El músico español Santiago Auserón considera a Cuba como una especia de “patria cultural”, un país al que debe “visitar una y otra vez para marcar el camino de músicas futuras pero de sólidos cimientos”. La Isla es un punto intermedio de ida y de vuelta, un viaje que parece nunca acabar para el artista en su incansable búsqueda de músicas mejores.
En Cuba, a propósito del Fórum Internacional de Música en La Habana Cubadisco Primera Línea, el artista ofreció un concierto en el teatro del Museo Nacional de Bellas Artes, donde acompañado solo de su guitarra hizo un recorrido por canciones de diferentes momentos de su vida, actuación que en tono de broma calificó de “al desnudo”, “solo el instrumento y yo”.
Las inquietudes musicales de Auserón lo llevaron a salirse de Radio Futura, una banda de obligada referencia si del rock español se habla, y dar un salto de fe al adentrarse en los caminos de sonoridades aparentemente ajenas como el son, la rumba, y otras que por diferentes razones enfriaron sus vínculos con el otro lado del Atlántico.
Para entender las razones del español hay que remontarse a la primera mitad de la década de 1980, años en que Radio Futura estaba en la cima del éxito. La discografía de la banda cuenta mejor que nada el proceso de cambio que poco a poco fueron sufriendo sus integrantes en materia de evolución musical: si bien las primeras placas (La ley del desierto / La ley del mar, De un país en llamas) muestran claramente las influencias del rock 'n' roll anglosajón en el cuarteto, poco a poco se sucedió un giro hacia los cimientos y estructuras musicales latinas, horizonte palpable definitivamente en el álbum La canción de Juan Perro.
Es entonces que Santiago Auserón llega a La Habana, fue en 1984, y la ciudad lo recibe, brazos abiertos, en un pandemónium de músicas, pregones, rumba, ron, algarabía callejera; al visitar el resto de la Isla descubre que las tradiciones siguen vivas, las importadas y las autóctonas. Santiago de Cuba le muestra que la trova y el son no fueron modas, sino más bien, latido constante de una cultura y nación que sabe de dónde viene, y preserva sus valores para decidir hacia dónde va.
En aquel momento dejó de ser simplemente Santiago Auserón, y se complementó con esa parte inquieta y curiosa a la que llamó Juan Perro, su álter ego, el de la música que combina los sonidos de su España querida con los del “nuevo mundo” que poco a poco descubre en reiterados viajes.
Auserón-Perro, Doctor en Filosofía, autor de varios libros y una interesante discografía, es la vanguardia de una serie de artistas que reencontraron en Cuba “el combustible” necesario para reconectar la música de esta parte del mundo con la de su antigua metrópoli, una conexión que asegura “no debió perderse nunca”; en la más codiciada joya de la corona de la España colonial se le abren las puertas a un mundo inimaginable de ritmos y giros idiomáticos.
En eso mucho tuvo que ver su amistad con el tresero Pancho Amat, el legendario Francisco Repilado “Compay Segundo”, y otros artistas cubanos que le ayudaron a sondear el vasto universo musical de una isla “maravillosa” desde la que pudo fusionar las armonías del rock 'n' roll y el blues con la cadencia propia del son.
Esta visión de unir expresiones sonoras tan diferentes, y la influencia en ella de sus repetidas visitas a Cuba, no solo son materia prima para la música de Auserón-Juan Perro, también para el académico, que volcó todo lo aprendido en las páginas de Semilla del son, libro de su autoría en el que pone orden a lo vivido en sus ires y venires a la mayor isla de las Antillas; donde cuenta cuándo conoce a Faustino Oramas “El Guayabero”, como inicio de la relación con la tierra que “le cambió la vida”, como ha confesado en más de una ocasión; y cuyo origen -uno de los muchos datos interesantes del mismo- es una compilación de cinco álbumes de música cubana, considerada la primera de su tipo hecha en España.
Para el artista originario de Zaragoza, Cuba tiene un significado especial que va más allá del arte, por eso regresa una y otra vez, siempre con la mirada atenta y las orejas bien abiertas.
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