Sueño con claustros de mármol // Donde en silencio divino // Los héroes, de pie, reposan: // ¡De noche, a la luz del alma, // Hablo con ellos: de noche! // Están en fila: paseo // Entre las filas: las manos // De piedra les beso: abren // Los ojos de piedra: mueven // Los labios de piedra: tiemblan // Las barbas de piedra: empuñan // La espada de piedra: lloran: // ¡Vibra la espada en la vaina! // Mudo, les beso la mano.
José Martí, Verso XLV
Este 19 de mayo los cubanos estaremos recordando el 123 aniversario de la caída en combate de José Martí, el Maestro, el Apóstol de la Independencia, el Héroe Nacional de Cuba, el poeta, escritor y abogado que ha inspirado (e inspira) las más nobles causas, no solo en la mayor de las Antillas, sino también en América y otras latitudes. No es posible nacer o vivir en la Isla sin participar del ideario martiano, hecho que confirma el homenaje que, a lo largo de la historia, se ha rendido a Martí dentro y fuera de su patria, una obra tan extensa y diversa, que no puede resumirse a unas cuartillas. Lo abordado en estas líneas, por tanto, es solo una aproximación al tema a partir de dos criterios: la sistematicidad y la diversidad de formas y maneras en que se ha expresado la obra conmemorativa a Martí en Cuba.
Las primeras expresiones de una obra conmemorativa a Martí se vinculan con los espacios en que nace y muere. Es decir, la casa en que viera la luz el 28 de enero de 1853, en la calle de Paula no. 41, La Habana, y Dos Ríos, en Palma Soriano, Santiago de Cuba, donde muere el 19 de mayo de 1895. En el primero de ellos, emigrados cubanos radicados en Cayo Hueso, develan una tarja en la fachada del inmueble para distinguir la Casa Natal de Martí en 1899; en el segundo, cuatro años antes, en 1896, el general Máximo Gómez erige, en compañía de sus hombres, un rústico monolito de piedra para señalar el lugar de su caída en combate. Ambas se enriquecieron con el tiempo, basta recordar que la Casa Natal fue adquirida en 1901 por la Asociación de Señoras y Caballeros “por José Martí” y entregada en usufructo a la madre del Apóstol, inmueble que en 1923 se destina a Museo, Biblioteca y Galería Iconográfica al cuidado del Secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes y que mediante el decreto no. 602, del 5 de febrero de 1949, adquiere la condición de Monumento Nacional, ratificada por R/03 del 1ro de octubre de 1978. En Dos Ríos, por su lado, se levantará un obelisco por suscripción popular a iniciativa de don Rafael Estrada, alcalde de Palma Soriano, centro del sitio histórico declarado Monumento Nacional por R/03 del 10 de octubre de 1978.
A estas iniciativas sigue el acto de rebautizar calles y plazas de notable jerarquía urbana con el nombre de José Martí, acto al que le continuaría la colocación de una escultura o un busto en su centro como signo de legitimidad al nombre otorgado. El Parque Central de Matanzas y el de Cienfuegos, son solo dos de los ejemplos en este sentido, pero resulta raro no encontrar en los principales espacios urbanos de los pueblos y ciudades cubanas un busto dedicado al Héroe Nacional.
En las primeras manifestaciones de homenaje a Martí es preciso distinguir dos ámbitos: aquel en el que el reconocimiento se vincula a un proyecto de connotación nacional, generalmente desde un fundamento político; y el que se revela a partir de la formación cívica de niños, jóvenes y adolescentes, desde esa fuerza motriz en la formación de valores de un pueblo que es el sistema educativo. Ambas, en el ámbito de la recepción, convergen como expresión de los deberes cívicos y patrióticos de los cubanos todos.
Si por un lado resultan notables las obras conmemorativas de reconocible monumentalidad y un sistema de valores estéticos-artísticos a la que acompañan calificados artífices del arte; paralelo a ello, garantizando el consumo cultural de aquellas, proliferan las obras menores como los bustos en serie que proliferan en centros de enseñanza o instituciones a lo largo y ancho del territorio nacional, ese espacio concebido para rendir homenaje íntimo cada 28 de enero (el “Rincón martiano”) que no en pocas ocasiones devino obra de connotación urbana en tanto exponente del respeto al Maestro por un pueblo o una ciudad, un municipio o una provincia, en colaboración con un importante escultor local, nacional o extranjero.
Entre las obras conmemorativas en el primero de los espacios se distinguen la Estatua a José Martí en el Parque Central de La Habana (1906), el Mausoleo a Martí en el Cementerio Santa Ifigenia (1953) y el Memorial a José Martí en la Plaza de la Revolución en La Habana (1958). A ellas podría añadirse el emplazamiento de la réplica a la obra de la artista norteamericana Anna Hyatt Huntington ubicada en el Parque Central de Nueva York en 1959, frente al Museo de la Revolución, antiguo Palacio Presidencial, en el marco del 165 aniversario de su natalicio el pasado 28 de enero de 2018.
