Interactivo o cómo bailar con El recurso del método (I).


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Leyendo a Alejo Carpentier en estos tiempos
 

El camino

La primera noticia que tuve de la existencia de un proyecto que después sería llamado Interactivo, fue una tarde de jueves a fines del año 2001, la fecha exacta se pierde en mi memoria; cuando en las Tardes de jazz que se organizaban en la UNEAC, Bobby Carcassés y su hijo Roberto fueron parte de una larga tertulia improvisaba en la mesa que ocupan, entre otros, el músico y escritor Leonardo Acosta, el escritor Guillermo Rodríguez Rivera, Amado Córdova,  director de la Revista Salsa Cubana, algunos otros amantes del jazz y quien esto escribe.

La conversación pasó de las anécdotas y las historias vividas en los años precedentes—con el correspondiente desfile y pase de cuenta de los ausentes—a escuchar las ideas que tenía Robertico acerca de cómo enfrentar la música cubana, sus influencias y el lenguaje de una generación de músicos que, no solo necesitaba un espacio, sino que tenía inquietudes y propuestas atrevidas.

Sus palabras –interrumpidas por los regaños a su hijo que le acompañaba y no dejaba de jugar con el piano—sonaban a manifiesto musical y en ellas se hacía patente la necesidad de convertirlas, lo antes posible, en hechos concretos.

Incluso fue más allá... Anunció que estaba ensayando con algunos amigos y que pronto saldrían a la palestra; y lo más importante: se trataba de un proyecto abierto en cuanto a sus integrantes. En pocas palabras: sería un taller creativo en el que no importaba la filiación profesional, solo era hacer buena música.

Debieron pasar un par de meses cuando volví a encontrar a Bobby Carcassés y a su hijo Roberto en las puertas del teatro Mella; estaban dando los toques finales en tema de ensayo para el debut en grande del proyecto del que había hablado meses antes y que ya tenía nombre: Interactivo, y me invitaron a que no me perdiera el concierto al día siguiente... viernes. Coincidentemente era jueves, y había Tarde de jazz en el bar Hurón Azul de la UNEAC.

En esa misma fecha el ambiente musical de la ciudad estaba conmocionado ante el concierto que ofrecerían los Integrantes del Buenavista Social Club en el teatro Karl Marx. Para ser honesto: era también “el debut en Cuba” de todas esas celebridades musicales que desde fines de 1997 estaban en el top de la música cubana por el mundo, quienes eran agasajados y amados como dioses de nuestra música en todos los rincones; pero que aún no habían recibido el aplauso de sus compatriotas. Debo decir también que a los medios y al público en general,  en ese entonces les interesaba más lo que ocurriría en el Karl Marx que en el Mella. 

Sin embargo, lo realmente novedoso, lo interesante, ocurriría en el teatro Mella. Allí se había reunido uno de los públicos más homogéneos de estos años: todos menores de veinte cinco años, o al menos esa fue mi impresión. A la luz de los años me atrevo a decir que aquella noche, en ese concierto, la cultura cubana enfrentó su primer manifiesto musical del siglo XXI.

No exagero si afirmo que la música cubana, por determinadas razones, se estaba debatiendo entre el fracaso o sobrevivencia de la timba brava –un movimiento musical que había permeado toda la vida sonora de la nación— ante la presencia cada vez más fuerte en el mercado internacional de “la música tradicional cubana”, la aceptación de propuestas musicales como el hip hop y el pop nacional, el arribo del naciente reguetón o abrir el horizonte sonoro a propuestas que, aunque no fueran del todo novedosas,  pudieran resultar inclusivas o eclécticas y que lograran satisfacer el gusto de un segmento de público en el que nadie había reparado hasta ese entonces; público que simplemente necesitaba una propuesta alternativa que les motivara y lo más importante, que expresara sus intereses. 

Interactivo anunciaba que podía ocupar ese espacio y llegar más allá. Proponía en su música las ideas, los sueños y el mundo mágico religioso y social de una generación; algo parecido al trasfondo de algunas novelas y cuentos del escritor cubano Alejo Carpentier. 

El proyecto intentaba dar al ambiente musical una dimensión cultural interesante. La pregunta del millón es si llegarían a lograrlo.

El recurso

El siglo XXI había comenzado con algunas propuestas tecnológicas interesantes: los teléfonos inteligentes, la familia de los mp3 que sepultaron, de una vez por todas, los medios analógicos de escuchar la música, el nacimiento de las redes sociales y el cambio en las formas de distribución y consumo de la música.  Nacía la cultura de la generación “milenials”.

En el caso cubano se puede afirmar que era el momento de explosión y realización de aquellos que nacieron entre 1975 y 1980. Se puede hablar de un cambio generacional, del arribo de un grupo importante de hombres y mujeres que representaban un tránsito social, profesional y cultural interesante. Llegaba la hora de nuestra generación Z.

Interactivo es la expresión musical de esa generación, solo que con una particularidad: no negaron a quienes le habían antecedido, a quienes les habían influenciado; a aquellos que admiraban. En el escenario del concierto que certificó su nacimiento había músicos de distintas generaciones, algunos más conocidos que otros. 

No se trataba de una reunión de virtuosos per se como había acontecido con proyectos anteriores como Irakere, Opus 13, Afrocuba o NG la Banda, entre otras formaciones más o menos conocidas y populares; eran simplemente músicos a los que les unía la voluntad de hacer una música que les resultara divertida, con la que gozaran a sus anchas y lo más importante, la única condición para ser parte de la propuesta radicaba en respetar el espíritu de libertad creativa que les había reunido. Era una formación abierta: no importaba a qué proyecto o grupo musical se perteneciera, no importaba si se era popular o no. Lo importante era aceptar que la música propuesta estuviera al alcance de todos. Y los egos debían quedar fuera del espacio creativo.

De alguna manera esos presupuestos que rigen conceptualmente a Interactivo se entroncan con la historia del jazz, sobre todo eso que conocemos como jazz session, y de cierta zona de la música cubana que se definió como descargas y que antecedió al afrocuban jazz; pero también están presente en la historia de una formación llamada Afrojazz que fundara y dirigiera Bobby Carcassés.

Interactivo fue un poco más allá al incluir las músicas de la periferia tales como hip hop, influencias como el funky y el R&B, y algunas influencias de fuerte raíz mágico religioso; solo que superando el “síndrome de los tambores” que fueron sintetizados en pasajes musicales novedosos y transgresores.

Pero lo más importante: nacía la primera "cooperativa musical cubana"; o para ser más exacto, funcionaba como “una mutual musical” en la que el principal aporte de sus miembros era las ideas musicales que les definían. Todo ello arbitrado por el piano de Roberto Carcassés y de la multiinstrumentista Yusa.

Quien haya seguido la carrera de Interactivo –lamentablemente un fenómeno cultural y musical habanero—podrá encontrar ese barroquismo musical que nos define en algunos de sus temas, o el surrealismo de algunas propuestas que rozan la crónica citadina en el tratamiento de los textos, o ese caos sabiamente organizado de muchas de sus descargas.

Alejo Carpentier es considerado el fundador del realismo mágico, una corriente literaria que define nuestra realidad y que de alguna manera moldeó parte importante de la literatura latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX... Interactivo sería el primer paso para que ciertas zonas de la música cubana se sumaran al carro de lo alternativo... Paralelismos de la historia cultural cubana.


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