Esta historia comienza por el final… y tiene muchos girasoles. La flor, asociada en la Mayor de las Antillas a la feminidad representada en la Virgen de la Caridad el Cobre, sin saberlo, fue el pretexto con el que compuso una sus canciones más conocidas la cantautora española Rozalén, quien acaba de realizar su primer concierto para el público cubano este lunes en el Teatro Nacional de Cuba. Una noche mágica, sin duda alguna.
Girasoles fue el broche dorado de una velada donde amantes de la buena música repletaron la sala Covarrubias, en uno de los recitales más esperados del programa de presentaciones de la Feria Internacional Cubadisco 2023. Casi dos horas plagadas de la dulzura y bondad de una de las intérpretes jóvenes de Iberoamérica más queridas y escuchadas.
Aquella canción, contaba la cantautora, fue compuesta hace seis años durante un viaje a La Habana en el que buscaba el recogimiento en un momento donde necesitaba tiempo para la reflexión. En aquel momento Rozalén no se imaginó que años después estaría repasando para la audiencia cubana una década de trabajo, integrada por cinco producciones discográficas.
«Desde que me dedico a la música uno de mis grandes sueños era cantar en Cuba porque ustedes son faro en muchas cosas y sobre todo en la música. Son tantas las cosas que les tenemos que agradecer. Estar aquí es un auténtico privilegio», así lo aseguró la cantante al público dispuesto a disfrutar de la voz, el talento y el cariño de una compositora con un destacado compromiso social en su música.
Los aplausos llovieron apenas salió la artista al frente y fueron reciprocados con una emoción a flor de piel que Rozalén brindó sobre un escenario donde la vimos sentir hasta las lágrimas, batir sus alas con la fuerza de los grandes cantores y hablarnos sobre su tierra en una experiencia sonora como Matriz, su más reciente producción fonográfica.
Hubo tiempo para todo. Durante casi dos horas, la autora de temas como Que no, que no –con esta pieza obtuvo el Goya a mejor canción original en 2021; formaba parte de la banda sonora del filme La boda de Rosa- , se hizo acompañar por un pequeño formato de guitarra, a cargo de Ismael Guijarro, piano y acordeón por Álvaro Gandul. Por supuesto, no faltó su compañera de viaje, Beatriz Romero, con quien se presenta desde hace una década en un performance singular donde Rozalén canta y Beatriz realiza una interpretación simultánea en lengua de signos, una especie de danza del sonido con vocación de visibilizar y normalizar esta forma de expresión.
Ambas se complementan de una manera agradable, con poética y estítica sobre la escena. Entre ellas aflora la picardía, la alegría, la complicidad y el talento para contar historias, para cantar la realidad. Rozalén es psicóloga de formación, conocimientos que ha puesto en cierto modo al servicio de la canción y por eso el mensaje que traslada en cada composición para ella es fundamental, a la hora de abordar la creación musical.
Con ese empeño la artista, Premio Nacional de Músicas Actuales 2021 en España, presentó sus primeras canciones al auditorio cubano y 80 veces, Este tren y El paso del tiempo se nos mostraban como una invitación a dejarnos llevar y llenarnos de vida, esas esencias que brotan de la garganta de Rozalén y se perciben en los gestos de Beatriz.
Pero también hubo oportunidad para conocer a una intérprete, oriunda de Albacete (Castilla-La Mancha), defensora de sus raíces, amante de sus tradiciones familiares, de las canciones que le enseñaron sus abuelos, devota del amor entre su padre y su madre, ese «quererse porque sí» que cuenta en Amor prohibido, canción que dedica a su padre, fallecido el año pasado.
De Matriz (2022), ese recorrido que la artista realiza por las zonas más rurales de una España multicultural –en el disco Rozalén canta en español, catalana, gallego, euskera- trajo a la Covarrubias fandangos como Te quiero porque te quiero, una habanera que le enseñaron sus abuelos maternos -La paloma- y no faltaron las sevillanas y hasta una referencia a Federico García Lorca con Anda jaleo. ¿Para qué hablar de las versiones que hace de La belleza de Luis Eduardo Aute y La Maza de Silvio Rodríguez ? Eso hay que vivirlo.
El resto fue una muestra exquisita de reivindicación y saberes compartidos que, al decir de la artista, se trata de un repertorio escogido específicamente para conectar con la audiencia cubana, a través de elementos sonoros que fueran afines y que forman parte de la música que defiende esta cantautora. Bandurria en mano, se paseó por infinidad de registros, y hasta agarró una guitarra en un segmento más íntimo de la presentación para interpretar temas como Berlín, Alivio y Aves enjauladas.
Hubo referencias a toda su discografía, desde su primer disco Con derecho a… (2013) hasta el último. La cantante se entregó entera a un público que la recibió con los brazos abiertos y se rindió ante su destreza interpretativa. Y por supuesto, casi en el ocaso de una noche ideal, antes de los Girasoles, ella abrió La puerta violeta, ese himno contra la violencia. Entonces en medio de la apoteosis, el público coreaba y, de alguna manera, sentíamos que del otro lado de la puerta podíamos aspirar a ser mejores seres humanos. Ese es un poder que posee la canción, una cualidad que pervive en el talento de los cantautores: mueven las conciencias, nos motivan a pensar, nos hablan de lo humano, de lo útil, de lo que duele y también sobre lo que nos puede hacer crecer, mientras nos emocionan. Así es Rozalén, una intérprete que irradia pasión por encima de las palabras y los gestos. Afortunados los mortales.
Fotos: Jennifer Albín
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