¿Cómo puede una actriz tan extraordinaria, tan auténtica, tan querida, morir en una playa, aparecer sobre la arena ya inerte, tan lejos que no la podamos abrazar? Parece una de esas películas de final trágico que solo alguien como Broselianda Hernández podría convertir en una acabada obra de arte, en un ejercicio profundo de amor y entrega; que alguien con su verdad poderosa y eterna sobre la escena pudiera salvar, aunque se tratara de un guión poco feliz.
Por suerte la risa aparatosa que me hacía adorarla siempre con que ahora se me aparece nuestra Brose, logra espantar esa dura imagen tan sola y desprotegida, con la que fue encontrada en una triste orilla de North Miami Beach, cuando se ha sido amada por todo un país.
Leo y releo los reportes de prensa, en busca de lo falso de la noticia; los amigos más cercanos me llaman para comprobar si es cierto, convencidos de que se trata de una nueva bola de mal gusto, pero un tuit de la organización de vanguardia de los artistas y escritores cubanos no deja ninguna duda: «Fallece la destacada actriz de teatro, cine y TV Broselianda Hernández reportan algunos medios de comunicación y artistas en sus redes sociales. Considerada una de las mejores actrices de su generación. Desde la #Uneac nuestras condolencias a familiares y amistades. #CubaEsCultura».
Confieso que hubiera querido que fuera a mí a quien le contara, en una entrevista, que cuando niña se la pasaba «agarrada a una barra de ballet, hacía mis teatros yo solita, y cuando quise hacer las pruebas en el ISA mi abuela no se opuso abiertamente pero decía que no era una carrera para personas inteligentes. Creo hoy firmemente que es todo lo contrario, pero la verdad es que si no logras imponer tu inteligencia te tratan como a un peluche». Pero estaba seguro de que nos quedaba una vida por delante. «Hay tiempo, José Luis, tenemos tiempo...», y nos dedicábamos a conversar de cuanto Dios crió.
Al cineasta cubano Carlos Barba le habló, sin embargo, de sus maestros, los que más la influenciaron: «Isabel Moreno, con su ejemplo de magnífica actriz; Vicente Revuelta, como un ser genial que en aquellos tiempos me inspiraba temor aún no logro explicarme por qué; Miriam Lezcano, como primera maestra fue liberándome de esa horrible timidez que tenía cuando estudiaba; y Roberto Blanco, el gran descubridor, el que me graduó y con el cual trabajé mucho después en una reposición de Yerma. A todos les debo y agradezco mucho, especialmente a Roberto. La Academia era muy buena en aquellos años. Te daba eso: conocimientos, juegos. Era muy divertido estudiar en una escuela de arte».
A mí me enamoró sin remedio, cuando la descubrí en la televisión en Cuando el agua regresa a la tierra, aquella serie en que le mostró a Cuba su poderío como actriz, al lado de Manuel Porto y la Moreno. «Ese personaje lo hice con 26 años pero en el guion tenía menos, así es que adelgacé mucho, trabajé mucho y el resultado fue muy hermoso (consiguió el Premio a la mejor actuación femenina en televisión en el Concurso de la Uneac de 1994). Todavía yo soy ese personaje: rebelde, tierno, una muchacha sin afectos y que encuentra en el abuelo su razón de vivir. En su abuelo y en el monte. Ella es una muchacha montera de lo más recóndito de la Ciénaga de Zapata, es una experiencia única en mi vida, pues casi que me quedo allí; finalizando la serie salí embarazada y después es que protagonicé Las honradas, un trabajo muy diferente, una mujer diferente por dentro y por fuera a la de Cuando el agua regresa a la tierra.
«Fue un gran premio debutar en la televisión con una serie tan buena, con una cosa tan bien hecha y con un personaje tan bien estructurado. Con esa relación tan linda con el abuelo que me marcó...». Y, luego, en ella, la Broselianda, también nos haría pensar en su desempeño impresionante en Doble juego, en Diana..., por mencionar su impronta en la pequeña pantalla.
El cine tendrá que recordarla, aunque tuvo que pasar mucho tiempo para que pudiera adueñarse del set, si bien debutó temprano en el medio gracias a Bajo presión, dirigida por Víctor Casaus. Pero Broselianda era de la idea de que «los papeles, como los hombres, llegan a tu vida cuando deben llegar». Lo esencial es que nos volverá a hacer vibrar cuando nos rencontremos en la gran pantalla con Mata, que Dios perdona; Una rosa de Francia; Barrio Cuba; La anunciación; Martí, el ojo del canario.
«Todos mis personajes me acompañan», le aseguró a Carlos Barba en su entrevista. «Son como otros seres que se apoderaron de mí y entonces tengo más vida con ellos, a veces me cargan, a veces hablo con citas de ellos, vuelven siempre. Es raro. Eso de si realmente me ha llegado lo que quiero no lo pienso. Soy un poco escéptica respecto a que llegue un personaje de esos impactantes».
Sin embargo, amó interpretar a Leonor Pérez, la madre de José Martí, en la película de Fernando Pérez. «Es el más bello personaje que me han ofrecido en cine y creo que a partir de la película muchos investigarán más sobre esta mujer, que tuvo una vida de las más sufridas que he conocido, aunque solo se refleje en el filme una parte de esta, pues sabemos que ella murió ya anciana, sola y en la pobreza. Todavía me parece mentira haberla hecho yo».
Su huella mayor, para muchos, la dejó en las tablas. «Mi comienzo fue con Buscón. A José Antonio Rodríguez le debo el personaje de Ofelia en una versión de Hamlet. Entre nosotros hubo una gran amistad y era en aquellos momentos El Buscón una pequeña familia para mí, y José Antonio, un padre que siempre estaba para todo en mi vida, hasta en un aborto, nunca lo olvido. Flora es una directora a quien también quiero mucho, la conocí desde que yo era niña y trabajé en dos obras con ella: Lila la mariposa y Las Bacantes, esta última fue con un bellísimo personaje, fuerte y grande: Ágave. Flora Lauten es una mujer extraordinaria. Con Carlos Díaz tengo la relación más intensa dentro del teatro, no solo por sus obras sino por nuestra conexión en todos los sentidos. Hay personas que tienen que ver con una y es algo como químico, de energías parecidas. Yo creo que en su forma de ser y de pensar nos parecemos mucho.
«El teatro es la base. Cuando dominas un medio tan duro, de tanto entrenamiento físico, después estás más preparada para todo. Es lo más duro, lo más efímero y es único. Me gusta el teatro y creo que soy muy teatral, es verdad que siempre regreso al teatro. Hay algo de morbosidad en la relación de un actor con el teatro. Ese miedo, esa total exposición ante un público presente, de quienes puedes escuchar desde bostezos, abucheos hasta cuando logras atraparlos de tal manera que no se oiga ni un suspiro, es tremendo. Hay algo de dominación y dominado, no sé. Hay un constante baja y sube de adrenalina que necesito y extraño. Y de mucho amor. He enamorado desde el escenario y me he sentido feliz, totalmente feliz en las tablas».
Sí, Broselianda nos conquistaba, nos amarraba, nos hacía de ella en cada acto suyo de entrega total, y ya no había vuelta atrás. Muerte prematura, incomprensible, dolorosa, que nos costará creer. El teatro, el cine, la televisión, la extrañarán, ¡seguro! Nosotros, sus admiradores, la mantendremos viva, enérgica, siempre brillando.
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