Plano de 1899.
El presente texto tiene por objetivo la divulgación de resultados parciales del proyecto de investigación: “El urbanismo del Gran Marianao entre el siglo XVIII y 1976”, y específicamente la observación hecha por José Francisco Rodríguez y Rodríguez en su Historia del Distrito Municipal de Marianao, de 1884, asunto prácticamente olvidado en la historiografía posterior: ¿El topónimo “Quemados de Marianao” constituye solo el referente del primigenio poblado o se trata de la síntesis de dos asentamientos cuyas particularidades lo revelan con identidades diferentes?
En la génesis y consolidación de la historia cultural de Marianao tiene lugar la prolongación de dos universos inherentes a la urbanización del periodo colonial en América Latina: la religiosidad y la militarización, expresión de un proceso que se realiza en nombre de las dos grandes dignidades de la época: Dios y el Rey. Ello explica por qué José Francisco Rodríguez y Rodríguez en su Historia refiera como punto inicial la construcción de un torreón en la punta más saliente de su playa en 1640, un hito en la defensa de los ataques de corsarios y piratas al que se asocia un pequeño asentamiento poblacional, en el que “existirían algunos ranchos de pescadores y gentes de armas” (1), hecho que, según José Luis Romero, nos ubica en una ciudad de origen espontánea. (2)
A continuación, 80 años después, ubica Rodríguez la merced concedida por el Ayuntamiento de La Habana al Rvdo. Pbro. D. Cristóbal de Zayas y Bazán entre 1719 y 1720, acontecimiento que apunta a la construcción de una ermita que, aunque de funciones subordinadas a la Iglesia Parroquial de Guadalupe, establece desde la praxis un orden social de profundo carácter local. Por su lado Jacobo de la Pezuela señala que durante el siglo XVII se extendieron a este territorio numerosos ingenios y haciendas de labor (3) que, fiel a la tradición, serían bautizados por sus propietarios con el nombre del santo patrón al que por razones particulares estaban ligados, tal es el caso de D. Miguel Antonio Navarrete, propietario de un potrero y una estancia bautizados con los nombres San Antonio y Santa Ana, respectivamente. (4)
¿Resulta “Quemados de Marianao” un topónimo compuesto en el que se funden lo popular y lo aborigen? Quemados es la huella del incendio ocurrido en 1726 en el caserío establecido por D. Cristóbal de Zayas y Bazán en el espacio que se reconocería una vez abandonado por Quemados Viejo o Curazao, y que, en signo de región cultural, se prolongaría en dos direcciones: al este en el caserío Ceiba de Quemados y al oeste, en la construcción del nuevo caserío: Quemados. Por su parte Marianao, rememora el topónimo Mayanabo nombre utilizado por la Oficina del Historiador de la Ciudad de Marianao para nombrar su Boletín Histórico Municipal en 1960 bajo las siguientes razones: “Se le ha impuesto tan denominación, porque con ello se quiere recordar el nombre primitivo de nuestra población, el nombre con el cual los indios bautizaron estos parajes, hasta que la voz degeneró en Marianao, como ya se le conocía en la época de la toma de La Habana por los ingleses”. (5)
¿Se refiere a dos espacios geográficos con historias culturales particulares? El referido Rodríguez afirma que se trata de la unión de dos territorios: “Los Quemados” y “Marianao”; observación implícita en las notas de Jacobo de la Pezuela en su Diccionario geográfico y estadístico… cuando refiere dos núcleos urbanos en la categoría de “pueblos”: 1) “el risueño y saludable Marianao”, con el caserío de la Playa y 2) Los Quemados, “que es la cabeza del partido por estar más céntrico aunque inferior al primero en belleza y caserío”, con los caseríos de Quemados Viejo y Ceiba del Quemado (6). Ambos, espacios urbanos marcados por un diálogo de permanente y dialéctica defensa identitaria con centro, como ilustramos a continuación, en la fe religiosa.
