Foto cortesía de la entrevistada.
Sobre la vida y legado de Rogelio Meneses, recientemente se estrenó el documental Meneses: presencia y alma del teatro santiaguero de los realizadores Carlos Fernández y Katiuska Betancourt Montero.
En entrevista para el Portal Cubaescena concerniente a esta obra que ya forma parte del patrimonio documental de la urbe, la también Especialista Principal del Centro de Comunicación de las Artes Escénicas en Santiago de Cuba, explicó:
Este documental es resultado del trabajo investigativo realizado, como ejercicio de culminación de estudios en la 8va edición de la Maestría en Desarrollo Cultural Comunitario que auspicia el CESCA en la Universidad de Oriente. Lo que me motivó fue el escaso conocimiento que existe sobre las personalidades del teatro santiaguero, a pesar de contarse con vastos estudios sobre la temática teatral en sí misma. A Rogelio Meneses llego por sugerencia de las muchachas del Centro de Investigación y Documentación de las Artes Escénicas, en especial por Gretel Quintana y Hortensia Ortiz, quienes me sugirieron mirar con profundidad la labor que había realizado Meneses dentro del teatro santiaguero.
¿Qué es lo primero que te llama la atención al palpar su obra?
Fue un hombre que llegó a esta ciudad siendo muy joven. Con solo 25 años emigró de Camagüey y rápidamente se vinculó a las labores del Conjunto Dramático de Oriente. Desde allí comenzó su amplio camino dentro del universo teatral. En su trayectoria se puede encontrar un vasto trabajo como profesor, director de escena y hasta director artístico de lo que hoy se conoce como Festival del Caribe, entonces Festival de las Artes Escénicas de Origen Caribeño. Su impronta artística en este festival data desde el año 1981 hasta el 2005, muy cerca a la fecha de su muerte.
En este sentido, hay algo que me llamó notablemente la atención, su labor como promotor cultural. Fue de ese grupo de artistas entre los que se encontraba Raúl Pomares, Carlos Padrón, Nancy Campos, Dagoberto Gainza, Fátima Patterson que eran muy jóvenes, pero tenían la necesidad de salir a dialogar a las calles con el público, y empezar a realizar trabajos de investigación. En esta búsqueda, Meneses se encontraba en el centro con un discurso y una poética diferente.
A partir de ahí fue cuando solicité al Consejo de las Artes Escénicas realizar un documental con el fin de contribuir también, en el rescate de la memoria histórica de personalidades e instituciones. Trabajo que realicé a dos manos, con Carlos Alberto Fernández, director de Producciones Amanda, el cual es la persona que más ha incursionado esa línea de mensajes dentro de nuestra institución.
¿Cuál es ese sello artístico que caracteriza a Meneses, siendo un hombre polifacético?
En mi búsqueda bibliográfica, yo encontré un ejemplar de la Revista Tablas, correspondiente al año 2006, justo cuando Rogelio falleció. En ella Omar Valiño, su director, plasma en la Editorial que, “Meneses había sido o era presencia y alma del teatro santiaguero”. La expresión me caló tanto, que me propuse investigar a fondo a este hombre aún más, sobre todo porque descubrir algo así, dentro de la trayectoria de esplendor del teatro en Cuba, merecía todo el respeto y la seriedad.
Meneses fue una persona que experimentó todo de la escena santiaguera, con la dramaturgia, el trabajo del actor, la dirección y las puestas en escenas. Así lo reafirmaron cada uno de los testimoniantes en el proceso de realización del documental. Todos coincidieron en la calidad humana de Rogelio, entregado por completo al teatro; hombre que no tenía vida fuera del arte teatral y eso es algo digno también de representar.
¿En cuanto a su trayectoria, algo más que desees destacar?
