El 13 de marzo de 1921 moría en la localidad habanera de Marianao, a los setenta y dos años de edad, el general de brigada del Ejército Libertador y miembro fundador de la Academia de Historia de Cuba. Había nacido en Santiago de Cuba el 28 de mayo de 1848 en una familia acomodada. A los nueve años viajó con su tío y padrino para estudiar ingeniería en Francia, pero terminó graduándose en 1866 en la Escuela de Artillería de Segovia. Al estallar la Guerra  de los Diez Años, y a pesar de haber vivido parte de su infancia y su adolescencia fuera de la Isla, y de ser ya teniente del ejército español, el joven sintió el llamado patriótico y escapó a Nueva York, donde se incorporó a una expedición libertadora con el grado de soldado. El 15 de mayo de 1869 ya desembarcaba en Cuba y sostenía su primer combate. Fue ayudante del general Máximo Gómez, estuvo fuera de Cuba entre 1872 y 1875 por el deterioro de su salud, y logró desembarcar nuevamente para ser destinado a Camagüey y servir como ayudante del jefe de la división, el  brigadier Gregorio Benítez. Terminó la contienda con el grado de comandante, y aunque votó en contra de la paz aceptó formar parte de la comisión que se entrevistó con Antonio Maceo para explicar las condiciones del Pacto del Zanjón.

Los Americanos en Cuba en el año 1905 

Se estableció en Jamaica hasta 1887 en que regresó a la patria. Imbuido del espíritu independentista, fue de los conspiradores contra el colonialismo y desde Nueva York su firma acompañó a la de José Martí en el plan de alzamiento y en la orden a ese efecto del 29 de enero de 1895. Acompañó al Delegado del Partido Revolucionario Cubano a República Dominicana, y en obediencia a las órdenes del General en Jefe logró desembarcar por  Varadero  en marzo de 1896. Peleó en Matanzas, asumió varias jefaturas en Oriente y fue ascendido a general de brigada.  

Tras el fin del colonialismo español ejerció el periodismo, labor en que se había iniciado desde la última guerra en el periódico Patria y Libertad y que continuó durante la primera intervención militar estadounidense en El Cubano, publicación de la que fue redactor y director, y años después en la dirección de La Nación. Sus escritos denunciaron la alianza entre antiguos colaboradores con el colonialismo  español y los intereses del imperialismo estadounidense, fue un crítico del gobierno de Estrada Palma, al que señaló como “quien entregó a los americanos la revolución de 1895” y censor del segundo gobierno interventor, y señaló repetidamente los mecanismos de la dominación de Estados Unidos sobre Cuba. Fue electo miembro de la Cámara de Representantes por un período de dos años. Ocupó algunos cargos del estado durante breves períodos y en algunos momentos tuvo que ganarse la vida como fotógrafo y acuarelista.   

Se inició como historiador  con Desde Yara hasta el Zanjón (Apuntaciones históricas), libro publicado en La Habana en 1893, en el que, como su título indica, narra la Guerra de los Diez Años. Sustentándose en sus propias experiencias y en mucha documentación que ya circulaba de fuentes españolas y cubanas, y que incluyen recuerdos y testimonios escritos, y seguramente conversaciones con otros mambises, la obra gozó de buena acogida en el ambiente patriótico y desde entonces se ha convertido en un clásico para el estudio de ese momento tan significativo para la formación de la nación cubana. En ella  sostiene la tesis, compartida por la mayoría de los jefes militares del mambisado, de adjudicarle la mayor cuota de responsabilidad en el fracaso de aquella pelea y, sin duda, contribuyó decisivamente a impulsar  el espíritu  combativo para la revolución del 95.

La prosa enérgica, directa y también amena de Collazo se continuó en sus siguientes  estudios históricos, todos demostrativos de su fervoroso y digno  patriotismo. En 1900 publicó Cuba independiente; Los americanos en Cuba en 1905; Los sucesos de  Cienfuegos en 1905, acerca del asesinato de Enrique Villuendas; en 1907, La revolución de agosto de 1906, en torno al movimiento armado contra la reelección de Estrada Palma; Cuba intervenida, en 1910, referida a la segunda presencia directa de Estados Unidos en el gobierno insular; y Cuba heroica en 1912, un conjunto de relatos de la epopeya  libertadora. Póstumamente, en 1926, apareció La Guerra en Cuba, continuidad de Cuba heroica.

En este centenario de su fallecimiento hay que recordar al mambí y al historiador, pues el machete y el fusil, al igual que la pluma fueron sus armas amorosas para defender a Cuba libre de la vieja y de la nueva dominación que le tocó vivir. Ojalá que su obra periodística sea compilada y que la historiográfica se reedite para conocimiento de los cubanos de hoy, incluyendo aquellas páginas suyas que aún no  se han impreso como su Autobiografía, cuya escritura inició el viernes 14 de junio de 1907, y cuya dedicatoria a su esposa concluye con estas ideas que cierran este  breve homenaje  a su memoria.

“En estos momentos hago un examen de conciencia: me estudio a mí mismo y mis recuerdos. Me dicen que he sido siempre un Quijote; que he estado adaptado perfectamente a mi raza; me he conservado siempre fuera de mi siglo, pero al menos, al reconocer mis errores de antaño vuelvo la vista atrás y a los cincuenta y nueve años de edad no encuentro de qué arrepentirme. He tratado de ser honrado; he vivido siempre pobre; pero siempre alentado por mi fe en los destinos de Cuba, mi confianza en la libertad y la independencia de mi tierra. He creído vivir por encima de los demás, porque las pasiones personales, los rencores de partido, jamás han influido ni influirán en mis juicios sobre las personas y las cosas de la República de Cuba.

Relataré aquí los sucesos y mis juicios propios, con independencia de carácter y sin prejuicios personales. Nunca he tenido odios personales; jamás he emitido juicios apasionados por sentimientos personales. Todo cubano ha sido para mí un hermano del cual ha sido siempre un juez benevolente, nunca duro. Terminado el preámbulo empiezo el relato, exacto y compendiado de mi vida tal como tú me lo has pedido”.