Fotos: Eduardo Esparza
Uno de los escritores más notables de su generación regresó a Cuba como invitado a la Feria Internacional del Libro de La Habana, que en esta edición se dedica a México. Su primera actividad pública fue en la sala Manuel Galich de la Casa de las Américas, donde también recibió la constancia del Premio José María Arguedas, que recibiera en el año 2015.
En el último año de su etapa universitaria en Perú, en los años 80 del siglo pasado, un jovenzuelo Mario Bellatin publica su primer libro. Casi inmediatamente, se entera de una convocatoria para una nueva escuela de cine en Cuba y a la que, curiosamente, no solo era posible aplicar presentando un trabajo como cineasta, sino también un libro. Y eso hizo. Envió el libro recién publicado y pronto fue aceptado como alumno de la Escuela Internacional de Cine, Radio y Televisión de San Antonio de los Baños. Todavía recuerda, entre tantas cosas de esos años, como Fidel iba junto a Gabriel García Márquez los fines de semana a conversar con los estudiantes y recordaba con detalles los nombres y los proyectos en los que trabajan varios de ellos. Eso lo impresionó mucho.
Narrando parte de su etapa cubana, comenzó el escritor peruano mejicano su conversatorio con Jorge Fornet Gil, director del Centro de Investigaciones Literarias y la revista Casa de las Américas, en la sala Manuel Galich. Antes, Fornet lo había presentado como una de las voces más peculiares de la literatura contemporánea, inconfundible y no solo un narrador, también un performer, un agitador cultural. El crítico recordó que en 2008 Bellatin fue invitado a ser jurado del premio literario que auspicia la Casa de las Américas y en esa estancia propuso que se considerara para la semana del autor algún gran escritor mexicano, que, a la sazón, fue Sergio Pitol.
Fornet dijo también que Bellatin había aprovechado muy bien esa estancia cubana en 2008, ya que en 2015 obtuvo el Premio José María Arguedas con El libro uruguayo de los muertos, en el que narra, a su manera, parte de sus peripecias habaneras de entonces.
Uno de los momentos más agradables de la charla fue cuando el autor de Salón de Belleza contó que su decisión de ser escritor, “pasara lo que pasara”, la tomó mientras vivía en Cuba. Ya traía la pulsión de escribir, pero el contacto con el ambiente cultural de La Habana, la bohemia de esa época y el reconocimiento que tenía el artista en el país, lo hicieron decidirse a escribir a tiempo completo. “El artista estaba reconocido en la estructura social, al contrario de lo que yo había visto en los países que había vivido antes. Esa convicción nació aquí”.
Bellatin contó cómo lo sorprendían las relaciones sociales y la cotidianidad cubanas, pues eran muy diferentes a lo que había vivido en sociedades muy individualistas, según las caracterizó. Recordó cómo trajo una máquina de escribir que tuvo que compartir con todo el edificio porque los vecinos necesitaban hacer trámites burocráticos. Tanto fue, que se vio obligado a poner un horario para que la usaran y después que se iban, él, supersticiosamente, copiaba un par de páginas de sus autores preferidos para que el “ashé literario” volviera a la máquina. Esa máquina de escribir existe y está en su casa en México. Actualmente escribe en ella.
“Había una especie de trueque diario. Mis vecinos eran muy generosos. Yo no podía ser menos. A veces estaba escribiendo y me pedían los zapatos para ir a una fiesta. Yo me los quitaba, se los tiraba por la ventana y después venían y me lo devolvían. Así vivíamos”, recordó. Jorge Fornet también le preguntó por su relación con las editoriales, pues ha editado varios de sus libros en grandes empresas literarias, pero también en pequeñas editoriales artesanales. En este sentido, el entrevistador lo invitó a explicarse sobre por qué en los últimos tiempos ha calificado a ciertos editores exitosos como “gente fea y usurera”.
“Yo guardo cierta consecuencia. Estoy en contra de las transnacionales. En estas grandes empresas ya no hay editores. Todo es estandarizado. Respetuosamente, no entiendo cómo hay autores que se dicen estar en contra del neoliberalismo, pero publican en estas grandes editoriales. Hasta hace algún tiempo había algo humano allí, pero ya no existe más. Hay grandes autores silenciados por otros que son éxitos de ventas seguro”.
“Estoy muy atento a las pequeñas editoriales. Hay una editorial colombiana, en Cali, llamada Biblioteca Popular Bruce Lee, que tiene un catálogo extraordinario. Un oficio artesanal muy cuidado. Ese tipo de trabajo me gusta. Me pone en contacto con otro tipo de lectores. De alguna forma, para mí, la narrativa del siglo XXI tiene que seguir el camino de la poesía del siglo XX. Ya no es posible esas grandes masas de lectores, pero sí un grupo de lectores muy interesados. Gente que busque interpretaciones del mundo que los sorprenda”.
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