Érase una vez la salsa: y cantan (y también tocan) en saya (II)


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A diferencia de muchos de sus contemporáneos, José Luis Cortés entendió a tiempo el papel que podían desempeñar las orquestas de música popular bailable femeninas. Sabía de la calidad musical de muchas mujeres con las que había estudiado y compartido a lo largo de su carrera. Bien fuera como director de orquesta o como productor.

Tenía la experiencia del disco que produjo a la cantante Malena Burke junto a Germán Velazco y ya se había alzado con un premio CUBADISCO con el disco La culebra que le produjo a la cantante Osdalgia Lesmes, para el sello LUZAFRICA y que en su momento fue considerado una obra de arte en toda la extensión del término.

Fue su voluntad cultural la que le impulsó a crear una escuela de canto de música popular en la que la mayoría de sus integrantes eran mujeres, unas con mayor formación musical que otras. Y su vasta experiencia en el mundo del cabaret –del que era un conocedor y que valoraba su importancia dentro de la música cubana como cantera de grandes figuras— la puso en función de esa idea.

Pero la idea debía materializarse y las condiciones sociales le dieron la oportunidad. Su primera apuesta fue una orquesta a la que bautizó Son damas y que apadrinó de hecho y derecho. Les permitió usar en un principio sus instrumentos y su local de ensayo; les produjo su primer disco poniendo como garantía ante el sello Caribean Productions su prestigio y les “luchó” un espacio en el naciente Palacio de la Salsa, primero como teloneras de NGF la Banda y después en solitario.

A la aventura de Son damas le siguió su apoyo al proyecto Lady Salsa que creó Sonia Saavedra, quien por años había sido parte del elenco técnico del cabaret Turquino del hotel Habana Libre; y tras esta, otras orquestas que fueron surgiendo en estos años.

En menos de dos años se habían fundado en Cuba unas doce orquestas femeninas y existía consenso de que Anacaona y el grupo Canela eran las que habían marcado el pistoletazo de salida.

Ahora había talento femenino haciendo excelente música popular bailable, pero necesitaban un espacio de presentación y que su trabajo llamase la atención de las empresas discográficas y para ello se necesitaba una vitrina en la que los encargados de la discografía pudieran elegir el talento que les interesara; y qué mejor que hacer un festival de música cubana donde solo participaran orquestas femeninas.

Ningún lugar más adecuado que el Salón Rosado de la Tropical, solo faltaba convencer a Luis Duvalón, su director, de lo viable de esta idea; y qué mejor momento que un fin de semana.

Así llegamos a la noche del día 22 de noviembre del año 1995 en que se anuncia e inaugura el Festival al que nombró “Mujeres en la música cubana de hoy” y que tuvo como única excepción la presencia del grupo Bamboleo; que, aunque no estaba integrado por mujeres en su totalidad, sus cantantes principales eran Haila María Mompié y Vania Borges, quienes para ese instante habían marcado tendencia en el modo de cantar, vestir e imagen de la mujer cubana de ese entonces.

Por tres noches y con bastante afluencia de público se desarrolló aquel festival que tuvo entre sus premios principales a la orquesta más aclamada la posibilidad de grabar un disco que produciría el mismo Tosco; pero también él movilizó todos los recursos posibles para que aquellas noches quedaran recogidas en una compilación discográfica, en cinco volúmenes para el futuro; donde destacarían dos fonogramas: uno de ellos sería un todos estrellas de instrumentistas femeninas y un segundo en el que estas músicos se fundieran con NG la Banda en un gran concierto en la Tropical.

Motivado por la acogida de público, el Tosco quiso subir la apuesta y buscó repetir alguna de esas sesiones de música en el Palacio de la Salsa y en la Casa de la Música del Miramar, solo que la acogida fue distinta. Hubo cierta resistencia a esa idea por parte de algunos músicos, entre ellos algunos de los líderes del momento; mientras que por la otra, el público del Palacio no reaccionó igual que el de la Tropical.

Sin embargo, en la Casa de la Música las cosas fueron diferentes. Lady Salsa y Son Damas lograron abrirse un espacio entre el público que regularmente asistía a ese lugar. Mientras que Anacaona sería la única orquesta femenina que se presentaría de modo casi regular –les permitían actuar una vez al mes, sobre todo los lunes— en el Palacio.

Canela, la otra orquesta importante en ese momento, encontró en el jazz su gran nicho de mercado y presentaciones. Fue esta la única orquesta femenina cubana que logró establecerse en un espacio tan competitivo como La Zorra y el Cuervo y, desde allí, proyectar toda su música a un público que, aunque económicamente estaba a la altura del que asistía al Palacio, sí apreciaba sus propuestas musicales.

Por su parte José Luis dio un paso más allá y apostó por fundar una orquesta de flautas solo integrada por mujeres y crea la Camerata Cortés; tal vez su obra más trascendente fuera de su trabajo en la música popular bailable y el jazz.

El Festival de orquestas femeninas de Cuba tal vez no tuvo el reflejo en los medios que su organizador esperaba, mas fue la puerta de apertura de las mujeres cubanas que se dedicaban a la música popular a un mundo que hasta ese entonces estaba dominado por hombres.

Talento, buen gusto y mucha camaradería se respiraron en aquellas jornadas. Y lo más importante: meses después la planta de orquestas femeninas en todo el país se amplió y cubrió todos los formatos conocidos de la música cubana.

El Tosco había demostrado que había un futuro promisorio para las mujeres en la música cubana más allá de la pedagogía y los estudios especializados. Solo quedaba que alguien tuviera el valor de reconocer esta faceta de su trabajo.


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