrí, además de viandas y ensaladas, acompañados por sabrosos dulces, como: el  “cucurucho de coco”, “dulces de naranja”, “frangollo de plátano tulanga”, y otros  como; “calalú con leche de coco”, el “bacán”, “palmito con leche de coco”, “enchilado de cangrejo con leche de coco”, “fríjol caballero con leche de coco”, “cucurucho”, “frangollo”,  entre otros.        

Pienso que también al igual que el “Nengón”,  el “son montuno” ha sido de los más favorecidos, al menos más representado, promulgado y visibilizado, sin duda, este conjunto musical surgido a finales del siglo XIX y principios del XX ha mantenido afortunadamente su forma original, su escenario se ha desplegado a muchas zonas del interior del país, manteniendo su esencia musical a base de “guitarra”, “tres”, “maracas”, “claves”, “bongoes”, “marímbula” y en algunos casos hasta una “botija”. Esta agrupación musical evolucionó en la capital hacia los sextetos y septetos, los que sustituyeron algunos instrumentos e incorporaron otros. En cuanto al conjunto de “son montuno”, el sexteto es el que más influjo ha ejercido sobre éste durante la primera mitad del siglo XX hasta nuestros días.

Otras formas o variantes no han trascurrido con  la misma suerte que el “son montuno” y el “Nengón Kiribá”, en cuanto a reconocimiento y visibilidad se trata, puede pensarse, tal vez, por constituir elementos autóctonos muy específicos de algunas zonas del país, suele también ocurrir dada la poca representatividad en su repertorio por parte de unidades artísticas del movimiento de artistas aficionados y/o agrupaciones profesionales, quienes no han apostado por éstos ritmos a pesar de su encomiable y legendario valor identitario, así como su impronta peculiar como fenómenos netamente originarios, o también pudiese ser la lamentable e irreparable razón menos deseada por quienes amamos y defendemos la cultura popular tradicional; la de una posible pérdida de la práctica cultura en sí.

En este sentido también podemos excluir al auténtico “sucu-sucu”, el cual los pineros lo ha resguardado como su perla musical, aunque para muchos difiere del son al poseer un aire más pausado y esquemas rítmicos mucho más sencillos, se pueden presenciar en su estructura rasgos básicos, como; el arrastrar los pies por el piso, lo cual ocasionaba en los antiguos pisos de madera un sonido similar a «sucu-sucu» (de ahí su nombre), además del influjo recibido de los bailes procedentes de Jamaica o de las Islas Caimán, con una notable e histórica influencia en esta región cubana. La figura de Mongo Rives y su familia ha sido determinante en la continuidad y preservación de éste ritmo cubano, afortunadamente goza de reconocimiento cultural, a pesar que su legendaria práctica le pertenece a la tierra pinera, es común encontrarlo en repertorios de grupos aficionados y profesionales de cualquier parte del país.

