Manuela Martelli: “Me interesa buscar esas historias que quedaron en los márgenes”


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A Aline Kuppenheim le tiembla el ojo derecho en plena conferencia de prensa. Quizá por el viaje en avión, pero parece que Carmen estuviera sentada en el salón Sancti Spíritus del Hotel Nacional, su personaje de 1976. Fue ese uno de los años más crueles de la dictadura de Pinochet. A veces en Chile hay que esperar 7 para sacar financiamiento a un largo de ficción. Sin embargo, Aline aclara que luego del estallido social, la trama del filme se resignificó “porque ocurrió una conexión empática con la historia”. Para la actriz, 1976 muestra a la mujer como sujeto político, en su relación con la violencia.

La película la alimentan las abuelas. La abuela de Manuela Martelli, la directora. En el proceso se dieron cuenta que esas mujeres no fueron distintas a ellas. Aline trabajó junto a Martelli en Machuca y fueron madre e hija en otra. Existe una conexión telepática entre ellas, siente una gran diferencia cuando trabaja con una directora-actriz.

Por eso introducimos esta conversación sobre 1976 con Aline y la continuamos con Manuela vía correo electrónico, pues no pudo por problemas de agenda llegar a La Habana para esta edición del Festival. Esta es su ópera prima y compite por el coral.

La dictadura de Pinochet y sus diferentes aristas es un tema que se ha abordado en diversos audiovisuales chilenos en los últimos 30 años.

¿Por qué volver con una historia sobre la dictadura insertada en plena dictadura?

En Chile existe un mito de que las películas chilenas sólo hablan de dictadura. La realidad es que sólo se trata de un treinta por ciento. No me parece demasiado para un país que no condenó a la mayor parte de los responsables de los crímenes de lesa humanidad que se cometieron durante ese período, partiendo por Pinochet. Eso para comenzar. Luego creo que las democracias son muy frágiles, ya lo vemos en tantos lugares del mundo hoy, y por lo mismo, hay que cuidarlas. Para mí, cuidarlas es, en parte, hacer memoria constantemente. Mantener la memoria viva, es decir, estar constantemente re-visitando la historia con los ojos del presente. Hoy en día tenemos conciencia de algunos temas que antes no teníamos, como la perspectiva de género, por ejemplo. La película hace un ejercicio de mirar la historia desde la perspectiva de una mujer. Un punto de vista que por muchos años estuvo marginado de la Historia oficial -esa con mayúscula que aparecía en los libros y la prensa. Las mujeres no eran sujetos históricos, menos aún las mujeres anónimas, las que no estaban, por así decirlo, “en primera línea” (que, por lo demás, eran muy pocas). Para mí, una manera de mantener viva la memoria, es ir a buscar esas historias que quedaron en los márgenes, volver a mirar la historia desde nuevos lugares. Por eso me interesó observar un periodo tan relevante en la historia de Chile desde el interior de una casa, desde el espacio doméstico. Me parece que al hacer ese ejercicio revitalizamos una cierta inmunidad histórica.

En el filme hay un manejo de la intriga, el suspense que pudiera parecer que no se trata de una historia que perfectamente pudo ocurrir (o que ocurrió). Todo esto quizá como una muestra de cómo vivieron personas de distintas clases sociales o posturas ideológicas los años de dictadura, algunos el terror atroz, ¿otros el thriller…?

Claro, creo que esa época entera fue como un largo thriller o una película de terror. Esto que te mencionaba antes sobre la memoria viva, también tiene que ver con re-vivir las emociones de una época. Muchas veces nos acercamos a la historia de manera muy mental, la abordamos desde la racionalidad. El cine tiene esa capacidad tan maravillosa de transportarnos a un lugar y vivir una historia desde el punto de vista de un personaje, hacernos experimentar las emociones por las que ese personaje transita. Me parece importante entender la historia desde ahí, desde las emociones y la atmósfera de esos años.

A excepción del cura, los móviles de por qué actúan de esa manera y quiénes son cada personaje permanecen sugeridos, subyacentes, fuera de campo. Sobre todo la protagonista…

La película ocurre bastante en esos planos, intenta observar sin rotular a los personajes. Me parece que la historia en general, no es blanco o negro, y las personas tampoco. Estamos llenos de contradicciones y de complejidad. Decimos una cosa de nosotros mismos, nos identificamos con una idea, pero luego hacemos lo contrario, y muchas veces no nos damos ni cuenta. Para mí el personaje de Carmen opera desde la humanidad, creo que ella actúa desde ahí, y no desde un dictamen externo. Eso me parece que es suficiente motivo para considerarla una heroína. Y creo que ese es un tema que no solo concierne a esos años sino que es absolutamente contingente.

 

Aline Kuppenheim es una gran actriz chilena. ¿Era la persona que usted siempre pensó para el personaje? Cuéntenos cómo fue el trabajo con ella.

Una vez que el guion tomó forma, que entendí por dónde iba la historia, y que el motor de la película era el personaje de Carmen, pensé siempre en Aline. Realmente no podía imaginarme otra actriz en ese personaje. Creo que Aline, además de ser una actriz tremendamente talentosa y con mucha experiencia, tiene la capacidad de transmitir sus pensamientos a la cámara, de sumar todo un mundo interior al personaje. En cuanto a la manera en cómo trabajamos, todo partió en una etapa muy inicial, mientras yo escribía el guion. Conversamos mucho, yo le conté de mis motivaciones, de que el germen de la película era mi abuela materna, una abuela que yo nunca llegué a conocer. A través de mi madre y mi familia, me enteré que había sido una mujer muy adelantada para su época pero que vivió ese “malestar sin nombre” por el que pasaron tantas mujeres durante esos años. Mujeres inquietas y curiosas, que se sintieron atrapadas en esas estructuras rígidas a las que estaban sometidas. Ahí apareció también la abuela de la Aline. Otra mujer intrépida y transgresora, y fuimos entonces robándole cosas a esa abuela y sumándolas al personaje de Carmen. Fue un trabajo muy colectivo, y creo que Aline es una persona muy lúcida, que aporta una opinión sobre los personajes.

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