Galardonado recientemente con el Premio Nacional de Teatro, Aramís Delgado Cruz es uno de los enamorados más fervientes y apasionados de la actuación. “He dedicado toda mi vida a esta profesión. Y jamás lo lamentaría. Por el contrario, hoy siento una satisfacción inmensa, porque desde los primeros años de mi niñez soñaba con ser actor”, expresó.
Nacido en el municipio capitalino de San Miguel del Padrón, este consagrado actor, que ha encarnado a cientos de personajes a lo largo de su brillante carrera artística, vive orgulloso de su origen campesino.
Creo que fui actor desde que tuve uso de razón. De San Miguel del Padrón mi familia se trasladó a una pequeña finca ubicada cerca de Santa Fe. Recuerdo que se llamaba Taoro, porque contaba con grandes frutales y su principal producción era precisamente el famoso jugo de esa marca. Ese lugar, caracterizado por la belleza de su paisaje, propició el desarrollo de mis inquietudes iniciales hacia el arte, que fueron los colores y sus combinaciones con la luz. A mi manera también cantaba y actuaba.
Cuando cursaba el preescolar, mi maestra, que había observado mi interés por actuar, me dio un poema, bastante largo, para que me lo aprendiera y lo recitara el Día de las Madres. A pesar de mi corta edad me aprendí la poesía de memoria. Al finalizar la actividad cultural, muchas madres, incluyendo la mía, me abrazaron emocionadas.
Rememora que por esa época, con ocho o nueve años, “visitaba la biblioteca de la zona, donde descubrí y comencé a estudiar la obra de Stanislavski en un libro que aún conservo. Perdí la cuenta de las veces que leí ese texto. Por suerte no fue en vano. Ese estudio me sirvió para integrarme luego a los pequeños grupos de teatro que existían en ese municipio y que realizaban sus presentaciones en el cine de Santa Fe y en lugares aledaños”.
Como nunca renunció a su gran pasión por la actuación, durante los días duros y difíciles vividos en la etapa militar formó e integró algunos grupos de teatro que llevaba a otras unidades militares.
Obras como Abdala, La comadre y Palabras en la arena formaron parte del primer repertorio de aquellas agrupaciones, además de monólogos interpretados por mí. Fue en esos años cuando me gané el calificativo de El Artista. Precisamente con uno de esos grupos me presenté en el Primer Festival de Aficionados celebrado en La Habana. Allí, en el cine Payret, donde se efectuó el Festival, obtuvimos el primer premio de actuación. Y posteriormente, cuando el certamen pasó a nivel nacional, también ganamos el primer lugar.
A pesar del estricto régimen disciplinario, con la ayuda de mis compañeros me escapaba en las noches de la escuela de artillería, radicada en Bacuranao, para recibir clases de actuación en un curso que impartía en el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos, el ya experimentado actor Vicente Revuelta. Labor que después asumiría Miguel Ponce, otro no menos destacado actor.
En opinión de Aramís Delgado, es en el teatro donde se forman verdaderamente los actores. “Si el actor no se forma en el teatro, por mucho que se esfuerce después, no tiene los conocimientos suficientes y necesarios para tener un buen desempeño actoral cuando llega a la televisión y al cine. El teatro me fascina, fue donde me formé y por eso le agradezco tanto. Una vez concluida la vida militar, me dediqué por entero a la actuación”.
La Habana 1850, una comedia musical de José Jacinto Milanés, fue la primera pieza teatral donde asumió el rol protagónico, compartido con la actriz Mirtha Medina. “Esa obra tuvo alrededor de trescientas presentaciones. Al propio tiempo realizábamos funciones de teatro dirigidas especialmente a niños y jóvenes residentes en diferentes municipios de la capital”.
“El teatro me fascina, fue donde me formé y por eso le agradezco tanto”. Foto: Tomada de Trabajadores
No podía ser rechazado, por supuesto, cuando la Compañía Teatral Rita Montaner, a través de una convocatoria, solicitó a un joven actor. Comenzaría entonces realmente el desempeño magistral de Aramís Delgado en el arte de las tablas, con la interpretación de célebres personajes del teatro universal como Otelo y Hamlet, por solo citar algunos. Estos le abrieron las puertas para formar parte posteriormente de otras prestigiosas agrupaciones como el grupo Los Doce, dirigido por Vicente Revuelta, y el emblemático Teatro Estudio, integrado por los mejores actores cubanos de esa época.