Durante esos años que estuvo trabajando en la escena santiaguera, fue fundador del Cabildo Teatral Santiago. Dirigió hasta su muerte el Laboratorio Teatral Palenque, grupo donde encontró esa poética que él quería desarrollar. Allí pudo hacer algo que le interesaba mucho, poner en contexto todo lo que había aprendido de los grandes maestros del teatro. De este modo es como encuentra su propio discurso, enfocado en la cultura popular tradicional, los sistemas mágico-religiosos, además de, la fuerza del actor que una vez que llega a la escena rompe con todo enfrentándose al público y a la puesta en un proceso donde tiene que desdoblarse para encontrar un camino. Este trabajo marcó a Meneses de manera significativa. Con su muerte se pierde ese proyecto lamentablemente, que, desde mi modesta opinión, nadie pudo continuar con aquel legado.
¿Alguna obra significativa dentro todo lo creado por Rogelio?
Tuve la posibilidad de ver Baroko, una obra que hizo en el 1990 que marcó un antes y un después dentro de la dramaturgia en Cuba. En ella logró plasmar dentro de escena: danza, teatro, actuación y música realizada en vivo. Los actores refieren, que el proceso de montaje de Baroko fue uno de los momentos más álgidos en la mayoría de sus carreras. No basta con leer la obra, hay que ver el espectáculo para poder comprender su alcance. Sobre todo, cuando hablar en el principio de los 90 del sistema mágico religioso, era considerado tabú. Pero Meneses logró integrar en la escena la música y las danzas afrocubanas; algo que hasta hoy pocos creadores han vuelto a repetir en el teatro santiaguero.
¿Qué crees necesario retomar de la impronta de Meneses en el teatro santiaguero actual?
Hoy la ciudad todavía goza de cierta representación teatral, a través de varios grupos con directores que han ido buscando su propio discurso escénico. Pero resulta importante siempre tener en cuenta nuestros orígenes. En Santiago de Cuba solo queda el quehacer de la maestra Fátima Patterson en Teatro Macubá, parecido a las maneras de Meneses. Donde todavía se insiste en hablar de nuestras tradiciones e idiosincrasia con un sello distintivo dentro del teatro que ella realiza.
Pienso que, con un poco de rigor investigativo, los otros teatristas pudieran imbricar en sus sellos discursivos particulares el rescate de las tradiciones, nuestra manera de ser, de pensar a través del teatro.
¿Con qué te quedas para ti, de este largo camino de realización audiovisual sobre una figura tan importante de la escena cubana?
Lo más significativo fue descubrir que fue un artista fiel a su verdad, a sus principios, a lo que defendió y al momento que le tocó vivir como revolucionario, cualidades que no siempre se dan y se ven en el arte.
También resulta sorprendente y de mucho beneplácito, cuando los que convivieron con Rogelio Meneses durante años te dicen que has mostrado un trabajo con apego a la verdad de lo que había sido la vida de este gran hombre. E inclusive, muchas personas instan a que realicemos una serie documental, en la cual se amplíe la investigación sobre las otras facetas de Rogelio; como, por ejemplo, su labor de maestro e investigador, en la que de conjunto con su amigo Joel James desarrolló proyectos interesantes dentro de la Casa del Caribe.
Por otra parte, da satisfacción ver cómo este trabajo ha despertado el impulso en otros investigadores de las Artes Escénicas, que desean emprender de la misma forma en el rescate de la memoria del teatro y la danza. Manifestaciones que han aportado un gran legado en la conformación de la cultura cubana, y donde todavía hay figuras valiosas que merecen ser investigados en profundidad.
Muchas gracias…
Todavía se recuerda a aquel hombre que hacía más de 40 años atrás ya incursionaba en el Teatro Experimental, cuando las condiciones en este país no eran tan fáciles para recibir un discurso diferente. Es por ello, que al concluir el 2022, la UNEAC y la AHS en Santiago de Cuba, han querido dedicar sus eventos como homenaje a Rogelio Meneses.
Recientemente un usuario en las redes, nombrado Yausmani Marsal Aranda, comentaba: “El maestro Meneses, es una leyenda del Teatro en Santiago de Cuba; figura inigualable en las tablas, todo un personaje; dueño también, del Teatro de Relaciones. ¡Cómo se extrañan esas mañanas de parque Serrano y las puestas en escena de modo minimalistas, con una enseñanza tras los textos! Un saludo a esa gran figura, esté donde esté, en el Palo Monte o en el Cabildo tomando canchánchara, porque de seguro muerto no está.
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