Mucho se ha contado del “Nengón” y sus variantes en la zonas guantanameras de Baracoa e Imías como células primarias del son, sin embargo cuentan también de la existencia de auténticos ritmos pertenecientes al “son montuno” a finales del siglo XIX y principios del XX un poco desconocidos por las generaciones actuales, nombrados: “la puntillita” y “la cañandonga”, la música de estos bailes pertenece al género del son y se interpreta en un compás de 2/4, utilizada en guateques campesinos y el instrumento predominante es el “tres”, acompañado, por: “guitarra”, “marímbula”, “bongoes de monte”, además el “guayo”, las “maracas” y las “claves”. Al escuchar cada uno de los temas se pueden catalogar de cantos libres pero alegóricos al quehacer cotidiano de los campesinos, se improvisaba durante un rato prolongado; el instrumento del “tres” (Patrimonio Cultural de la Nación) es el encargado de matizar los espacios libres, ejecutando una introducción, manteniendo el ritmo hasta el final. El efecto de la sonoridad del conjunto musical se acerca al “changüí”. Según informantes; formaban parte del ambiente festivo de las comunidades rurales de la zona de “la Tinta”, perteneciente al municipio de Maisí, provincia de Guantánamo. Se bailaba dentro de los patios o salas de las viviendas, y al culminar cada número se aplaudía vivamente a los bailadores. Esto ocurría frecuentemente, con periodicidad semanal o quincenal, para conmemorar las festividades y celebrar otros acontecimientos que les proporcionaban alegrías en la vida aislada de las agotadoras jornadas laborales del campo. “La puntillita” y “la cañandonga” presentan rasgos eminentemente distintivos de la estirpe campesina en la cultura cubana; dado, que su formato sonoro - instrumental y los cantos reflejan situaciones del ambiente típico de los guateques, aunque a decir verdad con matices propios que se expresan a través de la interpretación de estrofas y estribillos de época, y sus singulares pasos y movimientos coreográficos. Mientras se bailaba por parejas las cuales marcaban sus pasos en consonancia con la música y el canto. El paso en los bailes tradicionales específicamente de “la cañonga” se ejecutan al compás de la música, las piernas hacen una pequeña flexión y se mantienen durante todo el baile, se comienza saliendo con el pie derecho a pie plano, luego se alterna con el pie izquierdo y así sucesivamente, no tiene vueltas de pareja, es de coreografía libre y espontánea, protagonizada por improvisaciones bailables, mientras en el caso de “la puntillita” presenta elementos propios; cuando el talón baja sin tocar el piso, se realiza un brinquito como si se tuviera una puntilla en el zapato; luego se alterna con el pie izquierdo y así sucesivamente, tiene vueltas de parejas, sobre todo, por debajo del brazo del hombre.

Por otro lado el grupo portador de tradiciones de las variantes del son; “Nengón del Cauto”, particulariza sus cantos y bailes específicos de la zona del rio Cauto, con una sonoridad diferente a la de otros existentes en la región oriental, sus estribillos reflejan y responden al vínculo con el principal renglón económico de la región, tratándose de  la ganadería, constituyendo el baile la mayor motivación para su ejecución y originalidad, reflejando las faenas ganaderas en su coreografía y pasos básicos, los cuales recrean: la monta a caballo, el enlace de la vaquita y el robo de la novia, estas formas adquieren un sello distintivo, dado por la figura del vaquero de aquellos tiempos; por lo que se fue incorporando al guateque las espuelas, las pantaloneras y demás atuendos, propiciando un estilo en el cual insertan sus improvisaciones relacionadas con su trabajo cotidiano. Los instrumentos descritos por Doña Antonia Ramírez y su hermana Doña Julia Ramírez, organizadoras de los guateques en esta región, fueron: el “tres”, la “tumbandera” o “tambor arco”; su construcción respondía a la improvisación, fabricada a base de un palo de un arbusto llamado palo bronco, la cuerda de una fibra sonora y el parche de cuero, fijado en un hoyo que funcionaba como caja de resonancia, también la “bunga”; una especie de tambor fabricado con un palo ahuecado y cuero de jutía trincado con cuerdas de cuero o alambre, “maracas”, en la actualidad el formato que mantiene es a base del “tres”, “guitarra”, “marímbula”, “maracas”, “bongó”, “voz guía”, así como una segunda y una tercera.

Como otra expresión representativa y centenaria de la variante “Nengón del Cauto” es la familia Miranda, agrupación portadora que surge en 1876, hoy bautizada como grupo portador de tradiciones “Raíces soneras”. Sus instrumentos son construidos por ellos mismos, su composición musical es a base de “claves”, “maracas”, “güiro”, “bongoes”, “tumbadoras”, “marímbula”, “guitarra”, “tres”, especialmente, “la tumbandera” (instrumento fabricado en la tierra con elementos naturales (yagua y bejuco), el cual se percute y se pulsa a la vez, considerado como antecesor familiar del bajo. Otro de los instrumentos utilizados desde sus inicios es la “maraca cartapila”, fabricada por la familia a inicio de los años 20, le dieron este nombre porque su sonido se asemeja a la de un carro tirado por bueyes. Como dato curioso se debe señalar que se mantiene una sola tumbadora, ya que desde sus orígenes la familia utilizaba una “bocúa” (confeccionada a base de troncos de árboles) y no dos como se utiliza en grupos de este formato. Se agrega la pareja de baile como un detalle para enriquecer el trabajo del grupo. La pareja también es miembro de la familia. Ejecutan ritmos pertenecientes al “son”, “el Nengón” y el “sucu-sucu”. Significativos por la familia Miranda lo constituye la creación de la “Casa de las tradiciones”, atesorando valores y elementos patrimoniales desde los primeros instrumentos musicales, vestuarios utilizados desde antaño, además de objetos de la vida cotidiana de los campesinos de la zona desconocidos por las nuevas generaciones. 

