Jorge Rivas, quien se ha consagrado a la defensa de la cultura nacional, conversa sobre su vida creativa, su pasión por el trabajo comunitario y los secretos del oficio. Hace pocos días recibió la Medalla Aniversario 60 de la Unión de Periodistas de Cuba por sus aportes al desempeño de la prensa./Foto: Luisa María López-Silvero Romero.
Su vida es un muestrario de buenas obras a favor de nuestra cultura. Cual misionero del arte y la literatura, se ha entregado sin algazaras al periodismo, la crítica, la edición, la curaduría, la promoción artística y la dirección de proyectos en ámbitos comunitarios.
Por más de 40 años ha dirigido las páginas culturales del periódico Trabajadores, donde los jóvenes descubren a un maestro en el difícil oficio de la escritura, que sobre arte exige cualidades y conocimientos específicos. En las aulas, las barriadas populares, los poblados campesinos, las galerías y escenarios teatrales, Jorge Rivas disfruta a plenitud la diversidad de su vocación.
Muchos le recuerdan en apartadas zonas rurales de Ciego de Ávila, donde fundó el proyecto cultural comunitario La Majagua. Los pobladores de esos bateyes, especialmente los niños, que luego involucraron a toda la familia y descubrieron un mundo otro en la creación artística, lo hicieron Hijo Ilustre de la localidad.
Hacia el barrio habanero de Colón convocó, entre 1989 y 1997, a grandes artistas cubanos, y en el de Cayo Hueso estimuló la creación de talleres infantiles de música, canto, artes plásticas, danza y un espectáculo evocador del natalicio de José Martí y de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC).
Desde hace nueve años es el director artístico del centro cultural Museo Palacio de los Torcedores. Allí se consolidó el festival Bailes del Danzón Lindas Cubanas, para mantener vivo nuestro baile nacional; la fiesta infantil de cada 13 de agosto para recordar al líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, y otros muchos espectáculos para dar vida a los salones del emblemático inmueble que en función de la cultura y el intercambio social levantaron los obreros del sector tabacalero en julio de 1925.
Más de 50 exposiciones de pinturas, grabados y fotografías concebidas por artistas visuales cubanos han contado con su experticia curatorial. Y los sueños de un Rivas incansable no parecen tener fin. Tiene en proceso de edición los libros Delarra: artista de martirios y sensibilidades, sobre el notable escultor y pintor de nuestro país, y Coleccionismo y coleccionables en el arte cubano, donde se acerca a las prácticas institucionales y privadas en esa materia.
En el tintero nace una investigación sobre el actor, dramaturgo y director teatral Héctor Quintero, así como dos libros sobre la historia patria, la esclavitud y la independencia nacional, destinados al público infantil.
Los reconocimientos recibidos desbordan este espacio. Le confirieron el Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro en 2022, el Sello Aniversario 80 de la CTC y la Distinción por la Cultura Nacional en 2017. Por estos días, la Unión de Periodistas de Cuba le entregó su Medalla Aniversario 60 de la UPEC.
Prever el largo camino de su vida, cuando siendo un niño quedó fascinado con la arquitectura camagüeyana y la poesía de la Avellaneda, habría sido imposible. Pero evocar las emociones y descubrimientos que hicieron de él un hombre útil de su tiempo, es el pie forzado de este diálogo entre colegas.
«Los inicios se remontan a la época de la enseñanza primaria, cuando me integré a un grupo de aficionados de danza y después a otro de teatro en la escuela primaria de Camagüey Conrado Benítez. Después, en la secundaria, me interesé por el diseño. Matriculé en la escuela poligráfica Alfredo López, en La Habana, y concluí mis estudios como diseñador gráfico. Así me fui vinculando con la revista Revolución y Cultura.
«Cuando comencé a trabajar en la CTC en Camagüey, en la calle Lugareño, participé en la creación del Museo de los trabajadores junto con Haydeé Guasch, una historiadora importante del movimiento obrero. En ese lugar nació mi vocación por acercarme a la comunidad.
«En La Habana, a mi regreso, seguí vinculado con la revista, estuve en Radio Habana Cuba hasta que del periódico Trabajadores me pidieron que fuera a trabajar con ellos. Comencé a escribir sobre asuntos económicos, sociales, internacionales… Incluso viajé tres veces a Nicaragua como corresponsal de guerra, hasta que en 1984 entré en la redacción cultural. Ahí me he mantenido porque es un colectivo noble, donde me siento a gusto».
—¿Cuánto influyeron los años camagüeyanos en el Rivas con el que hoy dialogo?
