Carlos Manuel de Céspedes en Campaña.
Amaury Palacios.
El lunes 26 de abril de 1819, el Ayudante del Presbítero de la Parroquial del Santísimo Salvador de Bayamo, Juan Manuel de Fornaris, bautiza a Carlos Manuel Perfecto del Carmen de Céspedes y del Castillo.
Este hombre de mármol como lo llamara José Martí, simboliza el espíritu de combate, decisión, dignidad y patriotismo de los cubanos. Hombre de extraordinaria cultura, con gran visión política y revolucionaria. Organizó a los patriotas de las ciudades, montañas y llanos de Bayamo y Manzanillo, y comenzó la guerra por la independencia y la libertad de Cuba.
Pero esos nos son sus únicos méritos.
Padre del respeto a los derechos humanos en la guerra
Carlos Manuel de Céspedes fue uno de los más grandes humanistas del siglo XIX. Su confianza en las capacidades del hombre, su profundo respeto al decoro, están presentes a través de toda su obra, así como su entrega total a la causa de la independencia de su Patria. En el Manifiesto de la Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba, al dirigirse a sus compatriotas y a todas las naciones señaló:
«Al levantarnos armados contra la opresión del tiránico gobierno español, siguiendo las costumbres establecidas en todos los países civilizados, (...). Respetamos las vidas y propiedades de todos los ciudadanos pacíficos, aunque sean los mismos españoles, residentes... y en general, demandamos la religiosa observancia de los derechos imprescriptibles del hombre, constituyéndonos en nación independiente (...)».
A diferencia del tiránico régimen español, que empleó crueles procedimientos y mantuvo una guerra injusta y salvaje, los jefes y autoridades de la Revolución Cubana ofrecieron altísimas pruebas de cultura, humanidad y magnanimidad con los enemigos que cayeran en su poder.
En su condición de Jefe Supremo del Ejército Libertador, Céspedes crea, además, el Cuerpo de Sanidad Militar el 9 de julio de 1869, con la Ley de Organización de las Fuerzas Insurrectas, donde designaba al Jefe Superior de Sanidad del Ejército Libertador y a los jefes de Sanidad y Farmacia de los Estados de Oriente, de Camagüey y de Las Villas.
Solamente el heroísmo sin par de los miembros de la Sanidad y de muchos hombres y mujeres que apoyaron su labor, hizo posible, aun en las más difíciles situaciones, salvar vidas, mantener la higiene en los campamentos, luchar contra las epidemias y combatir al mismo tiempo al enemigo en su intento de desaparecer los hospitales y los pocos recursos médicos con que contaban.
El precursor, el padre por excelencia de este comportamiento, fue Carlos Manuel de Céspedes y del Castillo.
Padre de la Diplomacia Cubana
Céspedes buscó el reconocimiento de la independencia y beligerancia de la lucha de los cubanos, desplegó una extensa actividad diplomática y estableció correspondencia con diversos países del mundo.
El 3 de diciembre de 1868, le había instruido a José Valiente, al designarlo como Agente General de la República en Estados Unidos, que hiciera todos los esfuerzos posibles: «A fin de conseguir la protección del Gobierno americano y el reconocimiento de nuestro Gobierno provisional».
Sin embargo, otros países como México, Bolivia, Colombia, El Salvador y Guatemala mostraron simpatías por la causa cubana, lo cual nunca sucedió con los vecinos del norte. Incluso en el seno de la nación española, los cubanos encontraron voces que también se levantaron a su favor.
A mediados de 1870, Céspedes le escribió a José Manuel Mestre, quien a la muerte de Morales Lemus había sustituido a este como representante diplomático en Estados Unidos:
«Por lo que respecta a los Estados Unidos tal vez estaré equivocado, pero en mi concepto su gobierno a lo que aspira es a apoderarse de Cuba sin complicaciones peligrosas para su nación y entretanto que no salga del dominio de España, siquiera sea para constituirse en poder independiente; este es el secreto de su política y mucho me temo que cuanto haga y proponga, sea para entretenernos y que no acudamos en busca de otros amigos más eficaces y desinteresados».