Como resultante de los bailes, danzas tradicionales y expresiones musicales; presuntamente, en la década de 1930 empieza a entonarse en las “Cuchillas del Toa”, municipio de Maisí, el “aeroplano”; son primogénito guiado por el “tres”, que aunque sostenido sobre la improvisación, hace recurrente un estribillo -por las Cuchillas del Toa vi volar un aeroplano (…) ya voló (…)-, hace referencia a ese espacio geográfico natural. Aunque éste no fue el único, dentro de los sones que amenizaron los días festivos, cumpleaños y la noche buena, si fue el más arraigado en ésta oriental zona de Cuba

Con el permiso de algunos musicólogos, los cuales no consideran al “changüí” como expresión perteneciente al “son cubano”, desearía incluirlo en mi lista de expresiones tradicionales, no es propósito detenerme en el dilema de muchos; que si es parte o no de las variantes del son, pues pretendo viajar por las esencias más distintivas con que cuentan las expresiones soneras, pero también con el justo sentido de la inclusión a través de sus analogías y más aún con sus atavismos existentes. Como conocemos, contextualmente el “changüí” se le adjudica y es propio de las provincias orientales; sobre todo, su práctica es mucho más marcada en Guantánamo y Santiago de Cuba, aunque a decir verdad guarda similitud en su forma con el propio y auténtico “son montuno”, pero con una notable y acentuada improvisación de los “bongoes”, complejizando así el ritmo. La música del “changüí” es mucho más rápida que la del “son”, mientras se baila en posición de baile social, sus pasos son menos marcados y se realizan floreos con los pies; existe un mayor desplazamiento espacial por el cuadro y predominan las vueltas. También se denomina así una fiesta que se celebra en la provincia de Guantánamo, con características de fiestas campesinas. Por lo general las agrupaciones tradicionales changuiceras suelen construir sus propios instrumentos musicales, lo cual le imprime un valor agregado inigualable. Para beneplácito de seguidores y cultores practicantes; el “changüí” fue declarado recientemente como “Patrimonio Cultural de la Nación”.

Si de comunidad portadora de sones se trata hay que mencionar a Manzanillo, pues en su suelo alberga expresiones únicas y distintivas del verdadero “son cubano”; precedido por la existencia de una modalidad tradicional, como la “melcocha”; conjunto instrumental que toma como base la interpretación del “son montuno”, pero con la peculiaridad que no presenta voces, o sea se manifiesta de forma únicamente instrumental, incluyendo un “acordeón”, el cual imita la sonoridad del instrumento aerófono conocido como “órgano oriental”, además de la inserción en algunas agrupaciones tradicionales de la “quijada de caballo”, lo cual le imprime la sonoridad como si fuese un “chequeré”, en ésta expresión sonera destaca el grupo portador de tradiciones “Guasimal”, con una marcada transmisión de varias generaciones por parte de la familia Escalona con más de 125 años de existencia. El elemento que lo caracteriza como grupo portador es la transmisión generacional de su música y danza a partir de diferentes instrumentos peculiares y de un espectáculo singular en el que se pila café al compás de la melodía y se hace guarapo. La caña de azúcar es molida en un “cuyaye” para extraer la bebida edulcorante que se agrega al café, una vez pilado, se cuela en el momento para brindar al público.  También es digno nombrar el grupo portador de tradiciones “Melcocha de Yara”, la cual preserva los toques de las melcochas de antaño, muy características de esa zona oriental de Cuba. El “paracaídas” constituye otra variante del son montuno, propio de la región de Manzanillo, mucho menos conocida que la “melcocha”, aunque felizmente no se puede decir que se ha perdido en su totalidad, ya que se ha podido encontrar algunos de sus presagios en conjuntos típicos musicales de la zona.

