Foto-percepciones desde los ojos de Maité


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Foto: Gonzalo Vidal

Desde su aparición, la fotografía no sólo contribuyó a transformar la concepción de la representación y el espacio en la pintura y la gráfica, sino que igualmente extendió las posibilidades de observación de la materia (incluso del cuerpo humano) y de una aprehensión de lo real desde la subjetividad de la gente sensible. Lo fotográfico devino con el tiempo no sólo medio para el registro de lo visible en función del testimonio o la percepción científica; porque de inmediato la capacidad escudriñadora y transformadora del artista lo convirtió en instrumento, y posteriormente en género, abriéndose en inmenso abanico de búsquedas formales y reformulaciones ideo-significativas; todo lo cual ha generado fotos provistas de distorsiones, superposiciones, cortes, aumento de rasgos y texturas, revelación de sutiles detalles de interés y apariencias tramposas, sin que faltaran las atmósferas neblinosas, ígneas u oníricas.

El camino de las investigaciones visuales que condujo a los aportes de creadores como Man Ray, Weston, Moholy Nagy, Bragalia, Rodchenko, Hearfiel y Diane Arbus, entre otros cultores fundamentales del Arte Fotográfico mundial, ha tenido enriquecedora repercusión en profesionales del lente de nuestra época y país. Muchos son los nombres conocidos y desconocidos con afanes creativos disímiles que participan del movimiento cubano de la fotografía en sus acepciones utilitarias, testimoniales y deliberadamente artísticas.

Si bien existen en Cuba “foto-artistas” cuyo talento y “cultura del ojo” bastan para ofrecernos propuestas valiosas y personalísimas, igualmente contamos con los casos de artífices de ese medio que proceden de la formación en las artes plásticas, el teatro, la televisión y el cine; y que han logrado transferir códigos de esas manifestaciones a sus maneras de ver, sentir y traducir percepciones por conducto de la cámara, el laboratorio o la computadora. Igualmente es justo reconocer la presencia, a veces inadvertida entre nosotros, de una diestra y persistente mujer que llegó al hacer fotográfico a partir de la educación de la sensibilidad y el conocimiento de los imaginarios que adquirió durante la carrera universitaria de Historia del Arte. Aunque Maité Fernández Barroso se ha dedicado básicamente a testimoniar el suceder habanero de las artes escénicas(que la funde al Festival Internacional de Teatro de La Habana, ahora efectuándose);a la vez ha documentado el trabajo creador en artes visuales, conexión que le enriqueció aún más la observación subjetiva. Así, lo que ha sido ocupación laborar, ha podido adquirir calidades más complejas y sugerentes, al grado de que la mayoría de sus estampas fotográficas de encargo resultan provistas de evidente carga estética y fuerza. De ahí que Maité sea hoy, no obstante la modestia y ese andar silencioso que le caracterizan, una de las más naturales ejecutoras criollas de la fusión entre los conceptos de “cámara lúcida” y mirada intuitiva.   .

Cuando uno observa los ojos de Maite, y a posteriori  penetra en sus captadas escenas teatrales y danzarías, retratos y motivos numerosos del campo visual, rápidamente advierte que se trata de una persona en quien elegir un trozo instantáneo del objetivo para la cámara, no es acto regido por estereotipos, contaminación kitsch o mecanicismos de esa especialidad. En ella habitan el mandato de la subjetividad, la unidad de la ternura con la dureza, un sensual lirismo que convierte su trabajo en disfrute, ese aparentemente fugaz acto de retratar sustentado en el rigor sintáctico y semántico, y el buen gusto que le propicia encuadres de indudable sensualismo. Fijar en sus “cuadros” las  situaciones y los tropos del suceso encargado o libremente elegido, implica para esta fotógrafo asumirlo desde la intimidad; y simultáneamente sacar a la luz de las imágenes –mediantes emanaciones del siquismo- la información sobre arte que mantiene latente.

Cada foto surgida de la agudeza ocular y la técnica manejada por Maité FB, constituye lectura objetivada a partir de una doble perspectiva de reportera y espectador participante. Al imbricar su preparación para la apreciación de lo escénico con la inteligente fijación de cuanto pueda ilustrar signos de la trama teatral y mostrar el estilo del montaje, la fotógrafo nos permite apreciar a posteriori, en las visiones resultantes, el discurso gestual y la proxemia de los cuerpos. Músculos en tensión y contorsiones que revelan el tejido de venas y nervios dentro de la piel, plena encarnación expresionista en rostros y brazos, entrelazamientos actorales de violencia o de placer, masas humanas que adquieren simbiótica presencia gestáltica y connotación simbólica, contrastes y fusiones de luces y sombras en atmósferas dramáticas, composiciones equilibradas y poética del gesto, son algunos de los rastros de los  espectáculos y las representaciones que ella nos deja.

Sus foto-percepciones parecen demostrarnos aquella afirmación de Susan Sontag en su libro Sobre la fotografía:”Precisamente porque diccesionan un momento y lo congelan, todas las fotografías atestiguan la despiada disolución del tiempo”. Un tiempo de la escena que Maité experimentó como vivencia, interiorizó como contenido imaginario, y entregó a quienes puedan revivirlo en calidad de registro culto.

 

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