A escala de territorio dos Reales Cédulas dictadas en el siglo XVIII dan lugar al establecimiento de órdenes religiosas en Quemados de Marianao. La primera de ella data de 1723 y está relacionada con el establecimiento en la Isla de la Compañía de Jesús y la otra, firmada en 1731, faculta a varias órdenes a adquirir bienes, administrarlos y enajenarlos, hecho que garantizó el reparto de tierras a los frailes Domínicos, Belemitas, Agustinos, Franciscanos, Filipinos y Jesuitas, estos últimos propietarios de la finca San José en los Quemados Viejos, donde por el año de 1724 tenían un oratorio bajo la advocación de San Francisco Javier. Según Rodríguez, ambos documentos “forman el principio de estos pueblos; teniendo muy presente el espíritu religioso de esa época y que el Sr. del fundo era el Rdo. Pbro. D. Cristóbal de Zayas y Bazán, el que, por su alta misión, había de hacer todo lo posible por extender la fe católica”. (7)
De la legitimidad de Los Quemados da cuenta la construcción de la ermita en 1730 (8) y a partir del libro de bautismo y defunciones de 1734, apunta Rodríguez que las obras fueron hechas a expensa de los padres jesuitas y varios vecinos en terreno donado por Da. Paulina Rodríguez. La elevación en iglesia Parroquial, por el obispo D. Juan José Díaz de Espada y Landa en 1800, sellaría su jerarquía administrativa y la creación de la Junta Parroquial presidida por D. José Tosar e integrada por el cura D. Eugenio Núñez, el Dr. D. Francisco Chaple, D. Felipe Carbonell, D. Guillermo Roch y Lladó en 1857 (9) es muestra de sus implicaciones sociales.
El caso de Marianao, aunque como topónimo encuentra antecedentes en el siglo XVIII, urbanamente aparece legitimada en vínculo con el desarrollo de la calzada de La Habana a Vuelta Abajo alrededor de 1830: cuando “empezó a rebasar los Quemados, empezó también a formarse un caserío reunido en Marianao” (10), apunta Pezuela y describe: “es un conjunto de unas 100 quintas o viviendas de recreo que, entre árboles frutales y jardines por derecha e izquierda, se alinean en una sola calle por ambas orillas del camino de la capital”. Como elementos que ratifican la independencia entre uno y otro lugar destaca que en las noches de temporada la glorieta de Marianao se anima “con gente de La Habana, de El Cerro, Puentes Grandes y los Quemados”, al tiempo que subraya que cuenta con una ermita “en la cual el teniente cura de la parroquia de los Quemados y algún otro sacerdote, dicen misas en los días festivos”.
Pero si ese es el discurso oficial, en el ámbito popular las familias pudientes de Marianao tratan de salvar la distancia entre la Iglesia San Francisco Xavier y su propiedad, creando en sus predios espacios apropiados para el culto. Según consta en el expediente no. 26335 del legajo 768 del fondo Gobierno Superior Civil del Archivo Nacional de Cuba, por ejemplo, doña Bárbara de Cárdenas tramita ante el obispado “licencia para erigir una capilla pública o ermita en una finca de su propiedad situada a una larga distancia de la Iglesia de Los Quemados de Marianao” entre 8 y 17 de marzo de 1851 bajo el argumento de “cumplir con el precepto de la misa la misma Sra., su familia y los vecinos que quieran concurrir”, proyecto que aprueba el Gobierno y Capitanía General de la Siempre Fiel Isla de Cuba.
Iglesia San Francisco Javier o de Los Quemados.
Similares obras quedan implícitas en la obra de Rodríguez, quien refiere la puesta en marcha de un plan de acciones para crear un templo en Marianao en 1861 indicando como argumento no solo que el de los Quemados se encontraba en el extremo norte, sino además que “solo existían Oratorios en la casa quinta del Excmo. Sr. marqués de Marianao (11) y en la del Excmo. Sr. Marqués de Campo Florido, en la calle Vieja”.
En términos de planificación urbana habría que tener en cuenta en ambos territorios, junto a los proyectos de los agrimensores José Fernández de Sotolongo en 1774 y D, Manuel Antonio Medina en 1810, la gestión de organizaciones como la referida Junta Parroquial, empeñada en el estudio de una calzada a la playa a partir de las calles de Santo Domingo en Marianao y la de Domínguez en Los Quemados el 8 de marzo de 1858 sobre el estudio del Sr. D. Simón Teja, capitán del partido. Vital en el campo del urbanismo, en el concepto desarrollado por Idelfonso Cerdá a mediados del siglo XIX, sería el plano general de población de los Quemados aprobado en la sesión del Ayuntamiento de La Habana celebrada el 8 de junio de 1859 y ratificado por la superioridad en 29 de junio de 1859 (12), aproximadamente dos siglos y medio de ocupación del territorio y 140 años después de una experiencia espontánea de organizar el espacio geográfico en función de una dinámica cosmogonía social.
Dos acontecimientos marcan la unidad e independencia cultural de Los Quemados y Marianao antes de finalizar el siglo XIX: desde el ámbito político administrativo, el 3 de septiembre de 1878 “a consecuencia de la solicitud de la mayoría del vecindario de los Quemados de Marianao”, se autoriza la segregación de éste Término del Ayuntamiento de la Capital, con los límites del antiguo partido y; desde el religioso, en 1883 se bautiza la iglesia El Salvador en Marianao. Que en el paisaje urbano actual la Iglesia Parroquial se ubique en Los Quemados y el Gobierno Municipal en Marianao es tal vez la más evidente expresión de dichas condiciones.
