“Yo siempre digo que mi padre, de origen cantonés, nunca estudió ni sabía nada de las artes plásticas. Sin embargo, tenía mucha habilidad para hacer papalotes; los creaba de todos los tamaños y formas. En mi memoria conservo nítidamente esos papalotes de mi niñez. Tanto es así que mis esculturas, mi trabajo escultórico, está basado en esas cometas chinas que mi padre nos hacía”. Con estos recuerdos de la infancia inició su conversación con La Jiribilla la artista Flora Fong García; autora de unas cien exposiciones personales y colectivas, exhibidas en Cuba y en el extranjero. Su extraordinaria y vasta obra creativa la hicieron merecedora del Premio Nacional de Artes Plásticas 2022.
“Flora Fong asegura que su inclinación por las artes plásticas surgió desde edades muy tempranas”. Imagen: Tomada de Internet
Es graduada de la Escuela Nacional de Arte. “El grupo de egresados al que pertenezco era fundamentalmente dibujante, porque por aquella época se le daba mucho protagonismo al dibujo. Ese protagonismo se le dio también al grabado. Estas dos manifestaciones de las artes visuales, en mi opinión, son muy importantes, pues te permiten avanzar en tu futuro como artista”, expresó.
Nacida en Camagüey, ciudad que la reconoce como Hija Ilustre, Flora Fong asegura que su inclinación por las artes plásticas surgió desde edades muy tempranas:
Mirando hacia atrás, creo que esta vocación comenzó desde que estudiaba en la enseñanza primaria. Por aquellos años dibujaba árboles muy frondosos, y mis compañeritos de clases me daban sus papeles para que yo terminara sus dibujos. En esa provincia también inicié mis estudios en una escuela-taller de artes plásticas de nivel medio. Allí adquirí conocimientos que fueron de mucha utilidad cuando vine a estudiar a la Escuela Nacional de Arte, en La Habana.
Junto a su intensa labor como creadora, destaca el trabajo docente ejercido por más de dos décadas en la Academia Nacional de Bellas Artes. Las experiencias vividas en este prestigioso centro, donde se han formado varias generaciones de creadores cubanos, le permiten explicar lo siguiente:
En Cuba existió un claustro que en su época trabajó fuertemente y que ha dejado huellas y resultados apreciables en los artistas. Hoy, con más o menos experiencia en la docencia, existen en esta Academia muy buenos profesores que ponen todo su empeño en transmitir al estudiantado el abc de las artes plásticas. Pero su esfuerzo sería en vano si los estudiantes, que están obligados a ello, no son capaces de trabajar en su desarrollo individual o no se esfuerzan para crecer artísticamente, alcanzar las metas propuestas y crear un estilo propio.
En esa etapa juvenil todo vale, incluso imitar a artistas consagrados. Sin embargo, el verdadero creador tiene que sacar de adentro, de su propio cuerpo, de su corazón, de su mente, lo que quiere hacer realmente a partir de sus ilusiones y conocimientos. Tiene que estar consciente, verdaderamente, de hasta dónde quiere llegar y del riesgo que debe asumir en correspondencia con los tiempos que vive.
Justamente a partir de esas concepciones, la Maestra de Juventudes se ha trazado a lo largo de su carrera profesional grandes metas, no pocas de ellas exentas de dificultades. “Durante años trabajé diariamente llevando conmigo a mis dos hijos pequeños, y por mi condición de mujer asumí también otras responsabilidades. Esas, entre otras dificultades, me prepararon y me fortalecieron tanto que aprendí a no temerle a ningún tipo de trabajo”, comentó.
“Ha incursionado en la cerámica, el vitral, el tejido, la escultura, el grabado y el dibujo”.
Ella da riendas sueltas a su imaginación y privilegiado talento, de los que han salido obras de incalculable valor artístico, en las que emergen una y otra vez la espiritualidad de la cultura china y su gran sentido de la cubanía. Considera que la creación no tiene límites, por ello ha incursionado en la cerámica, el vitral, el tejido, la escultura, el grabado y el dibujo, “aunque fundamentalmente soy pintora”, afirma.
