En la foto, de izq. a derecha: Adrián Socorro, Meira Marrero y Rolo Fernández.
Como de orfebre es el espíritu que habita en Meira Marrero durante cada uno de los proyectos a su cargo. Sensibilidad, conocimiento y creatividad en iguales y generosas proporciones, hacen que con ella la curaduría alcance categoría de arte y también de un magisterio ejercido con humildad y respeto.
Los más recientes y tal vez unos de los mejores ejemplos son las exposiciones Mi amigo imaginario, con dibujos y pinturas de Rolo Fernández (La Habana, 1987) y Mi Serunomismo, con autorretratos realizados por Adrián Socorro (Matanzas, 1979), ambas inauguradas el pasado día 20 en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales (CDAV).
Si bien se trata de dos muestras personales, conceptualmente se integran como un proyecto único que, a su vez, conecta con Disonancias, exposición colectiva exhibida en esa propia institución durante la 14 Bienal de La Habana.
¿Por qué elegiste a estos dos artistas?
“Son dos artistas que vienen juntos desde Disonancias. Rolo viene de un poquito más atrás, del 8vo Salón de Arte Contemporáneo. Él ha ido descubriendo espacios experimentales en su trabajo. Su obra ha evolucionado mucho, en muy corto tiempo y en el trabajo conjunto curador-artista, con la participación activa además de la curadora Caridad Blanco, hemos logrado perfilar un camino dentro de su obra que, no por joven, es inmaduro, ni ingenuo, ni falto de enjundia, si podemos decirlo de esa manera.
Obra de Rolo Fernández.
Su carrera, que ha evolucionado en mis manos en un período más o menos de dos años, está en condiciones de mostrarnos un trabajo sólido durante esta etapa de depuración. Con Socorro sucede justamente lo contrario. O sea, en el caso de un artista maduro y con una carrera en desarrollo como Adrián Socorro, quien depura soy yo.
Mi Serunomisno es el resultado de su proyecto post pandémico en Matanzas que se tituló Serunomismo, al cual él gentilmente me invitó y en el que vi la posibilidad de hacer mi propia curaduría; mi propio camino a través de toda esa obra. Él produjo después otras pinturas que forman parte exclusivamente de este proyecto expositivo.
Te decía: Si Rolo fue depurando el camino y eliminando cosas que estaban de más; Socorro, lo contrario. Son como el Eros y el Tánatos; como el yin y el yang. Uno se desborda y el otro se concentra. Esa es la razón por la que son estos dos artistas”.
Más allá de que estuvieran juntos en Disonancias…
“Disonancias fue el punto de partida para mí. La base conceptual de Disonancias era el contrapunteo entre el caos y el equilibrio y, de alguna manera, estas dos exposiciones exhibidas una junto a la otra son un poco el caos y el equilibrio.
Es buscar el equilibrio en medio del caos conceptual, formal, factual de dos artistas con tendencias y momentos distintos que exhiben sus obras en el mismo espacio de tiempo y prácticamente en la misma sala”.
¿Cómo es que logras hacer tu propio camino a partir la exposición que se exhibió en Matanzas?
“Es un reto para un curador trabajar sobre otra curaduría. Es mi mirada. El proyecto de Matanzas era todo lo que él había pintado. Cómo él se veía, cómo él se sentía durante el tiempo de pandemia en que todos vivimos hacia adentro. Yo también viví hacia adentro en el tiempo de la pandemia y me descubrí en esos cuadros. Pero, por supuesto, no dentro de todos, entonces sentí la necesidad de mostrar mi camino, mi Serunomismo.
Es decir, yo descubrí a Meira dentro de los cuadros de Socorro, dentro del camino de Socorro y ese es el Socorro que yo quise traer: el Socorro que es Socorro, pero que pudo ser Meira. Por eso es Mi Serunomismo.
Obra de Adrián Socorro.
Y sí es un gran reto. Es tremendo reto, sobre todo porque es un artista que tiene una producción imparable. Hay en él una energía creativa y un desborde factual impresionantes. Su obra es muy rica, es como un abanico que va desde el ser humano en el centro del mundo, hasta el ser humano perdido en la masa. El abanico completo”.
Rolo se ha ido decantando por el minimalismo…
“Es un minimalismo que va más al concepto y a la línea. Es como conectar el concepto de ese personaje imaginario que él tiene, esa especie de alter ego que va por el mundo enfrentando incomprensiones, miedos; los mismos miedos que todos vivimos.
Pero ya factualmente ese miedo ha sido reducido al uso exquisito de la línea y al empleo prácticamente gráfico del color, lo cual le ha aportado mucho a la visualidad de su obra y a la significación de esa visualidad; algo que se agradece y particularmente esta curadora agradece que haya escuchado los consejos, tanto de Caridad Blanco como míos.
Entre ellos dos hay un balance. Un balance que parte de Disonancias porque es el balance entre el caos aparente, que puede ser Adrián Socorro, y el equilibrio minimal que es Rolo Fernández, con lo cual yo me siento absolutamente feliz y, claro está, realizada como curadora”.
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