Poveda, poeta renovador y crítico descortés I


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I

La generación de las dos primeras décadas del inicio de la república cubana de 1902 aprendió a vivir la infancia de la modernidad en un país arrasado por la guerra, subdesarrollado y dependiente del capital de los Estados Unidos. La frustración fue el trauma. Las reacciones de los escritores y artistas, aunque diversas, tuvieron esencias comunes. Entre estas hubo: indagación y búsqueda del ser cubano, la cubanía o la cubanidad; en sus raíces históricas, sociales y culturales; en los momentos de la fundación de la república dependiente que interrumpió las esperanzas de una modernidad nacional planteada desde el instante de la liquidación del colonialismo español; desencanto, escepticismo, agnosticismo… expresado en un nihilismo esteticista y en una poesía simbolista, o desde un sentido naturalista en la narrativa; continuación y crecimiento del discurso lírico femenino, a veces sencillo y otras audaz, persistente en las aspiraciones de las autoras a una presencia vital y reconocida en la vida social, cultural y política del país.

Se desarrolló la caricatura en la prensa y el humor en el teatro vernáculo, como medio de crítica ante la situación política de la nación y como parte de la resistencia del pueblo; se ampliaron el ensayismo nacional o nacionalista, el discurso de identidad y el pensamiento social e histórico, frente a la penetración norteamericana en todos los ámbitos; se adquirió madurez en el empleo de los recursos modernos de la narrativa realista y naturalista, junto al empleo eficaz de la crítica social en el periodismo, y se prepararon los escritores hacia otro lenguaje generalmente antirromántico o antimodernista, con determinadas audacias expresivas. En estas primeras dos décadas de la centuria se presentó un escenario de preparación ideológica nacionalista para la llamada “década crítica” comenzada a inicios de los años 20.

En dicha preparación germinó y se desarrolló la obra de José Manuel Poveda, quien había nacido en Santiago de Cuba, cursó la primaria en República Dominicana y realizó el bachillerato en su ciudad natal; en la Universidad habanera se graduó en Derecho y murió en Manzanillo, donde se había establecido como juez. Desde muy temprano se vinculó al periodismo estudiantil en diversas publicaciones, y a grupos juveniles impacientes y rebeldes. Mantuvo una fecundante relación epistolar con Regino E. Boti y adquirió experiencia profesional en bufetes mientras combinaba su profesión con un activo periodismo, a veces bajo seudónimos. Se destacó como cronista, conferencista y traductor literario, y sostuvo una amplia labor en la divulgación de la literatura.

En 1920 sufrió prisión por breve tiempo, acusado de ridiculizar al presidente de la república en una de sus dinamiteras crónicas. Llevó una vida bohemia y desordenada que lo indujo al consumo de drogas y le quebró la salud. Fue ágil y polémico periodista, traductor exquisito, autor de algunos notables ensayos y su poesía fue seleccionada para antologías de la época. Dejó una obra inédita incinerada por su viuda, que incluía traducciones y una novela que se sabe titulada “Senderos de montaña”. A pesar de la vigorosa modernidad crítica de su lenguaje, fue desconocido en su tiempo y poco reconocido después; rompió con el verso tradicional modernista y escribió sus polémicos Poemetos de Alma Rubens con una prosa poética de gran audacia expresiva y provocadora modernidad.

La obra lírica de Poveda encarnó y sintetizó uno de los típicos ejemplos de frustración, desengaño y desencanto. El único libro que publicó fue Versos precursores, de 1917, suficiente para situarlo entre los mayores renovadores de la lírica cubana en la primera generación republicana. A pesar de encarnar algunos presupuestos modernos, la ciudad y el sentido ideológico de la modernidad le resultaron muy hostiles; en su huraña vida rechazó vehementemente la mediocridad del asfixiante ambiente de intolerancia e incultura en la sociedad cubana de principios del siglo XX, con los nocivos arrastres españoles y lo peor de lo proveniente del Norte. El poeta tenía una gran imaginación y en su temperamento no había lugar para la falsedad y la hipocresía. En 1948, post morten, se publicaron sus Proemios del cenáculo, que incluyó prosa varia.

Presumía orgullosamente de ser un escritor “oriental”, muy beligerante como crítico de la pobreza espiritual del medio social de la Isla. En sus primeros poemas se propuso ser natural y muy pronto irrumpió con críticas antirrománticas. Desde sus manifestaciones iniciales encontramos a un poeta maduro y al que, por su originalidad, no se le sienten muchas influencias literarias. En “Mis estrofas” presenta una especie de ars poetica: “Como en el prado ameno / Las leves y sencillas mariposas / Llevadas por el freno / De bella aurora, ansiosas / Recogen mil esencias vaporosas; / Como el ave parlera / Que en el nido amoroso y sosegado, / Desde enhiesta palmera / Le canta al ser amado / Que cuida de su bello hogar alado, / Así mi estrofa suave, / Sencilla, humilde y pobre, aunque sincera, / Te canta como el ave; / Te busca lisonjera, Cual leve mariposa en la pradera”. (Todas las citas de poesía proceden de José Manuel Poveda. Poesía. Compilación, prólogo y notas de Alberto Rocasolano. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1981, t. 1).