Avenida 51. Vista desde la Plaza del Mercado en Marianao.
Notas:
(1) José Francisco Rodríguez y Rodríguez: Historia del Distrito Municipal de Marianao, [s/ed.], La Habana, 1884, p. 1.
(2) En relación con la creación de ciudades Romero reconoce la fundación como forma arquetípica, señalando no solo que no es la única, sino que además no es la forma más frecuente de creación de ciudades en América Latina señalando: “Mediante un conjunto de actos imprecisos y sucesivos un grupo social difuso –esto es, imprecisamente constituido– comienza a establecerse en un sitio que considera apropiado para ciertos fines que se propone, con diverso grado de claridad. Puede ser alrededor de un núcleo preexistente –un castillo, un monasterio, una vieja ciudad abandonada, una aldea– donde el grupo se radique sin planificación alguna, levantando sus precarias viviendas de acuerdo con la conformación del terreno, siguiendo las líneas de altura o el curso de los arroyos o cañadas, y aceptando la decisión de nuevos grupos e individuos que aspiran a ocupar los solares vecinos”. José Luis Romero: “La ciudad, una creación”, Artine, (5), noviembre de 1970. http://jlromero.com.ar/publicaciones/la-ciudad-una-creacion.Acceso: 27 de febrero de 2017.
(3) Jacobo de la Pezuela: “Pueblo de Marianao”, en su Diccionario geográfico, estadístico, histórico de la Isla de Cuba, t. 3, p. 613, Impr. del Banco Industrial y Mercantil, Madrid, 1866. Cf. Inclán Lavastida: Historia de Marianao, p. 22, El Sol, Marianao, 1943.
(4) Archivo Nacional de Cuba (ANC), Gobierno Superior Civil, Leg. 1123, Exp. 41705.- “Expediente de una comunicación que se relaciona con el ensanche de Marianao”.
(5) Mayanabo, 1(5):2, Marianao, enero de 1960. Museo Municipal de Marianao, Centro de Información y Documentación, Carpeta 22.
(6) Jacobo de la Pezuela: “Partido de Quemados”, en Ob. Cit., t. 4, p. 322.
(7) Rodríguez Rodríguez: Ob. cit., p. 2.
(8) La ermita San Francisco Xavier aparece en el contexto de iglesias rurales en La Habana del Oeste. La iniciativa de crear el poblado del Cano, por ejemplo, se debe al Dr. Francisco del Barco, quien previa consulta con el Obispo Gerónimo Valdés, dona una caballería de tierra el 10 de septiembre de 1723 con el objetivo de urbanizarlo bajo sólidas concepciones estéticas. En el centro de este terreno, se comprometía Del Barco a construir un templo bajo la advocación de la Purísima Concepción “para que sus habitadores y los demás que se pueblen en ellas tuvieren el consuelo de oír misa los Domingos y pudieran aguardar sin que experimentasen la pena ni mortificaciones a oírla a más de dos leguas de distancias de dichas tierras, que, en el tiempo de las aguas, por no poder trajinarlas, se quedan sin oírlas por no dejar solas las casas”. Archivo del Santuario Nacional de Jesús de Nazaret, Libro 1ro de asientos corrientes de las imposiciones piadosa, memorias de las misas y capellanías de la Iglesia Parroquial de Ingreso del Cano, folio 5. En 1730 la Iglesia del Cano se erige en Parroquia de Guanajay y se designan como sus auxiliares las de Corralillo y Guatao. V. Marcos Tamames: “El Cano, un fragmento de identidad cubana. Origen de su paisaje urbano-arquitectónico (I)”, Cubarte, La Habana, 28 de agosto de 2015.
(9) V.: Rodríguez Rodríguez: Ob. Cit., p. 4.
(10) Jacobo de la Pezuela: Ob. Cit., t. 3, p. 613. Las citas no referenciadas corresponden a esta fuente.
(11) D. Salvador Samá es considerado uno de los grandes benefactores del progreso en Marianao. Arribó al territorio en la temporada veraniega de 1845y en 1856, junto a D. Ramón de la Masa, D. Javier Terán, D. Gabriel López Martínez, D. Julián Zulueta, D. Jerónimo Quijano y D. José Torrecillas, fundó la Junta de Fomento, sociedad que creó el Teatro, la valla y la Glorieta. José Francisco Rodríguez: Ob. Cit., p. 4. El conde de Fernandina posee finca en Marianao desde 1842.
(12) Acta capitular del 25 de abril de 1912, ANC, Gobierno Municipal de Marianao, Ayuntamiento de Marianao, Actas, Libro 5, f. 286.
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