Érase una vez la salsa: de un pájaro las dos alas (II)


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Érase una vez la salsa: De un pájaro las dos alas (I)

 

Casi a finales de los años ochenta se especuló sobre el potencial viaje a Cuba de una de las formaciones musicales puertorriqueñas más vanguardista de ese entonces. Su nombre: Haciendo punto en otro son. El posible motivo de su viaje era participar en el festival de Varadero del año 1984. Para ese entonces se puede decir que la carrera profesional de Haciendo punto en otro son estaba en el punto más alto.

Si hubiera que hacer una analogía en materia de creatividad, podemos decir sin temor a equivocarnos que eran el homólogo boricua de proyectos cubanos interesantes del momento como Septiembre 5 de Cienfuegos; los matanceros de Nuestra América; o de los santiagueros de Granma. Solo que la potencial visita no llegó a concretarse por causas extramusicales, y en Cuba nos perdimos la oportunidad de disfrutar de una de las propuestas creativas más interesantes del entorno musical afrocaribeño de ese momento y que de alguna forma estaba emparentada con el fenómeno de la Nueva trova y el tratamiento contemporáneo del folklore boricua.

A fines de esa misma década, cuando parecía que la variante arrabalera de la música salsa –la del barrio puro y duro– estaba entrando en su meseta y se anunciaba su declive; algunas de sus principales figuras en Puerto Rico comienzan a versionar temas de la Nueva Trova cubana. Así, Cheo Feliciano hace versiones inigualables de algunos temas de Amaury Pérez; mientras que un debutante, Gilberto Santa Rosa, se apropia de modo muy personal de canciones escritas por los hermanos Luis y Efraín Ríos y de Alberto Tosca.

Coincidentemente la cantante Lucecita Benítez realiza una gira por toda Cuba junto a la dominicana Sonia Silvestre y la cubana Sara González con un repertorio que combina lo mejor de la música escrita en estas tres islas del Caribe; y se extendió muy brevemente a República Dominicana, no así a Puerto Rico.

En Cuba, mientras tanto, José Luis Cortés junto a un grupo de músicos fundaba la orquesta NG La Banda y como parte de sus inquietudes musicales incorporaba pasajes de la bomba puertorriqueña en algunas de sus creaciones, sobre todo en el tratamiento de la percusión.

Sin embargo, la influencia más notable de lo que estaba ocurriendo musicalmente en esta isla era la de Adalberto Álvarez como compositor y como orquestador. Primero durante su etapa de Son 14 y posteriormente con su nueva orquesta Adalberto Álvarez y su Son.

Adalberto versionaría a su modo y estilo algunos temas del compositor Tite Curet Alonso, sobre todo Las caras lindas; y su versión había servido de puente espiritual entre la versión original de Ismael “Maelo” Rivera y el público cubano. Pero igualmente había hecho personalmente versiones de algunos de sus temas para que fueran interpretados por la orquesta Sonora Ponceña en la que había asumido la dirección Arsenio “Papo” Lucca, sustituyendo a su padre como pianista.

Para la gran mayoría de los músicos puertorriqueños Adalberto era una suerte de “reencarnación” de Arsenio Rodríguez por su manera de tratar el son y no era para menos. Él lo había enriquecido armónicamente con pasajes ora barrocos, ora propios de un impresionismo tropical que no le restaba la esencia, el sabor. También había reformulado ciertos patrones que habían definido el modo de hacer la salsa puertorriqueña que se diferenciaba en muchos aspectos de la variante neoyorkina. Y esos cambios eran fuente de orgullo entre los músicos de portorro.

El son era un asunto de orgullo tanto para los cubanos como para los puertorriqueños. Es una forma de cultura, un modo de vida y uno de sus grandes orgullos.

Esa visión fue el detonante que impulsó a Eugenio Acosta a apostar todos sus sueños –más allá de poseer un restaurante en el que las paredes estaban engalanadas con fotos de soneros de las dos islas, con las portadas de sus discos y en el que se bailaba los viernes en la noche al ritmo de la música cubana más novedosa— y homenajear a “su padrino” espiritual el gran Daniel Santos, organizando la producción de un disco homenaje y a ese fin debía viajar a Cuba; y mientras lo organizaba alguien le sugirió que se pusiera en contacto con José Luis Cortés, El Tosco; a quien había conocido de modo casual durante un concierto de Irakere a comienzos de los años ochenta, en New York en el Festival de Jazz de Newport al que la banda liderada por Chucho Valdés era asidua.

Ya en La Habana Eugenio le sugirió a Cortés hacer una versión de la guaracha Bigote de gato que había grabado en los años cincuenta con la Sonora Matancera al estilo de NG La Banda. El Tosco asume el reto y llama a un olvidado cantante cubano llamado Pepe Merino, quien desde siempre había sido un admirador e imitador del estilo de Daniel Santos.

Aquel sueño de homenajear “al inquieto Anacobero”, derivó en un sueño mucho mayor: organizar un encuentro musical entre Cuba y Puerto Rico; y para ello se debía convocar, en la medida de lo posible, a los mejores músicos que estuvieran disponibles en los dos países.

El primer paso sería grabar un disco desde Puerto Rico homenajeando a la música y a los músicos cubanos; ese disco después se presentaría en La Habana con un gran concierto y de la parte cubana se debía hacer lo mismo.

Solo había un gran inconveniente: se necesitaban fondos; había que generar recursos en ambas islas para este proyecto. El ambiente en Cuba, en ese momento, era más que propicio: comenzaba a imponerse la timba como expresión musical popular predominante y su impacto económico se estaba reflejando en el modo de vida de los músicos; eso podía ayudar a la tarea de poder pagar los costos del viaje de los puertorriqueños y su estancia en Cuba.

A mediados del año 1994 Eugenio Acosta reunió a parte importante de los músicos que conocía o que había convocado; por su parte El Tosco hizo lo mismo en La Habana. La música estaba escrita. Solo quedaba dar el siguiente paso.

De aquí para allá, nombre del proyecto musical y discográfico, comenzaba a ser una realidad. Y en La Habana ya se comenzaba a hablar del posible encuentro Cuba-Puerto Rico como uno de los hechos más interesantes y trascendentes de la década de los años noventa.

 

 


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