Ha muerto esta mañana de otoño Oscar Valdés en La Habana. La música cubana, los tambores y la timba están de luto. Hoy sus ecobios han de encender una vela y en silencio entonar un rezo. El barrio de Pogolotti esta de luto; solo que es un luto distinto.
Oscar nació, vivió y murió en el barrio de Pogolotti. Tierra de rumberos, santeros, ñáñigos, músicos y obreros. Pogolotti, lo mismo que muchos barrios de la Habana es un barrio de negros, blancos y mulatos todos mezclados como sabiamente afirmó el poeta.
Ese era un de sus grandes orgullos, sobre todo porque allí fundo una familia, nacieron sus hijos y aprendió sus tres oficios: músico, constructor de tambores batá y peluquero. Y hay que reconocer que fue maestro en los tres. Allí también recibió los fundamentos religiosos que definieron su conducta en la vida.
Cierta tarde que conversamos en la Tropical, al finalizar un ensayo de Irakere me contó alguna vez que era un hombre privilegiado en la vida. Me mostró los otros Oscar Valdés que pocos conocían.
“Nací y junto a la leche materna me alimenté con la música. Mi abuelo; que se llamaba Oscar Valdés, mi padre también de nombre Oscar, al que todos llamaban “el abuelo Reloj”, eran percusionistas; lo mismo que mis tíos Marcelino y Vicentico solo que estos eran los que mejores cantaban. Y en mi casa, a pesar de los oficios complementarios o verdaderos –no se podía vivir totalmente de la música—de tíos y tías siempre había espacio para la música, sobre todo si se trataba de tambores y rumbas”
“Mi primer juguete fue un tambor hecho con latas de leche condensada y una caja de bacalao. Hasta que tuve el tamaño para tocar los de mi padre y mi abuelo. Y fue mi abuelo quien me enseñó el arte de buscar y cortar adecuadamente el árbol, dar forma y afinar los tambores batá (…) y desde siempre yo he confeccionado los que he tocado en mi vida, lo mismo que el chequeré”.
“A los siete años tocaba en las procesiones religiosas y en muchos de los santos de mi barrio. Recuerdo que mis primeros tambores yuca eran más grades que yo y los tocaba encaramado en un banquito (…) tocaba tambores y me comía todos los dulces que había en las fiestas, sobre todo si era majarete o arroz con leche”
“Y a los doce comencé a hacerle suplencia a mi papa en algunos bailes, sobre todo los fines de semana. Y mi papá le hacía suplencia a mi abuelo. Por ese entonces Guillermo Barreto que era compadre de alguien en la familia me empieza a enseñar a tocar la batería y como me gustó siempre me paraba tras él cuando iba con mi padre a Tropicana, sobre todo en los ensayos”
“La escuela… chico yo no era muy estudioso, pero me vi obligado a estudiar para no trabajar de albañil… cuando terminé la superior comencé a aprender el arte de la peluquería con una tía mía… más peluquería era pasar el peine caliente y hacer el derriz a las mujeres negras… tenía tres oficios antes de cumplir los veinte años; músico, constructor de tambores y peluquero en el barrio… fui uno de los primeros peluqueros negros y tenía clientela en toda la Habana… de hombres y mujeres”
Sí fue como le conocí siendo niño. Él le hacía el derriz a mi madre y a una de sus hermanas que después se mudó para Pogolotti, en la esquina de su casa después de casarse con uno de sus primos. Y fue él quien le enseño el arte de “pasar el peine caliente o asesino y hacer derriz con potasa y grasa de copilla.
“En Pogolotti me case y nacieron mis hijos… creo que fui, soy y seré un buen padre… a mi manera… es verdad que ser músico es complicado en el tema familiar, sobre todo si trabajas en el mundo del cabaret o tienes que estar viajando… pero logre que estudiaran… Oscarito, que sería el cuarto en la dinastía es un baterista del carajo… pero nunca se interesó por aprender a hacer tambores… Diego toca el bajo y es el jodedor de la familia que manera de hacer maldades pero es muy cariñoso y Albertico es el mimado comenzó a estudiar trompeta pero lo dejó por estudiar computación… y las hembras cantan muy bien pero se han dedicado a otros oficios… y los nietos ahí creciendo…”
“Cantante… no eso nunca… cantantes mis tíos Marcelino y Vicentico, sobre todo Vicentico que canta boleros como nadie… en Irakere la idea de que yo cantara fue de Chucho… todo comenzó improvisando una rumba para el primer disco y tema de la orquesta, yo estaba para tocar la percusión junto con mi hermano “el Niño Alfonso” y Enrique Pla y tenía la función de administrador… en el estudio me puse a rumbear y terminé cantando una rumba que había oído desde niño que decía bacalao con pan… y ese fue el comienzo… yo lo que hago es rumbear, esa es una de mis pasiones y lo adapto a los temas del grupo…”
“Mi patria chica, además de mi familia, es Pogolotti; tanto que convencí a Chucho de tocar todos los 24 de febrero para la gente del barrio y ese es el mejor concierto de Irakere en el año… tengo casi cien ahijados en el barrio, cada vez que nace un niño o niña allá voy con Elba mi esposa y le llevamos un presente a la madre y en cuanto crecen se pasan el día en el portal de la casa jugando y pidiendo caramelos… yo les exijo que estudien y si sacan buenas notas me hacen muy feliz, lo mismo que ocurría con mis hijos… mucha gente dice que yo soy el alcalde de Pogolotti porque mucha gente cuenta conmigo para hacer lo mismo un arreglo en su casa o lo más inimaginable; pero aquí ha vivido siempre toda mi familia, tanto la paterna como la materna…”
Meses después de esta conversación volvimos a coincidir. Ya no formaba parte de la plantilla de Irakere; ahora dirigía el proyecto Diákara, el mismo que había fundado junto a sus hijos y que por un tiempo acompañó al trovador Silvio Rodríguez. Esta vez fue en el desaparecido Jazz Café mientras hacía una prueba de sonido.
“Diákara es un nuevo paso en mi carrera… en la música siempre hay que correr riesgos, saltar hacia adelante… y lo más importante es que este fue el proyecto pensado por y para mis hijos. Oscarito está haciendo carrera de solista, Diego anda de profesor por Colombia y Albertico esta en los Estados Unidos; pero los músicos que tengo aquí son mis hijos… y el mayor de ellos ahora es Kono… y también tengo tiempo para dar clases a percusionistas que vienen de cualquier parte del mundo y me estoy haciendo un nuevo juego de tambores batá… los que tenía en Irakere los hice hace casi cuarenta años…”
“Hoy voy a tocar con tres alumnos que tengo… ven para que los veas…”
No regresé esa noche; ni ninguna otra. La última vez que le vi fue en La Zorra y el cuervo. Ya la vida lo había herido, su hijo Oscar había fallecido y en su rostro se notaba la tristeza; una tristeza que desapareció cuando comenzó a tocar los tambores batá y a cantar un viejo rezo lucumí. Un rezo que narra la vida de un hombre al que solo le queda la música para seguir adelante.
Después no volvimos a vernos. Pogolotti es un destino al que dirija mis pasos, lo mismo que otros barrios de la Habana.
Ha muerto Oscar Valdés en la Habana hoy. En el barrio de Pogolotti hay luto. Los ecobios van a encender velas y alzar sus plegarias a su dios y el cobio Oscar Valdés no regresará al plante.
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