En “Los versos a Rufina” confiesa abiertamente lo que buscaba de una prostituta, un tema tabú para su época, aún más invisibilizado en la poesía; el siguiente fragmento de estos alejandrinos con rima en versos pareados, lo revela: “Lo que adoro no es sino tu silencio, querida, / y las calmas vacías y obscuras de tu vida, / lo que adoro es el suave, misterioso nepente / de tu rostro tranquilo y de tu alma ausente. / Conozco la mediocre ductilidad teatral / de tu espíritu arteramente sentimental. / Sé la sabiduría de tus muslos abiertos / sin escrúpulos para todos los precios ciertos; / cinismo, risa, llanto, y para ti y el mundo, / y para mí, fatiga del placer infecundo; / cariños subitáneos, bajas malignidades / y en el fondo perpetuas insaciabilidades. / […]”.

La transgresora poética de Poveda dada a conocer en publicaciones periódicas no fue totalmente comprendida por sus contemporáneos, a pesar de su estilo directo y dialogante: quizás no se le quería entender. Sus Versos precursores solo tenían la intención de anunciar lo que vendría, porque, según su perspectiva, “el pasado humilla al presente”. El poeta no evalúa el Bien ni el Mal, y consagra un “…silencio incomunicativo, / soberbio de serenidad”. En un fragmento del “Desagravio a Phocas”, usando clásicas cuartetas alejandrinas, pero con lenguaje desesperanzado, enfatizado por encabalgamientos, logra un contraste perturbador, para su tiempo, una especie de burla al modernismo: “[…] Bien es cierto que el medio no da otra cosa. Nada / tenemos que no sea burla y mediocridad: / vivimos una torpe vida incivilizada / de cines, de cronistas, de envidia y vanidad. // Neofobia y anquilosis mental. Grafomanía. / Política y comercio. Tierra de explotación. / Dicterios agrios contra toda nueva teoría / y epítetos honrosos a Mariano Alarcón. // En mitad de esta feria mercantil y grasienta, / vuestros sueños extraños son exótico artículo; / si cruzara el mercado la Astarté macilenta / de los ojos febriles, se pondría en ridículo. // […]”. Las princesas y cisnes de la poesía modernista habían muerto definitivamente.

El poema “Versos precursores” marca el andar hacia un horizonte inasible y difuso, enigmático y misterioso. Un fragmento de la “Introducción”, de una rara combinación de versos de trece y nueve sílabas en estrofas de quintilla, deja dudas sobre lo que se puede anunciar, lo que viene, el por-venir: “[…] / Pasos sobrios y tercos que avanzan callados / hacia fines sombríos, sin saber quizás / cual objeto secreto le muestran los hados, / pero que en la alta noche marchan obstinados / por el gozo de andar no más. // […] // El porvenir! La nave, con la vela izada / para el viaje profundo, luego zarpará; / y bien que el horizonte no me oculte nada / buscaré sobre el ponto la nueva alborada, / con fe en el postrer más allá. // […]”. Aunque el viaje Poveda lo ve incierto, conserva la esperanza.

La ironía y el sarcasmo en la poética de Poveda pueden llegar al cinismo en medio de un sentimiento de aislamiento, desasosiego y angustia existencial. Su experiencia personal desencadenada en sus versos, comparables a los de Charles Baudelaire, deja un acento cubano de criollísima raíz. El arrasamiento de su frustración presagiaba un destino personal y social contradictorio, al que, la mayor parte de las veces, no le veía ningún tipo de salida, de ahí su propuesta de aislamiento e incomunicación junto a cierto sibaritismo indolente y cínico en el soneto endecasílabo “Retiro”: “Me encanta mi barriada vasta y fría, / sus calles grises de andurrial mezquino, / y el fraterno aposento donde vino / tu calma a confundirse con la mía. // Yo haría largo este vivir oscuro, / duradera esta dulce paz segura, / muy de ti, que eres toda natura, / muy en mí, que soy todo ensueño puro. // Vivir en comunión de carne y alma / y del vino sensual beber en calma / la copa que nosotros conocemos; // tan lejos de los hombres, que si alguno / pregunta quiénes somos, de consuno / responderán los hombres: ―No sabemos”.

