“La Academia de la Historia tiene que continuar siendo generadora de ideas”


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La historia de los pueblos no es un amasijo inerte de acontecimientos. Es, por el contrario, savia insustituible en el crecimiento de las naciones, cuya impronta trasciende nuestra interrelación con lo contingente.

Desde esa perspectiva, sin ser ni mucho menos una bola de cristal para predecir o acomodar el futuro, se convierte en pilar insustituible, en cuanto a la manera en que pensamos, y nos adentramos en vericuetos de toda índole, en relación con los proyectos asociados al mañana.

Dicho de otra manera, no es posible sumergirse en senderos desconocidos, ni siquiera otear en verdad el horizonte, desprovistos de las enseñanzas que emergen del devenir en el tiempo. Ello le confiere, entre muchas, una doble significación especial a la historia: ser asidero y rampa de despegue. Un puente vivo, en permanente e inacabable construcción, entre lo que hemos sido y lo que deseamos ser.

Días atrás, la serie televisiva LCB2: La otra guerra, estremeció a buena parte del público antillano, entre otros aciertos, por la manera en que se abordó uno de los múltiples períodos de nuestra historia reciente que ha sido insuficientemente estudiado. Los personajes fueron presentados esta vez, por fortuna, desde su policromía humana, desterrando maniqueísmos mediante los cuales en no pocas oportunidades se intenta explicar procesos verdaderamente dramáticos desde la simplificación. Es evidente que hubo una rigurosa investigación, que hizo posible acercarse a las esencias de figuras y sucesos, sin tener que recurrir a reduccionismos ni lugares comunes que nada aportan, en el empeño de comprender lo que ocurrió.

Hace apenas unas horas, en buena medida, vinieron a mi mente esas reflexiones. Primero, en el homenaje sentido que, una vez más, la Oficina del Historiador de La Habana rindió al Padre de la Patria, en el 152 aniversario del 10 de Octubre.  Ante la figura magnánima de quien hasta su último aliento en San Lorenzo, el fatídico 27 de febrero de 1874, no dejó de fundar el doctor Félix Julio Alfonso López, Historiador Adjunto de La Habana, se adentró con fina prosa en aspectos fundamentales de la vida del prócer; en tanto ponderó el incesante quehacer desarrollado durante décadas por el inolvidable Eusebio Leal, para reverenciar a quien consideraba “la piedra angular del arco” que sostiene la nación cubana, y de Emilio Roig, a quien Leal catalogó siempre, con enorme admiración, como “mi predecesor de feliz memoria”. (2)

Acto seguido, en un sencilla y emotiva ceremonia organizada por la Academia de la Historia de Cuba, —tal como establece el artículo 49 de su Reglamento—se resaltó el carácter cenital que reviste el 10 de Octubre dentro de la historia nacional, así como se celebró el décimo aniversario de la refundación de dicha institución, la cual ha desplegado una labor sostenida, durante ese tiempo, en aras de contribuir a la elevación del papel de nuestra historia en el desarrollo de la cultura nacional.

La Academia de la Historia de Cuba representa la máxima autoridad en la investigación, estudio y promoción de la historia en el país y tiene como objetivo y misión fundamental salvaguardar nuestro legado histórico; en razón a ello cultiva, fomenta, promueve, divulga y verifica el estudio de la historia de Cuba, con el fin de proclamar la verdad histórica de la nación y reafirmar nuestra identidad nacional.

El doctor Eduardo Torres-Cuevas, presidente de la misma, resaltó el papel inconmensurable desplegado por Eusebio Leal, para impulsar y concretar el resurgimiento de dicha Academia (un siglo después de su creación, el 10 de octubre de 1910, momento en el que solo la precedían, como conglomerados similares latinoamericanos,  las de Venezuela, Argentina, Colombia y Perú) y el apoyo brindado por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, en su condición entonces de Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros.(2)

El destacado profesor Torres-Cuevas, Director de la Oficina del Programa Martiano, rememoró las arduas jornadas en que un pequeño colectivo de reconocidos historiadores cubanos trabajó para darle cuerpo a lo que en realidad constituyó un sueño anhelado durante años. “El propósito, desde el comienzo, fue que estuviera integrada por profesionales con una vasta obra, poseedores del reconocimiento de la comunidad académica e intelectual por la solidez y rigor de sus trabajos. En el país existían otras organizaciones para los miembros del gremio, como la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC), pero la Academia tendría como condición su carácter selectivo, lo que en modo alguno le impediría trabajar estrechamente con numerosas instituciones de todo el país”, precisó.

Reconoció, en ese sentido, la excelente comunicación con la actual dirección de la UNHIC, y en particular con su presidente nacional, el MSc Jorge Luis Aneiro, lo que se traduce en un clima idóneo para llevar adelante proyectos comunes, desde las singularidades inherentes a ambas entidades.