En las pinturas he trabajado mucho la figura humana. En esta manifestación de las artes visuales siento especial aprecio por una obra en la que represento una pareja en casamiento y que nombré La boda. Este cuadro se expone de manera permanente en el Museo Nacional de Bellas Artes. Junto a él trabajé varias obras en formatos irregulares en madera, entre ellas La copa. Después le siguieron otras pinturas como El ciclón. Todas están relacionadas con la naturaleza, la energía del viento y esa fuerza en ocasiones descomunal de los vientos.
De inspiración le ha servido igualmente su propio nombre, que en caracteres chinos significa “nube de otoño”:
Es tan poético que hice dos o tres cuadros basados en esta idea. En uno de ellos, por ejemplo, me representaba sentada en una nube, y desde allí miraba la tierra. Reconozco que es un poco infantil, pero en todas las obras hay mucha poesía.
“En el girasol encontraba una especie de apoyo que me permitía representar elementos de las dos culturas: la oriental y la occidental”. Imágenes: Tomadas del sitio web de Radio Rebelde
Seguidamente empecé la serie de los Girasoles, que es otra etapa de mi obra creativa. Esta fase es resultado de una visita que realicé a España y Portugal. En esos países europeos quedé extasiada con los extensos campos sembrados de girasoles. Cuando regresé a Cuba comencé a investigar acerca de esta hermosa flor, de la cual se asegura que debe su nombre al hecho de que gira en torno al sol. Mientras creaba esta serie, que conjuga la espiritualidad y el colorido, sentía que en el girasol encontraba una especie de apoyo que me permitía representar elementos de las dos culturas: la oriental y la occidental.
Durante los duros meses de la pandemia, Flora Fong retomó la figura humana para crear una serie que, más allá de su alto vuelo artístico, da muestras de solidaridad y es expresión de los sentimientos más puros y humanos de esta connotada creadora, quien se considera sobre todo “una gente de pueblo”. Le dio por título Nasobuqueña tropical y devino, a juicio de muchos, una de las mejores y más nobles respuestas del arte a la terrible situación que vivió el mundo durante dos años.
“Durante los duros meses de la pandemia, Flora Fong retomó la figura humana para crear una serie que, más allá de su alto vuelo artístico, da muestras de solidaridad”.
Precedida por Rita Longa y Lesbia Vent Dumois, Fong García es la tercera artista de la plástica distinguida con el Premio Nacional de las Artes Plásticas. A pesar de ser acreedora anteriormente de otros galardones como la Réplica del Machete de Máximo Gómez y la Distinción por la Cultura Nacional, por solo citar algunos, no pudo evitar su emoción cuando dijo:
Este premio demuestra que han creído en mí y en la labor que he desarrollado durante toda mi vida. Estoy muy feliz por haberlo merecido, y principalmente por la cantidad de personas que me han felicitado, pues también lo consideran suyo. Este, al igual que todos los premios, significa compromiso. Ese compromiso lo seguiré cumpliendo cabalmente, porque si algo he tenido siempre presente es que nunca defraudaré a mi pueblo. Para él continuaré creando, y dedicada a él ya tengo trazada mi próxima meta.
Dando muestras de su permanente entusiasmo, del amor sin límites a su trabajo y de su inagotable e incesante creatividad, Flora Fong tiene prevista una retrospectiva de toda su obra que abarque la pintura, el dibujo y el grabado.
Pretendo conformar una gran exposición que pueda ser vista en el Museo Nacional de Bellas Artes por todos aquellos que me han querido y han admirado mis creaciones. Concebimos un performance que tendrá, incluso, un desfile de modas que ya hemos nombrado Caminando con Seda, porque hace alusión a la ruta de la seda. Es un abarcador proyecto que desarrollaré con la participación, entre otros especialistas, de una diseñadora y de mi hija, que es graduada de grabado. Se trata de un proyecto complicadísimo que requiere de mucho esfuerzo y recursos. No obstante, lo convertiremos en realidad. Es una gran ilusión, un sueño que vengo anhelando desde hace mucho tiempo.
La frase que da título a este texto fue escrita en un papalote con forma de mariposa que el padre de Flora Fong le regalara cuando ella iniciaba su carrera. Tal vez fue el primero en descubrir cuán alto volaría su hija poco tiempo después, sostenida por los fuertes vientos de esos ciclones que, como todas sus obras, engrandecen la cultura cubana.
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