A cada una de ellas le acompañan las coordenadas histórico-culturales de su tiempo. Entre 1906 y 1958, la figura de Martí transita entre la imagen del líder revolucionario enfrascado en la unión de los cubanos por la independencia de Cuba, el orador intachable, al ser pensativo, reflexivo, cargado de esa introspección a la que reclaman sus discursos, sus crónicas, sus poemas.
Acompañan a Máximo Gómez, general del Ejército Libertador, y a Tomás Estrada Palma, Presidente de la República, en la inauguración de la pieza del cienfueguero José Villalta Saavedra, el Himno Nacional, la Bandera y la Marcha de la Invasión; distingue el proyecto del Mausoleo la asesoría del historiador Emilio Roig en el sistema simbólico de principios latinoamericanistas seguido por el arquitecto Jaime Benavent y el escultor Mario Santi; mientras el arquitecto Aquiles Maza y el escultor Juan José Sicre combinan monumentalidad con funcionalidad y eticidad martiana en la Plaza Cívica de La Habana y el Dr. Eusebio Leal vuelve la mirada a la primera de ellas para evocar a un José Martí “en el acto de su supremo sacrificio por la causa que escogió como una motivación para su vida”.
En relación con el segundo de los espacios, debe recordarse que el 20 de abril de 1922 se aprueba la ley que establece el papel de la Junta de Educación de cada Municipio en el reconocimiento de los aportes educativos, el manifiesto respeto y devoción que la memoria del insigne patriota merece: “El culto a Martí debe ser perenne en nuestro pueblo. Sus enseñanzas necesitan ser avivadas como un fuego sagrado. Hay en sus pensamientos llamas que es preciso mantener en la conciencia popular como el mejor acicate de las virtudes patrióticas y de las energías creadoras”, plantea, por ejemplo, la Junta de Educación de Marianao en las páginas del periódico El Sol en la edición del 23 de enero de 1937.
Tres obras que responden a este caso serían: 1) el busto que a solicitud de las maestras del Colegio Spencer de Santiago de Cuba realizara el escultor italiano Ugo Luisi el 19 de mayo de 1913 para ser colocado ante el panteón en que se depositaron los restos del Apóstol el día 24 de febrero de 1907 en el Cementerio de Santa Ifigenia, construcción sufragada por el Consejo Provincial de Oriente y el Ayuntamiento de esa ciudad; 2) el Monumento a Martí colocado en el parque que lleva su nombre en Santiago de las Vegas el 20 de mayo de 1943, “donde cada año concurren colegios, instituciones y pueblo a rendir férvido tributo de veneración y respeto al Maestro de la Patria”, busto del escultor Joaquín López (1933) y 3) el Rincón Martiano fundado el 6 de abril de 1944 en el lugar donde estuvieron las antiguas canteras de San Lázaro, lugar en que se inauguraría la Fragua Martiana el 28 de enero de 1952.
Dos obras conmemorativas a Martí que pertenecen a este espacio y merecen atención por el contrapunteo que se observa en su sentido ético son: el Busto que a sugerencia de la maestra Emerida Segredo Carreó se coloca en la cima del Pico Turquino el 21 de mayo de 1953 y la Plaza Cívica José Martí, de Marianao. La primera de ellas, auspiciada por el Seminario Martiano de la Universidad de La Habana, aula creada en 1941 por el Dr. Gonzalo de Quesada y Miranda con la colaboración del doctor Manuel Sánchez Silveira, ferviente martiano, y su hija menor, Celia Sánchez Manduley, que tuvo como artífice a la escultura Jilma Madera Valiente, quien además sugiere la frase martiana que acompaña a la obra: “Escasos como los montes son los hombres que saben mirar desde ellos y sienten con entraña de nación y de humanidad”.
La Plaza Cívica José Martí en Marianao, proyecto que daría respuesta a la necesidad de la Junta Municipal de contar con un escenario digno de las paradas estudiantiles del 28 de enero, tiene por centro la pieza realizada en 1941 por el escultor camagüeyano Arnold Serrú para la Avenida 4 de Septiembre (hoy Avenida 31), ahora en una remodelación urbanística bajo la iniciativa del Alcalde, quien desde el acto inaugural patentiza una franca manipulación del ideario martiano: “La Plaza Cívica de Marianao se inauguró el 11 de agosto de 1955. En una tribuna levantada en la Calle Progreso y San José el capitán Manuel Camejo, Presidente de los Veteranos de Marianao, develó el busto del Apóstol a las 5:00 de la tarde, el mismo que había sido fruto del Club Rotario del Término en 1942 y, ante una multitud de más de 20 mil personas, según el titular de El Sol, fue este el escenario en que a propuesta del Alcalde Municipal, Francisco Orúe, el Ayuntamiento entregó a Fulgencio Batista y Zaldívar y a su esposa, Martha Fernández Miranda, los títulos de “Hijos Adoptivos de Marianao”.
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