“Una de las aportaciones que nos distinguió, con respecto a la Academia original, fue el hecho de concebir la figura del Académico Concurrente, que no existió antes, lo cual, habida cuenta de la cifra limitada de los Académicos de Número, nos permitiría incorporar a otros investigadores, siempre bajo la premisa de la calidad en su labor. Ello ha propiciado, en los últimos años, ir sumando, desde esos preceptos, a  jóvenes y profesionales de distintas edades lo que enriquece nuestro trabajo. En realidad, he meditado en varias ocasiones, tenemos ya dentro de la Academia, al menos a tres generaciones diferentes de historiadores”, añadió.

En un análisis crítico del trabajo desplegado durante la década, el también  miembro del Consejo de Estado, reconoció que, con independencia de los resultados alcanzados, no estaba satisfecho. “Hay que concretar varios de los proyectos que nos propusimos y replantearnos nuestro quehacer, desde la condiciones que impone la ´nueva normalidad´, producto de la Covid-19, no solo para Cuba sino a escala global. No se puede estar de espaldas a los espacios digitales, con todos los desafíos que ello implica. La Academia tiene que continuar siendo una generadora de ideas. Los que acumulamos mayor experiencia nos sentimos estimulados, al mismo tiempo, con las potencialidades que sabemos están al alcance y con las nuevas hornadas de historiadores que se forman  en nuestras universidades”, remarcó.

A la doctora Mercedes García, Académica de Número, le correspondió disertar en esta oportunidad sobre el 10 de Octubre, exposición que dedicó a resaltar a Carlos Manuel de Céspedes como ideólogo y estratega de la revolución que echó a andar en 1868.

La sesión culminó con la entrega de los títulos correspondientes como Académicos  Concurrentes, electos en el mes de julio de este 2020, a Leidy Abreu García, Miriam Herrera Jerez, René Villaboy Zaldívar, Santiago Felipe Prado Pérez de Peñamil, y al autor de estas líneas.

Este año, tristemente, fallecieron además de Eusebio Leal, único Académico de Honor, los Académicos de Número Cesar García del Pino y Alejandro García Álvarez. 

Unido a Torres-Cuevas, los Académicos de Número en activo son los doctores María del Carmen Barcia, Pedro Pablo Rodríguez, Olga Portuondo, Oscar Zanetti, Alicia García, Sergio Guerra, Rolando Rodríguez, Miguel Barnet, Lourdes Domínguez, Reinaldo Sánchez Porro, Mercedes García, Jesús Guanche, Ibrahim Hidalgo, Zoila Lapique, Gustavo Placer, Alberto Prieto, Arturo Sorhegui, Jorge Renato Ibarra, Yoel Cordoví, Edelberto Leiva y Félix Julio Alfonso.

Torres-Cuevas (2000), Zoila Lapique (2002), María del Carmen Barcia (2003), Rolando Rodríguez (2007), Pedro Pablo Rodríguez (2009), Olga Portuondo (2010), Oscar Zanetti (2011), Sergio Guerra (2017) y Alberto Prieto (2019) han sido distinguidos con el Premio Nacional de Ciencias Sociales y Humanísticas, galardón que también se les otorgó a César García del Pino (2012) y Eusebio Leal (2016). Los Académicos de Número ya fallecidos Jorge Ibarra Cuesta, Áurea Matilde Fernández Múñiz y Ana Cairo Ballester recibieron igualmente dicho Premio. En el caso de Ibarra Cuesta en 1996; Fernández Múñiz en el 2008 (ambos nos abandonaron físicamente en el 2017), mientras que Cairo Ballester, quien murió en el 2019, fue premiada en el 2015.

La Academia cuenta asimismo con Académicos Correspondientes Nacionales y Extranjeros. Entre estos últimos se encuentran, por solo citar algunos ejemplos de esas relevantes personalidades, Louis A. Pérez Jr., profesor de la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill; el ítalo-estadounidense Piero Gleijeses, el ecuatoriano Jorge Núñez Sánchez, el mexicano Carlos Bojórquez Urzaiz, el dominicano Roberto Cassá de Quiros y el francés Paul Estrade.

 

 

Notas

(1) Félix Julio Alfonso López: “Leal a Céspedes”, en: La Jiribilla, No. Dirección URL: <http://www.lajiribilla.cu/articulo/leal-a-cespedes>.

(2) El 20 de agosto del 2010, el Presidente del Consejo de Estado Raúl Castro Ruz, rubricó el documento legal emitido por el Consejo de Estado, mediante el cual se decidió, en su primer acuerdo “Restablecer la Academia de la Historia de Cuba, como institución autónoma, de carácter nacional y consultiva en materia de historia”.

 


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