Obsérvese el fácil fluir de sus versos encabalgados, una novedad que adquiría valor para la época, y téngase en cuenta la salida criolla que el poeta le da a su crisis existencial, muy lejana de la tragedia de los mitos griegos, en que un sátiro enfrenta al dios Apolo. Así lo demuestra el soneto endecasílabo “La pipitaña”: “Marsyas estaba loco de harmonía, / y absorto sobre el rústico junquillo, / halló interlocutor en cada brillo, / y una contestación en cada umbría. // Al músico rural le parecía / que en medio de la noche milagrosa, / al canto de sí mismo, cada cosa / en cantos peculiares respondía. // Volvió en sí con el alba, y excitado / tembló al pensar que hubiera divulgado / las confidencias de su vida extraña; // mas le calmó el saber que en la vacía / tierra, su canto heroico sólo había / podido comprender la pipitaña”.

Mantenía Poveda una febril revisión de los temas tradicionales de la poesía. A continuación, un fragmento con una lectura de Julián del Casal diferente de como la habían hecho la mayoría de sus contemporáneos, una elegía en forma de sextina: “Grave campanero, nocturno mastín funerario / que atisbas el Tránsito al brillo de tu lampadario, / y doblas tus dobles con lento ademán: / dime si le viste, y dime a qué obscura ribera / fue el dulce poeta precito en su marcha postrera, / Cerbero que espías a los que se van. // […] // Niño alucinado, previó que se iría temprano, / e indolentemente, tendió hacia la sombra su mano, / cual vaso vacío al escanciador. / Murió para el gozo, que artero un callado verdugo / le puso en el vaso, tal como a los magos de Hugo / perenne brebaje de angustia y rencor”.

Una propuesta de poesía de amor en un “nocturno” sobre el mismo espíritu de José Asunción Silva en comunicación con la muerte, ensaya el poeta en su “Nocturno sentimental”, que incluye un diálogo; el siguiente fragmento revela esos acercamientos: “[…] / Blanca y leve, como un leve y blanco ensueño, / se inclinó sobre mi rostro, cautelosa y tiernamente. / ―Tienes algo. Di, ¿Qué tienes? ―Sin alzar la mustia frente / respondíle: Frío y sueño. // [...] // Silencioso, fui hacia ella, y al besarla con mis besos exaltados / vi morir entre sus manos el Nocturno que expiraba, / vi fulgir bajo mis ojos sus dos ojos asombrados, / vi rodar mi llanto sobre su trémula faz pálida! / ¡Supe entonces que la amaba! / ¡Supe entonces que aún tenía don de lágrimas!”. Muerte y amor, los dos temas más persistentes de la poesía, enlazados con un escenario todavía con cierto aire modernista.

Pero como buen “posmodernista”, desarrolló la melancolía por el villorrio en reacción al cosmopolitismo de las grandes ciudades y planteó de manera incisiva una crítica irónica a la vida cotidiana de los pueblos de provincia. Mostró descarnadamente a dónde habían ido a parar los sueños de justicia. Un fragmento de “Sol de los humildes” lo recoge: “Todo el barrio pobre, / el meandro de callejas, charcas y tablados, de repente / se ha bañado en el cobre / del poniente. //  […]  //  Y así a todos en el barrio deja un mimo: / a las moscas de estiércol, en la escama, / al pantano, sobre el verde limo, / a la freidora, en la sartén que se inflama, / al vertedero en los retales inmundos; / y acaba culebreando alegre el sol / en los negros torsos de los vagabundos / que juegan base-ball. / […]”. El “feísmo”, ajeno al modernismo, irrumpe en la poesía cubana y prepara las condiciones para las vanguardias.

Se ha considerado “El grito abuelo” un texto precursor de la poesía negra, negrista o mulata en Cuba. Considero que se trata de un referente un poco distante de lo que en resumidas cuentas fue esta poesía; existen otros poemas que trataron mejor el tema como antecedente. El poeta tiene cierta lejanía del lenguaje y también distanciamiento del ambiente popular que nutre a esa poética; no obstante, resulta un intento de reivindicación a la injusta esclavitud y un eco de protesta contra la injusticia: “La ancestral tajona / propaga el pánico, / verbo que detona, / tambor vesánico; // verbo del tumulto, / lóbrega diatriba, / del remoto insulto / sílaba exclusiva / […]”. Poveda no tenía una relación directa con la atmósfera social que podía generar inspiración para estos temas. Su vida aislada y su obra, con muchos referentes europeos, estaban distantes de los sectores populares cubanos de estos sitios para asimilar su cultura. Fue más cercano a los ideales de patriotismo, y por ello, su ataque corrosivo a la hipocresía y a la simulación por los símbolos.

