Hay una vieja confusión respecto de la singular condición que diferencia al tipo de artista amateur o aficionado, popular-tradicional y Naif o Primitivo. A veces se les mezcla de manera simplista en exposiciones, salones y artículos publicados en revistas y otros medios impresos o digitales. De ahí que sea necesario, para ser precisos y justos, establecer los deslindes fundamentados necesarios. Pues si las dos primeras tipologías se refieren a personas que provienen de la afición elemental por el ejercicio de la expresión no especializada en las artes plástica, repiten fórmulas de oficio derivadas de una orientación preliminar recibida de algún artista o instructor (sin ir más allá), o parten de convenciones académicas mal comprendidas o equivalentes a las de la artesanía propia de culturas rurales y semi-urbanas (heredadas por vía familiar o comunal); en el tercer caso se trata de un tipo de artista que cuenta con una imaginación singular, intuitiva capacidad para la generación de formas y colores, sentido casi natural de la composición, información artística esencial o exhaustiva, y que realizó estudios de arte; por lo que optó por desenvolverse profesionalmente en esa tendencia aparentemente ingenua de la modernidad o tiene cercanía con ésta; y hasta puede emitir visiones reformuladas derivadas de mitos y arquetipos del contexto regional natal, gracias a contar con lo que el poeta cubano José Lezama Lima denominó “cultura del ojo”.
A ese último caso referido en el párrafo anterior pertenece Cristina Fonollosa. Desde el primer contacto con las imágenes que ella crea, uno advierte que está delante de una individualidad provista de un “universo estético” personal, poseedora de autonomía y autenticidad, con una base intuitiva y una sensibilidad capaces de proyectarse a modo de surtidero siempre cambiante de poesía visual. Pero no hay en su hacer nada casual. Ha tenido sólida formación en la Academia y cursos extras en pintura, dibujo, grabado y serigrafía…e igualmente en historia del arte, por lo cual sabe perfectamente lo que hace en cada una de sus realizaciones. También la cultura literaria y de otras esferas de la espiritualidad y las Artes - implícita en ella como recurso que alimenta su estilo- le permiten operar como artista profesional moderno conscientemente integrada a esa tendencia universal de la figuración –aceptada desde que Apollinaire le otorgara crédito estético- que algunos críticos, teóricos del arte y poetas sitúan dentro del “arte crudo” y otros prefieren nombrar Naives o Naif, “artistas del instinto y del corazón”, o simplemente: creadores ingenuos.
Con Cristina nos enfrentamos a un fenómeno de explícita riqueza pictórica que ha conseguido fundir, como si constituyera fuente única de sus imaginarios, los acervos sicológicos, semánticos y morfológicos de dos ámbitos regionales y culturales vividos e interiorizados: el natal catalán y el adoptado cubano. Por haber vivido casi simultáneamente en Cataluña(“universo” de imaginarios donde se gestó parte de la pintura, la gráfica y la arquitectura del siglo XX) y en Holguín(ciudad de la región oriental norte de Cuba, que después de la Habana, ha logrado mantener un rico y renovado movimiento de artes visuales, gracias al empuje apasionado de personalidades como Alexis Triana, Tatiana Zúñiga, Julio Méndez y Yurisel Moreno…entre otros), ha fundido vivencias cotidianas, percepciones culturales y signos etnográficos y de sicología social inherentes a esas dos urbes geográficamente distantes, pero conectadas por un pregnante enlace invisible y por el sentido fecundo que posee la Fiesta Iberoamericana celebrada anualmente en la referida localidad cubana.
“Saborear” las vírgenes y paisajes, los objetos cotidianos y signos sacramentales, trajes y vasijas, elementos lúdicros y de fiestas, muebles típicos y decoraciones que pueblan las representaciones plásticas de C. Fonollosa, implica descubrir, además de las procedencias europea y caribeña que en todo ello pervive y se mixtifican, propiedades ornamentales dúctiles, una refinada elaboración, el enorme abanico cromático y la dimensión lírica en el tratamiento temático, distintivos de su sentido instrumental estilístico.
Gamas dispuestas en armonioso canto ocular, tonalidades que encarnan estados de ánimos de la autora, elaboración sutil de líneas naturales y acentuadas que entrelazan -como melodía de altos contraste- a las disímiles imágenes, sueños integrados con certezas, leyendas convertidas en experiencias vividas y simbolismos sincretizados por conducto de tesituras de la emoción visualizadas, conforman aspectos del tesoro de configuraciones cultas y noticias íntimas que emerge –libre y sereno- en todo ese sistema de imágenes distintivo de la Fonollosa.
La Habana. 2023
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