A la doctora Eloísa María Carreras Varona la conocí cuando era presidenta de la Asociación Hermanos Saíz, a principios de los años 90 del pasado siglo; si algo comprendí rápidamente de ella, fue que era una mujer muy inteligente, brillante, y también supe que veneraba a Armando Hart; luego, que se enamoraron.
Hace unos días le pedí hacer esta entrevista para publicarla hoy como un tributo al aniversario 90 del natalicio del que muchos aún continúan llamando Ministro de Cultura, por la huella tan honda que dejara en ese indispensable sistema en Cuba.
Conociendo la elocuencia de la doctora Eloísa, traté de que las interrogantes fueran abiertas para que ella pudiera exponer tantas emociones e ideas asociadas a Armando Hart, como quisiera compartir.
Como verán los lectores, logra una conmovedora semblanza humana de uno de los intelectuales cubanos más sabios del siglo XX que supo «desbrozar del arribismo y la mediocridad el camino a la luz», y de un hombre bueno que la acompaña cada día, por lo que asegura: «uno no puede recordar y extrañar a quien no se ha ido y no se irá jamás».
¿Quisiera compartir con los lectores sus primeros recuerdos del doctor Armando Hart?
Lo primero fue su palabra apasionada y su voz encendida que es futuro y utopía casi perfecta y adorable…
Soy una cubana que nació cuando el triunfo de la Revolución y recuerdo que, desde pequeña, en mi casa; siempre escuché a mis padres y al resto de la familia hablar de Él con mucho respeto y cariño y por mis intereses profesionales Armando siempre estuvo presente de una u otra forma a lo largo de toda mi vida.
Puedo confesarte entonces que, desde hace muchos años, descubrí que estudiar y promover su vida, obra y pensamiento, era lo mejor y más provechoso que debía hacer. Y justamente, desde el año 1979, cuando era una estudiante de la Licenciatura en Historia del Arte, su pensamiento terminó de despertar en mí particular admiración, a partir de que lo conocí al disfrutar de una conferencia que dictó para los entonces alumnos de la Facultad de Filosofía e Historia, en el Teatro Manuel Sanguily de la Universidad de La Habana.
Años después, en las complejas circunstancias y contradicciones en las que se desenvolvió mi trabajo, la ayuda de cada uno de sus artículos, discursos e intervenciones, me permitieron comprender la coyuntura política y, sobre todo, tener la certeza de que, en oportunidad propicia, sus ideas —portadoras de la auténtica Política Cultural de Fidel y la Revolución Cubana— se abrirían paso sin tantos y tan diversos obstáculos para su aplicación. Desde aquellos difíciles momentos pensé que era indispensable que se laborara por difundir su obra y pensamiento; pero al consultarle mi interés, su modestia imposibilitó cualquier gestión en esa dirección.
Fue solo a principios de los años 90, tras el derrumbe del socialismo en Europa Oriental y la URSS, en los embarazosos comienzos del Período especial, cuando se intensificó la necesidad de promover el original pensamiento de la Revolución Cubana y al calor de los debates por la salvaguarda de nuestra excepcional historia y tradición, en el I Taller de Pensamiento Cubano que sesionó en la Universidad Central de Las Villas, en noviembre de 1994, que obtuve —finalmente— su aprobación para poder comenzar a gestionar el proyecto investigativo, de lo que se convirtió poco tiempo después en el anhelado por mí: «Proyecto Crónicas. Historia y memoria de la Revolución Cubana en la voz de Armando Hart», el que, junto a las gemelitas, es la causa de mi vida.
¿Cuáles fueron, de sus tantas cualidades, las que más la conmovieron?
Compartir la vida con Armando fue para mí una bendición, un verdadero privilegio, satisfacción y goce, un sublime honor. No puedo olvidar que cada amanecer conseguía palpar sus cercanas utopías y convertir lo cotidiano en extraordinario. En el hogar, con la familia, en las relaciones con sus amigos, compañeros, e incluso con simples conocidos, mostraba una sensibilidad, nobleza y humanidad verdaderamente admirables; fue ese uno de sus principales rasgos.
En nuestro hogar fue ejemplo de virtudes extraordinarias; desde luego, primaron en él, el infinito amor a nuestras niñas, el honor, la extrema delicadeza y la rectitud de carácter, las buenas costumbres, el cariño, la pasión por el saber, la cordialidad, la solidaridad, el afecto, la pasión y la consideración total.
Fue, asimismo, un espíritu independiente y soberano. Ahora recuerdo que, como su inolvidable hermano Enrique —a quien veneró toda la vida— odiaba a quien mentía, porque para él la mentira originaba todo la engañifa criminal que hace tan difícil el arte de gobernar y de crear.
Toda su vida estuvo caracterizada por un espíritu inquieto y una intensa pasión rebelde y furia contra la injusticia y el atropello. Siempre me dijo que la arbitrariedad, la injusticia y «la sinrazón y el desajuste» le provocaban un brote espontáneo de impotencia, rabia, ira y excitación, que no podía controlar.
Se refugió toda la vida en el mundo de las concepciones y en su inmensa pasión por la abstracción porque, como él decía, cuando se siente pasión por una causa, por un valor abstracto como la justicia, todo hombre honrado debe darse a él «y es honor al que no se renuncia y deber ante el que no se debe claudicar».