Otras de las variantes del “son montuno” cubano que entran en el infortunio de poco conocidas de su existencia es el “papelón”, propias de las orientales provincias de Holguín y Las Tunas, se puede apreciar como el hombre baila con un papel, el cual es colocado en la parte posterior del pantalón, perseguido por varias mujeres, realizando diversas figuras, tratan de encender el papel con una vela o candil, baile muy divertido con un alto sentido lúdico. “Los Bandos Rojo y Azul de Majagua” lo han incorporado dentro de sus bailes. Mientras diversas agrupaciones del movimiento de artistas aficionados lo han incluido también en su repertorio músico danzario.

No solo en el oriente cubano encontraremos expresiones auténticas del genuino “son cubano”, en el centro del país aparecen también algunas manifestaciones soneras pocas conocidas. Dentro de éstos elementos podemos identificar a la “sirivinga”; considerada también como un tipo de fiesta, modalidad de “tingo-talango”, considerado también como un baile semejante a la “caringa”, se acompaña musicalmente a través de una “bunga”; compuesta instrumentalmente, por un  “tres”, “claves”, “taburete”, “machete” y por quien la bautiza; una  “sirivinga”. Constituye una modalidad propia de la región de Trinidad, surgida en el siglo XVlll, específicamente en el año 1775, de ahí su valor histórico, antropológico e identitario. Desde el punto de vista musical puede ser considerada como una variante de la “caringa”, por lo que también se le conoce por “caringa trinitaria”.

El “tumbaíto” también puede alistarse dentro de las expresiones soneras pocas reconocidas por los cubanos como una de las variantes del “son montuno”. Debe su nombre al movimiento propio de este baile, que suele compararse con el realizado para extraer el agua de un pozo.

Igualmente encontramos en ésta región del país el “buey suelto”; variante del “son montuno”, autóctono solo en las comunidades de Ranchuelo y Caibarién en Villa Clara; se baila en parejas, donde los cantos son improvisados por parte de los propios bailadores durante toda la ejecución.

Se impone entonces algunas interrogantes al respecto; en primer lugar: - ¿son aprovechados estos contenidos en los diferentes niveles de enseñanza de la escuela cubana, sobre todo, en aquellos planteles donde se encuentran estas expresiones?; en la asignatura Historia local de las escuelas en Baracoa, Manzanillo, Maisí, Imías, Trinidad, y demás sitios soneros deberían introducir contenidos referentes a sus propias practicas identitarias, no se puede seguir apostando por proyectos y programas educacionales generalizados y uniformes, los cuales no responden a las características propias de las comunidades, ¿Son conocidos éstos valores y sus significados por maestros, profesores e instructores de arte? ¿Se visibilizan éstas expresiones tradicionales por parte de los medios de comunicación y radios bases, así como por las instituciones docentes y culturales existentes en las propias localidades?

Muchas más interrogantes harían interminable estas reflexiones, debemos poseer una conciencia del verdadero papel de las expresiones soneras para todos los cubanos, el son es muestra de cubanía, identidad, sentido de resistencia, no por gusto significó la manifestación tradicional preferida por nuestros mambises en pleno  campo de batalla, decir son, es decir autenticidad, por lo que seguiremos apostando por viabilizar y preservar sus verdaderas esencias a través de las expresiones tradicionales y sus elementos asociados existentes en las comunidades reconocidas como portadoras de tradiciones, su conocidas influencias etnodemográficas de estirpe hispánicas y africanas con su origen netamente cubano la hacen distinguir como un sello distintivo, razón por la cual fue declarado como Patrimonio Cultural de la Nación con pretensiones de su proclamación futura de Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

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