Érase una vez la salsa: Quédate este bolero: y algo más… (III)


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Érase una vez la salsa: Quédate este bolero y algo más…(II)

Érase una vez la salsa: Quédate este bolero y algo más…(I)

 

CARISHOW, la división que había fundado el Holding CUBANACÁN para acceder al siempre lucrativo mundo de las presentaciones artísticas, allende las fronteras del país, había logrado en sus primeros dos años ser rentable. Se puede afirmar que fue lo suficientemente rentable como para permitirse la posibilidad de hacer dos cosas poco frecuentes dentro del mundo empresarial cubano de entonces: reinvertir una parte de sus ganancias en el territorio nacional generando espacios bien definidos y caracterizados dentro del mundo de la música; y poder pagar –en la medida de lo posible— los honorarios justos al talento artístico que lograse convocar.

Esa posibilidad, la de “reinvertir en casa” sus beneficios obtenidos por la contratación en el exterior de algunos shows de cabaret y de otras propuestas artísticas por parte de CARISHOW, entraba en franca competencia con los intereses de ARTEX, la empresa creada por el MINCULT para ese fin.

No era secreto que ser contratado por CARISHOW tenía mejores ventajas económicas que ser contratado por ARTEX, tampoco era desconocido el hecho de que incluso los contratados disponían de una libertad contractual que chocaba con las férreas disposiciones de ARTEX en ese campo que muchas veces daban al traste con la posibilidad de extender o continuar la gira en otros países sin necesidad de regresar a Cuba para volver a reiniciar el proceso de contratación.

Esa prerrogativa en materia de contratación y las ventajas económicas, habían sido las causas del éxito de esta empresa dirigida por la dupla formada por Redento Morejón y Antonio (Tony) Enríquez; pero realmente quiénes eran estos dos hombres y qué vínculos tenían con el mundo de la música y la cultura en general, ¿fue una buena decisión la mirada endógena de la empresa en el momento de su posicionamiento en el competitivo mercado musical internacional?

Redento Morejón había desarrollado una discreta carrera como músico de atril en diversas orquestas como ejecutante del trombón antes de comenzar a ser parte del staff de músicos que reuniera el maestro Rafael Somavilla para ejecutar y trabajar la música del compositor Juan Almeida. Tony Enríquez, por su parte, se había graduado de Instructor de Arte en los años sesenta y se había dedicado a la promoción musical y al trabajo ejecutivo dentro del MINCULT por un tiempo.

En común tenían el haber vivido a plenitud, durante su juventud, la voraginosa vida nocturna cubana de los años sesenta y una capacidad para entender y convocar a determinadas figuras de la música con las que se habían relacionado a lo largo de los años; es decir, gozaban de prestigio y eran creíbles.

Ahora, desde CARISHOW, se dieron a la tarea de reinventar y de revivir parte de aquel glamur que viviera la ciudad. Contaban con los recursos y toda la infraestructura para proponer y desarrollar algunas ideas, solo que en casa y no en México, plaza donde la empresa se había situado y fortalecido, sobre todo en ciudades como Mérida, Cancún o Tijuana.

La apuesta inicial, en materia de inversiones, endógenas, cubrió tres espacios del centro de la ciudad cuya historia musical y cultural era incuestionable: el club La Zorra y el Cuervo, el Gato Tuerto y el Club Imágenes.

El primero se pensó y se diseñó para que la ciudad tuviera, de forma permanente, un club de Jazz –no se olvide que el Maxim había cerrado sus puertas a comienzos de la década y una vez reabierto se dedicó a la promoción de la música rock. El Gato Tuerto había cerrado sus puertas casi a fines de la década y para ese entonces había perdido todo su encanto una vez que Felito Molina –su anfitrión natural e histórico— lo abandonó meses antes de fallecer y el Imágenes dejó de ser el lugar en que era posible escuchar a Frank Domínguez con sus invitados.

La Zorra y el Cuervo, en pleno centro de La Rampa, desde su misma apertura, se convirtió en el espacio necesario y vital que reclamaban los jazzistas cubanos. Tanto, que fue allí donde el director artístico y jazzófilo Alexis Vázquez pensó y materializó la idea del concurso JoJazz; que se convirtió desde su fundación en la plataforma más prestigiosa de promoción de nuevos talentos del jazz y la música cubana en general. Pero también fue el centro de alguno de los encuentros más insólitos e increíbles de músicos cubanos de ese momento.