—En Camagüey surgieron grandes figuras de la cultura cubana, como Gertrudis Gómez de Avellaneda y Nicolás Guillén, y con solo caminar por sus calles (su arquitectura es de un eclecticismo notable) se sienten esos aires culturales. Camagüey siempre ha tenido un movimiento artístico muy fuerte, con la Nueva Trova, el ballet, el teatro, las artes visuales, la música… Vivía en un lugar muy céntrico de la ciudad que me permitía disfrutar ese mundo cultural.
«En la Casa de Cultura, donde se realizaban los talleres literarios, aprendí mucho. Y tuve un gran maestro en Periodismo, que es Senel Paz. Empecé a colaborar con la prensa camagüeyana también desde muy joven, y cuando cursaba la universidad me hice casi plantilla oficial del periódico Adelante, donde Senel era jefe de Redacción. Era un profesor muy exigente, que te viraba los textos con una facilidad enorme. Mucho le debo lo que sé hoy en día de edición y redacción».
—Has vivido entre el periodismo cultural y la crítica artística y literaria. ¿Qué cambiarías del modo en que ambos se ejercen hoy?
—Tenemos valiosísimos colegas, compañeros muy queridos de muchos años y nuevos periodistas que surgen con gran talento. Y está claro que no se puede hacer periodismo cultural si no sabes de lo que estás hablando. Si vas a hablar de la obra de un pintor tienes que conocerla al detalle y eso nos falta.
«A veces se hace un periodismo muy plano, que denota desconocimiento, incultura, poca formación. Debemos aspirar a formar periodistas con sensibilidad por la cultura; ofrecerles talleres de apreciación del arte y que no vengan preguntando qué quiso decir el pintor, sino qué interpreto y asimilo de esta obra.
«Podemos ser un poco más atrevidos con respecto a la crítica, por el propio bien del arte y la literatura, y por el acompañamiento y la formación de los creadores. Señalar como críticos, periodistas, observadores, donde encontramos algo que creemos que no está bien. Y hay que estar que pendientes de la vida cultural, ver mucho teatro, cine, ballet…».
—Porque un periodista cultural no se forma en una academia…
—La academia puede ayudar con temas como la apreciación del arte e incentivar ciertas vocaciones. Pero al terminar la carrera debes esforzarte y seguir aprendiendo, porque no se puede llenar una página cultural o una transmisión radial con notas banales, superficiales o de lo que ha pasado o va a pasar a modo de anuncio. Hay que ir más al fondo de todos los procesos culturales y de los fenómenos que van surgiendo dentro de la cultura cubana, tan amplia, diversa, rica, llena de buenos exponentes en todas las manifestaciones.
«Con las posibilidades que nos da hoy internet para documentarnos más, si vamos, por ejemplo, a entrevistar a una figura de las artes plásticas de otro país, no podemos desaprovechar ese caudal de información, investigar a fondo. Y también, en estos temas del arte y la crítica, vale mucho lo que llevas por dentro, tu sensibilidad ante el hecho artístico.
«Hay que labrar mucho, y la escuela, la Universidad, la UPEC, la Uneac… pueden contribuir a esa formación de los periodistas y los públicos. He conversado hasta con egresados universitarios a los que les falta el conocimiento. Van a un teatro y solo aprecian lo ligero, lo que les hace reír, pero no profundizan en el mensaje de una obra, de una puesta en escena. Y eso les falta no solo a los colegas, sino a los públicos; entonces perdemos la posibilidad de que el verdadero arte llegue con mayor intensidad a las masas, porque no las hemos formado para apreciarlo.
«Desde la prensa también podemos influir, más hoy, en las redes, donde abundan los memes tontos sin un mensaje realmente cultural. La gente parece satisfacerse con lo más superficial».
—¿Entonces para usted la formación de los públicos en la apreciación del arte sería una buena contrapartida a la banalidad?
—Por supuesto.
—¿Es la razón por la que ha puesto tanto énfasis en la promoción cultural y el trabajo comunitario?
—Siempre he mantenido el trabajo en proyectos comunitarios. Cuando vivía en Centro Habana, en la calle Virtudes, mi vivienda se convirtió prácticamente en un centro cultural. Durante un viaje con la ópera por todo el país me encontré en Majagua, en Ciego de Ávila, unos bateyes con situaciones difíciles, desinterés, apatía, alcoholismo… y allí me propuse crear otro proyecto cultural. Pasaron muchos buenos artistas por allí, como el Ballet Español de Cuba o el grupo Teatro Cimarrón, que estuvo todo un mes y nos quedamos en las casas de los campesinos.
—La cultura en la transformación de un entorno social…
—Claro, y logramos estimular el hábito de la lectura con las bibliotecas que me aportó el Instituto Cubano del Libro para las escuelas locales. Vinieron amigos solidarios de Barcelona y nos ayudaron a repararlas y dieron su ayuda.
