En la cúspide del jazz cubano


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Nadie en esta tierra, que respire los aires de esta tierra, se siente ajeno a lo que Dionisio de Jesús Valdés, Chucho, representa en la cultura musical cubana. Puede que de momento él tome distancia, no entienda las claves de la realidad de los suyos aquí y ahora, pero nada, ni nadie desconocerá el cetro que le corresponde a la vanguardia de la vanguardia del jazz cubano dentro y fuera de la isla ni dejará de celebrar las ocho décadas de vida del pianista y compositor.

Los hechos hablan por sí mismos. La anunciación en los días en que con un pequeño formato instrumental, de los que se llamaban combos, comenzó a revelar su estilo. La composición de Mambo influenciado (1964), obra que revolucionó la pianística cubana en la órbita jazzística. El llamado a integrar la Orquesta Cubana de Música Moderna. El salto internacional en el Jazz Jamboree, de Polonia, la grabación de Jazz batá en 1972 (la saga, Jazz batá 2, en 2018 fue todo un acontecimiento), la creación de Irakere en 1973, el Grammy que rompió el hielo en 1979, el Premio Nacional de la Música, la Orden Félix Varela, el reinado en Cubadisco, los doctorados honoríficos en la Universidad de las Artes de La Habana y en el célebre Berklee College de Boston. Obras que valen lo que pesan: Misa negra, Juana 1600, Neurosis, Cien años de juventud, Yamsá, New Orleans, Bacalao con pan, Obatalá y tantísimas más.

Tempranamente Armando Romeu, pionero del jazz en Cuba, dijo de él: «Cuando toca, deslumbra, pero cuando se le escucha más de una vez, nos abre mundos desconocidos que en el piano no imaginábamos antes de que suceda el milagro de sus interpretaciones». Leonardo Acosta, quizá el más penetrante y completo de los cubanos que han escrito sobre el género, afirmó: «Chucho cumple con las tres cosas que Horace Silver exige del jazz: fuerza, emoción e intelecto».

En Cuba, los 80 de Chucho serán saludados este sábado con el estreno del primer corte de un álbum Los herederos: homenaje a Chucho Valdés e Irakere, producción de la Egrem a cargo de Élsida González Portal, quien tuvo la idea de integrar en un cuerpo único la saga actual  del pianista y la banda, la cual merecerá más adelante, cuando circule en su totalidad, una valoración.

Fotos: Alejandro Azcuy 

La novedad estará disponible en la plataforma digital cubana Sandunga y consiste en el feliz maridaje del bolero y el jazz, de la obra titulada Una melodía a Picho, de César Alejandro López, con solos del pianista Harold López-Nussa  y el trompetista Julito Padrón y las contribuciones del baterista Enrique Plá y del bajista Carlos del Puerto, quienes estuvieron entre los Irakere de los primeros tiempos y otros que vinieron después como el saxofonista Germán Velasco y el flautista Orlando Valle, Maraca.

 

Fotos: Alejandro Azcuy

Por su parte, Chucho se prepara para desembarcar este mes en plazas californianas donde se unirá al saxofonista Joe Lovano, mientras prepara en Barcelona el estreno mundial, en noviembre, de una obra de largo aliento para big band, percusión afrocubana y voces, titulada La creación, inspirada en Olodumare, mítica figura del panteón yoruba.

 

 


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