Irónicamente atacó en lo que habían parado los símbolos del pasado heroico, como desastre de una modernidad frustrada. En ese sentido, se atrevió con la bandera, emblema intocable de la república en un momento en que todavía estaba latiendo el poema “Mi bandera” de Bonifacio Byrne. El soneto endecasílabo “El trapo heroico”, contrasta y es su reverso, pero constituye una de las denuncias más mordaces de Poveda a la deslealtad lo que fue un símbolo: “Contra el muro, aplastado en deplorable / marco, casi mugriento, desteñido, / lo enseñan. Así el trapo inolvidable / expía haber triunfado del olvido; / así el signo preclaro que un glorioso / momento del pretérito ilumina, / semeja un buitre cínico y odioso / que exhibe las carroñas de su ruina; / así el pendón, con gesto denigrante / pregona las heridas que ha sangrado, / publica los dolores que ha sufrido; / así el pendón es ya lo vergonzante / y lo trágico de un Crucificado, / para escarnio del pueblo redimido”.

Creó un personaje apócrifo, Alma Rubens, una supuesta poetisa cubana de origen francés, con el objetivo de provocar más escándalo con su arte en aquel adormecido ambiente cultural. Los Poemetos de Alma Rubens, de 1912, bajo el seudónimo de Félix Reynolds y García, revelan una prosa poética original, predecesora de la posmodernidad literaria, que dirige su mirada sobre al cuerpo. En “La estatua” se deja ver el espíritu oculto del arte: “Escultor: vengo a que esculpas mi estatua. Yo he inmortalizado mi alma, en canciones que nunca olvidarán los hombres. Ahora quiero que tú inmortalices mi carne. // Por eso necesito que me esculpas desnuda, porque sólo las líneas de mi carne son mías, y porque tengo inefables secretos que merecen ser imperecederos. // Pero compréndeme, escultor, para que no me concibas semejante a las amorosas que no tuvieron otro don que su cuerpo. // Concíbeme a mí como un pensamiento, como un puro y noble pensamiento; ilumíname el rostro de luz íntima, y esculpe las líneas de mi cuerpo, castas, ingrávidas, leves e interiores, cual si fueran los contornos de un alma”.

Más lejos en la natural sensualidad humana va en “Los cuerpos”, para atizar fuego a los conservadores: “Junto con la hermana, nacida a la misma hora, del mismo vientre y sobre el mismo lecho, se dispuso a dormir Dadá esa noche. Crisé y Dadá estaban las dos solas, y quisieron protegerse; había frío, y quisieron abrigarse. Las dos estaban pensativas, cada una acerca del que amaba, y pensaban las dos muy abrazadas, sin decirse nada. // Cada una pensaba en su adorado; pero eran tales sus deseos y sus pensamientos, sus ansias y sus ensoñaciones, que las dos se abrazaron con más fuerza, se besaron en los labios y se estrecharon voluptuosamente, como si soñaran, sin decirse nada. // Luego Crisé y Dadá, sin separarse, sollozaron las dos juntas, con sus ojos cerrados, con sus brazos enlazados, y se durmieron sollozando en silencio, sin que ninguna de las dos intentara preguntarle a la otra quién se había interpuesto esa noche entre ambas”. La soledad se disfrazó de compañía.

A pesar de que Boti dio la primera clarinada en 1913 con Arabescos mentales, fue Poveda quien con más incisivo carácter preparó la renovación poética, y completó mediante su trabajo periodístico su ideario de cambios sociales y políticos por venir y que desde entonces levantaron polémicas, especialmente en la región oriental del país. Algunos de sus artículos pusieron al Oriente cubano en el epicentro del movimiento posmodernista como revelador de la inconformidad generacional ante la frustración republicana. Aunque sus textos fueron poco leídos y peor valorados en su época, en los Versos precursores de 1917 Poveda aunó, junto a la fraternidad literaria de escritores orientales como Boti, Luis Felipe Rodríguez y Armando Leyva, entre otros, un afán consciente de renovación. El periodismo activo de la región contribuyó decisivamente, junto al de Matanzas y La Habana, a dar a conocer las rupturas del modernismo literario en Cuba.

Alberto Rocasolano ha sido uno de los más persistentes estudiosos de los textos de Poveda. Si tenemos en cuenta que el poeta y periodista murió en 1926 y fue en la década de los 80 cuando se comenzó a indagar de manera más integral en su personalidad y se profundizó en su obra en general, podemos afirmar que las investigaciones llegaron muy tardías, a pesar de algunas referencias en la prensa, especialmente después de su muerte. Más adelante León Estrada y Rodolfo Tamayo publicaron José Manuel Poveda. Textos recobrados (Ediciones Santiago, Santiago de Cuba, 2017), una edición valiosa que descubre nuevos elementos de su obra; sin embargo, ellos mismos han declarado que “la totalidad de su escritura no ha sido recopilada de manera exhaustiva”, entre otras cuestiones, porque no ha sido posible establecerla completamente.
 


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