«Creamos grupos de aficionados con el talento de esa zona, con niños y adultos que también organizaban una programación. La pasaban bien, lo disfrutaban y les llegaba un mensaje. En fin… vivía más en Majagua que en La Habana, y hasta me hicieron Hijo Ilustre de la localidad. Allí tuve una de las grandes experiencias de mi vida y pude ver los resultados de la transformación cultural de un entorno.
«Al propio tiempo vi nacer el concurso de poesía Regino Pedroso, que fundé a la par del proyecto de Majagua. Lleva más de 20 años entregando premios y estimulando a poetas».
—Llevar el arte a todos los sitios y proyectarlo más allá de las instituciones culturales tradicionales…
—Es llegar a la gente que a veces teme, por desconocimiento, entrar a una galería, a un teatro. Sin embargo, cuando a través de las casas de cultura o de un proyecto comunitario les llevas el arte a sus espacios de vida, de alguna manera lo asimilan. Unos se retiran, otros se quedan, y siempre ganas. Hay que buscar incentivos para llegarles.
—Me llama la atención esa confluencia en Rivas del periodista cultural y el promotor. ¿Cómo la explicas?
—Me gusta trabajar con los artistas y lograr que la gente los asimile y disfrute del arte. Como han sido tantos años de experiencia como periodista, intercambiando con los creadores, me he dado cuenta de que falta ese vínculo necesario, no con los espectadores que siguen habitualmente a un artista o a una agrupación, sino con la gente de a pie, la gente de la calle.
«Hay que trabajar mucho con los niños desde el arte. ¡Son tan inteligentes! Receptivos a los mensajes. Todo está en que asimilen lo que les quieres decir, sin teques o discursos preelaborados, para que reciban un mensaje noble, revolucionario, inteligente.
«No digo que todos los colegas se pongan a hacer proyectos culturales, pero sí deberíamos, desde la profesión, enfocarnos más en divulgar el trabajo que se hace a diario en las comunidades. No es el gran espectáculo, pero es muy importante».
—Fidel siempre defendió esa participación del artista en la vida comunitaria, y dijo que la cultura es lo primero que hay que salvar. ¿Cómo asume esa visión Rivas a la luz de los tiempos que corren?
—La historia de Cuba nos ha demostrado cuánto ha tenido que ver la cultura con nuestros procesos de emancipación, las guerras por la independencia y en el contexto de la Revolución de 1959, desde Palabras a los intelectuales hasta nuestros días. Lo que no podemos permitirnos es que se queden en consignas o lemas esos propósitos.
«Hay que luchar todos los días por defender la cultura nacional, porque solo ella puede salvarnos, y pueden hundirnos los intentos por desestabilizarla que estamos viviendo cuando se ataca a Buena Fe, Nancy Morejón, Arnaldo Rodríguez y otros tantos que han apostado por seguir haciendo cultura en Cuba, a pesar de los obstáculos. Especialmente los escudos de la nación cubana, que están trabajando desde la base con el pueblo y en las comunidades. Los periodistas tenemos que apoyarlos más, incluso con ojo crítico para mejorarlos.
Hay quienes no han procesado bien la importancia que tiene defender nuestros valores, la verdadera cultura cubana, las tradiciones, lo comunitario, porque, reitero, puede salvarnos, pero puede hundirnos el desentendernos de nuestras expresiones auténticas.
—¿Qué bendición supone haber nacido en Cuba?
—El proyecto de nuestra Revolución es muy lindo, abarcador, y cuando falla no se trata de ella misma, la Revolución, sino de individuos que tienen una responsabilidad y hacen que sucedan incomprensiones, errores… e incentivan el nivel de descontento. Hemos sobrevivido a la pandemia, las escaseces, y la crisis, que no es solo aquí, es mundial, pero nosotros por las propias limitaciones que enfrentamos a causa del bloqueo lo hemos sentido más.
«Por eso la cultura es tan importante. Llevarle a la gente lo espiritual que puede enaltecer mucho. Desde los mambises quedó reflejado cómo había tiempo y lugar para el disfrute de la poesía y la música entre aquellos guerreros. Y no se trata de plantar una orquesta en un barrio y ya. Debe ser una propuesta integral con talleres literarios, de música, danza… de una mayor colaboración de los artistas con las escuelas. En las escuelas y en la familia es donde se forma o deforma a un niño, a un joven.
«Hemos tenido la instrucción, la educación elemental, la cultural, la realización profesional, pero también hemos debido sortear tantas adversidades y problemas, que de alguna manera te van moldeando una personalidad más fuerte. Lo comprobé cuando con mi enfermedad estuve muy grave y, sin embargo, ese nivel de resistencia que me ha inculcado existir en este país me ayudó a resurgir. Está claro que para mí es una bendición ser cubano y vivir en Cuba».
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