“Trabajé en todas las obras que estrenó por aquellos años Teatro Estudio, asumiendo mayoritariamente roles protagónicos. En esa agrupación compartí escenarios con estrellas de nuestro teatro como Raquel y Vicente Revuelta, y José Antonio Rodríguez”, explicó.
Mientras multiplicaba sus éxitos sobre los más diversos escenarios, hizo su debut exitoso en la televisión, medio del cual admira su carácter masivo. “Llega a todos los hogares. Es para quienes lamentablemente no pueden asistir a una sala de teatro”.
Resultan memorables sus actuaciones en las telenovelas Magdalena, El año que viene y Las huérfanas de la Obrapía, una de las novelas que más popularidad le concedió. Junto a esta, muchas más le ganaron el aplauso de los televidentes cubanos desde la Punta de Maisí hasta el Cabo de San Antonio. Tampoco se olvidan sus demostraciones de excelencia artística en series policíacas filmadas para la televisión, especialmente en Día y noche.
Aramís Delgado junto a Adela Legrá en Lucía (1968), de Humberto Solás. Foto: Tomada de Internet
No menos laureado, dentro y fuera de Cuba, es el paso de Aramís Delgado por el cine. En su prodigiosa memoria guarda con celo el momento en que siendo aún muy joven y sin la categoría de profesional, asumió un pequeño papel en una coproducción cubano-soviética titulada Soy Cuba. Aunque fue una aparición muy breve, los vastos conocimientos de actuación que ya poseía y que había adquirido de forma autodidacta le sirvieron para un buen desempeño actoral en un filme que meses después alcanzaría fama mundial.
También es aplaudida mundialmente su magistral participación en Lucía, La primera carga al machete, Baraguá y Te llamarás Inocencia, que conjuntamente con otros filmes dan fe de su quehacer artístico en el séptimo arte.
Aramís Delgado en Te llamarás Inocencia (1987), de Teresa Ordoqui. Foto: Tomada de Internet
¿Prefiere encarnar un personaje positivo o uno negativo?
Prefiero solamente el personaje que haya sido bien escrito. Puede ser positivo o negativo. Me gusta aquel personaje con que el escritor ofrece al actor la posibilidad de hacer arte.
¿Qué diría Aramís Delgado de sí mismo?
Soy una persona sumamente apasionada. Me inspira, por ejemplo, una puesta de sol, la caída de la lluvia, la naturaleza, pero buscando siempre sus colores, sus contrastes.
“Decir teatro no es decir escenario, sino entrega, consagración, amor y sacrificio”.
Como genuinos trofeos, y ciertamente lo son, yacen en lugares visibles de la vivienda de Aramís Delgado decenas de premios y reconocimientos: varios premios Caricato que avalan sus excelentes actuaciones en programas televisivos; Artista de Mérito, conferido por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y el Instituto Cubano de Radio y Televisión; el Premio de Actuación; premios especiales otorgados por diferentes instituciones y organismos por su destacada labor artística; la Distinción por la Cultura Nacional, y en días recientes el que a su juicio es el más relevante: el Premio Nacional de Teatro.
¿Qué representa este premio para quien por más de medio siglo ha enaltecido el teatro cubano y la cultura de su nación?
Es el más importante que puede recibir un actor en Cuba. Es asimismo el mayor estímulo que puede dársele a un actor por la labor desarrollada durante toda su vida.
Para mí decir teatro no es decir escenario, sino entrega, consagración, amor y sacrificio. Considero que eso he hecho a lo largo de mi existencia, y quizá por esa razón hoy me siento tan feliz. Soy feliz por haberme entregado total y plenamente a la actuación y por no renunciar nunca a mi país, a pesar de haber recorrido casi todo el mundo.
Este premio aviva mis deseos de continuar actuando y la necesidad de estar en la escena, que no desaparecerá mientras viva.
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