Fue tanta la atracción de La Zorra..., que se convirtió en lugar obligado de visita y reunión de cuantas figuras importantes de la música y el mundo cultural pasaran por la ciudad en esos años. Allí se sintió a gusto por horas el guitarrista norteamericano George Benson en su visita a Cuba, Wynton Marsalis afirmó haber sentido el espíritu de Dizzy Gillespie en sus paredes y donde Gonzalo Rubalcaba espontáneamente ofreció un concierto casi al amanecer.

Meses después abriría sus puertas el Gato Tuerto como una alternativa más dentro de la renaciente vida nocturna de la ciudad. El Gato... comenzó a acaparar esa otra parte del talento que no siempre estaba disponible en Dos Gardenias –algunos cantantes incluso doblaban en los espacios— con la misma visión bohemia que le había definido; y aunque estaba lejos de toda comparación, fue el refugio perfecto para las figuras del filin que habían brillado en el Pico Blanco por años. Entre sus principales anfitriones se encontraban César Portillo de la Luz, Ela Calvo y Héctor Téllez; pero también fue la plataforma de ascenso para la carrera de nuevas figuras como fue el caso de Osdalgia Lesmes o de Vania Borges.

A diferencia de Dos Gardenias, el Gato Tuerto mostraba ese espíritu de libertad que definió al filin y a las noches cubanas de los años sesenta y parte de los setenta. Cerraba cerca de la cinco de la mañana –Dos Gardenias cerraba su programación cerca de la una de la madrugada— y para músicos y cantantes llegar allí e interactuar con el anfitrión, no necesitaba de autorización o permiso.

La última apuesta de CARISHOW fue rescatar el Club Imágenes, solo que para este momento Frank Domínguez ya no estaba en Cuba, se había mudado a México con su hija. El Imágenes se pensó –o caracterizó, como se quiera definir— como un espacio más íntimo y con un lujo muy al estilo de los clubes europeos (franceses en lo fundamental), pensado para un público de alto nivel económico y con una programación muy definida. Un oasis musical en medio de tanta vorágine musical del momento. En uno de sus esquinas se situó un piano –curiosamente en el mismo lugar en que estaba el de Frank— y allí la música era un elemento relajante, a disfrutar, con interpretaciones solo a piano de temas instrumentales o de la interacción de un ejecutante con un(a) intérprete que solo debía “susurrar las canciones”.

En sus comienzos, el Imágenes tuvo como anfitriones, al menos una vez por semana, a Frank Emilio Flynn, a Beatriz Márquez, a un pianista conocido como “El Siniestro” y mientras le fuera posible, a Kemal Kairuz.

La Habana de los años noventa había comenzado a diversificar sus noches. No todo era ir a bailar al Palacio de la Salsa, a La Tropical, a La Cecilia o la recién inaugurada discoteca Makumba. Ahora habían opciones donde comenzaban a reinsertarse parte importante de aquel talento musical que había sido marginado. Había una segunda oportunidad para un grupo de músicos y cantantes que siempre estuvieron ahí, a la espera de tiempos mejores.

Para comienzos de los años dos mil –con la llegada del nuevo milenio— CARISHOW comenzó a languidecer como empresa y sus ejecutivos principales –Morejón y Tony Enríquez— abandonaron la compañía, lo que marcó su fin. La tarea de “crear y abrir” centros similares, fue asumida por ARTEX al crear su división de Centros Culturales.

Sin embargo, hasta el presente, tanto La Zorra y el Cuervo así como el Gato Tuerto, han mantenido su personalidad y funcionan como fueron pensados en ese entonces. El Imágenes poco a poco fue languideciendo y perdió su encanto hasta fenecer definitivamente. Aún así, la propuesta cultural de CARISHOW y del grupo CUBANACÁN fue el detonante que impulsó a otras empresas a abrir lugares con similares características en otros sitios de la ciudad, algunos con más fortuna que otros.

 

 


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