Fotos: Alexis Rodríguez
La vocación es algo muy especial que nos inclina, que nos lleva,
algo misterioso que no sabemos descubrir o explicar.
Eusebio Leal Spengler
Para el arquitecto Juan Carlos Pérez Botello, director de la Escuela Taller “Gaspar Melchor de Jovellanos”, el Dr. Eusebio Leal Spengler significó algo más que el Historiador de la Ciudad, y así lo manifiesta en declaraciones para Habana Radio: “Fue un padre, siempre llamaba y estaba al tanto de cualquier problema. Es de las cosas que más extraño, a veces tengo la sensación que lo hará. Me cuesta trabajo hablar de él, todavía es muy reciente su partida”.
El discípulo más valioso de Emilio Roig, quien fortaleció y se propuso darle valor a la Oficina creada por el primer Historiador de la Ciudad, era un hombre dedicado por completo al funcionamiento del Centro Histórico habanero y sus instituciones. “Se preocupaba por todo y en todo momento por la Escuela y por la persona. Muchas veces hablé con él de problemas personales y por inconvenientes del centro también. Varias veces discutimos, no pasaba un periodo que no tuviéramos una discusión de trabajo, o sea, no por los objetivos sino por la forma o determinado detalle que se escapaba. Leal era muy quisquilloso para que las cosas se hicieran correctamente. Eso uno también lo extraña y lo recuerda eternamente”, comenta Pérez Botello sobre experiencias cercanas con el Maestro Mayor del Colegio Universitario San Gerónimo de La Habana.
La obra cumbre de los cinco siglos
La restauración del emblemático Capitolio de La Habana significó un gran desafío para la Escuela Taller, los especialistas rusos y lo demás profesionales que intervinieron en las labores constructivas; un trabajo seguido por el propio Historiador bien de cerca. Al respecto comenta Pérez Botello: “La escuela jugó un papel sustancial y fue de las obras que más me acercó a Leal. Voy a hacer otra anécdota, porque con Leal las anécdotas son muy ilustrativas de su forma de llevar los problemas e incluso de resolverlos. Cuando hicimos la linterna estaba siempre al tanto de cada avance. Voy un día y le comenté que ya habíamos puesto los capiteles y me dijo: «si ya lo sé». Entonces le pregunté: «¿cómo usted puede saberlo?», y me respondió: «porque estoy con un telescopio», y sí, efectivamente, tenía su telescopio”.
Años antes, la remodelación del Coliseo de las Cien Puertas, como es conocido el Teatro Martí, necesitó otra vez de las capacidades laborales del centro que dirige Juan Carlos, fundado por Leal en 1992 como una academia para capacitar a los jóvenes en los oficios de la restauración.
“Cuando estábamos reparando el techo, Leal se aparecía por la noche, subía al andamio y revisaba cada una de las cosas. Luego me decía: «se te está oxidando la pintura», yo le preguntaba cómo sabía semejante detalle, a lo cual me respondía «anoche estuve con una linterna»”, rememora el directivo.
Futuro y legado
Con la partida del Historiador es preciso preguntarse cuáles serán las mejores decisiones y empeños para mantener su legado, un compromiso que involucra a los trabajadores de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana y que transciende las fronteras geográficas de la capital. En el caso de la Escuela-Taller, la memoria de su fundador será honrada mientras las nuevas generaciones tengan algo útil que aprender sobre patrimonio, restauración, además de prepararse para los avatares de la vida. “Hombres recogerá quien siembre escuelas”, principio martiano puesto en práctica por el cubano más útil de su tiempo.
“Para Eusebio, el trabajo más importante era darle esa continuidad a la vida de los jóvenes y lo recalcó siempre. Él se veía reflejado en ellos, porque decía que no escogió la gran autopista de la vida, si no la vereda un poco incómoda. Nuestro colegio tiene una orientación, incluso muchos jóvenes llegaron guiados por él. Se encontraba a las familias en las calles y mandaba un papelito, o llamaba por teléfono para que esos jóvenes continuaran sus estudios. Para nosotros es un compromiso y una tarea que él nos asignó”, nos dice Pérez Botello, quien sigue como ley las ideas rectoras del Historiador de la Ciudad de La Habana aprendidas durante años.
Los alumnos reciben en el sitio académico las disciplinas de albañilería, cantería, carpintería, yeso, así como de pintura de obra y pintura mural, además de la forja, la electricidad, junto con el vidrio, la plomería y la fontanería. A su vez, reconoce Juan Carlos Pérez Botello, la Escuela “garantiza el técnico medio y la posibilidad de estudiar en el Colegio San Gerónimo de La Habana. Algunos solo persiguen el oficio y pueden emplearse en la Oficina del Historiador o como trabajadores por cuenta propia. Otros son máster y entraron siendo albañiles. También casi todos los profesores son formados en la propia institución”.
La perspectiva del Doctor Leal Spengler con la Escuela-Taller Gaspar Melchor de Jovellanos fue abrir las puertas a un centro de pensamiento, a un destino para comulgar con el pasado histórico y crear, además, una conciencia sobre el cuidado de la ciudad, no solo para quienes pertenecen a sus aulas, sino también para los padres y familias de los estudiantes. Así lo confirmó en una de las graduaciones, donde intervenía con su fecunda oratoria: “Hay una dignidad muy grande en ser obreros. Ahora ustedes están en el momento preciso, pueden hacer lo que nadie puede hacer. Aquí están los albañiles, los carpinteros, los plomeros y los restauradores (…) Y serán libres por su conocimiento y el trabajo de sus manos”.
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