Finalmente, decidió el retiro de la representación diplomática de Cuba en Estados Unidos. A fines de noviembre de 1872 le escribió a Ramón de Céspedes, agente cubano en Washington:
«No era posible que por más tiempo soportásemos el desprecio con que nos trata el gobierno de los eu, desprecio que iba en aumento mientras más sufridos nos mostrábamos nosotros».
Padre de la Numismática Cubana
A solo dos meses del Grito de La Demajagua, Carlos Manuel de Céspedes había iniciado ya las gestiones necesarias para dotar a la república de su propio circulante monetario y con ello, contribuir a la legitimidad del gobierno de la República en Armas.
El 20 de diciembre de 1868, en el Cuartel General del Ejército Libertador en Cauto Embarcadero, se gestionó la tirada de bonos y papel moneda. Para cumplir tan importante misión contactaron, el 21 de abril de 1869, con José Morales Lemus, al cual la Cámara de Representantes había ratificado como Ministro Plenipotenciario de la República de Cuba en Armas ante el gobierno de los Estados Unidos de América.
La primera emisión de papel moneda de la República de Cuba en Armas se realizó en Nueva York, entre los finales del mes de mayo y junio de 1869, arribando al territorio libre de la Isla posteriormente en remesas periódicas.
La Ley aprobada por la Cámara de Representantes y sancionada por el Ejecutivo, Carlos Manuel de Céspedes, Presidente de la República de Cuba en Armas, firmada en Sabanilla de Sibanicú, el 9 de julio de 1869, «Año Segundo de la Independencia», autorizó la impresión y circulación del papel moneda en la naciente República.
Ese día fue instituido como el Día de la Numismática Cubana y Carlos Manuel de Céspedes es reconocido como su precursor.
Padre de la Marina de Guerra Cubana
Desde el comienzo de la Guerra de los Diez Años, el Gobierno Provisional de la República de Cuba en Armas dirigido por Carlos Manuel de Céspedes, previó la creación de una fuerza naval capaz de burlar y enfrentarse a los medios marítimos utilizados por España para impedir el triunfo del Ejército Libertador.
Céspedes previó la necesidad de romper el bloqueo naval impuesto por España como primera medida para la buena marcha de la Revolución.
Con sólidos criterios, argumentando la necesidad estratégica, histórica y militar, de crear una Marina de Guerra Cubana, logró que, en la Asamblea de Guáimaro, se discutiera. En la Constitución, elaborada el día 10 de abril, redactada por Ignacio Agramonte y Antonio Zambrana, en el Artículo 15 se plantea:
«Deben ser objetos indispensables de ley (…) la autorización del Presidente para conceder patentes de corso (…), proveer y sostener una armada (…)».
Durante su gobierno nombró, desde la manigua, oficiales de la marina y emitió patentes de corso para llevar la guerra al mar entre otras valiosas decisiones.
Y por si todo eso no bastara, también hay que agradecerle a Céspedes la traducción y publicación en el periódico El Redactor, a partir del 4 de octubre de 1855, de Las Leyes del juego de Ajedrez, escritas por el famoso ajedrecista francés Louis Charles Mahé de La Bourdonnais, logrando dar gran popularidad a dicho juego.
Céspedes dedicaba gran parte de su tiempo a practicar el juego ciencia y era considerado por sus coterráneos como un maestro, tal dedicación es un signo fehaciente del interés que había despertado el ajedrez en la sociedad colonial.
En distintas obras biográficas sobre su persona aparece que su última partida fue celebrada el 27 de febrero de 1874, pocas horas antes de caer en combate en San Lorenzo.
Padre de la Patria Cubana
Al ser apresado su hijo Amado Oscar y proponerle el Capitán General abandonar la lucha a cambio de su vida, con hondo desgarramiento, Céspedes le respondió en carta del 2 de junio de 1870: «Oscar no es mi único hijo, lo son todos los cubanos que mueran por las libertades patrias». Oscar fue fusilado el 29 de mayo de 1870.
«Céspedes no fue más grande cuando proclamó su patria libre, sino cuando reunió a sus siervos, y los llamó a sus brazos como hermanos», diría de él Martí.
Con profundas raíces democráticas y elevadas concepciones humanistas, representa el más alto exponente del patriotismo, la eticidad, la democracia y la civilidad de la nación cubana. Por su firme actitud patriótica y su intransigente pensamiento independentista y revolucionario, el pueblo de Cuba lo proclamó Padre de la Patria.
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