Fue amante de lo grande y un total apasionado de la emancipación de su amada Cuba, la querida y martiana patria de Fidel.
Armando fue un ser que no descansó jamás, fue creativo, tenaz, perseverante y esforzado, inquieto e hiperquinético hasta el fin. Amanecía y terminaba el día lleno de proyectos. Al lado de un hombre así, me fue imposible conocer el tedio, la monotonía o la rutina.
Practicó en su actuar diario y cotidiano, la filosofía de la ética y el optimismo revolucionario unida a su vocación de servicio a la Patria y a la Revolución, lo cual significaba estar allí, donde hacía más falta, en el momento oportuno para desbrozar del arribismo y la mediocridad el camino a la luz. Aparecían entonces su ternura, paciencia profunda y reflexiva, siempre dispuestas al diálogo de lo esencial y a la exposición de la verdad.
Pero por encima de todas estas virtudes, Armando siempre fue un hombre bueno, fue un ser bondadoso en la profundidad total de esta cálida y tierna palabra. Su vida estuvo bordada de sencillez, humildad y modestia, al punto que jamás reparó en el hecho de que, como dijera el poeta Miguel Barnet, su nombre ya estaba no solo en los museos, sino también en la leyenda.
En su criterio, como investigadora ¿cuáles son los aportes esenciales del eterno ministro al desarrollo de la cultura nacional?
Querida amiga discúlpame por favor, pero deseo que comprendas que no soy la persona más indicada para hacer tan importante valoración. Yo puedo hablarte del hombre que conocí y del que sigo aprendiendo cada segundo de esta vida; con tanta obra de Él que aún tengo que estudiar, ni siquiera he tenido tiempo para pensar en eso.
¿Cuánto de su obra de pensamiento queda por publicar?
Sinceramente creo que hemos trabajado muy poco para todo lo que Él fue capaz de hacer y legarnos. Continuamos publicando la colección «Cuba una Cultura de liberación. Selección de sus escritos 1952-2017», de la que he publicado ocho volúmenes y una historieta.
¿Cuál sería, en su opinión, la mejor manera de conmemorar el noventa aniversario de su natalicio?
Yo estoy inmensamente agradecida, porque tenemos la suerte que, tras su partida, en la dirección de la Oficina del Programa Martiano le siguieran Abel Prieto primero y ahora el profesor Eduardo Torres Cuevas.
Ambos, que son figuras centrales de la historia y la cultura de nuestra Patria; se han encargado todo el tiempo, de cuidar con esmero y promover su sagrada memoria.
Imagínate que Torres y Abel hace justamente un año, en la Biblioteca Nacional José Martí, dieron inicio a esta maravillosa jornada de homenaje y recordación por el 90 cumpleaños. Y fíjate bien, es muy importante para mí subrayarlo, a pesar de las condiciones de aislamiento y la diversidad de situaciones dramáticas que nos ha traído la presencia del coronavirus; en nuestro país se le ha rendido el homenaje permanente que Él merece no por una fecha sino sistemáticamente.
Y es así, quiero que comprendas que trabajamos para conservar, estudiar y promover su memoria siempre. En ello el trabajo con los jóvenes ha sido y es fundamental, la relación que Él tuvo con el Movimiento Juvenil Martiano ha crecido mucho, porque ellos con nuestro entrañable Yusuam Palacios al frente de esa tropa de jóvenes y aguerridos patriotas, sistemáticamente se ocupan de ello.
Para resumirte te voy a repetir lo que ya he dicho muchas veces, cuán grande tiene que ser todo lo que él hizo a lo largo de la vida, cuán grande ha tenido que ser Él, para haber podido dejar una huella de cariño y de amor tan grande en nuestro pueblo y en su patria latinoamericana toda, que ese amor que él forjó me acompaña cada segundo, me abraza y hasta me mima, aunque él ya no esté físicamente.
Por eso le doy las gracias por seguirme protegiendo aún con la fuerza que brota de su ejemplo inolvidable, y a ustedes por quererlo, recordarlo y acompañarme con tantas muestras de afecto y cariño del bueno. Así como has hecho tú con esta entrevista, porque ahora mismo lo estamos recordando.
Cada vez que lo recuerda ¿qué imagen es la que acude a su mente?
Aunque su partida fue así… tan rápida…; ya lo he repetido una y otra vez, sí, he estado triste, pero no estoy, no me siento desconsolada..., porque el vacío y el desconsuelo sin fin de aquellas terribles primeras horas sin Él, se fue nutriendo de una forma muy sutil de su entrañable presencia y su maravilloso recuerdo, al punto que él sigue llenando mi vida de forma plena…
¡Caramba…! qué grande tiene que ser el amor…, cuán grande tiene que ser todo lo que él hizo a lo largo de mi vida, cuán grande ha tenido que ser él, para que aún, después de su partida, pueda afirmar que no me he sentido sola.
Tal vez por eso entenderás lo que me pasa, porque la verdad Susana; es que yo no lo recuerdo, porque Él se las arregló para estar siempre aquí conmigo, dentro de mí, y uno no puede recordar y extrañar a quien no se ha ido y no se irá jamás.
Por todo lo que te he dicho aparecen las palabras para rezar por su presencia; por eso no hay comienzo, ni fin, solo estas ARMANDO.
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