Marcel Molina: siempre de regreso a sus raíces


marcel-molina-siempre-de-regreso-a-sus-raices

 

Tal vez de manera más explícita que en otros creadores, salta a la vista el vínculo que guarda la obra de Marcel Molina (Lajas, 1987) con los orígenes de este artista, uno de los más destacados dentro de la nueva y fecunda hornada de grabadores de nuestro país.

Desde que irrumpiera en el panorama nacional de las artes visuales, a finales de la primera década de este siglo, la industria azucarera cubana y, particularmente, los efectos socioeconómicos aparejados al desmantelamiento de la misma, han sido temas recurrentes en el quehacer de dicho autor, oriundo de una zona vinculada en lo esencial al que fuera nuestro principal rubro exportable.


Y sin embargo... el humo.
Xilografía, 2019.

Asimismo, el empleo del grabado, especialidad de la que se graduó en la cienfueguera Escuela Provincial de Arte Benny Moré, ha sido un modo de expresión al que se ha mantenido fiel este hijo de artesanos artistas porque, según ha dicho, disfruta en él la trayectoria cargada de sorpresas y en cierto modo artesanal que va desde el dibujo en la madera virgen, hasta la impresión de la obra.

De igual forma, una formación académica vinculada a los estudios socioculturales, sentó sólidas bases teóricas para la obra que posteriormente le ha merecido, entre otros, los premios del VIII Encuentro Nacional de Grabado, el I Concurso Nacional de Calografía Belkis Ayón y, en dos ocasiones, el del Evento Internacional de la Visualidad Artística (VISUARTE).

“Hace varios años que vivo en La Habana, donde tengo la galería y el estudio con todas las condiciones para trabajar. No obstante, regreso a Cruces; hago visitas que me permiten recordar el entorno donde inicié toda mi obra, ver las torres y alguna estructura de las antiguas industrias y, por supuesto, eso me permite seguir este tema desde mis raíces y recuerdos de la juventud”.

El  testamento II.
Xilografía, 2017.

Así expresó al Blog Cubarte el artista quien, precisamente, decidió pasar estos días de distanciamiento social en el hogar de su infancia, donde las conversaciones giran frecuentemente en torno a la gran exposición que, curada por Antonio Fernández Seoane y bajo el título de Recuento en tres tiempos, tuvo lugar a finales del pasado año en el madrileño Museo NeoMudéjar, primera de carácter personal que realiza en Europa.

“La exposición fue todo un éxito de publico y crítica, en sentido general. Incluso, la cantidad de cubanos que fueron a la muestra fue una sorpresa para todos. Presenté más de 90 grabados, entre xilografías, colagrafías y serigrafías, los cuales abarcan una etapa de mi trabajo que va de 2008 al 2019.

Durante mi estancia allí tuve la oportunidad de dialogar, escuchar historias y constatar los sentimientos que les suscitaban la industria azucarera en Cuba y los grandes formatos en xilografías. No faltaron, entre otras preguntas técnicas y de contenido, algunas sobre el tiempo que le dedico a una matriz o la forma en que imprimo esos grandes grabados en madera, las cuales me hicieron ver que fueron de gran agrado para los que visitaron la muestra.

Una de las características del Museo es su construcción. El inmueble, como tal, es una de las antiguas naves que pertenecieron a la Terminal de Trenes Atocha, la cual se mantiene con el alma de lo que fue en su pasado: un taller; lo que hace relacionar todo este espacio con la energía y la vida de los que existían en las industrias azucareras en Cuba. Creo que justamente eso fue lo que motivó la realización de esta exposición: las locomotoras, la vida y el desarrollo que se vivió alrededor del ferrocarril. 

La recogida.
Xilografía, 2011.

Por otro lado, visité estudios de muchos de los artistas que están de alguna manera relacionados con el Museo y, en sentido general, creo que fue una linda experiencia. Existen proyectos para seguir trabajando y exhibir en España, sólo hay que esperar a que la situación mundial a causa del coronavirus se normalice y todos encontremos nuevamente el equilibrio en nuestras vidas”.

Nuevas inquietudes artísticas mueven en la actualidad a este creador, sin que las mismas signifiquen un rompimiento con la línea estética y conceptual que han caracterizado su trayectoria.

“Estos trabajos se están enfocando hacia un nuevo soporte, como son los papalotes o cometas hechos con güines o espigas, que no son más que las flores de la caña de azúcar. Los estoy concibiendo para ser exhibidos como una especie de galería de arte a cielo abierto”.

Entre las líneas por las que una vez el ferrocarril transportó la verde gramínea, con la mirada puesta en las irreductibles torres y casi que volviendo a percibir el dulce olor de la melaza, Marcel Molina renueva su espíritu y reencuentra, siempre, su más cara fuente de inspiración.

 


0 comentarios

Deje un comentario



v5.1 ©2019
Desarrollado por Cubarte